El 19 de agosto de 1991 en Crown Heights, Brooklyn, un rabino atropelló a un niño afroamericano de 7 años llamado Gabin Gato. El accidente fatal desencadenó, según la policía de Nueva York, uno de los peores enfrentamientos raciales en la historia de la ciudad. Ahora dos artistas urbanos de La Plata pintaron un edificio entero buscando desde las paredes, terminar con las diferencias.
Por más que durante años en Crown Heights, judíos, afroamericanos y caribeños habían vivido en paz, el incidente de 1991 marcó la historia de las calles de Brooklyn. Los meses que siguieron al accidente estuvieron signados por la violencia entre los grupos y con la policía. Las revueltas incluyeron inclusive el asesinato de Yankel Rosenbaum, un judío ortodoxo.
Aún dos años después del accidente la violencia entre las comunidades había acumulado decenas de arrestos y según un cálculo global, alrededor de 200 heridos. Desde mediados de los 90 comenzaron los trabajos para recomponer un barrio fragmentado y si bien se lograron cicatrizar diferencias, nadie olvida los meses oscuros en Crown Heights.
Actualmente esa parte de Brooklyn, al este del Park Slope, es un barrio en expansión, con gran proyección inmobiliaria, muchos recién llegados y donde todavía conviven judíos, afroamericanos y caribeños. Hasta ahí llegaron dos platenses, Augusto Turallas, también conocido como Falopapas y Ariel Rouco, para dejar en las paredes un mensaje.
"Los dueños nos piden un mural que tenga un vínculo con el barrio, generar eso y nos dicen que les gustaba mucho una tapa del año 2016 de la revista The New Yorker. Nos dijeron también que les gustaría que estuviera el subte y ahí un poco empezamos a armar la idea", le contó a Infobae Cultura el artista Augusto Falopapas, que fue convocado por Rouco , su amigo y colega, para el proyecto de mayor escala que le tocó afrontar.
"El mural la ejecución fueron 12 días pero el laburo total fueron tres meses", reconoció Augusto remarcando lo que significó la logística de un trabajo de esa magnitud. "Empezamos a ver cómo trabajar este espacio, que es muy complejo, muy aventanado, cuestiones que complejizan la lectura", explicó, sobre un ida y vuelta virtual en el que junto con Rouco fueron dándole forma al trabajo.
"Llegamos y tuvimos que hacer cursos de andamios, de manejo, de pintar en altura, nos dieron un carnet a cada uno, hubo mucho laburo anterior", reconoció el artista, profesor de la Facultad de Bellas Artes en La Plata, sobre lo que llamó "la cocina" detrás de una obra en la que conviven cinco protagonistas: un judío, una latina, un hypster, un hombre con aire snob y un jamaiquino. También hay cinco palabras: Amor, Igualdad, Respeto, Felicidad, Orgullo y Unidad.
"Los últimos toques los dimos allá, el jamaiquino por ejemplo al principio era más brasileño y estando ahí nos dimos cuenta que había una comunidad jamaiquina muy grande, muy fuerte, había mucha movida en el barrio, mucha diversidad y fuimos adaptando la idea. Habíamos leído mucho, visto el barrio vía Street View, pero fue estando que terminamos de cerrar el mural", agregó sobre una composición que refleja las calles de Crown Heights a gran escala.
"Pintar en Brooklyn es como la meca, es la cuna del graffiti callejero, de muchas cosas del street art y de mucha movida cultural fuerte, caminás y están todos los muros que ves por TV, poder ir a hacer un aporte desde Argentina, desde La Plata, con este nivel, es increíble", admitió Falopapas, sobre la convocatoria que nació de los propios Joyland Management, los constructores del edificio.
No debería sorprender que hoy un edificio se venda con mural incluido. La tendencia a recurrir a artistas urbanos fue incorporada por marcas de ropa, por cadenas televisivas y hasta por partidos políticos que promueven en la mayoría de los casos la recuperación de barrios a partir de las obras.
En la ciudad donde el graffiti a comienzos de los '80 nació como un flagelo al que combatir a través de la "teoría de los cristales rotos", que llamaba a borrar las pintadas lo más rápido posible, en el 2018 el muralismo es el brazo armado de aerosoles que busca limar las asperezas de una sociedad compleja.
"Me parece que en estos últimos años el crecimiento de la circulación de lo que es el street art es gigantesco, yo tengo 38 años y a los 20 los bares eran todo sillas y mesas de Quilmes, el que más onda tenía era un irish pub por ejemplo. Hoy veo que todos los bares o locales o comercios a partir de la influencia de otros lugares hacen que muchos se animen a estas cosas, los bares compiten entre ellos, pelean con la ambientación", enmarcó Falopapas al fenómeno, que vino acompañado de una aceptación de la que hasta hace unos años no gozaba el género.
Y en esa línea puso un ejemplo concreto, el de alguien que decide pintar un mural en su casa: "Me ha pasado de pintar una pared entera dentro de un departamento y eso es entender esta idea de cómo transgredió el street art, esta idea de la intervención plástica en un lugar de la casa, algo impensado hace 10 años". Pero pintar paredes adentro, es otra cosa. "Se vive distinto, el muro en la calle es genial porque está ahí para todos, todos los días, es un taladro continuo ahí dando vueltas". Ahora en Crown Heights, a la vista de todos más allá de sus diferencias, un edificio entero habla de diversidad.
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