Herejes y patriotas: la música de la Primera Guerra Mundial de Arnold Schönberg a Maurice Ravel

Los compositores de los diferentes países que intervinieron en la guerra se subieron también a la ola nacionalista que terminaría arrasando con Europa, mientras que al mismo tiempo avanzaban en sus propias experimentaciones y en el quiebre con el mundo anterior

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(Fragmento de "Seraphita", primera de las Cuatro Canciones para Orquesta Opus 22 de Arnold Schönberg – YouTube/SymphonyDSCH)

"¡Ahora llega el ajuste de cuentas! Ahora haremos esclavos de estos mercaderes del kitsch, y les enseñaremos a venerar el espíritu alemán y adorar al Dios alemán", expresó el compositor austríaco Arnold Schönberg al inicio de un conflicto europeo que luego, a fuerza límites rotos y masacre sostenida, llegaría a ser conocido como la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

La cita, entre alarmante y caricaturesca y reproducida por el historiador Alex Ross en su libro "El Ruido Eterno", rozará lo trágico décadas después con la llegada del nazismo al poder y la emigración forzada de Schönberg, un vienés judío, a los Estados Unidos.

Pero en esos años tan prolíficos e inestables para la música clásica, sin embargo, muchos compositores se lanzaron a la guerra con el mismo nacionalismo entusiasta, y en especial franceses y alemanes, tan aptos al simbolismo, creyeron ver en las trincheras de Francia una arena de choque entre proyectos, escuelas y culturas.

Al comienzo de la guerra
Al comienzo de la guerra Schönberg vio en el conflicto una oportunidad para avanzar en contra de la “decadencia” de la música francesa (Shawn Moses and Jason Jellison)

Schönberg, en particular, ya se había hecho conocido en Europa como un compositor experimental, con un pie en los pilares históricos de la música alemana, Johann Sebastian Bach y Wolfgang Mozart, y otro en el atonalismo, la liberación de las relaciones de tonos, las armonías y los acordes que habían regulado hasta entonces casi toda la música europea, en un camino iniciado en el medioevo y afianzado en el barroco hasta llegar a los comienzos del siglo XX.

Ya en ese momento, y aún hoy, Schönberg era conocido por una temprana obral tonal, el poema Verklärte Nacht (La Noche Transfigurada) estrenado en 1899 inspirado en textos del poeta Richard Dehmel.

Pero cuando estalló la guerra había compuesto obras en el atonalismo, como el Cuarteto de cuerdas N°2, que incluía una soprano para cantar textos de Stefan George, las cinco piezas para orquesta o el Pierrot Lunaire, entre operetta y melodrama. Y tras la conclusión del conflicto en 1918 comenzaría a sentar las bases de su propia teoría y sistema de composición, el llamado dodecafonismo, con ayuda de sus discípulos Anton Webern y Alban Berg.

Retrato de Arnold Schönberg por
Retrato de Arnold Schönberg por el pintor austríaco Egon Schiele

La Primera Guerra Mundial, de cuyo armisticio se cumplirán 100 años el próximo 11 de noviembre, estalló en julio de 1914 cuando el compositor tenía 42 años, quien rápidamente creyó ver en el asalto de los ejércitos alemanes, aliados del imperio austrohúngaro bajo el cual vivía, un ajuste de cuentas y golpe fulminante a la "decadente" y "burguesa" música francesa de Hector Berlioz, Maurice Ravel y Claude-Achille Debussy.

Schönberg fue convocado al ejército austriaco en 1915, pero debido a su edad nunca fue destinado a unidades de combate, y para 1917 su mala salud le significó la baja. De los años de guerra extrajo una sola obra: las Cuatro Canciones para Orquesta y Mezzosoprano Opus 22, la última escrita en el atonalismo y punto bisagra en su carrera.

Los historiadores de la música han ubicado a Schönberg dentro de la escuela expresionista alemana, o segunda escuela de Viena, enfrentada, de alguna manera, a los impresionistas franceses, y dentro de ese paraguas tan amplio del modernismo que pareció dar rienda suelta a "herejes" de todo tipo a comienzos del siglo XX, envalentonados por la posibilidad de romper con las convenciones de un mundo viejo y abrir las puertas a uno nuevo y definitivo.

La “tierra de nadie”, el
La “tierra de nadie”, el espacio entre las dos trincheras de vanguardia enfrentadas, en Flandes

Según sus propias palabras, Schönberg compartía con pintores contemporáneos como Vasili Kandisnky o Franz Marc la "subjetividad pura" y la "eliminación de la voluntad consciente en el arte", como señaló el historiador Peter Gay en su libro "Modernism: the lure of heresy" (Modernismo: el atractivo de la herejía).

Y como ellos, compartía la necesidad de crear dentro de una tradición cultural. "He hecho un descubrimiento que asegurará la preeminencia de la música alemana por los próximos cien años", escribió en una carta a un discípulo en 1921, mientras desarrollaba el dodecafonismo, un sistema de tratamiento equivalente para los 12 tonos de la escala occidental.

El auge del Nacional Socialismo y la consolidación de Adolf Hitler en el poder en 1933 puso a prueba el nacionalismo de Schönberg, que debió emigrar ese mismo año a los Estados Unidos no sólo para salvar su vida ante una deportación casi segura a los campos de exterminio, sino también porque su música vanguardista y experimental iba en contra de la visión conservadora y tradicionalista de los nazis, que dieron su propia batalla cultural contra el mundo.

La "tierra de nadie" de la música

Del otro lado de las trincheras, el alambre de púas y los cráteres lunares provocados por la artillería, Francia parecía ver a la guerra como un combate por la supervivencia pero también como una arena cultural, tanto ante los alemanes como entre ellos mismos.

(Fragmento de Passacaille, tercer movimiento del Trío para Piano, Violín y Violoncello de Maurice Ravel – YouTube/UCTV)

La invasión alemana de agosto de 1914 provocó una ola de patriotismo entre los músicos franceses, ya afincados desde antes en el rescate de lo nacional  y debatidos entre la sombra de Camille Saint-Saëns, fiel representante de la escuela romántica del siglo pasado y con 80 años de edad al inicio de la guerra, y las innovaciones de Debussy, catalogado con la polémica etiqueta de "impresionista", tomada prestada de la pintura por su sugestión y creación de atmósferas, pero representante, al fin y al cabo, del modernismo en auge.

Debussy había sido una admirador del compositor alemán Richard Wagner en su juventud, y había tenido serios desencuentros con otros músicos franceses además de Saint-Saëns, pero en los años de la guerra, que serían sus últimos de vida, se lanzó de lleno al patriotismo, firmando sus obras como "músico francés" y componiendo incluso algunas canciones sobre el conflicto, como "Noel des enfants qui n'ont plus des maisons" (Villancico para los niños que ya no tienen hogar). Murió, a los 56 años, en 1918 y en medio de un bombardeo alemán sobre París.

Algo más joven y con una carrera apenas despegando, Maurice Ravel, otro catalogado "impresionista", tenía 39 años cuando estalló la guerra y desde el principio intentó alistarse en el ejército francés.

Maurice Ravel en el piano
Maurice Ravel en el piano en 1914

Lo rechazaron por su edad y su debilidad física, y trató de convertirse en aviador. Tampoco lo logró, pero a fuerza de su insistencia fue finalmente reclutado como conductor de un camión de abastecimiento y sirvió durante la Batalla de Verdún, una verdadera carnicería entre alemanes y franceses en 1916.

"¡Sé muy bien que trabajo por la patria haciendo música!", había declarado Ravel en una carta a un amigo dos años antes, de acuerdo a la biografía del músico escrita por Alexis Roland Manuel.

En Verdún, Ravel manejó incesamente su camión al servicio de un regimiento de artillería que parecía no calmar nunca su hambre de municiones: durante los nueves meses que duró la batalla cerca de 750.000 soldados de ambos mandos resultaron muertos, heridos o desaparecidos, sin un desenlace claro. Y durante un descanso en la retaguardia en aquel tiempo el compositor aseguró "no haber sido nunca tan músico: la inspiración desborda en mí, proyectos de todo tipo, música de cámara, sinfonías, ballets. No hay más que una solución: el fin de la guerra, o mi regreso al frente".

Ravel en 1916. Viste el
Ravel en 1916. Viste el uniforme del elército francés y un enorme abrigo de piel ya que como conductor de camiones, sin cabina, estaba expuesto a los elementos

Por otro lado, Ravel se opuso enérgicamente al movimiento que buscaba prohibir la ejecución de obras de compositores austríacos y alemanes que avanzaba en toda Francia. "Poco importa que Schönberg, por ejemplo, sea de nacionalidad austriaca. No deja por ello de ser un músico de alto valor cuyas búsquedas han tenido una feliz influencia en compositores aliados y hasta en nosotros", insistió.

La primera obra de Ravel afectada por la guerra, de alguna manera, es su trío para piano, violín y violoncello, que debió terminar rápidamente cuando comenzó el conflicto para que no interfiriera en sus planes de marchar al frente.  

Pero es quizás la "Le Tombeau de Couperin" (La tumba de Couperin) su pieza más famosa proveniente del conflicto, primero en versión para piano y luego orquestada. Aunque el título de esta obra de 1917 hace referencia al compositor francés del barroco, François Couperin, sus seis movimientos están dedicados a siete de sus amigos muertos en combate.

Así, el preludio fue para el teniente Jaques Charlot, también compositor, y el Rigaudon a los hermanos Pierre y Pascal Gaudin, amigos de la infancia de Ravel y muertos juntos por un mismo proyectil de artillería en 1914, entre otros.

Ya en la posguerra el músico volvería al conflicto como inspiración para su obra con el Concierto para la mano izquierda en Re Mayor, compuesto a pedido del pianista austríaco Paul Wittgenstein, quien perdió el brazo derecho en combate.

Hermano del filósofo Ludwig Wittgenstein, que también peleó en el conflicto, Paul encontró en Ravel un aliado para continuar con su carrera pese a todo.

(Fragmento de "The Lark Ascending", de Ralph Vaughan Williams – YouTube/Australian Chamber Orchestra)

Partituras de guerra en toda Europa

La Primera Guerra Mundial movilizó a prácticamente todas las fuerzas de la sociedad en un conflicto industrial de cuatro años de duración que dejó un saldo de casi 20 millones de muertos.

En Inglaterra el folclorista Ralph Vaughan Williams, que sirvió en el cuerpo médico del ejército británico, escribió durante los primeros años del conflicto su popular "The Lark Ascending" (La alondra ascendiendo) para violín y piano, luego orquestado. Y Gustav Holst, reconocido por la suite "The Planets" (Los planetas), estrenó su "Ode to Death" (Oda a la muerte) en 1919, un año después del final del conflicto.

Mientras que en Hungría, en ese entonces unida a Austria bajo el Imperio, dos compositores de enorme influencia actual, Béla Bartók y Zoltan Kodaly, siguieron escribiendo mucha música, atravesados por una guerra cuyos efectos políticos, geográficos y culturales continúan hasta nuestros días.

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