Valparaíso —o "Valpo", como aquí la llaman cariñosamente— es una ciudad angosta que mira al pacífico. Sin espacio para crecer a lo ancho, lo hace en altura: casas y edificios se acomodan en los cerros, formando un damero irregular de techos de colores que se funde en un paisaje industrial. Esta es una ciudad portuaria —le disputan a Buenos Aires el gentilicio "porteño"— de poco menos de 300.000 habitantes.
Sobre la costanera corre la Avenida Errázuriz, por la que pasan muchísimas líneas de ómnibus —más de 20— y un tren eléctrico con una vista panorámica increíble al Pacífico. En el número 2120 de esa avenida está la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso: un edificio austero de techos altos y más un siglo de historia. El aula magna suele ser sede de actividades culturales —charlas, obras de teatro, conciertos— por lo que no es tan inusual que ahora, viernes a la noche, el edificio reciba público general. Lo inusual, sí, es la cantidad.
"Desde la vez que vino la hija del Che que no estaba tan lleno", comenta una de las autoridades de la facultad. Estamos en la inauguración de la octava edición de Puerto de Ideas, un festival que pone el foco en el desarrollo de ideas y pensamiento, y por el aula magna hay estudiantes, académicos, conferencistas, representantes del gobierno, embajadores, periodistas, muchísima pero muchísima gente. Si alguien dijera que hay más de mil personas, aun cuando las dimensiones del lugar no lo permitan, nadie lo pondría en duda.
Cuando la periferia ocupa el lugar central
Llama la atención que la encargada de oficiar como maestra de ceremonias haya sido Pamela, una joven voluntaria del festival que estudia Gestión en Turismo y Cultura en la Universidad de Valparaíso. Un gesto muy interesante de un festival muy interesante.
El acto protocolar comenzó diez minutos después de la hora estipulada. La pequeña demora, sin embargo, provocó la impaciencia del público que comenzó a aplaudir en señal de fastidio. Las autoridades invitadas fueron Jorge Sharp, alcalde de la ciudad, y Consuelo Valdés, ministra de Cultura. Ambos destacaron la importancia de sostener una iniciativa como esta, que invita a que Chile establezca un diálogo con el mundo sobre las problemáticas globales.
La ventaja de desarrollar encuentros de este tipo en países "periféricos" es la de poder plantear debates que en otros lugares serían demasiado conflictivos: la situación de los refugiados, los excesos de un mercado utilitarista, el problema del populismo, las tensiones religiosas, etc. Puerto de Ideas tiene la posibilidad de explorar estos temas desde una visión igual de urgente pero menos crispada que en Europa.
Es la educación, estúpido
"Buenas tardes a todas y a todos. Me han pedido que hable en castellano, así que les pido disculpas si dentro de unos momentos me veo obligado a asesinar la bellísima lengua de Cervantes y Lope de Vega".
Después de las palabras de las autoridades, el público aplaudió de pie a Nuccio Ordine, el filósofo italiano encargado de inaugurar el festival. Especialista en la historia del Renacimiento, Ordine es autor de numerosos libros que han sido traducidos a más de 30 idiomas, incluyendo el chino y el japonés. Entre ellos se puede mencionar: El umbral de la sombra, La utilidad de lo inútil, Clásicos para la vida. Ha recibido numerosos reconocimientos en España, Italia, Francia, Rusia, Portugal, Brasil, etc. Frente a la "dictadura del utilitarismo", Ordine propone en sus ensayos que la cultura y los bienes inmateriales son herramientas de igualdad, promoción y liberación social, solidaridad, democratización.
Tomando como punto de partida la frase "Gobernar es educar", de Pedro Aguirre Cerda, quien fuera presidente de Chile entre 1938 y 1944, Ordine basó su conferencia en cómo la educación debe centrarse en los "conocimientos inútiles" antes que en responder a las exigencias del mercado: "Yo soy profesor", dijo, "y cada año abro mi asignatura con una pregunta a mis estudiantes: '¿Para qué vinieron a la universidad?' La mayoría responde que se matricularon para conseguir un título. Nuestro deber es demostrarles que la universidad nos brinda una oportunidad para ser mejores."
En su discurso había cierto espíritu que recordaba a Camila Vallejo, la joven militante que se puso al frente de la movilización estudiantil de 2011 y actualmente diputada. "Las escuelas y universidades no pueden transformarse en empresas ni los estudiantes en clientes", siguió Ordine. "Es curioso que las dos primeras palabras que los estudiantes escuchan sea crédito y deuda". Con cada frase del italiano el auditorio estallaba en aplausos.
¿Por qué la apuesta de la educación? Ordine dio tres motivos: el primero, es que con dinero se puede comprar todo menos conocimiento; el segundo, es que el proceso de enseñanza-aprendizaje desafía las reglas de mercado; el tercero es una de George Bernard Shaw: "Si dos personas intercambian una manzana", dijo, "cada uno se va con la manzana del otro, pero, si dos personas intercambian una idea, cada uno se va con dos ideas": el conocimiento enriquece.
Fue el comienzo de un festival que, en palabras de su directora, Chantal Signorio, no es más que un "fin de semana inútil": no podría plantearse un objetivo mejor.
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