Horacio Castellanos Moya: “La mejor industria de El Salvador es expulsar a su gente”

En el marco de su participación en el FILBA, el autor salvadoreño dialogó con Infobae Cultura sobre su última novela, “Moronga” y la reedición de su ópera prima, “La diáspora”. El desarraigo, las migraciones, el ascenso de la derecha y la figura del poeta Roque Dalton, entre otros temas

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Horacio Castellanos Moya
Horacio Castellanos Moya

Horacio Castellanos Moya es un autor de destierros, personales y literarios. Un escritor que debió abandonar El Salvador por la guerra, pero volvió para tener que irse otra vez, que vivió en países tan disímiles como Alemania y Japón, entre otros, y que hoy, residente en EE.UU., se resiste a abandonar su nación y resiste, aunque sea en su literatura.

Este año, el autor de novelas, cuentos, ensayos y poemas, nacido en Tegucigalpa, Honduras, estrena y reestrena novelas. Por un lado se publicó su última obra, Moronga, y salió por primera vez para Latinoamérica su ópera prima, La diáspora (ambas por Random House), por la que obtuvo el Premio Nacional de Novela Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas".

“Moronga” y “La diáspora” (Random House)
“Moronga” y “La diáspora” (Random House)

En el marco de su visita a Argentina para participar del FILBA, en dialogo con Infobae Cultura repasa una vida literaria de búsquedas y de cómo aquellas experiencias logran "permear a sus personajes"; reflexiona sobre el giro a la derecha de Brasil, como también sobre los movimientos migratorios en Latinoamérica y recuerda la importancia de la figura poética de Roque Dalton, entre otros temas.

"Moronga es una novela que viene de la saga alrededor de la familia Aragón, como Donde no estén ustedes, Desmoronamiento, Tirana memoria, La sirvienta y el luchador y El sueño del retorno. Moronga parecía que era una culminación de todo ese mundo de El Salvador y Honduras, de esta familia involucrada en cosas políticas y desgarradas con las contradicciones, pero tendrá continuación. Por otro lado, La diáspora forma parte del primer grupo de novelas, que está más estrictamente relacionadas con la época de la guerra y la posguerra. Con personajes que también se repitieron de una a otra novela. Es un ciclo que se mantiene abierto", comenta.

-Más allá de que los libros pertenezcan a dos grupos diferentes tienen una conexión. Desde los personajes y las cuestiones que los movilizan, lo que buscan, ese descreimiento de lo ideológico a partir de la propia experiencia.

-Las dos novelas están relacionadas de manera indirecta, no directa, como sucede con El sirviente y el luchador, donde ahí aparece el mismo personaje de Moronga cuando es guerrillero, cuando está entrando a los comandos urbanos. Entonces eso sí es una relación directa, el mismo personaje, solo que 30 años después, envejecido y derrotado. En este caso, el de las dos obras, más bien es indirecto porque son personajes radicalmente distintos, pero con una cosa en común: están peleándose en contra de una forma de entender el mundo, contra una ideología y contra una estructura de poder que no les convence.

El autor salvadoreño participa de la décima edición del FILBA
El autor salvadoreño participa de la décima edición del FILBA

También hay en los libros una relación con el desarraigo, pero con un desarraigo que no solo es extrañar o recordar, sino que deviene en una construcción de identidad o en la búsqueda de esa identidad.

-En el caso de Moronga son personajes que salen de su país, no quieren regresar y en ese sentido están desterritorializados. No quieren, incluso, recordar lo que fue el país, quieren pasar desapercibidos. Pero los dos tienen el problema de que la memoria los apabulla, entonces sus problemas de identidad, de desarraigo, pasan por el filtro de la memoria. Y por más que ya no quieran y no tengan tantos vínculos con el país, sus acciones cuando estuvieron allí, la forma en que el país los hirió, les crea una contradicción entre pertenecer, tener una identidad del país, pero al mismo tiempo no la reconocen, se quieren reconocer en otras cosas.

Usted nació en Honduras, adopta El Salvador como nación y vivió en México, España, Alemania, Japón y ahora en EE UU, países con culturas muy diferentes. ¿Tiene en su obra literaria esta cuestión de la búsqueda de la pertenencia, de la identidad?

-Sí. Digamos que no me lo planteo de manera explícita en los libros, porque la literatura no sale así, las ficciones se gestan de otra forma, pero creo que como problema personal del escritor, como problema vital del escritor, se expresa en los libros. No como un plan o como un propósito muy definido que yo tenga, no es que pienso "yo quiero escribir novelas que hablen sobre identidades". Yo nací en Honduras, de padre salvadoreño y con esa nacionalidad según la ley. Vivo en El Salvador más de 20 años, me toca todo el periodo de la guerra, me voy a México y allí sigo obsesionado con lo de la guerra en mis 10 años de exilio. Luego regreso, estoy 6, 7 años en El Salvador por proyectos periodísticos hasta que me tengo que ir porque publico El asco, que me crea una situación incómoda. Comienzo a vivir en muchos lugares y entonces la sensación de desarraigo es muy fuerte. Yo creo que esa sensación tan personal de una forma inconsciente se filtra o permea a muchos de mis personajes.

(Lihue Althabe)
(Lihue Althabe)

El desarraigo sigue siendo un tema de actualidad. Solo hace falta ver las noticias para ver las olas migratorias en el mundo, de África hacia Europa, por ejemplo. O incluso, la gran cantidad de venezolanos que abandonó su país en los últimos años. Y si se mira para atrás, la historia de nuestra región está repleta de estas situaciones, ¿es un poco una cuestión cíclica?

-Creo que ha sido cíclico, pero con diferentes tipos de ideologías y de proyectos políticos que han reventando. Lo que está en el fondo es la inviabilidad de estabilidad en Latinoamérica. No entro en los motivos, pero seguramente tiene mucho que ver con la economía, con la estructura del poder mundial y con cómo nos incorporamos con las potencias que nos determinan, pero el hecho es que uno se pregunta '¿cuándo?, ¿cuándo nos vamos a quedar un poco quietos?' Es decir, que todo esto sea estable, que el juego democrático sea como uno se lo imagina y no sucede, las cosas revientan por un lado o por el otro. Puede reventar por el lado de Maduro o por el lado de Brasil ahora.

En el caso de Brasil y la gran posibilidad de que Jair Bolsonaro, un ex militar de pensamiento fascista, se convierta en presidente hay un regreso hacia un tipo de ideología que parecía, hace solo pocos años, una cuestión de grupos menores. Lo mismo sucedió con Donald Trump, que no muchos imaginaban que podía acceder al gobierno a partir de su discurso.

-Yo lo que veo es que se están produciendo fenómenos pendulares en los países muy grandes. En EEUU se pasa de Obama a Trump, de un polo al otro. Electos, aún con los cuestionamientos que pueda tener el sistema electoral de cada país. Y ahora pues, en Brasil, después de todo un período de la izquierda, con Lula y con Dilma, hay un movimiento pendular al fascismo. En México es lo opuesto, porque había estado en manos de una derecha civilizada, pero hace un movimiento pendular hacia una izquierda muy sui generis. En El Salvador tenemos 10 años de un gobierno de izquierda, la ex guerrilla que se convirtió en partido político y gobierna, pero ya fue derrotada en las elecciones para diputados y ya asumen que sucederá lo mismo en marzo en las presidenciales y va a volver la derecha. ¿Por qué sucede? Cuando veo lo de Bolsonaro y la razón es que "los mercados lo apoyan", me pregunto "¿qué son los mercados?, ¿una entidad angelical, una entidad abstracta?" Y los mercados son un grupo de gente que maneja una cantidad de dinero entonces, ¿por qué lo necesitan?, ¿por qué necesitan a Trump?

(Lihue Althabe)
(Lihue Althabe)

En ese péndulo, no cree que un poco pasa como en sus novelas. Me refiero a que hay una crisis de identidad en sociedades que no se reconocen a sí mismas y que no saben cómo acomodarse, interpretar su historia y que terminan eligiendo extremos.

-Eso es lo más triste. La polarización y en los casos en que se da el odio es aún peor. ¿Por qué la gente vota a estos personajes?, ¿qué es lo que está pasando en estas sociedades?, ¿vamos a volver al concepto de que la gente es borrega y es tonta entonces vota por esto? ¿o lo hace con total conciencia? Nos produce hacernos preguntas que ya no nos realizábamos: "¿qué tipo de electorado somos?, ¿qué tipo de naciones tenemos?, ¿por qué la gente va a votar por Bolsonaro o votó por Trump?" Algo que desde nuestro punto de vista es impresentable. Es algo que yo no he logrado entender y que nadie ha sabido explicarme. En un momento en el mundo en que nunca ha habido tanta posibilidad de acceder a la gran cantidad de información circulando, tanta interconexión, la gente vota… eso. Es muy extraño. Pareciera que hay poderes ocultos y no tan ocultos. Aparecen los grandes medios diciendo que los mercados apoyan eso y me pregunto por qué si las bolsa financiera, si los mercados, que tienen dueños, si pudieron funcionar antes con Obama o con Lula ahora necesitan a Trump y Bolsonaro. ¿Qué está pasando con las formas económicas de acumulación y de construir las sociedades de estos países?

Regresando al tema de la identidad y del territorio, en Moronga usted sale por primera vez del territorio de Centroamérica y México y se centra en EE.UU., ¿por qué?

-En primer lugar porque yo salí. Hace alrededor de 10 años que estoy viviendo en EEUU, pero mi excepcionalidad no existe. Del 25 al 30 por ciento de la población salvadoreña vive en EEUU. Es altísimo. Y envía remesas a El Salvador superiores a todas las exportaciones y producciones. El país vive de exportar gente, de exportar pobres que vayan a ganar dinero a EEUU. para que lo envíen, funcione el mercado interno y se lucren los detentadores de los mecanismos financieros a través de los cuales llega ese dinero. Entonces era normal que los personajes formen parte de esa ola migratoria que se va hacia el norte, esa es la naturalidad. Me pareció que no había necesidad de forzarlo.

Sea por cuestiones climáticas o políticas, por la guerra o ahora las pandillas, El Salvador parece estar marcado por la tragedia.

El Salvador es como un perro que da vueltas tratando de morderse la cola. El gran avance del país, paradójicamente, es la expulsión de su gente. Al no haber oportunidades y tener unas de las tasas de criminalidad más altas del planeta, el nivel de homicidios por habitante, obliga a la gente a irse. Y la gente que se va adquiere nuevas perspectivas, pero eso no cambia al país. La mejor industria de El Salvador es expulsar a su gente.

Roque Dalton

Otro tema que aparece en La diáspora y en Moronga, como en otras de sus obras, es la figura del poeta Roque Dalton, ¿qué simboliza?

-Simboliza varias cuestiones. Por un lado, la tragedia de ser escritor en El Salvador. El hecho de que el más importante poeta de un país sea asesinado en su propio país por sus camaradas. Es peor que el caso de Federico García Lorca, que lo mataron sus enemigos. A Dalton lo mataron sus compañeros de lucha. Entonces eso creó como una fractura, en cuanto a cuál es la relación de este país con su literatura y sus escritores, por eso creo que es muy importante. Hay una razón más personal y es que yo me formé a la sombra de lo que él escribía. No lo conocí, pero era el referente, él era el único escritor que decía cosas que a mí me interesaban. Una poesía sardónica, sarcástica, jodedora, que tenía su faceta muy revolucionaria, pero que a la vez se reía de eso. Era un poeta complejo, no como esos poemitas panfletarios que se conocen de él. Entonces mi generación queda huérfana, él normalmente hubiera sido como el padre, como si hubieran matado a Borges aquí, entonces los narradores quedan como huérfanos. Y eso que aquí hay una legión de escritores, una literatura muy vital, pero en El Salvador hay tan poco. Fue un hecho que nos dejó un gran vacío. Y hay más razones relacionadas con la justicia, el hecho de que nadie haya sido juzgado, que los asesinos estén vivos y que el mismo gobierno de izquierda les de empleo, entre otras cosas. Es un caso espinoso, no resuelto.

 

Fotos: Lihue Althabe.

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