"Rocky cambió la vida de la gente", reflexionó Irwin Winkler, uno de los productores de Rocky, treinta años después del exitoso e inesperado estreno en 1976. Cuando Sylvester Stallone le preguntó al productor estadounidense Robert Chartoff si le interesaría leer un guion suyo, siendo conciente de que tal vez nunca le quiten la etiqueta de actor rudo, jamás hubiera podido imaginar que estaba por crear a uno de los personajes más icónicos del cine. Que se convirtió en un ejemplo de inspiración, en la clave para superar las peores batallas. Atravesando continentes, religiones, culturas, generaciones y, sobre todo, prejuicios.
"Todo el mundo sabe quién es Rocky. Tuve la oportunidad de ir a India. Todavía no se había estrenado ahí la película, pero todos sabían quién era Rocky. Se ha convertido en parte de la mitología universal", contó Chartoff. Si algo nos une, a pesar de las diferencias, eso es Rocky Balboa. El semental italiano pobre que de pelear con vagabundos por 40 dólares enfrenta al Campeón Mundial de Peso Pesado sin darle lugar a las dudas. Subiéndose al ring con una rústica bata holgada que tenía un desprolijo anuncio de carnes "El trebol" en su espalda, haciendo publicidad al frigorífico donde el boxeador entrenaba golpeando medias reces, a cambio de que le den esa bata, y para ayudar a su amigo Paulie a que gane 3000 mil dólares. Ese origen humilde del protagonista también tuvo reflejo en la producción de la película. John Avildsen filmó Rocky con calidad callejera y bajo presupuesto. En solo 28 días.
"Esta película fue simplemente un milagro", reflexiona siempre Chartoff. ¿Qué hay detrás de ese milagro que logró que Rocky, un personaje de ficción, se vuelva tan real que en el imaginario colectivo ocupe el lugar de boxeador profesional? En principio Rocky no habla de milagros, sino de superarse a sí mismo. "Rocky transmite que todos somos únicos y que mientras perseveremos hay una oportunidad para llegar lejos en la vida", explicó una vez Stallone. Quien 43 años después sigue interpretando a Rocky en la pantalla grande, esta vez en Creed 2: defendiendo el legado, dirigida por Steven Caple Jr.
Winkler afirmaba que Rocky compró el corazón de los espectadores porque el personaje impactó en la necesidad estadounidense de héroes en un momento en el que no había muchos. Lo cierto es que la razón del amor eterno e inexorable hacia esa primera película del boxeador de Filadelfia, y el motivo del éxito inmediato, es el desenlace singular del film.
Si hay algo que estuvo muy premeditado por el director y el guionista, Avildsen y Stallone, fueron los últimos minutos de la pelea entre Apollo Creed y Rocky Balboa. Un tiempo antes del estreno, ambos citaron a Ray Bradbury y a la crítica de cine Pauline Kael en los Estudios MGM con el fin de que vean y opinen sobre la película, Rocky. "¿Cómo termina? ¿Rocky gana la pelea o la pierde?", les preguntaron Stallone y Avildsen. Los dos respondieron lo mismo: "Eso no importa. Si gana, gana: un final feliz. Y si pierde tras haber peleado valerosamente, y su esposa viene corriendo a abrazarlo, eso sigue siendo un final feliz, porque él se ha comportado impresionantemente bien".
Stallone y Avildsen escucharon tanto esa percepción que así decidieron terminar la película que ganó el Oscar en 1977. Con ese final épico donde todos creímos, como Bradbury y Kael, que Rocky era el ganador. Sin importar lo que digan los jueces. Porque esa pelea era mucho más grande que los límites del cuadrilátero. Es la pelea de cada uno de nosotros. De las pasadas, las del presente y las del futuro. Las pequeñas y las monstruosas. Las victorias posibles y las inalcanzables. La película de Rocky nos habla como Mickey, aquel entrenador añoso y cascarrabias que te daba la espalda o te adoraba, que nos brinda aliento con palabras transformadoras desde el rincón en los momentos más difíciles. Cuando creemos que vamos a perder por knock out. Rocky es un personaje inabarcable porque trasciende al boxeo, y también trasciende al cine.
Los boxeadores que cambiaron el futuro de Stallone
"Tú me recuerdas al gran Rocky", le dice Mickey, interpretado por Burgess Meredith, a su pollo Balboa mientras mira el póster de Rocky Marciano clavado a la pared, en la primera película de la saga. "Te mueves como él y tienes corazón como él". Marciano, boxeador estadounidense de origen italiano, se convirtió en el único campeón de los pesos pesados que no conoció la derrota en su carrera. Se retiró invicto, con 32 años, en 1956, con la colección de 43 knock outs. Ese boxeador, famoso por su estilo heterodoxo, fue la principal inspiración de Stallone para crear al personaje de Rocky. Lo dijo una y mil veces.
En Rocky V, estrenada en 1990 y escrita y dirigida por Stallone, el boxeador, luego de haber perdido todos sus bienes, visita el gimnasio de Mickey para recordar cuando su entrenador le obsequió su objeto favorito: el gemelo en forma de guante de boxeo que le regaló Marciano. "Contigo tengo una razón para vivir. Viviré y te veré alcanzar el éxito. No te dejaré hasta que lo alcances. Cuando te deje no solo sabrás luchar…también sabrás cuidarte fuera del ring", le decía con amor antes de entregarle la cadenita que sostenía el gemelo dorado, en una de las escenas más emotivas de toda la saga.
Pero Rocky, el personaje, no hubiera existido si Chuck Wepner no hubiera enfrentado al gigante Muhammad Ali en 1975, aguantando de pie 15 rounds con el rostro hecho pedazos. Meses antes de escribir Rocky, la película, Stallone llevaba nueve meses sin que un productor lo llame. Venía de trabajar en The Lords of Flatbush, Capone, Bananas, Death Race 2000, Prisionero de la Segunda Avenida, Adiós Muñeca, y de repente sintió que pasaba al olvido. Sin dinero, a punto de quebrar, fue a ver la pelea de Ali-Wepner en el Teatro Wiltern. Wepner tenía todo para perder, sin embargo, esa noche demostró que tenía mucho para ganar, aunque no puediera obtener el título de campeón perdiendo por knock out técnico 19 segundos antes de la campana final.
"El sangrador de Bayonne", así lo llamaban por lo lastimado que terminaba en cada pelea, aguantó los 15 rounds pese a las apuestas que aseguraban caería en el tercero. Nadie en el público pudo creer que Wepner logró hacer caer por unos segundos a Ali, el mejor boxeador del momento, y quizás de la historia, en el noveno round. Stallone tampoco podía creer lo que veía, y para inmortalizar ese sentimiento transformó la épica de aquella riña, en una película más grande que la vida. "Esto es drama. Ahora lo único que tengo que hacer es tener un personaje, y tengo mi historia", contó Stallone que pensó al regresar del espectáculo deportivo.
Aquella mítica pelea fue en marzo de 1975. El primer borrador de Rocky lo escribió Stallone tres meses después. En agosto de ese mismo año recibió la primera oferta por su guion. United Artists quería pagarle 75 mil dólares con la promesa de que conseguirían a una estrella para que interprete a Rocky. Pero Stallone no aceptó porque él quería ponerse en la piel del Semental Italiano. ¿Podría haberse vuelto tan grande Rocky si Stallone no hubiera puesto el cuerpo para subir las infinitas escalinatas mientras suena Eye of the Tiger? Posiblemente no. Rocky es Stallone. Stallone es Rocky. En United Artists no pensaban lo mismo. Los nombres de actores que sorteaban iban de Paul Newman a Robert Redford; de Gene Hackman a Al Pacino. La máxima oferta que le hicieron a Stallone por su guion fue de 315 mil dólares. "Puede llegar a 500 mil, a un millón, o dos, o cinco o diez. No vendas el guión a menos que yo haga de Rocky", le dijo Stallone a su agente.
Antes de que el guion llegue a manos de John Avildsen, cinco directores rechazaron el libro. Nadie quería trabajar con Stallone porque decían que no era el actor adecuado porque no tenía la estatura de un peso pesado. Él les discutía afirmando que era más alto que Rocky Marciano en el pico de su carrera. Asegurándoles que podía hacerlo con gloria, tal como Rocky, el personaje de ficción, intentaba convencer a Mickey de que podía enfrentar a Apollo Creed. Finalmente Stallone hizo su primer protagónico bajando el precio del guion a veinte mil dólares, pero con la convicción de que, además de hacer el papel de su vida, llegaría mucho más dinero. Sin contar que a pesar de no haber ganado la estatuilla como mejor actor en la entrega de los Oscar de 1977, fue premiado con algo mucho mejor: esa noche conoció en persona a Muhammad Ali.
El día que Muhammad Ali vio Rocky II
Rocky pierde en 1976 para los jueces, pero no para sí mismo, en la primera pelea contra Apollo Creed porque los años 70 fueron la época en la que era más importante la dignidad que el éxito. La persecución del éxito es más propia de los 80. Por esa razón, Rocky II, estrenada en 1981, inaugurando la nueva década y a Stallone como director de la saga, nombra literalmente como campeón al boxeador de Filadelfia ante la revancha con Apollo Creed, boxeador afroamericano, interpretado por Carl Weathers, que al instante fue vinculado con Muhammad Ali.
"La forma en la que baila, el modo en que golpea, cómo habla, ese soy yo. Hasta la esposa de Apollo se parece a mi mujer", dijo el Campeón Mundial de Peso Pesado de la vida real. Antes de que Apollo enfrente a Rocky, en la película de 1976, el boxeador Joe Frazier se subía al ring haciendo de él mismo, mientras Apollo le decía "No te pierdas en la arena". Unos meses antes Ali había peleado contra Frazier y había confesado que, a pesar de llevarse la victoria, ese combate había sido lo más cercano a morir, y que Frazier era el mejor boxeador del mundo después de él. Los guiños a los boxeadores reales eran constantes en Rocky, pero las referencias a Ali eran tan directas que eran imposibles pasarlas por alto.
Cuando se estrenó Rocky II el crítico de cine estadounidense Roger Ebert visitó en su mansión a Ali para ver juntos la película. Preguntándole escena a escena si el relato refleja de manera realista el mundo del boxeo y sus detalles. "Los entrenadores no te dicen qué hacer entre round y round. No hay lugar para eso, es la pelea. Yo lo único que quiero es saber si gané o no gané el round. Ya es muy tarde para consejos"; "En la vida real ninguna pelea sigue con un boxeador con los ojos así de lastimados. Lo peor que puede hacer un boxeador es tensar los músculos. Un boxeador nunca levanta peso", disparaba crítico Ali, al ver el entrenamiento y las peleas de Rocky II.
"¿Puede un boxeador de clubes en la vida real mantenerse en el ring con un campeón de los pesos pesados?", le preguntó Roger Ebert a Ali. "No. Lo que él podría hacer es entrar al ring y bancarse el castigo y esperar a tener un puñetazo de la suerte para noquearlo. Pero mantenerse en el ring y hacerle frente al campeón no podría", le contestó de manera tajante. Pero, ¿quién necesita realismo en el cine? La magia del cine, en parte, es ver y experimentar eso que está lejano en la vida diaria. En 2003 Ray Bradbury dilucidó ese poder del cine, y en particular de Rocky, con estas palabras: "La gente viene al cine ahogada por la realidad, y deja atrás los corazones rotos, el cáncer, los matrimonios fracasados, los malos trabajos, los jefes infames y las enfermedades futuras. Lo que necesitan no son finales felices, sino finales apropiados". Muhammad Ali era también consciente de ese transformador fenómeno que describe Bradbury, por eso mientras veía la secuela de Rocky criticaba la falta de veracidad de cómo entrenaba el personaje, pero finalizaba cada frase con un "aunque se ve bien en la película".
La única escena que le pareció realista a Ali es una secuencia que cualquier mortal la hubiera catalogado como improbable de suceder por fuera de la ficción. Aquella corrida que hacía Rocky hasta subir las escaleras de Filadelfia, mientras una manada de niños lo perseguían y se sumaban a su batalla. "Esa es una cosa que mucha gente diría que es artificial, la multitud corriendo tras él, pero es real. A mí me seguían esas mismas multitudes en Nueva York", le contó a Roger Ebert mientras sonaba el himno de Rocky.
Ali analizó ese día toda la película, escena a escena. Cuando finalizó, el boxeador le entregó su beba a su mujer para poder aplaudir desde su sillón el trabajo de Stallone. "Una gran película. Un gran hit. Tiene todos los ingredientes. Amor, violencia, emoción". El día que Rocky se ganó el corazón de Ali. Eso es ser un verdadero campeón.
De hombre común a superhéroe
Rocky Balboa era zurdo. "Nadie quiere pelear con un 'zarpa sur'", le decía el boxeador a Adrian, su futura novia, mientras patinaban sobre hielo. Explicándole que el contrincante pierde el paso al pelear con un zurdo, y que nadie quiere verse mal. Cuando peleó por primera vez con Apollo cargaba con 64 peleas de experiencia; 44 victorias y 20 combates perdidos. Para quitarle el cinturón de campeón a "El Maestro del desastre", como le decían a Apollo, seudónimo que Ali confesó le hubiera gustado tener, Rocky debió aprender a golpear con el puño derecho.
"Los peleadores zurdos son los peores. Encuentran los golpes con la cara", le gritaba Mickey a Rocky. Más exigente que nunca, Mickey le enseñó a su discípulo a volverse invencible. Le hacía correr gallinas para ganar velocidad y lo obligaba a pelear con su mano derecha. Ese combate sería el último que Rocky haga con un contrincante boxeador. A partir de Rocky III, el personaje deberá enfrentar a villanos. Primero Clubber Lang, interpretado por Mr.T, y luego, en Rocky IV, el máximo malvado: Ivan Drago, en la piel de Dolph Lundgren. A quien noquea, para vengar a su gran amigo Apollo Creed, el 25 de diciembre en Rusia. Después de entrenar en la nieve soviética sin respiro, usando personas como pesas y corriendo más rápido que las ruedas de un auto. Rocky película a película dejó de ser humano para convertirse en un superhéroe sin antifaz ni capa. Su uniforme era el short y la bata.
Pero cuando parecía que el personaje era más invencible que Superman llegó Rocky V, inaugurando la década del 90, para recordarle al boxeador millonario que, a pesar de las apariencias, era un hombre común. Pero también para recordarnos a nosotros que no necesitamos ser un superhéroe para ganar una batalla. Rocky pierde todo, su mansión, sus autos, su dinero. Debe volver a su viejo barrio de Filadelfia junto a su familia y empezar de nuevo. No es una premisa casual. En Estados Unidos era la era post-Reagan, donde el triunfalismo republicano que se vivió años atrás devino en crisis económica. El personaje reflejaba el síntoma de la sociedad americano de ese momento. Por eso en la quinta película de la saga no hay espectacularidad sino hambre de supervivencia. Tal es así que el combate final es una pelea callejera. El ring es la calle. Sin campanas ni esquinas, pero con público que grita y alienta. Sin protectores ni guantes de boxeo, pero con la misma furia que al pelear por un título.
Rocky pelea contra Tommy Gunn, el discípulo que lo decepciona, transformándose en todo aquello que Rocky nunca quiso ser. El semental italiano descubre que no hay otro Mickey, porque él no sabe serlo, y tampoco existirá otro Rocky. En esa calle rodeada de bolsas de basura, al ritmo atronador del rap, Rocky se demuestra a sí mismo que ya no necesita un cuadrilátero para confirmar que es un campeón. Tampoco necesita una mansión y varios autos para ser feliz.
Coincidiendo con el 40 aniversario del personaje, el Consejo Mundial del Boxeo (CMB) nombró a Rocky Balboa como campeón honorífico por considerarlo el máximo embajador de la historia el boxeo, sólo detrás de Muhammad Ali. Rocky se volvió un boxeador real. Ese no solo es un final feliz, es un final apropiado, hubiera dicho Ray Bradbury.
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