El perdón de Francisco al poeta Ernesto Cardenal, 35 años después de la sanción de Juan Pablo II

Durante tres décadas y media estuvo alejado de su actividad pastoral por el castigo que le impuso el papa Juan Pablo II, debido a sus actividades políticas durante el primer gobierno de los sandinistas en Nicaragua

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Ernesto Cardenal fue sancionado por Juan Pablo II en 1985 y perdonado por Francisco hace una semana. (Fotos: Twitter y cortesía La Prensa)
Ernesto Cardenal fue sancionado por Juan Pablo II en 1985 y perdonado por Francisco hace una semana. (Fotos: Twitter y cortesía La Prensa)

"Hazme justicia Señor/porque soy inocente", escribió Ernesto Cardenal en su "Salmo 25" de 1967.

Este verso suyo revive con una noticia: el papa Francisco suspendió el castigo que la Iglesia católica impuso al poeta y sacerdote nicaragüense en 1984, retirándolo de sus labores pastorales por sus actividades políticas.

Una foto compartida en Twitter por el obispo auxiliar de la arquidiócesis de Managua, Silvio José Báez, adelantó el anuncio, que la Nunciatura Apostólica de Nicaragua hizo oficial el pasado lunes 18 de febrero.

A sus 94 años, postrado en una cama del hospital Vivian Pellas de la ciudad de Managua, Nicaragua, Cardenal pudo oficiar de nuevo una misa al lado del nuncio apostólico de Nicaragua, Stanislaw Waldemar Sommertag.

Cardenal no portaba una estola sacerdotal desde hacía 35 años, cuando el papa Juan Pablo II decidió imponerle una censura a divinis por violar el canon 285.3 del Código de Derecho Canónico, que dice: "Está prohibido a los clérigos asumir cargos públicos que compartan una participación en el ejercicio del poder civil".

Cardenal era entonces el ministro de Cultura del primer gobierno revolucionario emanado del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua, que había vencido al dictador Anastasio Somoza luego de una larga lucha que concluyó en 1979.

Entonces no dudó en anteponer sus ideales políticos a las normas de la Iglesia. Ahora, en cambio, en el último tramo de su vida, Cardenal vuelve a su vocación sacerdotal en medio de la decepción política. 

El régimen que él vio nacer de una revolución y con el que se comprometió sin reservas se ha convertido en "una dictadura" –según las propias palabras del poeta–, que reprime, censura y castiga a sus opositores.     

Del privilegio a la resistencia

Antes que sacerdote, Cardenal se formó como filósofo en México y practicó la escultura y la poesía desde muy joven. Bohemio y viajero, pasó temporadas en Nueva York y España, y fundó la editorial El Hilo Azul.

Nacido en una familia de clase alta y privilegio, a los 32 años asumió su vocación religiosa luego de involucrarse en grupos de protesta contra la dictadura de Somoza.

Para su formación sacerdotal ingresó en el monasterio de Nuestra Señora de Gethsemaní en Kentucky, Estados Unidos, donde tuvo como maestro religioso al también poeta Thomas Merton.

Al volver a Nicaragua, luego de una estancia en Colombia donde estudió teología, fundó en 1965 la comunidad contemplativa y artística de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.

Retrato de Ernesto Cardenal en Solentiname. (Foto: cuadro del artista Sergio Michilini, 2005)
Retrato de Ernesto Cardenal en Solentiname. (Foto: cuadro del artista Sergio Michilini, 2005)

Cardenal concibió aquella comunidad como una utopía social y artística, construida en torno de los principios del arte, la justicia social y la teología de la liberación.

Su actividad atrajo a varios escritores y artistas de la época. Entre ellos el chileno Juan Downey, el curador James Harithas, la fotógrafa Sandra Eleta y el novelista Julio Cortázar, que luego de su estancia escribió el texto Apocalipsis de Solentiname, en el que narra el siguiente episodio:

Al otro día era domingo y misa de once, la misa de Solentiname en la que los campesinos y Ernesto y los amigos de visita comentan juntos un capítulo del evangelio que ese día era el arresto de Jesús en el huerto, un tema que la gente de Solentiname trataba como si hablaran de ellos mismos, de la amenaza de que les cayeran en la noche o en pleno día, esa vida en permanente incertidumbre de las islas y de la tierra firme y de toda Nicaragua y no solamente de toda Nicaragua sino de casi toda América Latina, vida rodeada de miedo y de muerte, vida de Guatemala y vida de El Salvador, vida de la Argentina y de Bolivia, vida de Chile y de Santo Domingo, vida del Paraguay, vida de Brasil y de Colombia.

En 1977 la comunidad fue bombardeada y destruida en el último periodo del régimen de Somoza. Pero aquella experiencia se convirtió en un modelo para el programa cultural de la revolución nicaragüense. Su legado sobrevivió en las pinturas y esculturas que fueron obra de los mismos campesinos que, de su venta, se ayudaban para subsistir.

"Era lógico que la causa de los pobres –decía Cardenal– terminara con la incorporación a la revolución. Una expresión más de la coherencia del mandato divino".

Dios y la revolución

En Cardenal y su poesía convivían bien arraigados Dios y su sentimiento de justicia. Tal vez por eso recibió sin preocupación la suspensión a divinis de Juan Pablo II, quien toleraba poco que se hubiera involucrado en actividades revolucionarias y menos que se convirtiera en funcionario sandinista al cabo del triunfo de la revolución en 1979.

Durante su visita a Nicaragua, en 1983, el papa polaco incluso lo reprendió en público, cuando Cardenal, hincado frente a él, esperaba su bendición y sonreía.

La histórica imagen de Juan Pablo II, en el aeropuerto de Managua, cuando reprende a Ernesto Cardenal. (Foto: Cortesía La Prensa)
La histórica imagen de Juan Pablo II, en el aeropuerto de Managua, cuando reprende a Ernesto Cardenal. (Foto: Cortesía La Prensa)

Aquella fue una imagen que dio la vuelta al mundo y que años después recordó Cardenal en una entrevista con El Semanario, en 1996, cuando contó lo que Juan Pablo II le dijo en aquella ocasión.

"Usted debe regularizar su situación", le dijo el Papa al poeta. "No fue que me estuviera diciendo muchas cosas, únicamente la misma frase dos veces y con ese tono brusco que se ve en los videos", contó Cardenal.

El Vaticano lo instó en varias ocasiones a renunciar al cargo político que ocupaba en el gobierno sandinista, pero Cardenal no obedeció. "Ante la disyuntiva del sacerdocio o la traición al pueblo, digo que yo no traiciono al pueblo".

En 1985 Juan Pablo II emitió la sanción, retirándole su condición de sacerdote. Cardenal tenía entonces 60 años y su reacción fue menos que complaciente.

"A mí no me importó mucho esa humillación, mejor dicho, no me importó nada. Desde que yo entregué mi vida a Dios he tenido humillaciones en seminarios, en la vida sacerdotal, he estado acostumbrado a ellas y no me afectan", dijo Cardenal en una entrevista posterior.

Ernesto Cardenal al lado de Daniel Ortega, en los primeros años del régimen sandinista. (Foto: Archivo Infobae)
Ernesto Cardenal al lado de Daniel Ortega, en los primeros años del régimen sandinista. (Foto: Archivo Infobae)

Nunca quiso buscar el perdón del papa polaco, de quien lamentaba su silencio ante "la agresión que sufre el pueblo nicaragüense" por el gobierno del entonces presidente estadounidense Ronald Reagan.

El poeta desde entonces guardó distancia de la Iglesia. Pero también se alejó de la política y mucho más del régimen sandinista de Daniel Ortega, a quien acusó de haber instaurado una "dictadura", luego de su vuelta al poder en 2007.

Cardenal es ahora en un duro crítico de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.

El perdón de Francisco

Cuando el argentino Jorge Mario Bergoglio se convirtió en papa, en 2013, el poeta nicaragüense celebró su arribo al Vaticano. "Francisco es mejor de lo que habíamos soñado", le dijo Cardenal a Luz Marina Acosta, su asistente.

Cardenal entonces comenzó a tender los primeros puentes de acercamiento con el pontífice y a principios de 2016, luego de algunos intentos fallidos, le hizo llegar un libro de poemas con una dedicatoria.

Lo hizo a través de una poeta italiana amiga suya, de nombre Zingonia Zingone, quien a su vez entregó el libro a un periodista, corresponsal en El Vaticano, que pudo ponerlo en manos de Francisco el 12 de febrero de ese año, durante el vuelo de Alitalia que llevaba al Papa desde Roma a México.

Tal vez por el silencio que guardó Francisco, todavía en 2017, durante una entrevista con el periodista argentino Enrique Vázquez, el poeta se refirió a la sanción de Juan Pablo II en estos términos: "Nunca me levantaron la suspensión sacerdotal y no me interesa que me la levanten".

Un año después, Francisco hizo llegar a Cardenal la carta en la que le anunciaba su decisión de absolverlo "de todas las censuras canónicas".

El Vaticano no emitió algún comunicado al respecto, pero el pasado domingo 17 de febrero, el nuncio apostólico en Nicaragua, Waldemar Stanislaw Sommertag, celebró con él su primera misa, al lado de su cama de hospital, donde estuvo internado dos semanas a causa de una infección renal.

La asistente de Cardenal dijo que al final el poeta agradeció "la bendición que recibo amorosamente" del papa Francisco.

Al lunes siguiente, la Nunciatura Apostólica en Nicaragua explicó que Francisco absolvió a Cardenal luego que de que el poeta solicitó "ser readmitido al ejercicio del ministerio presbiteral", según un comunicado suscrito por el propio Stanislaw Sommertag.

"El padre Cardenal ha estado 35 años bajo suspensión del ejercicio del ministerio debido a su militancia política", recordó.

"Aceptó su pena canónica que le fue impuesta y se ha atenido siempre a ella, sin llevar a cabo ninguna actividad pastoral. Además, había abandonado desde hace muchos años todo compromiso político", anotó el nuncio polaco.

Cardenal no fue el único sacerdote nicaragüense sancionado por la Iglesia católica, que también sus suspendió a su hermano Fernando, a Miguel D'Escoto y Edgard Parrales, todos involucrados con la revolución sandinista.

El poeta, quien ha sido nominado 4 veces al premio Nobel de Literatura, volvió a su casa, donde recupera la salud. "Él está bien, lo que pasa es que tiene 94 años y un cuerpo débil, pero su estado de salud está perfecto", informó su asistente.

Vive Cardenal para recordarnos la primera estrofa de su "Salmo 1": "Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido/ni asiste a sus mítines/ ni se sienta en la mesa con los gangsters/ni con los generales en el Consejo de Guerra."

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