"Cuando era chico lo que me gustaba era escribir y me preguntaba: '¿Pues quien escribe?' y me respondía: 'Los periodistas', así que luego estudié periodismo, porque me gustaba escribir", dice Agus Morales, director de la revista 5W, autor del libro No somos refugiados, cronista catalán –o español, según se guste en esta época– que llegó a la Argentina para dar una charla e impartir un taller en la segunda edición del festival Basado en Hechos Reales. Corresponsal en África, India y Asia, se podría afirmar que Morales es una de esas personas ávidas por ver el mundo. Y luego contarlo. Por eso conversó con Infobae Cultura sobre esos lugares cargados de exotismo para una mirada occidental, sobre el periodismo y su materia, la actualidad, entre otras cosas.
–¿Cómo llegó a esos lugares tan lejanos y extraños como África o el Oriente?
–Además de querer ser periodista, también tenía en claro que quería ser corresponsal. Tuve la suerte de que cuando empecé hice una beca en la agencia EFE que consistía en un año de trabajo en Barcelona y un año afuera. Yo apliqué por tres destinos y me tocó la India. Creo que la India es el país que más me ha marcado a pesar de que en el mundo hispanohablante no son los lugares que provocan más interés, como India, Pakistán o Sri Lanka. Para mí fue un gran descubrimiento.
–Esos lugares provocan un interés por su exotismo. ¿Con qué se encontró en la India cuando la descubrió?
–Es cierto que hay muchos clichés sobre la India: la pobreza, la gente que va a la India para descubrir su yo. Pero lo que me encontré fue un país que es prácticamente un universo. Fue un reto emocional pero también intelectual. Las culturas que allí conviven son muy diversas. Además, pude hacer mi tesis doctoral sobre Rabinadrath Tagore y estar en la India fue una muy buena entrada para realizarla. Es un país de extremos. Al lado de la fascinación también te encuentras con lo peor, porque no son sólo los índices de pobreza, sino la cuestión religiosa, la situación de la mujer, un país que está lleno de crónicas, para bien y para mal.
–Si bien gobierna un partido hace décadas, también está surcado por la inestabilidad política.
–El Partido del Congreso, que gobierna desde la independencia y que tenía gran poder, ahora prácticamente lo ha dilapidado. El primer ministro es del Partido Popular de la India, tiene una visión hinduísta, nacionalista y provoca que los musulmanes tengan bastante miedo y también plantea una reivindicación de la India a nivel mundial. Es un momento interesante de la India. Que también arrastra la conflictividad histórica con Pakistán, que es un conflicto no resuelto y que es una gran herida en el sur de Asia y que no creo que se vaya a curar en mucho tiempo. Se dice que es el país más estable de la región, pero internamente tiene muchos conflictos. Está Cachemira, hay varios otros separatismos, hay una guerrilla maoísta que actúa en el centro y este del país y busca una revolución agraria. Pero desde el punto de vista político e institucional tiene cosas que funcionaron.
–Menciona a Cachemira, que Salman Rushdie describe en una novela casi como un Macondo por su realismo mágico. ¿Es aplicable esa categoría para la India?
–Hay autores que escriben ya no en inglés sino en bengalí que podrían ser categorizados como tales. Y es que no tienen que esforzar su imaginación, sino que ese realismo mágico está allí.
–¿Se podría pensar en Tagore como una visión aceptable de "lo indio" para la mirada occidental?
–La visión más tradicional y occidentalizada, pero a la vez orientalizada, de Tagore es aquella que lo muestra como el poeta místico de la India. A mí me interesa reivindicar su modernidad, sobre todo su poesía última, que es la menos conocida, y su pintura, que es poco difundida, pero sobre la que pintores dijeron que es fundamental para entender la modernidad india. Evidentemente tiene ese halo, cultivado por su imagen, que hace que en Occidente se asocie con ese orientalismo. Pero es una persona tan poliédrica que ha tocado la literatura, la filosofía, la pintura, que sería injusto dejarlo ahí.
–La India combina esa modernidad tan fuerte con un pasado que está presente, ¿cómo se puede pensar esa mixtura?
–Allá las contradicciones no pesan. Si nosotros tendemos a decir "esto" o "aquello", para ellos "esto" es "aquello". Si vas a un mercado en Calcuta puedes leer a Marx, Tagore y también a Neruda. Hay revistas en bengalí que publican poemas de Neruda u Octavio Paz. Es un lugar ideal donde se encuentran Occidente y Oriente y conviven realmente.
–En el trabajo como corresponsal, la cuestión política se plantea como un elemento central, ¿cómo se incorpora en usted ese aspecto?
–Creo que lo que me resulta intolerable es la violación de los derechos humanos que muchos gobiernos llevan a cabo. Se ha tendido a justificar a gobiernos por su signo ideológico, pero también los violan. Yo como periodista no lo hago, sino que cuento lo que veo. Creo que uno de los grandes retos de este siglo XXI es qué hacemos con el avance de la derecha y de la xenofobia. He pensado mucho pero no tengo una respuesta. Sin embargo es el asunto político que más me preocupa, no sólo a nivel periodístico, sino a nivel humano y personal. No sé cuál es la forma periodística de abordar esto. Hace poco fui a la frontera sur en España y asistí a un acto de un partido de extrema derecha llamado Vox, y al final no lo incluí en la crónica. Pensé que no era significativo, pero aún hoy tengo dudas.
–Ese partido tuvo un acto que causó mucho impacto y adhesión en Madrid.
–Esa es la cuestión de la crónica, ya que pone en juego la primera persona. Martín Caparrós en un texto en Sri Lanka sobre pedófilos en cierto momento se pregunta qué hace junto a ese tipo de personas allí. Es que al hijo de puta también debemos conocerlo, y es una obligación periodística que lo conozcamos. Y es una cuestión compleja: muchas veces los verdugos son víctimas también. La crónica tiene la ventaja de que ese tipo de conflictos tienen espacio. Para mí la primera persona tiene sentido cuando presentas un conflicto. Yo también he hecho esa crónica, mea culpa, que dice: 'Estoy aquí, hago esto', pero cuando la crónica se pregunta: '¿Por qué estoy aquí, por qué hago esto?' también traslada el conflicto al lector. Y lo hace reflexionar.
–Usted pudo ver el conflicto de los refugiados desde ambas visiones: desde el europeo receptor y la del que se va, del refugiado.
–He tratado de realizar un trabajo sobre la experiencia de los refugiados, desde ese punto de vista. Desde el conflicto de la guerra, pasando por la huida, los campos, la ruta y los destinos. Me gustaría hacer un trabajo sobre un punto de vista sobre la sociedad receptora, que puede tener una actitud xenófoba o solidaria, aunque creo que tiene esos dos términos.
–En Europa están las posiciones de Suecia o Alemania de fronteras abiertas o la italiana o española, ¿cómo las evalúa?
–España ha sido precursora en las posturas restrictivas. Su ubicación estratégica hizo que trataran de evitar que la gente llegue. El Partido Popular fue restrictivo. El Partido Socialista, que ahora gobierna, tuvo algún gesto aperturista. Pero de conjunto los dos partidos han tenido una política restrictiva y pionera en Europa. Ahora en Italia con Salvini y la Liga Norte ya se usa ese tema como una cuestión electoral para ganar votos.
–También sucede que sociedades como las de Europa Oriental son las más reticentes a la inmigración, cuando son las que menos inmigrantes reciben.
–Eso es fundamental, porque hay partidos que crean una realidad que no existe pero que un sector cree o elige creer. Y es un tema que está cambiando gobiernos. Los partidos con una agenda antiinmigración puede ganar elecciones por eso. Un partido con políticas más solidarias puede ganar elecciones, pero no por eso, sino que es un punto más entre otras cosas.
–Para terminar, ya que usted vive en Barcelona, ¿cómo ve la cuestión de la independencia catalana?
–En enero se realizará el juicio pendiente a los líderes catalanes. Ahora estamos en una especie de impasse. El año pasado fue una época trepidante. Es una cuestión que seguirá. Si Cataluña se independizara, tendría una relación con España. En el caso contrario, hay cuestiones pendientes de Cataluña con el Estado español. Lo del año pasado fue de ficción. Ha faltado crónica sobre Cataluña y sobró opinión. Cada día pasaba algo nuevo, se podría hacer una serie sobre lo que pasó el año pasado.
SIGUE LEYENDO: