De Andrés Calamaro se pueden decir muchas cosas, muchísimas. ¿Quién ha sonado —y sigue sonando— tanto como él en las radios, en los bares, en los auriculares de la gente que sale a correr, que va al trabajo, a la escuela, a cualquier parte? El rock argentino le debe tanto que muchos críticos musicales aseguran que ha inventado una fórmula para hacer canciones que cientos de bandas siguen al pie de la letra. Por eso, como de Andrés Calamaro se pueden decir mil cosas —de sus discos, sus textos, sus amores, sus amistades, su bohemia—, lo mejor es hacer silencio y dejar que el que hable sea él. La revista española JotDown hizo eso. Se sentó a charlar durante largo rato y publicó la entrevista que le hizo la periodista Natalie Ollivier. Lo obtenido es un largo recorrido por su vida, sus obsesiones, sus delirios, sus convicciones.
Su última novedad, además del disco Cargar la suerte, es la publicación de la revista digital Nervio, que cuenta con su firma pero también con las de grandes periodistas como Rodolfo Palacios, María Moreno y Martín Caparrós, entre tantos otros, y salió a la cancha hace apenas unos días. El slogan del medio es "cultura y delito". ¿Fascinación por los delincuentes? "Y ellos por mí. Soy como su poeta portátil. Les encanta a los bandidos tenerme cerca. En Buenos Aires nos vemos muy seguido en cumpleaños, en reuniones…", asegura. En la entrevista con JotDown también habló de su pasión por la tauromaquia —de allí el título elegido: "El nuevo rock and roll debería ser Morante [de la Puebla, torero]"—, que le despertó la pasión de la fotografía. A continuación, algunos fragmentos de la nota.
Infancia, adolescencia, dictadura
¿En qué tipo de lugares se crían las estrellas de rock? "En mi casa se escuchaba mucha música y me mandaron a tomar clases especiales de piano, pero el rock se cruzó en mi vida, como en la vida de tantos de nosotros", bromea.
"Mi barrio era un barrio que no era un barrio. Vivíamos en una avenida ancha, frente a la Estación Retiro, una terminal ferroviaria, y no había ecosistema de barrio. Entiendo por ecosistema de barrio a los amigos, las pandillas, las esquinas. Lo que sí hacíamos mucho era ir al cine. Al Electric a ver wésterns en sesión doble. Eran películas italianas, spaghetti western y wéstern comedia como Trinity. Mi cowboy favorito era Ringo Wood, lo interpretaba Giuliano Gemma. Para los estrenos del agente 007 íbamos con toda la familia a cines más grandes", dice y agrega, con cierto orgullo, que se crió "en un ambiente cultural muy interesante", en una casa "con buen tránsito intelectual". Su padre, periodista especializado en cultura, era amigo del poeta Alberto Girri y también de uno de los históricos Les Luthiers, Carlos Núñez Cortez. Calamaro asistía desde chiquito a sus ensayos y sus shows donde se encontraba con artistas como Facundo Cabral o Nacha Guevara.
Con la indignación las personas terminan partidarias de cualquier cosa
De su adolescencia, se refirió a la calle Corrientes, el bar La Paz y La Giralda, su gran amigo el escritor fallecido Charlie Feiling, el Cine Arte, el Cosmos 70 -donde solo daban cine soviético-, la tienda de discos El Agujerito, la Galería del Este, entre otras cosas. Una época de convulsiones políticas. "La gente también estaba indignada y casi nadie era partidario de la dictadura —dice Calamaro—, pero al final con la indignación las personas terminan partidarias de cualquier cosa. Ya sea de forma directa o indirecta. Aquella fue una época peligrosa, injusta, muy complicada… No era el mejor lugar en el mundo para ser adolescente. Nunca fui un auténtico militante ni un militante precoz. Soy del 61, para nosotros la libertad llegó en forma de porros y rock. Fue esa clase de liberación. Estaba disperso entre la música y el cine, o ir a comprar cosas viejas al barrio de San Telmo. Con la incipiente democracia de Cámpora (N. de la R. 1973), mi padre me llevaba a la Plaza de Mayo a vivir los momentos históricos del país… y respirar un poco de gases lacrimógenos."
Ese recuerdo sigue presente: "Estábamos en la plaza cuando Perón rompió en público con los Montoneros, los llamó 'imberbes' y los echó de la plaza. Los Montos estaban llamando hijo de puta a José López Rega, El brujo; un antiguo policía y secretario de Perón que fue ganando poder y ya se había convertido en el auténtico operador en la sombra y practicaba ciencias ocultas además de perseguir a militantes de izquierda. Estuvimos aquel día en la plaza, sí, llegamos caminando por la avenida de Leandro N. Além, entramos en la plaza por el norte, donde estaba la columna de Montoneros debajo del balcón. Tenían razón, porque López Rega fue el mentor de la Triple A, que antes del golpe militar estaban reprimiendo y secuestrando con parapoliciales delictivos. Los primeros desaparecidos son de los años anteriores al dictador Videla."
La entrevista con JotDown se hizo en el madrileño Barrio de La Latina y Calamaro insistió en recordar su vida adolescente en dictadura. "Por edad, yo en esta época estaría más pendiente del precio de la Coca-Cola tal vez —ironiza—, pero eso fue lo que ocurrió. Perón no llegó a durar tres meses en el cargo. Cuando volvió se dejaron ver los ultras y la contradicción violenta entre diferentes grupos bajo el ala del peronismo. Pero él dijo: 'El peronismo no es ni derecha ni izquierda, sino todo lo contrario'. Al final, llegó prácticamente para morir y quedó su viuda, Isabel, que se supone que todavía vive en Madrid, aunque no creo que la veamos ahora pasear por este barrio", dice.
Dictadura y rock era un coctél que terminaba en represión: "La realidad también afectaba en forma de dominación policial, cuando empezaron a intimidar en los conciertos de rock. Tuve que dejar de ir a conciertos durante unos meses. La policía te pegaba al salir y al entrar. Cumplí diecisiete años en el estudio grabando primer disco, con Raíces. Cuando volvíamos de celebrar la firma del contrato nos detuvo la policía de toxicomanía. Iban armados. Nos llevaron a la comisaría de narcóticos en la avenida Huergo, en el actual barrio exclusivo de Puerto Madero, que en aquel momento era los puertos, los docks y… toxicomanía."
Hacia el camino del solista
"Con Los Rodríguez —dice Calamaro— nunca llegamos a explotar del todo. Nunca fuimos Pink Floyd. Sin embargo, vimos ascender a varios colegas. Entonces, cualquier cosa era más importante que el rock n roll. Habían desaparecido las críticas de discos de los periódicos, ninguno dedicaba ni un centímetro de papel al rock. Ni las televisiones ni las radios prácticamente tampoco. Ahora igual parece una obviedad, pero no lo era hace veinte años (…) No lo tuvimos nada fácil Los Rodríguez. Veíamos que el pop rock juvenil prefabricado tenía más oportunidades que nosotros. O Los Héroes del Silencio, que eran los únicos que veías en las camisetas de los jóvenes en el metro. Un grupo muy resistido por la crítica. Y francamente grandes (…) En fin, la verdad es que Los Rodríguez nunca llegamos a ser unos, digamos, dominadores de la escena. Nuestros conciertos más grandes los hicimos como invitados de Sabina (…)"
Mientras tocaba en Los Abuelos de la Nada, Calamaro produjo tímidamente una obra solista. Cuatro discos editados en 1984, 1985, 1988 y 1989. Luego llegaron Los Rodríguez y se dedicó a la banda de lleno. Pero al disolverse, en 1996, decidió volver sobre sí mismo. En el 97 llegó su relanzamiento, uno de sus mejores discos: Alta Suciedad, con el que vendió medio millón de copias. "Nunca soy demasiado optimista. Comencé a escribir algunas canciones antes de la gira con Sabina. Luego instalé un estudio doméstico donde seguí escribiendo las demás canciones. Con el fax planeamos lo que sería la grabación perfecta (…) Fui a Estados Unidos a tener una reunión con la élite ejecutiva de Warner y cuenta la leyenda que no me presenté porque no tenía zapatos para ir a una reunión así. No estoy seguro de lo que pasó. Sé que llegué, no me gustó el hotel y… Supongo que fui demasiado bohemio para aprovechar mi momento de expansión transnacional. Alta Suciedad fue apogeo y caída", recordó en este diálogo con la revista española.
Me pasé cinco años internado en mi propia clínica de toxicidad
Más tarde llegó Honestidad brutal. "En la Rolling Stone criticaron tus rimas", le dice la periodista y él responde: "En Argentina todavía me persigue ese fantasma. Pero… qué sé yo… Gardel cantaba con rimas, Dylan también canta con rimas. Tuve muy buenas críticas de la Rockdelux, donde creo que hasta llegué a ser portada. Honestidad brutal en su momento gustó más en España que en Argentina, pero esa grabación fue bastante accidentada y divertida (…) Y excesiva, en una vida excesiva y descarriada. Terminé cinco años retirado de los conciertos." Continúa: "Nunca pensé que estaba sacrificando algo en materia de aplausos, éxito o posibilidades, aunque probablemente, si hubiera seguido tocando… no sé yo, es difícil saberlo, pero seguramente me perdí la posibilidad de ir a tocar años antes por Latinoamérica. Ahora lo hacemos con frecuencia y nos gusta, tenemos un público fantástico. Viajar y tocar lejos de casa es emocionante. Pero, bueno, me pasé cinco años internado en mi propia clínica de toxicidad. Así fue."
Influencias, amigos, rockeros
Gran lector, gran melómano, gran espectador, Calamaro se ha dado el lujo de tocar con todos. Primero empecé escuchando a sus ídolos, luego terminó siendo su tecladista, su cantante, su músico. En algún ensayo ocasión, en alguna guitarreada o en algún concierto. O en algún bar cantando en voz alta. A todos los conoció y con todos se relacionó. "Además de fumar canutos y rascarme los huevos, escribía canciones. Pero me preparaba para cualquier cosa que me pudieran ofrecer", dice. "En 1984 sobre Buenos Aires llovía cocaína. Nosotros consumíamos y ensayábamos felices en la primavera del regreso a la democracia. Nuestro 'destape'", contó.
El músico argentino también habló de sus referentes en el rock nacional: finalmente Calamaro llegó cuando ya había un escenario montado. "Cuando empecé a escuchar a Manal y Almendra eran grupos que ya no existían. Tenían el estatus de míticos. Escuchabas sus discos, pero sabías que no ibas a poder verlos en directo. Igual que sabíamos que nunca fuésemos a ver a Led Zeppelin, en este caso porque eran grupos que nunca iban a hacer giras a Argentina. A Manal los escuchábamos con esa perspectiva, que les da una categoría de leyenda; una categoría que siguen teniendo, no estábamos equivocados", recuerda. "A Sui Generis los llegué a ver en su último concierto. Habían grabado su último disco, Instituciones, el primero con sintetizadores. La aparición del sintetizador es el fin de la psicodelia, en los años 73 y 74. Charly García hacía canciones que los adolescentes saboreamos. Y Luis Alberto Spinetta había grabado discos brillantes con Almendra y Pescado Rabioso", agrega.
¿Y Pappo? "Fue un buen amigo, lo echamos mucho de menos. Él hubiera participado en todas mis grabaciones y nos hubiéramos visto mucho. Aparte, era esa clase especial de amigo que nunca falta en los momentos complicados. Cuando las cosas van bien, él te deja tranquilo, pero cuando hace falta, él está contigo. Mi madre lo recuerda porque en épocas complicadas la llamaba para interesarse por mí. Además. era un guitarrista y un artista de gran talento, dio la pauta de que se podía cantar el blues en castellano.
En 1984 sobre Buenos Aires llovía cocaína. Nosotros consumíamos y ensayábamos felices en la primavera del regreso a la democracia
"(Miguel Abuelo) Era muy especial. Él estaba en su propia revolución. Llevaba toda la vida así y nos contagió. Era una persona dulce con mal carácter. Creo que es un buen perfil para un cantante de rock. Y un nivel poético alto. A nosotros nos propuso, según sus propias palabras, ser 'una estrella de seis puntas'. Brillar todos al mismo tiempo y en conjunto.
En el firmamento del rock de Calamaro, un rey: Charly García "Era un héroe. Tocar con él era consagrarse. Grabó el primer disco de Los Abuelos en el 81 o el 82. Ir juntos al estudio de grabación para mí era… ¡good trip! Los Abuelos usamos un poco a Charly para despegar. Teníamos amistades en común. Y a Gustavo, que había estado en La Máquina de Hacer Pájaros. Pero Charly y Miguel nunca llegaron a quererse o entenderse. No, nunca se quisieron ni se quisieron entender. El caso es que la relación tuvo su punto 'culminante' el día en que Miguel le pega una hostia a Charly en Mar del Plata, después de un concierto."
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