Camila es una psicoanalista portuguesa, blanca, flaca y de clase alta. Gloria, una ascensorista negra y gorda que nació y creció en el Morro de Providencia. En la Universidad de Río de Janeiro y a lo largo de varias sesiones de terapia, la segunda deposita en la primera una historia familiar que incluye alcoholismo, violencia y abusos sexuales. Este es el punto de partida de Plaza París, la última película de Lúcia Murat.
Murat vive en Brasil, pero habla con Infobae Cultura desde Portugal, adonde viajó por trabajo hace unos meses y se quedó a pasar las fiestas de fin de año. Cuenta -un poco en español, otro poco en portugués- que la idea de la película nació hace unos diez años, cuando su hermana, coordinadora de un centro de terapia universitario dedicado a la contención de personas de bajos recursos, le transmitió una inquietud. "Me dijo que estaban teniendo problemas porque las muchachas de clase media alta estaban muy asustadas por las descripciones de violencia contadas por los pacientes. Algunas se quedaron con miedo a salir a las calles, miedo a ver gente pobre", relató la realizadora.
Plaza París muestra una Río de Janeiro desigual, casi militarizada, y sin respuestas a los problemas sociales. En esta entrevista, Murat se detiene a hablar sobre las Unidades de Policía Pacificadora, un programa que se implementó en 2008 y con el que se pretendía combatir la violencia en las favelas de Río de Janeiro. "Solamente se contempló la entrada de la policía y todo se deterioró: la política no fue acompañada de ayuda social, la policía se corrompió y todo volvió como a ser como antes", explica la cineasta.
El film toma la forma de thriller a medida que la psicoanalista se vuelve paranoica, superada por los relatos de su paciente, y su empatía empieza a menguar. Para Murat, esta historia "puede ayudar a entender lo que pasa en Brasil a través del miedo que la gente siente". Se refiere, claro, a la llegada de Jair Bolsonaro al poder. "Se aceptan soluciones muy fáciles: alguien dice que le va a dar armas a la gente y se cree que con eso se resuelve la inseguridad", comenta.
A una semana de la asunción de Bolsonaro como presidente, la realizadora comparte una análisis sobre la situación política de su país. "Ya está haciendo cosas muy complicadas, como pasar las tierras indígenas al Ministerio de Agricultura, que está dominado por los ruralistas. Un poco lo esperábamos, y lo hizo el primer día", dice.
"También se vieron otras cosas que demuestran que no atiende los intereses de las minorías", agrega Murat. Tiene un ejemplo a mano: la ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damares Alves, acaba de celebrar en un video el inicio de una "nueva era" en la que "niño viste de azul y niña de rosa". "Eso un retroceso muy grande", lamenta.
La filmografía de Murat está atravesada por la violencia y sería raro que no ocurriera: militaba contra la dictadura en el Movimiento Revolucionario 8 de octubre cuando fue detenida y torturada durante tres años y medio. Tenía apenas 22 años.
"Trabajar sobre ese tema es inevitable porque lo viví directamente cuando era muy joven. Y es evidente que hacer cine es trabajar sobre cuestiones que están presentes en ti y que también la realidad te impone", razona, y agrega que si hubiera filmado Plaza París hace diez años no tendría la fuerza que tiene hoy.
En el último tramo del diálogo, la directora comenta entusiasmada que el feminismo aparece hoy como un movimiento muy fuerte en América Latina, algo que no ocurría durante sus años de militancia estudiantil. "Estábamos en la lucha contra la dictadura y no tratábamos la cuestión de la mujer como algo principal -analiza-. Creo que se avanzó mucho en la cuestión del género, de los LGBTI. Y otra cosa muy importante es el feminismo negro, que hoy es muy fuerte. El feminismo que yo he vivido es un movimiento de la élite blanca".
La película se exhibe en el Cine Gaumont y Malba
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