Especial desde San Pablo.- "Busco con avidez un orden sensible, contenido y estructurado en el lenguaje artístico visual que utilizo. La geometría es un medio. Busco claridad, la luz de la luz. El arte es tanto un arma poética para luchar contra la violencia como un ejercicio de libertad contra fuerzas represivas: el verdadero creador es un ser que vive dialécticamente entre la represión y la libertad". El que se propuso este desafío es Rubem Valentim (Salvador, 1922 – San Pablo, 1991), figura fundamental del arte brasileño del siglo XX. Pintor y escultor, Valentim rescató y llevó al centro de sus composiciones los elementos esenciales de la religiosidad y de la cosmovisión afro-brasileña.
Apropiándose del lenguaje de la abstracción geométrica, Valentim creó composiciones con símbolos y referencias a sus raíces. Su camino puede caracterizarse como estético y político: implica una revalorización de lo local en detrimento de las corrientes que copaban el arte de Brasil. Transformó los lenguajes artísticos de origen europeo imperantes en la producción artística de su país, en los años cincuenta y sesenta (la abstracción geométrica, el constructivismo, arte concreto), sometiéndolos a referencias africanas.
Lo logró incluyendo en sus composiciones dibujos y diagramas de las religiones afro-brasileñas: durante su vida artística, nunca abandonó los símbolos de los orixás (flecha, vástago y hacha) que estructuraron sus abstracciones.
Construcciones afro–atlánticas, en el icónico Museo de Arte de San Pablo (MASP), en Brasil, reúne casi un centenar de sus pinturas, relieves y esculturas en madera, provenientes de colecciones privadas y de la Pinacoteca del Estado de San Pablo, el Museo de Arte Moderno de San Pablo, el Museo Afro Brasil, el Museo de Arte Moderno de Bahía, el Museo Nacional de la República y el Banco de Brasil, entre otras instituciones.
Organizada en forma cronológica, la mega exposición pone el foco en las distintas etapas y sitios en los que el artista trabajó: Bahía, Río de Janeiro, Roma y Brasília. Se exhiben obras claves como Emblemas logotipos poéticos de la cultura afro-brasileña (presentada en la Bienal Nacional de San Pablo, 1976).
La vida de Valentim estuvo signada por la hibridación: nacido en el seno de una familia católica pobre, fue el primero de seis hijos que crecieron formados en la religiosidad sincrética afro-brasileña. "Su obra es única en la historia del siglo XX —considera Fernando Oliva, curador de la exhibición—, ya que desafía el canon oficial al ofrecer resistencia a las conceptualizaciones simplificadoras y no dejarse encasillar. El Valentim vinculado al arte concreto no está escindido del Valentim popular ya que forman parte una misma concepción de mundo que busca la síntesis de las experiencias; no su división".
"Sin embargo, a lo largo de los años —continúa— han sido reiteradas las aproximaciones reductoras del trabajo de Valentim: análisis que lo vaciaron y despersonificaron". Es por esta razón que Oliva sostiene que cualquier lectura de la obra del artista debe considerar como premisa que Valentim fue capaz de promover potentes articulaciones entre los elementos de la tradición occidental y las raíces africanas de la cultura brasileña.
Autodidacta, en 1940 Valentín comenzó a incorporar en sus obras elementos de las tradiciones populares del Nordeste como por ejemplo la cerámica del Recôncavo Baiano. Participó con Mario Cravo Júnior y Carlos Bastos en el movimiento de renovación de las artes plásticas de Bahía, en el contexto del llamado Segundo Modernismo brasileño. Ya en la década del cincuenta empezó a tener como referencia al universo de las religiones afro-brasileñas.
"La estrategia de Valentim siempre pasó por recomponer la materia de los cultos y rituales afro-brasileños sin dejarse seducir por sus aspectos más fáciles y didácticos (como lo hizo, por ejemplo, Carybé, a quien él veía como un contraejemplo)", sostiene Oliva, y agrega: "Sus signos y emblemas, originalmente geométricos, se reorganizan en una matriz aún más rigurosa, formada por líneas horizontales y verticales, triángulos, círculos y cuadrados, con base en una intensa dinámica de recortes, sustracciones y yuxtaposiciones. De esta forma, el artista compone un repertorio personal que, aliado a un expresivo y particular uso del color, se abre a nuevas e infinitas posibilidades poéticas y formales".
"No nací en Europa (obvio), no soy distinguido, no tuve educación europea. No nací para ser diplomático, no soy bien nacido; al contrario, soy un hombre tosco y agresivo. Soy un hombre desesperado que busca la divinidad, el ser de los seres. Por lo tanto, tenía que aferrarme a Brasil". Así se definía este artista que pensaba que su país tenía que desarrollar un arte con características propias, mestizo, singular.
La racionalidad geométrica de Valentim no proviene de Europa, sino de los desplazamientos y encuentros entre África y Brasil, entre Senegal, Angola, Nigeria y Salvador de Bahía: se trata, por lo tanto, de un "constructivismo afro-atlántico".
"Estoy obsesionado con una cultura genuinamente brasileña, a pesar de la idea de la aldea global", reconoció. Y se lanzó a deglutir y transformar a ritmo vertiginoso. Con dibujos y diagramas que representan elementos de los cultos afro-brasileños (como el doble hacha de Xangô, la flecha de Oxóssi y los vástagos de Ossaim), Valentim reelaboró los lenguajes artísticos que dominaron Brasil en las décadas del cincuenta y sesenta. Con colores vibrantes y formas geométricas, creó una nueva iconografía donde sintetizó, por dar un ejemplo, elementos simbólicos del candomblé o del umbanda (herramientas de culto, estructuras de los altares y símbolos de los dioses). Creó emblemas, que condensan el sincretismo religioso y cultural de su país. Se propuso devorar y desplegar nuevos símbolos potentes, a contrapelo de la cultura hegemónica.
"Mi lenguaje sígnico artístico-visual está vinculado a los valores míticos profundos de la cultura afro-brasileña (mestiza, animista, fetichista) —dijo Valentim—. Con el peso de Bahía sobre mí -la cultura experimentada; con sangre negra en mis venas, con los ojos abiertos hacia lo que se hace en el mundo en la contemporaneidad- al crear mis signos-símbolos busco trasformar en lenguaje visual el mundo encantado, mágico, probablemente místico, que fluye continuamente dentro mío".
Influido por los preceptos del Manifiesto Antropofágico (1928) de Oswald de Andrade, Valentim deglutió la tradición artística para luego desatar una obra propia, híbrida, potente, que integra símbolos y guiños ligados a las cultura afro-brasileña. La suya es una obra con sello único.
MASP, ícono de la arquitectura del siglo XX
Fundado en 1947 por el magnate de los medios de comunicación y político Asís Chateaubriand (1892-1968), figura controvertida y polémica, el Museo de Arte de San Pablo (MASP) es el primer museo de arte moderno de Brasil. Con una colección de 10 mil obras de Europa, África, Asia y América, incluye pinturas, esculturas, objetos, fotografías y videos.
El proyecto edilicio, devenido ícono de la arquitectura del siglo XX, en manos de Lina Bo Bardi (1914-1992), se caracteriza por el uso de vidrio y cemento, complementando superficies ásperas con otras con transparencias y planos aéreos.
Bo Bardi además eliminó los muros y desarrolló un singular sistema expositivo con caballetes de cristal para la colección estable que, encastrados a bloques de cemento, dan la impresión de estar suspendidos en el aire. Un verdadero hallazgo que pone en jaque la narrativa lineal tradicional y permite que los espectadores vean el reverso de las obras.
* Rubem Valentim: Construcciones afro-atlánticas
Hasta el 10 de marzo
Museo de Arte de San Pablo (MASP) – Primer piso
Avenida Paulista 1578 – San Pablo, Brasil
Horarios: miércoles a domingo de 10 a las 18 horas; martes de 10 a 20
Entrada: R$35; martes, gratis.
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