El mundillo cultural en España anda revuelto. Se viene hablando de numerosas escritoras nacidas en los 80 y los 90 que se han colado por los resquicios literarios con estéticas y temáticas atractivas tanto para las editoriales grandes como para los sellos pequeños. Mujeres con un fuerte sentimiento de clase y un empuje reivindicativo de género que escriben y publican aquí y allá. En septiembre de 2018 el crítico Alberto Olmos ya subrayaba en El Confidencial este liderazgo femenino, desconocido en etapas previas, tras leer y disfrutar de la novela de ciencia ficción Umbra (Caballo de Troya, 2018) de Silvia Terrón. Y aportaba una nómina de hasta 27 escritoras fundamentales y valiosas que estarían dentro de esta órbita. Poco después el 9 de diciembre de 2018 Ana Fernández Abad en el suplemento SModa de El País trataba de delimitar el código que definiría a estas jóvenes escritoras: "visión feminista, inclusión de las nuevas tecnologías en la narrativa y referencias multidisciplinares". Pero ha sido a raíz de la publicación del artículo de Antonio J. Rodríguez en El País el día 6 de enero de 2019 titulado "La generación: historia del último 'boom' de la literatura española" cuando se han encendido las luces: ¿Existe verdaderamente una nueva generación literaria en España? Ajustemos más la pregunta si es posible: ¿existe hoy una generación de escritores jóvenes, principalmente mujeres, nacidos entre los 80 y los 90, que estén marcando pautas literarias relevantes y diferenciadoras?
"La separación de escritoras y escritores por generaciones es siempre bastante artificial. Creo que cuando se habla de generaciones desde el presente detrás siempre hay algún interés editorial o de marketing, más que puramente literario. Y cuando se habla retrospectivamente, se hace más bien para intentar dar coherencia a fenómenos que muchas veces no tienen tanto en común en el momento. Lo generacional me parece siempre una etiqueta impuesta y una forma de reducir fenómenos que normalmente son bastante más complejos. Sí entiendo que puede haber un aire común, percepciones culturales compartidas, formas similares de mirar la realidad entre escritoras de más o menos la misma edad, pero siempre queda la pregunta: ¿qué entendemos por 'generación'? ¿Quién marca el principio y el final? ¿Una escritora nacida en los 80 tiene la misma visión que otra nacida en los 90 y diferente a una nacida a finales de los 70?" Así respondía la escritora Edurne Portela, recientemente galardonada por su novela Mejor la ausencia (Galaxia Gutenberg, 2017) con el premio 2018 al mejor libro de ficción del Gremio de las librerías de Madrid y que está a punto de publicar su segunda novela, Formas de estar lejos.
Esta respuesta cataliza en gran medida la diversidad de opiniones que han surgido de consultar a escritores, críticos, periodistas culturales y académicos. Es decir, tras preguntar a una parte importante de los agentes implicados, siempre en disputa, como señaló Pierre Bordieu, porque al final, con generación o sin generación, se trata de una lucha por la visibilidad y la legitimidad. Y lo cierto es que se percibe un cambio: por un lado, tan solo el término generación y su empleo ha dado mucho que hablar y, por otro lado, la mayoría de los consultados coincide en reconocer una ola de jóvenes escritoras con obras interesantes.
Una cuestión comercial
En líneas generales la búsqueda y puesta en circulación de una "generación" literaria, (y lo mismo sucede con "La generación", a la que alude Antonio J. Rodríguez), se descifra como una campaña de marketing. Una estrategia explotada desde antaño por parte de los medios de comunicación para lanzar al mercado una marca que resulte rentable; y algo rentable en el mundo que vivimos, por muy simbólico que sea el campo literario, significa sobre todo que sea traducible en ventas.
Una de las protagonistas del citado artículo, Cristina Morales, que no reconoce generación alguna, habla de la "construcción de un artefacto periodístico de legitimación del periodista que se siente con la autoridad de establecer líneas y vectores. Pero que si hubiese una generación la habría dotado de nombre, de contenido, pero ¿qué hay más a allá de las fechas de nacimiento, del hecho de que estas mujeres seamos coetáneas?". Por ello, lo primero que ha suscitado suspicacias en unas y otros es la simultánea adscripción del autor del artículo de El País: crítico cultural, escritor joven y editor, que se propone, junto a la también joven escritora Luna Miguel, que acaba de publicar la novela El funeral de Lolita (Lumen, 2018), diseñar y promover un "catálogo joven" durante este 2019 en la colección Caballo de Troya. Luna Miguel continuó el tema añadiendo en un post una lista de 20 nombres de escritoras pertenecientes a "La generación".
Redundando en la síntesis expuesta de entender la denominación de "generación" bajo patrones comerciales si se enuncia desde el presente; y tras la búsqueda de cierta coherencia o afanes académicos cuando es retrospectivamente, se sitúa también el veterano editor Constantino Bértolo: "Creo que desde los medios de comunicación se está tratando de construir esa 'generación' de mujeres escritoras jóvenes. Nada especialmente sorprendente pues al fin y al cabo todas las generaciones literarias, desde la generación del 98 a la generación Nocilla, no han dejado de ser fenómenos mediáticos que posteriormente, en algunos casos, son adoptados y adaptados por los hacedores del canon y la historia literaria. Ahora mismo se podría hasta determinar desde qué medio y casi casi desde qué firma periodística concreta se ha puesto en marcha esta bola de nieve. Acaso lo que falte es que alguien encuentre el nombre adecuado y conveniente para su bautizo y confirmación. Ahora bien, para que una bola de nieve empiece a rodar hacen falta al menos la presencia de dos elementos constitutivos: nieve y un terreno apropiado para que la bola vaya cogiendo velocidad", y poco más adelante concluye: "Hay nieve, hay bola, hay terreno propicio. Que la cosa ruede dependerá del oportunismo y la atención que finalmente les dediquen los medios literarios, es decir, dependerá de la crítica periodística y, sobre todo, de esos ecos de sociedad tan del gusto de los suplementos culturales y páginas literarias y de los que su pregunta y mi respuesta forman parte. En resumen: más marketing".
De intrusas a procedentes
Conscientes del capitalismo tardío que habitamos, en el que todo es mercado, todo marketing, hemos decidido "hacer rodar la bola de nieve" porque atisbamos un marco literario en construcción en el que destacan más escritoras que escritores. Se trata de un asunto que alterará el entorno y no solo por una cuestión numérica.
Autoras de diversas edades y procedencias se están haciendo hueco, tras muchos años sacando la cabeza y levantando el dedo, con temáticas y puntos de vista renovadores. Mujeres que están logrando atraer tanto a las editoriales, que les proponen ideas y las promueven, como al público que las viene leyendo y alentando. En la actualidad existe un consenso casi unánime en reconocer esta significativa presencia de escritoras con obras de calidad. Una amplia nómina de mujeres poetas, novelistas, ensayistas, cronistas, autoras de cómic, que han emergido en estos últimos años sobre todo en comparación con tiempos no tan lejanos. Mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, que ocupan por derecho propio y sin complejos un lugar señalado dentro del campo literario, con apuestas interesantes. La historiadora de literatura Anna Caballé subraya que "las jóvenes escritoras que publican ahora mismo no lo hacen desde una posición de subordinación sino desde una posición arrogante. No hay nada sobre lo que pedir perdón y, en cambio, hay un daño ancestral que necesita ser reparado". "Se está forjando una nueva realidad en el mundo de las letras en español y es que hay una avalancha de excelentes escritoras que son muy conscientes de que les corresponde un lugar propio en el campo literario", refuerza Edurne Portela. Pero si ésto no era así hace nada, parece deberse a una labor de años y trabajosa que comienza a cristalizar.
Se acaba de publicar una excelente antología de 20 entrevistas a mujeres escritoras españolas o establecidas en España, realizadas, entre 2013 y 2017, por la investigadora francesa Isabelle Touton que, desde el título, Intrusas (Institución Fernando El Católico, 2018), ya señala la posición que parecían ocupar o que sentían ocupar estas mujeres dentro del amplio espectro de las letras. Y estamos hablando de pesos pesados: Natalia Carrero, Luisa Castro, Mercedes Cebrián, Paloma Díaz-Mas, Nataj El Hachmi, Patricia Esteban Erlés, Cristina Fallarás, Laura Freixas, Cristina Grande, Karmele Jaio, Sara Mesa, Luisa Miñana, Cristina Morales, Lara Moreno, Elvira Navarro, Blanca Riestra, Juana Salabert, Marta Sanz, Gabriela Wiener y Remedios Zafra.
Este análisis feminista del campo narrativo evidencia cómo las mujeres escritoras se sentían como unas entrometidas en un territorio copado y legitimado desde valores patriarcales. Y digo patriarcales a conciencia porque, como es sabido, el mundo cultural, y el literario en particular, cuenta con muchas mujeres, algunas de ellas determinantes. Por ejemplo, las agentes literarias, fundamentales valedoras y promotoras de la obra de un autor y verdaderas configuradoras del mapa literario. Isabelle Touton denuncia en este sentido esa facilidad con la que se ha recurrido desde siempre a la idea de que el arte no tiene sexo (o que "a la literatura no hay que ponerle adjetivos") siempre que se hace palmaria la ausencia de mujeres en catálogos editoriales, listas o estudios. Estamos bajo dominación masculina, señala la investigadora, y como cualquier dominación simbólica, produce en definitiva un discurso que oculta sus mecanismos de funcionamiento de ahí que no siempre seamos capaces de detectarlos y unos y otras participemos de ellos.
Demos un paso atrás, antes de la publicación de una autora. En ocasiones, cuando se trata de encontrar razones que expliquen por qué se publica mucho más a escritores que a escritoras se alude al menor número de manuscritos que llegan a las editoriales escritos por mujeres que por hombres. Touton comenta que antes las editoriales solían recibir entre un 25 y 30 por ciento de textos escritos por mujeres.
Alberto Olmos en el artículo citado de El Confidencial señalaba haber visto "muchas editoriales por dentro -quiero decir, en el bar- y nunca he oído a ningún editor o editora manifestar su rechazo por los manuscritos que le llegan firmados por mujeres. He oído muchas veces, sin embargo, lo contrario: que les llegan muy pocos originales de autoría femenina, y que qué van a hacer ellos. El único dato público con el que contamos para trabajar esta cuestión desde una mínima objetividad nos lo daba el premio de cuentos Ribera del Duero que, no se sabe por qué, incluía el dato del sexo del autor en sus recuentos: en la primera edición participaron 514 autores, de ellos 412 eran hombres y 102 mujeres. En las siguientes ediciones, este 8/2 permaneció inamovible. El palmarés, sin embargo, arroja un 3/2 bastante razonable". Y así era.
Quizá ahora las cuentas sean algo diferentes, este trabajo toca hacerlo para que podamos interpretar bien la situación, pero ¿qué es lo que ha cambiado? Porque la pregunta que habría que hacerse es ¿por qué no llegaban manuscritos escritos por mujeres a las editoriales? ¿Qué impedía a las mujeres en pleno siglo XX y XXI, y en democracia, escribir o publicar? O ¿por qué las mujeres se coartaban o autocensuraban a la hora de enviar sus textos para ser evaluados para una posible publicación? El estudio de Isabelle Touton revela que "poquísimas [de las entrevistadas] mandaron su manuscrito por correo a una editorial: o conocían al editor (…) o consiguieron ser editadas porque eran periodistas. Las que no tuvieron contactos pudieron publicar a través de premios, los cuales representan una verdadera vía de promoción literaria en España" (2018:30).
De las editoriales a los lectores
Parece ser que las jóvenes escritoras han encontrado el valor, el arrojo y la validación para escribir y presentar sus trabajos a las editoriales. Quizá la fuerza simbólica de ese "cuarto propio compartido" que proyecta el blog de La Tribu, y que de facto se materializó, haya sido mucho más útil de lo imaginado. ¿Por qué no? Soñemos. Ese cuarto y tantos otros se han creado y sostenido a lo largo de años, que van desde la Asociación Clásicas y Modernas hasta Píkara Magazine. La periodista Alba Muñoz señala que muchas escritoras se sienten fortalecidas y arropadas por las voces de las demás y por la conversación pública de masas, para escribir lo que quieren; verse sobre feminismo o no. Y subraya: "Entre varias autoras se está produciendo una conversación que recuerda un poco a la que se produce en redes sociales, una comunidad interesada en sí misma que produce reflexión, ficción, conocimiento que interesa a un público mucho más amplio. No creo que se trate de algo endogámico, sino que es resultado de tejer redes de interés, apoyo mutuo y competencia en internet". Este apoyo seguiría los patrones de movimientos comunitarios feministas "como #YoSíTeCreo, más allá de la vertiente original contra el abuso machista. Vendría a ser: Yo creo en tu voz y el trabajo diario que haces", comenta la periodista Marina L. Riudoms.
Lo cierto es que las editoriales atienden, alientan y demandan textos de estas mujeres jóvenes. Normalmente a través de encargos editoriales diseñados o maqueados previamente por agentes o por las propias editoriales. Hay moda y tendencia de libros escritos por mujeres en todo el mundo, no solo en España. Pero también hay apuestas editoriales de calado como la de Anagrama, desde hace algunos años, por autoras como Marta Sanz, Sara Mesa, Remedios Zafra y ahora Cristina Morales o Alejandra Costamagna. Promociones inteligentes y sostenidas. Y algunos pequeños éxitos dispares entre sí que también van sumando y creando un clima como son los casos de la filósofa Marina Garcés, por un lado, y de la artista y escritora Alicia Kopf, por otro. Elena Ramírez, directora editorial de Seix Barral, apunta que "las editoriales están más receptivas desde hace un par de años, y mucho más desde el 8M2018, pero esta receptividad sería estéril si no hubiera grandes narradoras llamando a la puerta". Y añade una preocupación: "que podamos discriminar talento en función del género. Creo que la receptividad de las editoriales ha de ir pareja a un criterio de exigencia ajeno al género de quien escribe y de quien lee."
Eva Serrano, editora de Círculo de Tiza, señala que las editoriales han visto esa explosión de voces femeninas "que responden a una necesidad real de darle voz a quienes participaron de la literatura como personajes secundarios o tratadas con cierta condescendencia bajo el paraguas de 'literatura femenina', habitualmente refugiadas en el género de la novela". Y barriendo para casa, como le corresponde a la responsable de una editorial de no ficción, añade: "La no ficción permite ampliar mucho más sus necesidades, el análisis de ciertos problemas que no se trataban y la posibilidad de expresarse en primera persona. Es indudable que hay un canal mucho más amplio que recoja todas esas inquietudes, que antes no pasaban el filtro por considerarse poco comerciales."
La periodista Paula Corroto coincide en hablar de cierta apertura por parte de las editoriales hacia voces femeninas, "quizá porque el tiempo que vivimos lo reclama. La mujer está llegando más al discurso público (está hablando más y opinando más). Quizá también porque tenemos un gran número de mujeres formadas, de hecho, ya superan a los hombres en las universidades. Todo eso se tiene que notar en algún momento. Y también el debate sobre el feminismo ha reavivado todo esto." Álvaro Llorca, editor de Libros del KO, subraya también el mayor número de voces femeninas en circulación "y tenemos que felicitarnos por ello. Sobre todo, cuando esas voces plantean discursos emocionales y políticos novedosos que están sacudiendo la apolillada visión del mundo que venían imponiendo las élites durante un porrón de años".
La escritora Elvira Navarro cuenta su experiencia como editora, en 2015, y señala que publicó a un mayor número de mujeres que de hombres, de las cuales sólo tres habían nacido en los ochenta: Gabriela Ybarra, Marta Caparrós y Mireya Hernández. "Sus propuestas eran muy distintas, aunque una cosa sí que es cierta: fueron las que mejor recepción tuvieron, lo que quizá confirma que ahora hay un mayor interés por parte de los lectores (entre los que, según dicen siempre las encuestas, hay más mujeres que hombres) hacia la literatura escrita por mujeres".
La propia Gabriela Ybarra no entiende por qué tantas reticencias en reconocer esta generación de jóvenes mujeres escritoras, "¿por qué tiene que ser sospechosa de algo? No tiene por qué ser marketing". Y mientras rebusca en su memoria para exponer algún que otro nombre de escritor de esta etapa, insiste: "no sé si es moda o casualidad pero no hay un Andrés Barba de los 80". Alba Muñoz también apunta en esta dirección al plantear que quizá lo que esté ocurriendo "es que un montón de lectores y nuevos lectores están armando su propia nueva generación en las estanterías de sus casas, que nunca coincide completamente con los deseos de la industria pero en la que cada vez hay más nombres jóvenes y de mujer. Todos somos curiosos y queremos indagar en las voces que antes no nos llegaban con tanta facilidad, y que además nos hablan de temas que nos generan interrogantes y nos interpelan". Muchos lectores están comprando y leyendo a mujeres escritoras.
Las propias escritoras afirman que vienen llenando sus estanterías de libros escritos por mujeres y que no siempre habían tenido esta inclinación o tendencia. Aroa Moreno comenta: "A lo mejor lo que hay es un boom de lectores descubriendo a las escritoras. Me ha pasado que, después de años leyendo autores, frené en seco y llené mis estanterías de mujeres. Tenía que compensar tanto olvido y silencio. Y esto también les pasa a las editoriales. En cualquier caso, después del eterno boom de los escritores hombres, no está mal este. Después de tantos años de ser minoría en los catálogos (que lo seguimos siendo en la mayoría, no se olvide), de no recibir distinciones, de formar parte de las secciones de novela romántica o femenina, bienvenido este boom si llega para romper con todo eso y darnos futuro".
Anna Pacheco lo expresa de este modo: "Como lectora cada vez leo a más mujeres, hace años me obligaba a leer a más mujeres casi como imperativo, una norma, rebuscaba e invertía tiempo en encontrar autoras. Ahora lo hago de forma absolutamente inconsciente porque las novedades editoriales que me interesan más últimamente suelen estar escritas por mujeres. Creo que, en cierto sentido, eso sí es también un síntoma del cambio o de esa generación. ¿Leemos más mujeres porque nos publican más? ¿O nos publican más porque cada vez hay más interés en las historias que contamos? También he sentido cómo cierta literatura masculina que admiraba, y sigo admirando, la siento agotada o no prioritaria en estos momentos, o algunos discursos o voces siento que no me interpelan ya más".
La periodista Noemí López Trujillo se muestra contenta de ser testigo de este presente en el que "puedo elegir los relatos con los que identificarme y construir mis verdades" y subraya: "Sí que creo que el feminismo ha puesto de moda lo que antes era algo residual: la literatura de mujeres. Un término que se ha usado de manera despectiva, y que sigue siéndolo porque, como decía Lucía Baskaran, 'se está explicitando que hay una literatura a secas, la universal, que es la producida por hombres, y la otra, la que escribimos las mujeres, dirigida solo a nosotras'. Lo 'bueno' que le veo a esa literatura femenina es que para mí, a día de hoy, explica el mundo mucho mejor. Y creo que deberíamos empezar a hablar de literatura y de literatura masculina, porque la segunda es la que está quedando desactualizada e incompleta".
El caso es que incluso ellos reconocen esa preponderancia y deseo lector de voces femeninas: "Puedo contar con los dedos de una mano los escritores de los que espero libro este año, en comparación con las ganas que tengo de leer lo nuevo de narradoras como Lucía Baskarán o María Sánchez", señala Víctor Parkas. Anna María Iglesia, por su parte, saca a colación una entrevista que le realizó a Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma, en la que declaraba que actualmente el mejor relato en lengua española está en manos de escritoras.
* En esta primera parte del ensayo hemos analizado la diversidad de opiniones que han surgido entre escritores, críticos o periodistas sobre la definición o no del concepto generación y de la lucha por la visibilidad y la legitimidad. Próximamente publicaremos una segunda nota en la que se analizan los cambios y la expansión de los movimientos feministas en los marcos de referencia literaria.
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