Aunque Lisa Halliday (Massachusetts, 1976) no deja de repetir en sus entrevistas a ambos lados del Atlántico que "no quería hablar de Philip Roth, solo quería escribir una gran novela", lo cierto es que Asimetría, su debut literario publicado con gran éxito en los Estados Unidos el año pasado y traducido hace pocos meses al español, sí habla acerca de Philip Roth (1933-2018) y es, también, una gran novela. Y por eso las precauciones que Halliday insiste en tomar ante lo que este libro es (o podría llegar a ser) tienen menos que ver con el pudor o la modestia, que con lo que muchos de sus mejores críticos, en cambio, identifican como "el brillo máximo" de una "proeza técnica".
Pero para entender esa "proeza", lo importante es saber de qué se trata Asimetría. Elegido como uno de los "diez mejores libros del año" por The New York Times y "envidiada" por la autora británica Zadie Smith, la novela relata la historia acerca de cómo Alice, una veinteañera que trabaja para una importante agencia editorial en Manhattan y sueña con convertirse en escritora –tal como pasó hace veinte años con la verdadera Lisa Halliday, quien trabajaba en la agencia Wylie-, mantiene un romance con Ezra Blazer, un célebre, inteligente e inmensamente prolífico escritor judío que, además de ser un "múltiple ganador del Premio Pulitzer", tiene, por lo menos, más del triple de su edad, igual que Philip Roth cuando, hace veinte años, se relacionó con la autora en la vida real.
Es con esta historia acerca de cómo un "robacunas" (como Alice llama en chiste a Ezra) se enamora de una "robatumbas" (como Ezra llama en chiste a Alice) que la novela avanza con un relato sobre las asimetrías del sexo, la belleza y el poder. Sin embargo, Halliday hace un cambio drástico de escenario y cuenta también la vida de Amar Jaafari, un joven economista de origen iraquí pero criado en Brooklyn que, demorado en el aeropuerto Heathrow de Londres durante su camino en avión hacia Oriente Medio, recuerda los dramas con los que la guerra, la política y las costumbres islámicas envuelven a su familia.
Es después de esta segunda historia sobre las asimetrías de la burocracia, la identidad y (otra vez) el poder, que Halliday hace reaparecer como acto final de la novela al escritor Ezra Blazer. De nuevo en su mundo literario, Blazer contesta las preguntas de una periodista escocesa en un programa de radio de la BBC. Y tal como habría contestado el auténtico Philip Roth, Blazer les recuerda a sus oyentes imaginarios (y a los lectores reales) que para los escritores separar la "verdad" de la "ficción" es un "ejercicio insano", igual que llamar "autobiográficas" a las novelas inspiradas en la vida real. Es en este punto que la maquinaria creativa de Lisa Halliday alcanza su mayor "proeza técnica", al convertir su vida real, primero, en una historia de ficción, para luego convertir esa ficción en un mecanismo de interpretación retrospectiva de la realidad.
De esta manera, lo que Asimetría ofrece es nada menos que el trabajo completo de la elaboración de una experiencia, y lo hace sin perder la sensibilidad creativa ni la verosimilitud de sus personajes.
Pero para quienes conozcan la obra de Philip Roth, quien además de muchas grandes novelas sobre los vaivenes de la historia contemporánea de los Estados Unidos escribió libros como Mi vida como hombre y Patrimonio, donde la "verdad" y la "ficción" se fusionan sin ceder ni la fuerza de la imaginación ni el peso de la realidad, que un novelista no pueda separar "las cajas de la verdad y de la ficción", como dice Ezra Blazer en Asimetría, no es una idea nueva. De hecho, es el mismo principio creativo al que también se refiere el director de cine Werner Herzog al ironizar que si alguien solo persigue los "hechos verificados", entonces los cuatro millones de nombres, direcciones y números en la guía telefónica de Manhattan deberían bastar para conocer las vidas de todas esas personas. En ese mismo sentido, lo que Halliday logra es una novela ejecutada a la altura de los mejores, incluido el propio Roth, quien luego de leerla le escribió para decirle que su libro era "un logro considerable".
Lo que Halliday logra es una novela ejecutada a la altura de los mejores, incluido el propio Roth
Aún así, la curiosidad por los hechos detrás de Asimetría nunca dejó de encender una parte importante de la atención. ¿Un romance real entre una bella y entusiasta veinteañera y un anciano experto y decrépito, igual que en las novelas más lascivas de Roth? Aunque para sus amigos el vínculo con Halliday nunca había sido secreto, ¿podrían ahora quedar a la vista de cualquiera las huellas reales de esta historia en novelas como El animal moribundo (2001), donde el imaginario profesor David Kepesh, convencido de que nadie está "por encima del sexo", le habla (y le muestra) a su joven alumna Consuelo Castillo acerca de los inconvenientes de "convertir la lujuria en algo socialmente aceptado"? ¿O tal vez en La humillación (2009), donde un hombre con dolores de espalda parecidos a los de Ezra Blazer se enamora de una mujer tres décadas más joven?
Publicada el mismo año en que Philip Roth murió, lo cierto es que el azar y el olfato editorial hicieron que el éxito instantáneo de Asimetría coincidiera con los renovados esfuerzos por parte de miles de lectores en todo el mundo en asomarse un poco más a la vida de uno de los grandes autores estadounidenses del siglo XX. Y sin ingenuidad, el propio Roth aportó su cuota sensacionalista al "fenómeno literario" cuando dijo que Halliday, que hoy está casada y vive en Italia con su marido y un bebé, lo había "captado bien" en su novela. ¿Una última gentileza publicitaria para la mujer de la que siguió siendo amigo hasta su muerte? En ese caso, el Ezra Blazer "que algunas personas podrían asociar con Philip Roth", como dice Halliday, tampoco se parece a la insaciable fuerza masculina dispuesta a imponer como un macho impiadoso "su voluntad sexual", como sugieren las mejores escenas de El animal moribundo.
Por el contrario, lo que muestra Halliday es a un caballero tan divertido y atento como inteligente y seductor, y tan enamorado de la joven Alice como preocupado por saber a cada momento si "no cree que esto no es bueno para ella". Por supuesto, el sexo entre los amantes existe, pero nunca deja de ordenarse bajo los parámetros de la ternura ni es más que el sobrio desenlace físico de un diálogo entre un hombre mayor y una mujer joven dispuestos a compartir de manera adulta su tiempo, sus preocupaciones y también su cama.
Lejos del aura machista con la que algunos críticos solían envolver a Roth, Ezra Blazer también le sugiere a Alice las lecturas, las películas y la música que podrían ayudarla en su formación como escritora. Nada mal para tratarse del mismo hipotético escritor de carne y hueso que en Los hechos, una de las memorias noveladas de Roth, se lamenta por la muerte de su primera esposa en un accidente de tránsito diciendo que "¿cómo iba a estar muerta sin haberla matado yo?", o que en El profesor del deseo asegura que "las mujeres solo quieren atención" y "lo último que les apetece es medir su ingenio con el tuyo".
Sin embargo, a medida que los padecimientos de la vejez se agravan con cirugías, desfibriladores y marcapasos, Ezra Blazer no puede evitar quejarse de "ser viejo y lisiado" mientras su relación de amantes con Alice se transforma en la relación entre un enfermo y una enfermera (y a veces secretaria y también mucama).
Con tal de retenerla a su lado, el famoso escritor está dispuesto a hacerle regalos caros, pagarle los costos de la universidad e invitarla a la lujosa casa de fin de semana donde se recluye para escribir. "Considero a mis novias como mis hijos", confiesa Ezra Blazer en las últimas páginas de Asimetría, y basta el relato íntimo de Alice para que entender que detrás de esas palabras no hay alguna forma exagerada de cariño, sino la sombra funesta de una desesperación. Algo que Blazer llevará con dignidad, humor y también miedo hasta el final.
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