Hace cincuenta años corría el mil novecientos sesenta y ocho. Era una época de guerras, crisis y revoluciones. En París, Francia, se desarrollaba la huelga obrera más importante y larga de todo el siglo XX a la que se sumaron los estudiantes a las calles, creando el así conocido Mayo Francés. En Vietnam, la Ofensiva Tet cambiaría el curso de la guerra que las guerrillas dirigidas por el Frente de Liberación Nacional de Ho Chi Minh contra la política beligerante de los Estados Unidos. En Checoslovaquia se producía una rebelión contra la injerencia de la Unión Soviética en el país que duraría meses y que constituiría la llamada Primavera de Praga. En los mismos Estados Unidos ese año eran asesinados Martin Luther King y Robert Kennedy, mientras se desarrollaban grandes movilizaciones en el sur contra la segregación racial y las universidades de todo el país eran ocupadas por reclamos políticos y contra la guerra. Y así a lo largo de todo el globo.
La Argentina no era ajena al convulsionado año de 1968 y, entre otros hechos de relevancia política y cultural de las oleadas revolucionarias, se lanzaba uno de los discos más vendidos de toda la historia argentina: Fuiste mía un verano, de Leonardo Favio, que en seis meses había sido adquirido comercialmente más de un millón de veces, cifra récord para ese entonces y que tantos artistas envidiarían hoy.
Sin embargo, el disco planteaba una renovación en la canción popular, pero no en el sentido revolucionario que rodeaba aquellos años, aunque se permitía licencias vanguardistas. Y Favio ya era reconocido como un gran cineasta (y peronista de Perón), pero no como compositor y músico, como lo sería desde entonces por unos años para luego volver al cine y también la interpretación. ¿A qué respondía esa rara avis de la historia cultural argentina?
"Se sentía que había algo distinto. Leonardo era un rebelde auténtico, usaba jeans y zapatillas en las tapas de las revistas y en la televisión y a la vez tenía una gran sensibilidad. Yo intuía que iba a ser un fenómeno y resultó ser el autor del boom discográfico más grande de la historia y nadie lo repitió". Así cuenta a Infobae Cultura Vico Berti, que estampó su firma junto a la de Favio en la autoría del tema que dio el nombre al disco y que por estos días cumple cinco décadas.
"En la Argentina es el disco más vendido hasta ahora, más que los Beatles, que Julio Iglesias, que todos –se entusiasma Berti–. Fue un fenómeno increíble y que profundizó algo distinto para la época y que por eso sigue estando y mucho más en Latinoamérica, en México, Colombia, en la comunidad latina de los Estados Unidos y Australia, donde su éxito continúa ininterrumpidamente".
Vico Berti tenía 20 años y Leonardo Favio 29. Así recordaba Favio los inicios de esa sociedad artística en el excepcional libro de entrevistas sobre su vida que escribió Adriana Schettini: "Cuando me vio actuar Vico Berti, con quien ya éramos amigos, me dijo: 'Vos estás para más', y empezó a armarme una gira por la provincia de Buenos Aires. Me hacía ensayar todos los días con cuatro músicos y me trajo un repertorio de canciones conocidas y dos de él: Quiero la libertad y Me siento libre. Un día tuve que empezar. Hicimos un largo viaje. Ma acuerdo que me subí al colectivo con los músicos y nos hundimos en la provincia. La verdad es que yo estaba muy nervioso. Para mí era como un debut en el Olympia de París, aunque la realidad era muy otra. Llegamos a un club de mala muerte, de luz mezquina. Todo era de tierra: la calle, el piso del club, el pelo de la gente, todo. Ahí fue mi debut. Vico Berti tenía un gran entusiasmo porque, a pesar de la tristeza de los clubes donde él me llevaba a cantar, estaba seguro de la cosa iba para bien".
Favio ya había inscripto su nombre en las baldosas de la historia de la cinematografía nacional. Llegado a Buenos Aires desde su Mendoza natal (donde había vivido un tiempo en un internado social durante su infancia), impulsado por su madre había comenzado a hacer bolos en los radioteatros de Radio El Mundo mientras vivía en una pensión al lado de la emisora y experimentaba una vida bohemia entre marineros, malandrines y poetas aficionados.
Su figura era notable: quién no podría afirmar que era un hombre hermoso, y sobre todo esa percepción era esclarecida por la cámara de filmar y por los directores que notaban su talento actoral innato. Así, había debutado a los 19 años en una película con Pedrito Rey llamada El ángel de España meses antes de convertirse en el actor fetiche de Leopoldo Torre Nilsson, Babsy para sus amigos, un director iconoclasta que formó parte de la renovación de la filmografía nacional.
Con él empezó con El secuestrador y entre varias otras protagonizó Fin de fiesta, sobre la novela de Beatriz Guido (pareja de Babsy), nominada al Oso de Oro en Berlín. Pero también fue dirigido por Fernando Ayala con El jefe, sobre un cuento de David Viñas. Dar la cara, también sobre una novela de Viñas, con dirección de José Martínez Suárez (el mítico cineasta y hermano de Mirtha Legrand).
Trabajó junto a Mirtha Legrand, dirigidos por su marido Daniel Tinayre, en En la ardiente oscuridad. Favio le decía a Schettini para el libro Pasen y vean con lógica implacable: "A mí lo único que me impresionó cuando me vi en una película era que podía verme caminando de espaldas, porque casi nadie sabe cómo es él mismo caminando de espaldas". Su amistad con Torre Nilsson fue enorme y con tales directores aprendió a dirigir y se lanzó.
En 1964 filmó Crónica de un niño solo, film alabado por la crítica hasta nuestros días. En el ambiente sofisticado del cine vanguardista de esos años Favio recibió su aprendizaje intelectual. Pero no dejaba de rasguear la guitarra, aparecía de vez en cuando en La botica del tango de Bergara Leumann y cantaba y entonces Vico Berti se entusiasmó.
"Hasta que me llevó a ver a John Lear, que era el director artístico de la CBS. Ahí me hizo cantar otra vez, un poco a capella, otro poco con guitarra, hasta que logró convencer a John Lear. A los pocos días, para mi asombro, yo ya estaba grabando con una gran orquesta. Y lo primero que grabé fue Quiero la libertad, que logró el mismo éxito como fracaso que mis anteriores presentaciones personales, porque el disco no lo compró nadie. Uno me lo llevé yo, otro se lo quedó Vico Berti y el otro se lo regalé a mi mamá. Pero Vico no se resignó , porque era muy obstinado. A él lo emocionaba mucho la canción que me había escuchado en La Botica del Ángel, Fuiste mía un verano, así que insistió ante la compañía para que yo volviera a grabar. Y ahí nos tocó Dios, porque eso fue un éxito fuera de lo común. En aquella época, éste fue el disco , en proporción, de mayor éxito en el mundo de habla hispana. Nunca se había vendido, hasta ese momento, una cifra igual en tan breve lapso. Tuvieron que unirse para prensar los discos que yo grabé la CBS y la RCA. Acá se dobló la venta de tocadiscos a raíz de las enormes ventas de mi disco", recordaba Favio, fallecido en 2012.
"Es algo que uno no puede creer por la cifra, pero cuando comenzamos a hacer esto teníamos gran ilusión –dice Berti a Infobae Cultura–. Alguna vez yo intuí que iba a ser el disco más vendido en la historia, pero no lo decía por arrogancia, sino porque lo sentía. Se sumó el más grande director artístico, que era John Lear, director de la CBS, el gran arreglador Martino Consentino. Y tuvimos el privilegio de que toque la guitarra Cacho Tirao. Un gran éxito es la suma de muchos factores".
El disco llevó la figura de Favio fronteras afuera y aún mantiene vigencia y produce fanatismo en Latinoamérica. En Colombia, luego de su muerte, se establecieron en barrios populares santuarios con su figura. Y en los colectivos se puede escuchar a través de la radio todavía su voz. "Cada época tiene su sonido –dice Berti sobre esa vigencia más allá de las emisoras argentinas, esa vigencia latinoamericana–. En México, en Chile, en Colombia sigue vigente. Acá podríamos decir que hubo una gran influencia del rock. Va a estar siempre, pero la moda marcó un predominio del pop y del rock".
En Favio se conjugaba su participación en películas de culto como director y actor, seguidas por un público vanguardista hasta ese momento (luego filmaría películas récord bajo su dirección en taquilla, como El romance del Aniceto y la Francisca, Juan Moreira o Nazareno Cruz y el lobo) con su rol de cantante popular, híperpopular.
"Cuando salió el longplay de Fuiste mía un verano fue una sorpresa –recordaba Favio–. Creo que el secreto de esa canción es que por primera vez se habla de 'vos' y no de 'tú'. Se incorpora la palabra piba en la balada, se incorpora el lenguaje argentino". Berti explica esa conjugación entre la recepción intelectual y popular de la producción cultural de Favio: "Ese mismo año Favio filmó El dependiente, que también fue alabada por la crítica y que fue reconocida como la película más importante de todos los tiempos del cine argentino con posterioridad. A Favio lo seguía un público vanguardista que también seguía a Antonioni, a Godard, que iba a los cineclubes. Cuando accede a la canción, hace algo distinto. Es la primera vez que lo popular y lo intelectual coincidían. Yo creo que la sensibilidad de Leonardo abarcaba todo". En el disco, que Sony relanza en formato vinilo, también se puede escuchar una versión de Canción de Pototo, de Luis Alberto Spinetta, rebautizada Para saber cómo es la libertad para el público de Favio.
Favio, el actor, el cineasta, el cantante, el peronista. Acompañó a Perón en el vuelo de regreso del presidente derrocado en 1972 a la Argentina. Tocó en el escenario de la movilización cuando su regreso definitivo que culminó en la Masacre de Ezeiza y él mismo contó que en el hotel del aeropuerto la derecha peronista (a la que Favio estaba ligado) torturaba a la izquierda peronista y que él intervino para que parase esa locura política (aunque explicable racionalmente por la historia del peronismo en sí mismo).
Se exilió en 1976 y siguió desarrollando su carrera musical. Unos años después de su regreso a la Argentina, filmó Gatica, el mono, la película sobre el boxeador que no sólo fue un éxito de público, sino que es una cinta fascinante. Y más tarde, realizó el documental de seis horas Perón, sinfonía de un sentimiento, que el público más gorila ve con ojos desorbitados por éxtasis estético y felicidad del cine.
Su último film fue Aniceto, una versión en danza de El romance del Aniceto y la Francisca, que es también una película exquisita. Fue un artista total. A cincuenta años de una época de crisis, guerras y revoluciones, también se suma un aniversario de la balada romántica que Leonardo Favio legó al público hasta nuestros días.
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