Patricio Pron, ganador del Premio Alfaguara: "El ideal del amor romántico no tiene más validez"

Tras recibir el prestigioso galardón por la novela “Mañana tendremos otros nombres”, el autor argentino dialogó con Infobae Cultura sobre el amor mediatizado por las herramientas tecnológicas, las personas como objetos de consumo, la función de la literatura en un mundo de incertezas y el feminismo

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Patricio Pron
Patricio Pron

"Es la fascinante autopsia de una ruptura amorosa que va más allá del amor, el mapeo sentimental de una sociedad neurótica donde las relaciones son producto de consumo", dijo el autor español Juan José Millas al leer el veredicto donde, por unanimidad, Mañana tendremos otros nombres de Patricio Pron se quedaba con el Premio Alfaguara de Novela 2019.

Madrid fue el escenario y desde allí, teléfono mediante, el escritor argentino que reside en España dialogó con Infobae Cultura sobre el amor mediatizado por las herramientas tecnológicas, las personas como objetos de consumo, el rol de la literatura en despertar interrogantes y el feminismo, entre otros temas.

Pron (Rosario, 1975) es autor de cinco libros de relatos y siete novelas, entre las que se encuentran El comienzo de la primavera, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, Nosotros caminamos en sueños y No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles.

"Es una avalancha de entusiasmo, de alegría y de responsabilidad por la enorme trayectoria y difusión que tiene el premio", dijo con respecto a las sensaciones posteriores.

Imagino que cuando un autor publica por primera vez esa noche, cuando apoya la cabeza en la almohada, debe ser diferente a muchas otras, entonces ¿qué sucede en la mente cuando se gana un premio tan importante?

-Bueno, recibí la noticia del premio una hora antes del fallo, así que recién experimenté solo una noche como ganador del Premio Alfaguara. Lógicamente me fui a dormir borracho, por lo que tampoco puedo decir que fuesen las condiciones óptimas, ni puedo ser muy objetivo con cómo se duerme habiendo ganado el premio. Pero, al margen, yo creo que hay una frase muy hermosa de Piglia en Los diarios de Emilio Renzi, donde habla de la importancia y la emoción tan particular que un autor siente cuando ve por primera vez un libro publicado bajo su nombre. Piglia dice que es un momento muy particular que no se repite y que desde luego, a partir de ese momento, lo que un escritor debe hacer es tratar que el siguiente libro no sea solo otro libro. Y creo que este premio, por su importancia y por la forma en que ha sido recibido, tiene mucho de primera experiencia, del primer libro. Es una mezcla de entusiasmo con exasperación y en algún punto, confusión. Pero es magnífico que todo esto venga de una noticia de esta magnitud y que además el premio suponga lo más importante para un escritor como yo, que es encontrar para sus libros la caja de resonancia lo más grande posible. Y ésta es una caja de resonancia enorme, mucho más de lo que yo creía y contribuye a propiciar conversaciones, que es la finalidad última de la literatura, a una escala mucho más grande. Y eso es lo que más me interesa y entusiasma.

Tomando lo que decías de Piglia sobre esta "primera experiencia" y llevándolo un poco al tema del amor, tan central en tu novela. ¿Cuáles creés que son las diferencias entre ese "primer amor", adolescente si querés, y los amores posteriores y que en la actualidad se encuentran más mediatizados por la tecnología?

-Creo que es un momento muy singular en lo que denominamos el amor o la experiencia romántica, en virtud sobre todo de que determinados desarrollos tecnológicos, pero también las batallas culturales en las que nos vemos todos envueltos en estos días, en particular el hecho de las mujeres hayan tomado las calles en Latinoamérica y Europa, para afortunadamente obligarnos a redefinir las relaciones entre hombres y mujeres, más la posibilidad de empezar a pensar en parejas que vayan más allá de la suma de dos personas. Todos estos diferentes desarrollos me parecen que hacen que el ideal del amor romántico no tenga más validez. De hecho, el disparador de la novela es que yo veía una especie de desactualización, una distancia que era temporal y en algún punto ideológica entre la novela de amor y las novelas acerca del amor en español y las formas en que estamos pensando o volviendo a pensar el tema del amor en nuestras sociedades. Me parece que está bueno que la literatura vaya a ese lugar, precisamente también porque no hay certezas, hay un espacio de vacilación. No hay en este momento una pregunta más difícil de responder que la de qué significa un final feliz para una relación amorosa en un momento que esa relación amorosa se está redefiniendo por completo.

Las nuevas tecnologías tienen su parte de "responsabilidad" con respecto a los movimientos sociales, como el que las mujeres hayan tomado las calles, o facilitan conocer a nuevas personas para establecer relaciones amorosas. Sin embargo, parecen una espada de doble filo, sin ellas muchas de estas cosas no serían posibles, pero al mismo tiempo generan nuevos escenarios de conflicto.

-Si, por supuesto. Más allá del juicio moral con respecto a las nuevas tecnologías, al que se recurre tan a menudo y en el marco de que los escritores se plantan en una afirmación tajante del tipo "son malas" o "son buenas", a mi lo que me interesa es entender cómo pensamos el sujeto y cómo pensamos el ideal romántico en un momento en el cual estamos reconquistando el espacio de la intimidad y a su vez cediéndolo a una serie de innovaciones tecnológicas de las cuales no sabemos nada. Quienes utilizan frecuentemente Tinder o Happn o cualquiera de las muchas plataformas para la búsqueda de pareja a mediano o corto plazo, la mayor parte de ellos creen estar decidiendo, pero en realidad apenas están seleccionando opciones que han sido determinadas por un algoritmo que, aparentemente, sabe mucho más de nosotros de lo que sabemos nosotros. Es llamativo y supone una pérdida de autonomía en un momento en el que paradójicamente muchas personas están reclamando la autonomía, sobre su cuerpo o su sexualidad o eventualmente el derecho a poder definir esa sexualidad en nuevos términos. Entonces, estas contradicciones, que son inherentes a la forma que funcionan las ideas en el marco de la sociedad, y precisamente lo son porque ninguno de nosotros, en este momento, sabe bien qué significa el consentimiento y qué significa la pareja y si la legislación vigente en torno a estas cuestiones es relevante o no. En este momento de tantas preguntas, de incerteza, me parece que la literatura tiene que tener ese lugar, más que quedarse en el lugar de la comodidad.

Esta mediación tecnológica nos coloca a todos en una góndola de consumo, en mercancía. ¿Cuál puede ser el futuro de una relación que surge a partir de tocar tocar un corazón o una X en una pantalla?

-Evidentemente a muchas personas les funciona y yo no seré el primero que cuestione esto. Ahora bien, me parece que es un desarrollo sobre el que deberíamos interrogarnos. La pregunta es qué tipo de implicaciones tiene para la forma en que pensamos sobre nosotros mismos, junto a la forma en qué pensamos nuestra subjetividad y nuestros afectos, y la forma en que pensamos a los demás, cuando descartar a alguien o borrarlo de nuestro mundo de una forma tan simple como pasar el dedo por una pantalla. Es una pregunta muy relevante a la que tenía que ir la literatura.

Vivimos en una época en la que se están debatiendo nuevos espacios, nuevas identidades, y que se tornó, sin embargo, censora de muchas expresiones y donde predomina lo políticamente correcto, hay una contradicción muy fuerte ahí.

-Sí, absolutamente, es una paradoja muy singular. Es un momento en el cual aparentemente estamos todos conectados y a su vez donde la empatía, una comprensión del otro, parece haber desaparecido. Es una paradoja que estemos proponiendo pensar las cuestiones de género ya no en compartimentos estancos, pero a su vez haya también mucha gente tratando de contribuir a esa concepción fragmentada de la sexualidad mediante nuevas denominaciones. Son contradicciones que tienen que ver con el momento de incerteza en el que vivimos. Los momentos históricos en los cuales una sociedad se encuentra por primera vez en el tránsito de un régimen a otro son momentos muy interesantes, y lo son por la falta de certezas que nos presiden. Más que ofrecer respuestas, los libros que escribo y los que me interesan proponen preguntas. Y en ese sentido, este libro busca contribuir a una discusión colectiva, pública de estas cuestiones.

En tus novelas anteriores escarbas en el pasado, pero en esta te colocas en un presente que plantea la incertidumbre del futuro, ¿a qué se debió el cambio?

-Es una licencia que me otorgué a mi mismo tan pronto como tuve la impresión de que estaba a la altura del desafío. Todos mis libros hablan del presente pero dando cuenta de la enorme cantidad del pasado. Remontar el río del tiempo para llegar al origen de algunos asuntos que nos concernían y nos conciernen. En No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles si bien es una novela que recorre buena parte del siglo XX la pregunta sustancial, de fondo, era ¿como concebimos la política?, ¿cómo concebimos los vínculos en que la política es violencia? o ¿cómo construimos los términos de las relaciones entre vanguardia artística y política y violencia? Y es una pregunta muy actual, cuando en Europa estaban comenzado a surgir formas de resistencia en las calles, que tienen sus culminación en el movimiento de los chalecos amarillos. Siempre he estado hablando del presente, aunque lo hiciese en forma tal vez demasiado sutil. Esta vez, sin embargo, me otorgué la licencia de hablar de forma directa y concreta acerca del presente, acerca de la forma que pensamos nuestra subjetividad y la forma que esa subjetividad interactúa con las de otros en el ámbito de las nuevas tecnologías o las relaciones amorosas. O pensarlo como el paisaje urbano se transforma, se desdibuja, de manera continuada, al hilo de los flujos de capital y las flujos de trabajo a punto de llevarte a pensar que la sociedad en la que vives ya no te pertenece.

Patricio Pron (Mauro Rico)
Patricio Pron (Mauro Rico)

¿Cuál es la pregunta de fondo en Mañana tendremos otros nombres, la gran incertidumbre?

-Diría cómo nos pensamos a nosotros mismo como sujetos y cuán dispuestos estamos a renunciar a determinados derechos y libertades de las que hemos disfrutados en los últimos 100 años en virtud de la comodidad tecnológica o en virtud de la supuesta eficacia de un algoritmo. Más simple, ¿quiénes somos y quiénes deseamos ser? De ahí el nombre de la novela, de qué forman nos llamarán o nos llamaremos a nosotros mismos cuando nuestro nombre no sea más que un nickname o un avatar.

¿Tendremos algún día las respuestas?, ¿cuál sería el camino?

-Los puntos de llegadas son los puntos menos interesantes de un recorrido, al margen de que parezca que llegamos a un consenso en determinadas cuestiones y aunque es evidente que tenemos que establecer un nuevo consenso en relación a cuestiones como, por ejemplo, cómo nos relacionamos con los demás y en particular cuando pertenece a otro género o cómo podemos contribuir al desarrollo de herramientas que contribuyan a una mayor igualdad de las mujeres también en lo laboral. Al margen de esto, me parece que es muy valioso que existan divergencias y que sean aceptadas y respetadas debido a que la existencia de divergencias es lo que contribuye a algo parecido al consenso. Así como no debemos hablar de feminismo, sino de feminismos, los cuales comparten intereses, pero difieren en algunos aspectos e interpretaciones. El caso es que es magnífico que eso suceda y sería muy, muy deseable que fuésemos hacia una sociedad más plural también en relación con la posibilidad de pensar en formas distintas acerca de determinados temas. La pregunta sin embargo, desde luego, es ¿qué medidas se deben propiciar para que esa divergencia no se convierta en una forma de oposición o en una forma de enfrentamiento?

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