El proyecto site specific Ternura radical del colombiano Iván Argote, que se exhibe en el Malba hasta febrero del año próximo, invita a repensar los usos del espacio público a partir de la construcción de una plaza y de una palabra que el artista moviliza como estrategia creativa para "proponer y preguntar".
En el espacio Contemporáneo del museo (Avenida Figueroa Alcorta 3415), la muestra reúne obras en distintos formatos, como fotografía, escultura o dibujos, y un film titulado La Plaza del Chafleo que actúa como vector al convertir la sala del Malba en una instalación crítica sobre el entorno cotidiano.
Se trata de un obra que Argote (Bogotá, 1983), radicado en París, viene pensando hace tiempo cuando proyectó "hacer una plaza, cuyo monumento sería un verbo nuevo que uno pone a circular gracias a la existencia de la plaza. Me gustaba la idea de infiltrar una palabra en la ciudad y que tomara sentido día a día".
– ¿Qué te propusiste con esta exposición?
– Mi idea era vehicular diferentes preguntas sobre cuál es el uso físico y simbólico que le damos al espacio público. La Plaza del Chafleo es una herramienta que me sirve para proponer y preguntar. Me gusta también que esta plaza y el film que la presenta es un proyecto a futuro, una obra plan. Me interesaba también eso como estatus de la obra.
– Está muy presente lo simbólico del espacio público, que está ahí y a veces olvidamos pero es posible reconfigurar ¿Cuál es tu tesis?
– Los espacios urbanos organizan y jerarquizan de forma muy flagrante la información y el sentido de todo y de todos. Es una retícula que va marcada por normas que a veces olvidamos pues parecen ir de sí mismas, ser generadas por el sentido común, pero no. El sentido común no existe, existen formas ideológicas, morales y políticas que construyen nuestro entorno. La calle está llena de códigos, de convivencia, orden y jerarquías. Me interesa cuestionar ese lugar porque es arbitrario y coartador. Desde mi rol de artista, que es aquel de generar preguntas y hacer vacilar lo establecido, propongo que miremos de nuevo ese espacio y que no solo tratemos de leerlo sino que intentemos usarlo de otras formas, negociarlo, transgredirlo.
– Mostrás una experiencia que ocurre con la Fuente de la Poesía, aquí en Buenos Aires: un espacio potente que quedó olvidado.
– Una ciudad de literatura que deja secar una fuente tal me pareció sintomático de los tiempos. La ciudad me daba a leer que un símbolo así tal vez no es tan importante, y eso es diciente si vemos en lo que se ponen los esfuerzos: es sintomático del espacio físico, simbólico y económico que se le da a la cultura, que hoy los estados consideran como un gasto, ignorando que es la base y la esencia de nuestra humanidad. Lo principal que hacemos es generar cultura, ahora la moda es generarla desde el consumo y la sobreproducción. Aprovecho la herramienta del museo y el olvido para proponer una pregunta. Llenar de nuevo la fuente con un camión externo, casi como un acto vándalo y silencioso. Quince mil litros de agua para tratar de animar un símbolo.
– ¿Y por qué titulaste la exposición Ternura radical?
– Nos hemos acostumbrado a generar polos, campos de batalla en todos los ámbitos, en lo político, emocional y hasta íntimo. Me interesa proponer preguntas, cambios de perspectiva, criticar, incluso deconstruir y hasta destruir utilizando otras estrategias que no pasen por ese mecanismo maniqueísta. La manera de hacer las cosas construye tanto el sentido de las cosas como las cosas por sí mismas, y es allí donde me interesa la noción de ternura. No sé que quiere decir Ternura Radical, pero me gusta las preguntas que evoca.
Fuente: Télam
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