Por Juan Carlos Diez
El arte, cuando sucede, es una alteración del tiempo. Por ejemplo, se cumplen cuarenta años de un disco de jazz del futuro. Mingus, de Joni Mitchell, será una obra de vanguardia. Compositora, cantante, pintora, guitarrista, pianista, poeta y autodidacta, nació en las planicies de North Alberta, Canadá. A los ocho años padeció polio, al igual que otro artista canadiense, su amigo Neil Young, y tuvo que volver a aprender a pararse y caminar. Ya dibujaba y escribía, y quizás su temperamento artístico fue moldeado en la imposibilidad. "Cuando el espíritu del juego en un niño ingresa en el proceso creativo, es una fuerza maravillosa que debe ser nutrida". Ese espíritu del juego se llama libertad. Y esta palabra es la que define toda su multifacética obra.
Vivía en una pequeña casa en Fort Mcleod que daba a una ruta; eso avivó su deseo de viajar. Y lo hizo, sola con su guitarra, después de tocar en los bares de Toronto, por todo Estados Unidos. Arreglaba ella misma sus contratos y deslumbraba y enamoraba con su belleza a todos los músicos del East Village de Nueva York, en los sesenta, en pleno auge de —otro canadiense— Leonard Cohen y de Bob Dylan, de quien descubrió que en una letra se podía escribir de cualquier cosa. Y, en su caso, sin resignar la riqueza melódica de sus temas.
Cuando fue endiosada como "Reina de los Hippies", declaró: "Muchas de las políticas de los hippies carecen de sentido". Su huida de los encasillamientos la llevó a experimentar con sofisticados arreglos, a cantar con su maravillosa voz de nuevas formas e incluso a inventar una docena de afinaciones propias de guitarra. "Componer es experimentar y estar en sintonía con lo milagroso. Además, se necesita suerte", explicó.
Todo el arte de tapa de sus discos le pertenece, y en su mayoría son pinturas propias, varias de ellas bajo la influencia de Edward Hopper. En un período de su carrera pensó en dedicarse solo a pintar.
Después de discos antológicos como Blue (1971), The Hissing of Summer Lawns (1975, disco de culto de Prince), llegó el confesional Hejira (1976), primero de una fructífera relación con el bajista Jaco Pastorius. Este genial músico innovó en la forma de acompañar a Joni, tocando líneas que son un contrapunto con el canto más que una base, creando climas con su sonido como nunca antes se había escuchado en el instrumento. Este estilo era muy buscado por Joni, ya que antes de conocer a Jaco estaba un poco cansada de oír como los bajistas tocaban de un modo "convencional", sin salir nunca de la parte grave del instrumento.
Un año después grabó Don Juan's Reckless Daughter, doble, experimental y también con Pastorius. En su tapa, aparece la bellísima Joni vestida de maga con galera haciendo volar palomas junto a un niño, y a su lado, un negro con sombrero, anteojos de sol, anillos, cigarrillo en mano y ropa extravagante. Ese negro no es otro que Joni Mitchell. Esa tapa llegó a las manos de Charles Mingus, que se asombró de la osadía de la rubia y se interesó profundamente en el tema "Paprika Plains", una obra de casi 17 minutos que ocupa la cara dos entera del vinilo. Entonces chocaron los planetas.
Mingus fue un virtuoso contrabajista en una época donde el instrumento tenía un rol que casi no salía del acompañamiento. Junto a su baterista Dannie Richmond compusieron una de las secciones rítmicas más notables del jazz.
La importancia de Mingus en la música es la de haber sido un compositor de jazz de una gran personalidad y versatilidad. Su modelo siempre fue Duke Ellington, aunque nunca quiso que lo clasificaran, por eso no le gustaba usar la palabra "jazz". "Mi música simplemente se llama Mingus. También escribo música clásica, pero con improvisación", dijo este tótem que tocó junto a Louis Armstrong, Charlie Parker, Bud Powell, Duke Ellington y Art Tatum, entre otros íconos.
Mingus convocó en Nueva York a Mitchell para que escribiera e interpretara las letras de sus últimas composiciones. "El día que lo conocí, sus ojos me miraron con maldad alegre. Me gustó inmediatamente. Fue como haber estado al lado de un río con un dedo metido en el agua, sacándolo, y Charlie me empujara y dijera: '¡Húndete o nada!', mientras reía viéndome nadar en las corrientes de la música clásica negra", escribió Joni en su disco Mingus, ilustrado con varios retratos que ella pintó del músico. Salió a la luz en 1979, hace cuarenta años.
La unión de Mingus con Mitchell es, justamente, la coincidencia de talentos únicos e innovadores para componer un disco de jazz. Aunque se lo quiera asociar con el pop y otros estilos, este es un disco que está a la altura de cualquier disco de jazz cantado de la historia. El disco incluye cuatro composiciones de Mingus con letras de Joni, y dos con músicas y letras de ella. Solo un tema no llegó a escuchar Charlie, "God Must Be a Boogie Man", porque antes de que el disco se publique el músico murió. "Quise hacer algo personal, mutuo, indescriptible", explicó la artista tiempo después.
En el disco volvió a tocar Pastorius. Él y Mingus fueron dos bajistas que marcaron un punto de quiebre en la manera de tocar el instrumento y, a través de él, proyectar la música. La presencia de Wayne Shorter y su mirada musical-pictórica y Peter Erskine en este álbum, junto con Jaco, es básicamente Weather Report sin Zawinul, dato nada casual para comprender la influencia del grupo en la música de esa época. El team se completó con el genial Herbie Hancock, quien también aportó su enorme talento. Hancock grabó, además, River: the Joni Letters, un disco tributo a la compositora, en 2007.
Hoy, muchos de los discos que escuchamos intentan salirse del sonido tradicional del jazz, ya sea tocando de forma diferente los ritmos, o usando otras armonías y también texturas provenientes de otros instrumentos.
Joni Mitchell lo hizo hace 40 años y no es casual, porque esa era la época en que los músicos provenientes del jazz empezaban a buscar otros sonidos para seguir haciendo historia. Joni, que tenía en cuenta que finalmente el jazz provenía de canciones, unió lo que era natural en ella, la canción, con la presencia de una leyenda del género, más músicos que estaban en una búsqueda más abierta.
El 5 de enero pasado también se cumplieron 40 años de la muerte de Charles Mingus en Cuernavaca, México, a los 56 años. Como una metáfora de la fuerza musical y espiritual del músico, ese mismo día cincuenta y seis ballenas nadaron a través de las aguas costeras poco profundas en el noroeste de México, encallaron como una ola monstruosa, y perecieron en la playa. "Al día siguiente, Mingus y las ballenas fueron consumidos por el fuego: Mingus dentro de un crematorio en las afueras de Ciudad de México y las ballenas en las piras fúnebres a lo largo de la costa", relata Sue Mingus, su esposa, en su libro Tonight at noon. El músico, que pertenecía a la Sociedad Vedanta, pidió que sus cenizas fueran arrojadas al Ganges. En un afluente del río sagrado de la India, donde corrían aguas color turquesa y peces dorados, Sue cumplió su pedido y, a modo de rezo, dijo: "Charlie, ve con tus dioses negros, con los santos del jazz, con Duke (Ellington), con Bird (Charlie Parker), con Fats (Waller) y cualquier otro santo que tengas". Lo que fue fuego, entonces, se transformó en agua; ambos símbolos de transformación y regeneración.
Roberta Joan Anderson (Joni Mitchell) cumplió el pasado 7 de noviembre 75 años. En 2015 la encontraron inconsciente en su casa: tuvo un aneurisma que puso en riesgo su vida. En 2016 reapareció en un show de Chick Corea en el bar Catalina's de Los Angeles. Y en la biografía de 2017 Reckless Daughter: A Portrait of Joni Mitchell, de David Yaffe, habló de la enfermedad de Morgellons que padece.
Esta es una enfermedad poco frecuente, prácticamente inexplicable, que se caracteriza por la aparición de pequeñas fibras u otras partículas que salen de llagas en la piel. Las personas que padecen esta enfermedad a menudo dicen sentir como si algo reptara sobre la piel o las picara, o tener fatiga, dificultades para concentrarse, depresión y pérdida de la memoria a corto plazo. La picazón intensa y las llagas abiertas relacionadas con la enfermedad de Morgellons pueden interferir gravemente en la calidad de vida de una persona.
El día de su cumpleaños se realizó un tributo a la artista en Los Ángeles, en el que participaron, entre tantas estrellas, James Taylor, Diana Krall, Chaka Khan, Los Lobos, Brian Blade, Graham Nash, Emmylou Harris, Norah Jones, Seal y Kris Kristofferson. La filmación de ese evento se verá el 7 de febrero en 400 cines de Estados Unidos, solo por un día.
Allí se la ve a Joni, glamorosa y sonriente. Esta mujer —que podría haber sido una modelo de alta costura—, imbatible jugadora de pool (sus amigos Elvis Costello y Diana Krall confesaron que juntos no le pueden ganar), protagonista de un sinnúmero de romances que incluyen varios corazones rotos, autora de letras confesionales, mordaces o críticas, de voz notable y de una obra musical con colores y matices cambiantes como sus propios cuadros, es la compositora que expandió a lo largo de su carrera los límites de la canción. Ella es una artista libre, hoy reverenciada por músicos de distintas corrientes.
En su último disco Shine (2007), una obra para ballet compuesta a pedido, escribió en el tema que da título al disco: "Deja que tu pequeña luz brille / brille en los pescadores sin nada en sus redes / brille en la oscuridad deslumbrante". Algo de ese brillo está en sus ojos azules como el oleaje del Pacífico y en la mirada malévola de Charlie Mingus que, como en el título de una canción del disco del futuro que lleva su nombre, estará sentado en "Una silla en el cielo" gritándole: "¡Nadá, Joni!, seguí nadando en las aguas de la libertad hacia el horizonte de la canción sin límites".
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