Cine con niños: volver a la infancia en tres películas

Una selección de films recientes, de fácil acceso, que se pueden compartir con los más pequeños del hogar y, a la vez, como decía Disney, están pensadas “para el niño que tiene todo adulto adentro”

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“Madagascar 3”, “Trolls” y ¡Sing!
“Madagascar 3”, “Trolls” y ¡Sing!

Es cada vez más común mirar películas con los niños del hogar, en mi caso, con mi hijo de dos años. Está bien: con dos años puede ver conmigo fragmentos de Duro de Matar o Halloween porque a) no entiende y por ende b) no se asusta (aún). Pero también vemos películas mal llamadas "infantiles", diseñadas para que disfrute toda la familia.

Vale una aclaración: por lo general las películas "infantiles" son solo "pueriles", es decir que las hace un adulto que no tiene idea de lo que piensa un chico e imagina (con la billetera y no con el cerebro) qué le puede gustar. Sobran ejemplos. Las mejores películas familiares son las que no están hechas "para chicos" sino, como decía Disney, "para el niño que tiene todo adulto adentro".

Suena a frase demagógica -un poquito lo es-, pero implica lo que decía Nietzche: "La madurez del hombre consiste en reencontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño". De prqueños creemos que los hombres pueden volar, que los perros pueden hablar, que las hadas van a cumplirnos un deseo y que los dragones nos pueden incendiar la casa. Creemos en el Cuco y creemos en Batman. También sabemos cuándo estamos jugando y cuándo no. Cuando aprendemos los límites de la física y de la sociedad, perdemos ese sentido de lo maravilloso posible. Encontrar obras (libros, canciones, imágenes, películas) que nos permiten creer en la fantasía es para aplaudir. Dado que mi campo es el cine, la idea aquí es recomendarles películas que pueden compartir con los chicos en un sentido amplísimo. Ser niños otra vez, ¿qué más se puede pedir?

Vamos con algunas que andan dando vueltas por el on demand (o que son sencillas de conseguir, además son recientes).

Madagascar 3-Los más buscados

En primer lugar, no es necesario ver las dos películas anteriores. En segundo, el diseño se hace cargo de algo que ya sabía Disney: la animación siempre es caricaturesca, por lo tanto Madagascar 3 abreva en el surrealismo desatado del cartoon clásico, descree de la verosimilitud, aprovecha el absurdo y logra incluir algunas secuencias antológicas. Los primeros veinte minutos, donde animales destrozan el casino de Montecarlo, huyen en una van de potencia "Nucular" (no "nuclear", claro), son perseguidos por una loca de Control de Animales (sensacional trabajo de voz de Frances McDormand) y terminan en un avión a pedal son una joya del vértigo animado.

Pero más tarde hay algo genial: lo que empieza como una parodia del Cirque Du Soleil se convierte en un momento de puro diseño abstracto y alocado, con Fireworks de Katy Perry sonando de fondo. Ahí el disfrute es el del puro cine moderno: las imágenes jugando libres pero perfectamente integradas a la trama.

El coguionista de la película es Noah Baumbach (Historias de familia, The Meyerowitz Stories), y se nota en dos cosas: la precisión de diálogos que llegan a cimas del nonsense ("Somos ricos, no van a detenernos las leyes de la física") y en los apuntes laterales, un poco adultos, emotivos que adornan la historia de un montón de bichos que se largan a ser libres con un circo volador. Más o menos lo que querría cualquiera. De tres años en adelante funciona perfecto.

¡Sing! Ven y canta

Este es un musical clásico "de bambalinas": la historia de un teatro y un espectáculo que fracasa para luego triunfar. Hay un empresario en dificultades que monta algo así como un reality show para salvarse, con un falso premio de u$ 100.000 como gancho.

Los personajes que arman el programa conforman un muestrario interesante: un ama de casa que ama la música y cuyo marido un poco la ignora; una chica que tiene la mejor voz del mundo pero le teme al público; el hijo de un asaltante que no quiere seguir los pasos del padre sino cantar; una cantante que vive a la sombra de su novio; un crooner excelente que se gana la vida tocando en las calles.

Todos los personajes están interpretados por animales y el repertorio es un conjunto de clásicos pop que enaltecería cualquier discoteca, desde el enorme standard de Johnston y Burke Pennys from heaven, hasta Shake it off!, de Taylor Swift, pasando por el megahimno Don't you worry about a thing, de Stevie Wonder. Lo de la "animalidad" es la manera de satirizar a los humanos y que la fantasía sea consistente. Hay momentos muy emotivos y el final, con el show en vivo, es muy Muppets. Otra película sobre la relación entre felicidad y vocación. También se puede ver con chicos de tres años para arriba.

Trolls

Un documental sobre el pop sería mucho menos efectivo que esta película para explicar su importancia en nuestras vidas. Es otro musical: tiene un par de covers (September, de Earth, Wind & Fire; Clint Eastwood, de Gorillaz; Hello, de Lionel Ritchie; I'm coming out, de Diana Ross; True Colors, de Cindy Lauper) y cinco temas originales de Justin Timberlake, productor y voz de uno de los personajes.

La banda de sonido es extraordinaria, pero no es un adorno sino que -como sucede en el gran musical clásico- va desarrollando la trama: cómo el arte (y sobre todo, el arte popular) causan y reflejan la felicidad. La felicidad, su naturaleza y cómo obtenerla, son el gran tema de este cuento. Los trolls son felices, viven cantando, abrazando y bailando. Los Bergens (o "Bertenos" en la versión castellana, que es, por una vez, tan buena como la original aunque traduzca las canciones) son amargados y creen que solo se puede ser feliz comiendo trolls.

La historia es el rescate de los pequeños felices de las fauces de los grandotes amargos, y la solución pasa por cantar y bailar, ni más ni menos. El diseño de la película es de una enorme originalidad: todo es texturas de peluches, telas, papeles de colores. El ambiente está lleno de bichos inventados que llegan al colmo de lo psicodélico.

En gran medida, hay algo de homenaje a la era disco y a la ilustración infantil de los años setenta. Solo prestar atención a esos detalles genera un enorme placer estético. Pero hay algo más: la idea de que la felicidad sucede en cualquier momento, incluso aunque hayamos sufrido una gran tragedia (vean la historia del personaje de Branch -o Ramón en castelano). Y que nada es más lindo que compartir los momentos felices con amigos. Incluye algunos grandes gags irónicos y de humor negro que no molestan a nadie. Por lejos, de lo más original que se hizo en animación en los últimos años. Para cualquier chico que se quede delante de una pantalla, sin límite de edad.

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