Primero, quiero expresar lo feliz que me siento por recibir este premio y agradecerle al ayuntamiento de Barcelona, al festival BC Negra y al jurado por haberme honrado con esta distinción, que lleva el nombre nada menos que del detective insignia de Manuel Vázquez Montalbán. Segundo, quiero compartir este premio con mis colegas, escritores y escritoras de novela negra que me han hecho disfrutar el género –tanto cuando escribo como cuando leo- y valorarlo. Y por último, señalar cuánto les debemos quienes escribimos novela negra a tantos libreros y libreras que nos recomiendan a sus lectores, con un especial recuerdo a Paco Camarasa y su Negra y Criminal.
Tengo consciencia de que soy la cuarta mujer que gana este premio, y la primera o primer latinoamericano. Por eso me propongo hablar desde allí, desde ese lugar: los márgenes. Porque hay una sospecha de marginalidad también en el género que nos convoca. Y quienes vivimos corridos de los centros de poder, por cuestiones de género o geográficos, aprendimos a poner de nuestro lado supuestas debilidades y convertirlas en fortalezas. Así, parada en los márgenes que significa ser argentino o argentina, ser escritor o escritora en Argentina, y ser escritor o escritora de policial en Argentina, debo confesarles que en mi país hemos tenido la suerte de que los mejores autores que ha dado nuestra literatura –desde Jorge Luis Borges hasta Ricardo Piglia- han apreciado el género policial, lo han difundido, lo han estudiado, lo han traducido. Muchos de ellos, además, han escrito al menos un cuento policial, una novela negra o un texto que camina por los bordes del género: Manuel Puig (The Buenos Aires affaire, El beso de la mujer araña), Juan José Saer (La pesquisa), Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares (Los que aman odian), por dar sólo algunos ejemplos. Borges, además de dejarnos La muerte y la brújula, o los Seis problemas para Isidro Parodi, dirigió con Bioy Casares la colección "Séptimo Círculo", con la que muchos argentinos y argentinas empezamos a leer novela policial. Y escribió interesantes trabajos, conferencias y reflexiones sobre el género. Si tengo que elegir dos de sus aportes fundamentales al estudio de la literatura negra señalaría:
Lo que aparece con este nuevo género, a partir de Edgar Allan Poe, no es una nueva manera de narrar o de escribir tramas sino de leer. Para Borges, Poe inventa un nuevo tipo de lector: el lector de policial. Todos nosotros, los que estamos acá, fuimos inventados por él. "Ese juguete riguroso que nos ha dejado Edgard Allan Poe", llama Borges a este género en el prólogo a uno de sus libros. El lector de policial lee buscando descifrar enigmas, encontrar claves ocultas, intentando no caer en la trampa de falsas pistas. Porque para ese lector una palabra puede encerrar el móvil de un asesinato.
El policial es un género noble. Borges eleva un género literario considerado por muchos "modesto" al rango de la mejor literatura. Recupera al policial desde ese lugar de marginalidad para hacerlo central, lo ilumina.
De Borges a Piglia, el recorrido de escritores argentinos interesados en la literatura negra es amplio y a favor del género. Mientras Borges destaca la "estructura formal" del policial, Piglia destaca "la ficción paranoica". Borges dice: "En esta época nuestra tan caótica, hay algo que, humildemente, ha conservado las virtudes clásicas: el policial. Ya que no se entiende un policial sin principio, sin medio y sin fin." En cambio Piglia dice: "La ficción se vuelve paranoica porque quien la interpreta debe buscar los sentidos e hilos perdidos que hilvanan la verdad". Y en Blanco Nocturno le hace decir al Comisario Croce, cuando Renzi le pregunta quién mató a Durán: "Vos lees demasiadas novelas policiales, pibe, si supieras cómo son verdaderamente las cosas. No es cierto que se pueda establecer un orden, no es cierto que el crimen siempre se resuelve".
Con la misma admiración que ellos, los escritores y escritoras argentinos de novela policial nos movemos desde la certeza estructural de Borges a la incerteza paranoica de Piglia. Allí se encuentra nuestra tradición literaria y la gran identificación con este género.
Pero además de la literatura está la realidad. Y cada sociedad produce distintos tipos de crímenes. Dijo Mempo Giardinelli en una conferencia sobre el policial en México que cualquier escritor latinoamericano con un ojo atento a lo que pasa a su alrededor termina escribiendo novela social y policial. Para contar una sociedad necesitamos contar los crímenes que en ella se cometen. Y para explicar un crimen hay que contar la sociedad que le ha dado lugar. Los crímenes de la dictadura militar en la Argentina, la desaparición de personas, son crímenes que fueron cometidos en nuestra sociedad. La apropiación de menores durante la dictadura también. Los asesinos solitarios que desde un balcón matan a niños que juegan en el patio de una escuela, en cambio, no son comunes en la sociedad argentina sino en aquellas donde la compra y tenencia de armas está avalada sin mayores requisitos ni cuidados: aparecen cada tanto en EEUU, tal vez en breve tiempo en Brasil después del decreto del nuevo presidente que flexibiliza la posesión de armas.
¿Qué crímenes me preocupan de los que se cometen hoy, enero de 2019, en la Argentina? Los femicidios: mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres. En mi país para tipificar este delito no es necesario que quien mate tenga una relación con la víctima –entiendo que en España sí-, sino que en su deseo de matar haya pesado el hecho de que la asesinada sea una mujer. Por ejemplo, un hombre que aborda a una mujer que regresa a su casa, la viola y luego la mata. En Argentina este crimen tiene más pena que otros tipos de asesinatos. Sin embargo, la pena mayor no parece disuasoria y en lo que va del año hubo 1 femicidio cada 28 horas en la Argentina (según datos elaborados al 21 de enero por el Registro Nacional de Femicidios del Observatorio "Ahora que sí nos ven"). Cuando hace una semana escribí este discurso, eran 18 las mujeres asesinadas en 2019. Anoche lo corregí, ya eran 19. Esta mañana en el desayuno volví a corregir el número: 20 femicidios en un mes. Son estos crímenes los que hacen que las argentinas salgamos a la calle a gritar #NiUnaMenos.
Pero también hay en mi país otro crimen perpetrado contra mujeres: el derivado de la práctica clandestina del aborto que sigue prohibido en la Argentina (excepto si el embarazo es por causa de violación o existe riesgo de vida de la madre o inviabilidad de vida del feto fuera del útero). En ningún otro caso una mujer puede abortar legalmente en la Argentina.
Aunque claro que si ha tomado la decisión de hacerlo, lo hará. Si tiene dinero en las mejores clínicas, si no lo tiene en las peores condiciones de salud y en la clandestinidad. Cuando en mi país una mujer decide abortar y es obligada a hacerlo fuera del sistema de salud, alguien, no ella, está cometiendo un crimen y es responsable. Y ese alguien es el Estado que la deja librada a su suerte. Una mujer –sobre todo si es pobre- puede morir en un aborto, puede quedar mutilada, pero si sobrevive, puede además ir a la cárcel, porque la ley argentina considera que el crimen lo comete ella. Según la ley vigente, la mujer que se hace un aborto tiene una pena de cárcel que va de 1 a 4 años. En el nuevo código penal que se pondrá a consideración de los legisladores en breve, la cosa de tan hipócrita es casi peor: un juez debe evaluar si la mujer que abortó tenía motivos válidos y suficientes para decidir interrumpir el embrazo, si sí, libre, si no, a la cárcel. Increíble, ¿no? Si se aprueba esta aberración, en la Argentina será increíble pero real. Les ahorro mis comentarios. Las mujeres de mi país también salimos a las calles a pedir aborto legal, seguro y gratuito. Y seguiremos saliendo hasta que se nos dé un derecho básico del que estamos privadas. Si van a Argentina se cruzarán con montones de jóvenes que llevan un pañuelo verde atado a su mochila, el pañuelo que es el símbolo de nuestra lucha. Este pañuelo. Tal vez ya se han cruzado con alguno atado a una mochila en las Ramblas, en la Barceloneta o en el Born.
No tengo dudas de que de estos crímenes cometidos contra las mujeres hablará mucha de la literatura negra que se está escribiendo en estos momentos en la Argentina. Porque quién sino el género negro para contar una sociedad. Y para hacer justicia; aunque sea justicia poética.
Por último, quiero hablar unos instantes de Manuel Vázquez Montalbán. Como tantos argentinos que nos gusta la novela negra, y a diferencia de otros ganadores de este premio, he leído a Montalbán. Y he disfrutado a su Pepe Carvalho. Pero nunca lo conocí. A pesar de eso, tengo la sensación de que sí nos hemos visto alguna vez. No sé si por la cantidad de anécdotas que lo tienen de protagonista y he escuchado relatadas por escritores amigos. O por el homenaje que le hace Andrea Camillieri con su Comisario Montalbano. O porque he leído en Un golpe de vida, de Juan Cruz Ruiz, la escena en la que MVM muere en el aeropuerto de Bangkok buscando la puerta de embarque y, como Juan Cruz, tengo la sensación de que estuve allí. O porque él estuvo en mi ciudad y escribió el Quinteto de Buenos Aires. O porque era hijo de un gallego pero creció rodeado de catalanes como yo. No lo sé, lo cierto es que siempre lo he sentido cercano. Sin embargo, ¿qué voy a contarles yo de Vázquez Montalbán o de Carvalho que no sepan?, me preguntaba cuando tenía que preparar estas palabras. Y entonces un amigo me ofreció una caja con siete libritos que hizo la editorial Planeta en el 97 para conmemorar los 25 años de Pepe Carvalho. Y uno de esos libritos trae "las 101 preguntas sobre Carvalho", una especie de test de memoria lectora que por supuesto devoré. Las preguntas están clasificadas de mayor a menor complejidad. Por ejemplo, entre las muy fáciles está: ¿Por qué quema libros Pepe Carvalho? Y la respuesta se encuentra a lo largo de toda su obra: Porque no le han enseñado a vivir. Entre las fáciles: ¿De qué se disfrazó Carvalho en una fiesta de final de despedida ofrecida en un balneario? La respuesta, en El Balneario: De detective privado. Entre las difíciles: ¿Cuál es el único libro de Vázquez Montalbán que ha quemado Carvalho? La respuesta en Historias de política ficción: Tatuaje. O las muy difíciles: ¿Cuál es la única ciudad en la que Carvalho no consigue dormir nunca? La respuesta en Asesinato en el Comité Central, El premio, Asesinato en Prado del Rey y otras historias sórdidas: En Madrid.
Me divertí mucho respondiendo el cuestionario. Pero me sentí un tanto descorazonada cuando llegué a la pregunta 101 que no tiene respuesta impresa. Porque la editorial había organizado un concurso para premiar a quien la respondiera. Y el premio era un viaje. ¿A dónde? Coincidencias azarosas de la vida y la literatura: a la Argentina. Quien respondía correctamente la pregunta 101 entraba en un sorteo y si ganaba viajaba a Buenos Aires: " ¿Dónde comenzó a comprar preservativos Pepe Carvalho?".
Y otra vez la coincidencia azarosa y el círculo que se cierra. Porque hoy vengo a recibir este premio a la BCNegra, pero el primer premio que recibí en mi vida fue por una nota periodística que escribí y que se llamaba Preservativos, una fobia masculina. Era principios de los 90 y yo escribía para una revista "feminista", Emanuelle. La única que existía en Argentina. Competí en el rubro "mujer y hogar", las otras notas de la terna eran una sobre macetas y otra sobre bricolage. Corrían tiempos en que empezábamos a saber del Sida, y al rechazo de muchos hombres a usar preservativo se sumaba que el Papa de aquel entonces desaconsejó su uso. Por todo esto la razón de aquella nota, que señalaba esa fobia de los hombres incluido el Papa. Lo cierto y mágico es que en aquel premio estuvieron presentes los preservativos, y en este también con la pregunta 101 acerca de Pepe Carvalho. La respuesta me la consiguió Nacho Iraola, director de Planeta Argentina. Acá va para quienes no la sepan: la encuentran en Los mares del sur (1979): "Lo primero que exijo a mis parejas es un certificado de esterilet, diafragma o pastilla y si no están en regla, me pongo un preservativo. Siempre llevo una cajita en el bolsillo". Acá abro un paréntesis a la cita para señalar que visto con los ojos de hoy puede sonar algo "machirulo" que en una relación sexual se le exija en primera instancia a la mujer que se cuide; pero corría el año 79, o sea, hace cuarenta años de este texto, así que mis respetos y aplausos a Pepe Carvalho que siempre llevaba una caja de preservativos en el bolsillo, escapando así desde mucho antes y con honores a la extendida fobia. "Los compro en La Pajarita, una casa de gomas de la calle Riera Baja. Allí empecé a comprarlos y allí sigo. Soy un hombre muy rutinario".
Pepe Carvalho es un hombre muy rutinario, y yo una mujer muy afortunada por estar acá recibiendo este premio con ustedes.
Muchas gracias.
Buenas noches
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