El cine tiene una doble faceta: arte y entretenimiento. Como entretenimiento, es una gran industria, con sus empresarios, financistas y asalariados; como arte, también, y eso genera problemas. El mayor es que es que, a diferencia de casi todos los otros medios expresivos, es un arte carísimo, inaccesible para una persona en solitario. De hecho, por más que haya un autor comandando al equipo, hasta la más pequeña de las películas requiere de un montón de gente involucrada, gente que normalmente trabaja por un salario. La conclusión es muy simple: se requiere mucho dinero para hacer una película. Y en general, el dinero que se arriesga -en los pocos países que no tienen una protección especial del estado- no es de los artistas sino de gente que quiere mantener o aumentar su capital. Los intereses de una parte y la otra raramente coinciden.
Ese choque entre el artista y la industria viene acompañando la historia del cine desde su período clásico. Y tiene en Orson Welles a su figura más trágica y entrañable. Consagrado mundialmente a los 26 años con su opera prima, El ciudadano, Welles comenzó a partir de ahí un derrotero especialmente accidentado y lleno de conflictos en el que se coordinaron para formar la tormenta perfecta que marcó su vida la mezquindad infinita de Hollywood, su irreductibilidad, su apetito de autodestrucción y un poco de mala suerte.
El episodio que resume todas estas características es una de las tantas películas que dejó inconclusas, la última, Al otro lado del viento, un proyecto que desarrolló con su última pareja Oja Kodar (en realidad, pareja paralela a su último matrimonio a lo largo de dos décadas, aunque su esposa no lo supo hasta después de la muerte de Orson). Comenzó a rodarse en 1970, siguió durante años y no cesó de tener idas y vueltas hasta la muerte de Welles en 1985. El rodaje se realizó en diferentes continentes y los problemas de financiación fueron tan complejos como para que la caída del Shah de Irán y la revolución de los ayatolas en 1979 haya tenido alguna injerencia.
Es un acontecimiento extraordinario que finalmente todo el metraje acumulado se haya terminado de montar, con algunos agregados y hasta efectos digitales para terminar las imágenes que Welles había imaginado pero no filmado. Participaron en el proyecto los eruditos cinéfilos más cercanos al director y muchos de los participantes de la filmación.
En un giro paradójico y significativo, es la cadena líder de la nueva forma de consumir películas, Netflix, la que terminó de anudar un proyecto casi imposible y lo pone a disposición de sus usuarios. Para extremar su amabilidad y su aporte a la historia del cine, acompaña a la película un documental en donde se cuenta esta compleja historia y se retrata la tristeza de los últimos años de vida de Orson Welles, dueño de un genio tan enorme que no había quien pudiera –o quisiera– acomodarlo en un esquema de negocios en el que pudiera desarrollarlo. El documental se llama They'll Love Me When I'm Dead ("Me amarán cuando esté muerto"), una frase que pudo o no haber dicho pero que encuentra una reverberación enorme al verlo en pantalla.
El secreto que hace a Al otro lado del viento una película especialmente única es que se trata de nada menos que de la despedida del propio Orson del mundo del cine (y del mundo en general, uno podría decir). La estructura básica es la de una película dentro de una película. El director Jake Hannaford (interpretado por John Huston, gran amigo de Welles) está filmando una película llamada "Al otro lado del viento". No es la clásica película de Welles sino una recreación un tanto desdeñosa del cine que desarrollaba el niño mimado de la crítica del momento, Michelangelo Antonioni. La película que se está filmando, "Al otro lado del viento", obviamente, tiene problemas de financiación. El grueso de la película que nosotros vemos (y que en la nota señalamos en itálicas, Al otro lado del viento) se desarrolla en la fiesta del 70 cumpleaños de Hannaford y está filmada como un falso documental, mayormente en blanco y negro, con formato cuadrado y la granulación de la película de 16 mm. La película "El otro lado del viento", por su parte, de la cual se ven varios fragmentos, está filmada en scope, 70 mm, y colores muy marcados y definidos. La protagonista de la película dentro de la película es la propia Oja Kodar, demostrando una de las presencias cinematográficas más eróticas de todos los tiempos.
Sin embargo, la carne de la película que nosotros vemos en Netflix está puesta en la caótica e infernal fiesta. Filmada de manera extremadamente fragmentaria, con decenas de personajes (hasta un grupo de enanos que fueron agregados años después en España), cortes de luz, canilla libre, armas de fuego, maniquíes, referencias al mundo del cine de la época y a la época clásica y un abrumador ajuste de cuentas con el nuevo Hollywood, representado por Peter Bogdanovich.
(El paralelo entre la carrera de Bogdanovich, que en ese momento estaba a punto de filmar su opera prima, la magistral The Last Picture Show y que hoy es una reliquia del cine con poco trabajo, y la de Welles, es sólo una de las mil capas de sentido que tiene Al otro lado del viento. La curva de la carrera de Bogdanovich fue igualmente descendente aunque su arte fue menos revolucionario y su vida más trágica).
Es un mundo especialmente horrible y desolador el que se retrata en la fiesta de Al otro lado del viento y uno no sabe si Welles se siente horrorizado o atraído por esa conjunción de machos alfa babeantes de alcohol que se intercambian resentimientos prácticamente sin interrupción. La película denota un desencanto extraordinario y dista mucho de la gracia refinada y juguetona de F for Fake, filmada con la propia Oja Kodar en España en el medio del proceso de Al otro lado del viento.
En todo caso se trata de dos películas que abren caminos que en el futuro el cine más vanguardista exploraría en profundidad: el documental de ensayo (F for Fake) y la mixtura de cajas chinas entre ficción y realidad que luego marcaría a fuego la filmografía del cine iraní. Como sucedió con El ciudadano, el cine de Welles se anticipaba a su tiempo y mostraba todo lo que se podía hacer, solo que él encontraba enormes dificultades para poder seguir creando. Su legado, incluso el fragmentario e inconcluso, es más fácil de apreciar ahora, que está muerto.
*Al otro lado del viento (The Other Side of the Wind), dirigida por Orson Welles, está disponible en la plataforma Netflix, así como el documental They'll Love Me When I'm Dead.
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