"Aquí sufrió el pobre Antoine Doinel un castigo injusto por un pequeño dibujo de una modelo que vino del cielo. Aplicaré el ojo por ojo, diente por diente". Con esa memorable frase garabateada en la pared, se da el puntapié inicial de Los 400 golpes, la ópera prima de François Truffaut y obra maestra de la nouvelle vague francesa. El protagonista, ese adolescente de actitud arrogante y rebelde sin límites, fue interpretado por Jean-Pierre Léaud.
A casi 60 años del estreno de la película, el actor conserva ese talante, un poco de esos rasgos aniñados y otro tanto de la soberbia que caracterizaba al personaje. Está acodado en un sillón de época en el Hotel Hermitage. Afuera, llueve. Léaud es uno de los invitados de honor de la 33° edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Sabe que es importante. No saluda, no sonríe y aclara desde el vamos: "Estoy serio, no es cinismo". Con el correr de las preguntas durante una rueda de medios de la que participó Infobae Cultura, sin embargo, se ablanda.
"Antoine Doinel es el héroe más grande de la historia del cine y estoy tremendamente feliz de haberlo encarnado", dispara. Cuenta con picardía que no tenía "ni idea" de lo que significaba en ese momento interpretar a ese personaje y ser adoptado como niño prodigio por Les cahiers du cinéma, la publicación sobre cine más reconocida de Francia. "No pensé que estaba iniciando mi carrera", recuerda. Léaud tenía apenas 14 años. "Pero Los 400 golpes fue una obra que se inscribió en la historia y estoy feliz de haber escrito parte de ella y convertirme en un ícono de la nouvelle vague", resalta.
La serie de Doinel, personaje inspirado en la vida del propio Truffaut, siguió con cuatro películas más: El amor a los 20 años, Besos robados, Domicilio conyugal y El amor en fuga, todas ellas protagonizadas por Léaud. El actor se convirtió así en una de las caras visibles del cine de vanguardia francés al comenzar a trabajar también con directores como Jean-Luc Godard o Jean Eustache. "Esto me permitió que otros directores me eligieran y continuar, por ejemplo, con Oliviers Assayas, un crítico del Cahier, que empezó a escribir esos artículos por su amor a la nouvelle vague y luego escribió una película para mí, París se despierta", afirma.
Hoy, con 74 años y consagrado como leyenda vida, todavía lo siguen llamando para actuar. "Porque la nouvelle vague no se detendrá nunca. Es un movimiento que continúa y se renueva de cineasta en cineasta. Ojalá pueda seguir con mi carrera después de La muerte de Louis XIV, me gustaría seguir trabajando con ellos", asegura.
Léaud hace, en ese punto, referencia a su anteúltima película, dirigida por Albert Serra y presentada en Argentina en el marco del festival. Allí interpreta los momentos finales del Rey Sol, postrado en la cama, listo para dar su último respiro. La crítica especuló con que su papel en La muerte de Louis XIV simbolizaba la despedida de uno de los reyes del cine de culto. Pero en su trabajo más reciente, El león duerme esta noche, del japonés Nobuhiro Suwa, Léaud se pone en la piel de un actor que se resiste a morir. Podría ser su propia historia. De hecho, no se cansa de repetir que la vida sin cámaras es "aburrida".
"La muerte a mi edad es algo normal, forma parte de mi vida. Pero eso no me impide tener proyectos y continuar deseando interpretar roles frente a la cámara. Al mismo tiempo, pienso en todo lo que hice y en que la vida que tuve fue tan intensa que me hace olvidar a veces de la muerte, porque me da felicidad vivir, como con este homenaje que hacen a mi obra aquí en Mar del Plata. La felicidad de haber vivido, de haber hecho tantas películas, me hace considerar la muerte con alegría, con felicidad, como una vida lograda", reflexiona.
En ese sentido, indica que sintió que el film de Serra era una prueba y cita a Jean Cocteau: "El cine es el único arte que captura la muerte mientras opera, la vemos operar a través de los actores como abejas a través de un panal". "Creo que no había otra persona como Serra que pudiera dirigir esa escena de la película cuando la muerte unida a la cámara se acerca al monarca y él está solo y la ve. Eso fue para mí una prueba, porque yo pienso que la muerte es algo que se puede ver cuando llega", agrega a Infobae Cultura.
De repente, ya no hay tiempo para repreguntar. Léaud se agarra la cabeza en un gesto adusto de cansancio. "C'est fini", hace con las manos. Es una figurita difícil en todo sentido. Prefiere descansar antes de presentar Los 400 golpes y recibir un premio a su trayectoria en el Teatro Auditorium, ante una sala llena a pesar de coincidir con el horario de la final de la Copa Libertadores entre Boca y River.
"Quiero agradecer al Festival por este homenaje, que me toca el corazón. Agradezco a los programadores y al público argentino, que creo que me ama", dirá lacónico en el escenario. No se equivocará; será ovacionado de pie. Y por suerte para sus seguidores, además de los filmes proyectados durante el festival, habrá segunda ronda con él: el sábado 17 de noviembre presentará la película de Truffaut a las 20 horas en el Malba.
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