Pablo Neruda vivió muchos años en Valparaíso. Muchos: "hartos", como dicen aquí, en este giro tan característico de Chile. Hace falta salir de la ciudad de uno para reconocer en otras voces los matices del idioma. La casa de Neruda, una de las tres que tenía en el país, queda en el cerro Florida y se llama "La Sebastiana", en honor a su arquitecto, Sebastián Collado.
"La casa crece y habla, / se sostiene en sus pies, / tiene ropa colgada en un andamio", le cantó Neruda en una oda. Versos hermosos que muestran cómo lo sobrenatural del hogar se sostiene en los actos cotidianos.
Junto con el puerto y los 42 cerros, "La Sebastiana" es uno de los grandes íconos de Valparaíso. Tal vez esa haya sido la razón por la que una de las actividades más convocantes del festival Puerto de Ideas fue la instalación arquitectónica en la que se reprodujo a escala la "La casa de Pablo". Recreada con más de media tonelada de cartón, con la dirección el artista visual francés Olivier Grossetête, la casa fue levantada por las miles de manos del público que se acercó durante el viernes y el sábado.
Y el domingo al mediodía, cuando parecía que lo único que necesita era, como canta aquella oda, "florecer / Y eso es trabajo de la primavera", más de un centenar de personas presenciaron la demolición. Así es el arte efímero.
Un espacio en crecimiento
Ciertamente lo que no es efímero es el conocimiento que se generó en esta octava edición de Puerto de Ideas. Con análisis sobre los cambios culturales, los vínculos entre el mercado y el sistema del arte, los giros políticos de la región y el espíritu de la literatura en América Latina, entre tantos otros temas, cada debate plantó ideas provocativas que seguirán resonando harto tiempo.
Los números del festival son pasmosos: en una ciudad con menos de 300.000 habitantes, las 40 actividades reunieron a más de 27.000 personas —a las que hay que sumar, además, a los que siguieron las charlas a través de Facebook Live—.
Con ese impacto en la mano y las ideas todavía en caliente de invitados como Gilles Lipovetsky, Luc Boltanski, Wolfgan Streeck, Selva Almada, Alberto Barrera Tyszka y Gal Richter-Levin, entre otros, la directora de Puerto de Ideas, Chantal Signorio, habló con Infobae Cultura y ensayó un balance de esta edición.
"Puerto de Ideas", explicó, "busca generar un espacio de diálogo entre quienes están pensando, escribiendo, creando, y los que queremos conectarnos con esas ideas. La sociedad está estructurada de una manera tal en la que no hay un puente: un ciudadano de la calle no puede conectarse con un sociólogo o con un filósofo. ¿En qué momento conversan? ¿Cómo intercambian opiniones? Puerto de Ideas trata de generar ese espacio, que también es físico: es el de poder verse."
A diferencia de otros festivales de la región como Filba, Puerto de Ideas vende entradas anticipadas para sus actividades. El precio casi es simbólico —dos mil pesos chilenos: menos de tres dólares—, pero es útil para dar un orden y que no haya encuentros que desborden de público mientras otras salas están vacías. "Este año", dijo Signorio, "prácticamente la mitad del programa tenía locaciones agotadas con un mes de anticipación. Eso habla de un público maduro, que está esperando Puerto de Ideas, que le interesa y se planifica".
Un festival con foco en la actualidad
—¿Cómo se hace la curaduría de los invitados?
—Se trabaja más de un año. Hace tres semanas nos juntamos para la edición 2019 y ya estamos pensando en 2020, que es cuando se cumplen los diez años. Los invitados tienen agendas complejas y hay que contactarlos con mucha antelación: hace tres años que estábamos en conversaciones con Nuccio Ordine, quien inauguró esta versión. Somos una fundación, tenemos un directorio, y hay un consejo asesor que representa a las diferentes áreas del conocimiento —hay filósofos, antropólogos, escritores—, y también hay gente relacionada con el festival que nos hace propuestas. Luego, hay que ir dirimiendo para no sobreponer temáticas: son muchos nombres para un programa muy pequeño. Lo que queremos es que en el festival estén las voces que hablan los temas de la actualidad, que no necesariamente son los mismos de hace dos años. Queremos que los temas vayan de la mano con los intereses de la sociedad.
—El contexto cultural en América Latina está siempre amenazado: ¿cómo se sostiene Puerto de Ideas?
—Somos una fundación sin fines de lucro y contamos con el beneficio de la Ley de Donaciones Culturales: si conseguimos que una empresa nos done dinero, va a tener un beneficio tributario. Tenemos también una cooperativa de ahorro que nos financia, el apoyo de una fundación de filantropía que se dedica a educación y conservación, y recibimos un pequeño aporte del Ministerio de las Culturas. Pero, sobre todo, hemos trabajado muchísimas redes y tenemos una capacidad de gestión cultural que nos permite hacer un festival con bastantes pocos recursos. Es insólito lo contenido que es nuestro presupuesto.
—¿De qué forma Puerto de Ideas participa en el debate político?
—No tenemos el objetivo directo de participar en el debate político, sino que muchas veces en las conferencias van saliendo los temas y las contingencias. Este año, por ejemplo, el economista Eduardo Engel dio una conferencia sobre la corrupción en Chile y en América latina y eso provocó una importante cantidad de preguntas. Pero no queremos contaminar este espacio con la contingencia política. Podríamos invitar a ministros y senadores, pero, por principio, no lo hacemos. Nunca vas a ver autoridades en nuestra programación: mientras estén en el cargo no estarán invitados.
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