Es su primera visita a la Argentina y lamenta que sea fugaz. "Debo volver para dar clases, pero me gustaría regresar, sin dudas", comenta Steven Pinker, profesor de psicología en la Universidad de Harvard, psicólogo experimental, científico cognitivo, lingüista y escritor canadiense, que llegó al país para brindar la charla abierta que se realiza hoy en el CCK, en el marco del Programa Argentina 2030, organizado por de la Jefatura de Gabinete de Ministros.
La exposición Pesimismo vs optimismo: una mirada sobre el progreso global está basada en su última publicación, En defensa de la Ilustración (Paidós, 2018), en la que realiza un viaje histórico a través de distintos aspectos que hacen a la vida, tanto privada como en sociedad. Así, analiza los cambios que se produjeron en temas que van desde la salud, el tiempo de ocio y la inequidad social al medio ambiente, la democracia, la distribución de la riqueza hasta la igualdad de derechos, el conocimiento y la felicidad.
El diálogo con Infobae Cultura se produjo antes de su reunión en Casa Rosada, donde fue recibido por el presidente Mauricio Macri, el jefe de Gabinete de la Nación, Marcos Peña, y el director del programa Argentina 2030, Iván Petrella. Allí dialogaron por media hora sobre los desafíos para la democracia como el populismo, la disrupción tecnológica y el cambio climático, entre otros temas.
Para Pinker, autor también de La tabla rasa: negación moderna de la naturaleza humana (Paidós, 2003) o Los ángeles que llevamos dentro (Paidós, 2012), las estadísticas, los datos, revelan de manera clara que la visión pesimista que se tiene con respecto al mundo está lejos de la realidad, y que la vida en el planeta, tal como lo conocemos, es mucho mejor que lo que podemos percibir a través de los medios. Eso sí, siempre se puede -y se debe- mejorar, aclara.
–En su libro usted se encarga de derribar la percepción que tenemos del mundo a través de 75 gráficos de diferentes temas y más allá de que todos los indicadores le dan razón, seguimos siendo pesimistas, ¿por qué sucede?
-No discuto que las personas deban ser optimistas en el sentido de que tengan una actitud positiva o ver que el vaso está medio lleno, más bien ser conscientes de los datos. Y mucha gente no lo está porque la imagen del mundo que tenemos a través del periodismo, que es muy diferente a la imagen que tenemos cuando miramos los datos. Esto sucede porque todo lo que va mal en un mundo de siete billones de personas, si hay una guerra, una explosión o un ataque terrorista llega a los titulares, leemos sobre ellos y todos los avances, como que cada vez menos países tengan guerras, que las personas vivan más y que menos niños mueren por enfermedades nunca son noticia, porque nunca suceden de golpe en un martes.
Y agrega: "Entonces, yo cuento la historia en gráficos, porque es la manera que tenemos de apreciar cuánto ha progresado el mundo. Por ejemplo, si pensamos en las muertes sucedidas en guerras desde 1945 el gráfico desciende. No es que reducimos las guerras a 0, puedes leer el periódico y pensar que se producen tantas guerras como siempre y de hecho hay una guerra terrible en Siria, pero incluso con esta guerra civil las tasas de muertes en guerras es menor que en los 80, los 70 o los 50. Los mismo sucede con los crímenes violentos. Todavía existe y cuando sucede lo lees en los diarios, pero hay menos de los que había. Las tasas de homicidios han descendido en la mayoría de los países, como con las tasas de muerte por enfermedad y así. Medida tras medida del bienestar humano han habido avances. No es sobre si apreciamos esos avances, aunque eso también es importante, pero comienzo con al menos estar al tanto que esos avances sucedieron y la mayoría de la gente ni siquiera lo sabe".
En ese sentido, tanto el libro como una famosa Ted Talk, el miembro electo de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, resalta: "Hace 250 años el 90% de la población mundial subsistía en la extrema pobreza. En los países más ricos del mundo un tercio de los niños no vivía para cumplir su quinto cumpleaños. Hoy ese destino afecta a menos del 6% de los niños de los países más pobres del mundo. Y antes de siglo XVII no más del 15% de los europeos podía leer o escribir. Hoy más del 90% de la población mundial menor de 25 años puede leer y escribir".
En otro de los ejemplos, compara datos de 1988 con los de 2017: Hace 30 años "hubo 23 guerras, 85 autocracias, un 37% de extrema pobreza y más de 60.000 armas nucleares", mientras que el año pasado "tuvo 12 guerras, 60 autocracias, un 10% de extrema pobreza y más de 10.000 armas nucleares".
–En su Ted Talk, usted comenta, con una dosis de humor, que los "intelectuales odian el progreso", ¿por qué lo piensa?
-Muchos científicos son muy optimistas, pero los críticos literarios y los eruditos culturales tienden a ser muy pesimistas sobre la civilización occidental. Y ha sido así desde hace 150 años, que dicen que la civilización occidental va a colapsar en cualquier momento. Yo bromeo con que los progresistas, en particular, odian el progreso. En parte porque es una cuestión de fe de la extrema izquierda que todas las instituciones son malas, corruptas y decadentes. Y si les enseñas los datos de que en todo el mundo la pobreza y el hambre están descendiendo, todavía existen, pero es menos de lo que solía ser, parece como si fuera una disculpa o una defensa del establishment y hay muchas facciones políticas, tanto en la derecha como en la izquierda, que están dedicadas a la idea de que todas nuestras instituciones están al borde del colapso y que solo le hacen un mal a la gente.
–¿Cuáles son los peligros del pesimismo para la población?
-Hay mucha gente que dice que debemos ser pesimistas porque si miramos el progreso vamos a ser complacientes. Vamos a fallar en darnos cuenta en cuáles son los problemas que debemos resolver. Yo creo que el peligro está en la otra dirección. Sin dudas que debemos estar conscientes de los problemas y buscarles solución, pero si piensas que todos los esfuerzos que las personas han hecho no produjeron ningún avance, entonces estás abierto al fatalismo, que es pensar 'por qué vamos a mejorar las cosas si no importa qué hagamos todo empeora' o 'por qué tirar dinero bueno en malas causas' o 'los pobres van a existir siempre y no hay nada que puedas hacer al respecto'. Sabemos que eso está mal, que si atacamos la pobreza, si atacamos la corrupción, si atacamos el analfabetismo y las enfermedades no podemos hacerlos desaparecer, que lleguen a cero, pero podemos reducirlas un montón. El segundo peligro es el radicalismo. Si piensas que todas nuestras instituciones son tan disfuncionales, y que no hay esperanza de mejorarlas eso puede llevar a líderes radicales que digan 'vamos a destruir todo porque todo lo que surja de las cenizas va a ser mejor que lo tenemos ahora, no puede ser peor'. Y sabemos que eso está mal, las cosas se pueden poner mucho peor.
–Esa mirada radical lleva al populismo, a las dictaduras. En esta región del mundo hubo diferentes gobiernos populistas, con diferentes matices, pero nadie esperaba que sucediese lo mismo en EE.UU, con Donald Trump, ¿por qué el populismo resurge en diferentes partes del planeta?
– El hecho de que la imagen que tenemos del mundo es generalmente tan negativa alimenta la plataforma de los populistas. Donald Trump, en particular, tuvo una campaña distópica. Decía cosas como 'no puedes caminar por la calle sin recibir un tiro', 'los niños no aprenden nada en la escuela' o 'nuestras fábricas han sido cerradas y el desempleo está fuera de control'. Todo esto es falso, las datas, los hechos, muestran que estaba equivocado. El crimen descendió, los logros escolares ascendieron y el desempleo bajó desde la Gran Recesión. Pero porque las personas, incluso en el centro o la izquierda estuvieron de acuerdo con que la situación era catastrófica, no hubo un argumento que lo contrarreste cuando decía que había que terminar con las regulaciones, cerrar la inmigración o imponer aranceles en el comercio. Nadie estuvo dispuesto a plantear el debate. Son problemas, pero debemos resolverlos basados en lo que funcionó hasta ahora, esa es una parte. Otra parte es, que especialmente en EE.UU., el apoyo a Trump no está basado en cuestiones económicas, no es porque la clase trabajadora está desempleada por la automatización o la globalización, porque ellos no apoyan medidas que alivien la inequidad económica. Trump aprobó un gran recorte de impuestos para los ricos y está tratando de recuperar cortando programas gubernamentales como el de cuidado de la salud, que ayudan a la gente con problemas económicos. Él se postuló con un programa que se oponía la corrección política, que apelaba especialmente a hombres blancos mayores que sentían que la sociedad estaba favoreciendo a todos menos a ellos, mujeres, afroamericanos, inmigrantes; hombres que habían sido dejados y que trataban de recuperar su lugar. No es claro cómo lidiar con eso, porque es importante de mejorar el estatus de mujeres y las minorías raciales, pero sin dudas si siempre se está culpando a los hombres blancos trabajadores ellos van a provocar un choque de espadas o una revuelta.
-Es de alguna manera parecida a "la grieta" argentina, esa separación en el discurso entre nosotros y ellos.
–El tribalismo político, como en las competencias deportivas de dos equipos, es muy dañino para encontrar soluciones para nuestros problemas, porque la gente simplemente va rechazar cualquier idea que venga del otro equipo. Sabemos que incluso en temas científicos, como el cambio climático y la aceptación de la evolución, muchos científicos creen que el problema es una mala educación científica, el analfabetismo científico. La gente no entiende cómo funciona la atmósfera o como dióxido de carbono afecta al calentamiento global, pero si le haces pruebas a personas que sí aceptan el cambio climático obtienen los mismos puntajes que los que no lo aceptan. Hay muchas personas que aceptan que el hombre produjo el cambio climático, pero que no entienden para nada la química de la atmósfera. Lo que sí es predecible es que mientras más a la derecha estés, más vas a negar el cambio climático. Por eso es imperativo tratar de despolitizar el tema. No es tema de la izquierda reconocer los peligros del cambio climático, es un tema humano y hay científicos, tanto en la izquierda como en la derecha, que están de acuerdo con este hecho.
-¿Cuál debería ser el rol de la educación en este tema?
-Creo que la literatura estadística debería ser una parte esencial de la educación desde la primaria. Los niños deberían aprender a pensar en términos probabilísticos y de información, cómo mirar las cosas para verificar si una consigna es verdadera o falsa. También debería haber una conciencia sobre los medios como parte de la currícula, cómo consumimos las historias y filtrar aquellas que son propaganda, las noticias falsas. Y debería haber una conciencia sobre la patología del tribalismo político. Tenemos que saber que si aceptamos todo lo que viene de la izquierda o de la derecha va a haber errores, porque nadie es omnisciente, nadie es infalible. Tenemos que aprender del mundo qué funciona y qué no. Y creo que la historia nos los dice. Si buscamos qué sociedades son felices, prósperas, exitosas, y cuáles resultaron desastrosas, las sociedades exitosas tienen una mezcla de ideas de derecha y de izquierda. Por ejemplo, tienen libre mercado, pero también un estado de bienestar regulado por el gobierno. Esto no es una utopía de la izquierda o de la derecha, pero es una mezcla ecléctica de lo que funciona.
-¿Son entonces las utopías peligrosas?
-Sí. Las utopías son peligrosas porque los humanos tenemos fallas. Las personas que llevan adelantes las utopías si les das poder abusarán de ese poder para mejorar su propia posición, se dejarán llevar por la creencia de que son infalibles. Todos los humanos cometen errores y si llevas adelante toda una sociedad y piensas que eres perfecto puedes generar desastres. Las humanos no somos hojas en blanco, existe la naturaleza humana, ciertas cuestiones de nuestra biología que siempre serán compensaciones. Por ejemplo, hay una compensación entre libertad y la igualdad perfecta. No somos todos iguales, no somos clones, algunas personas son más inteligentes que otras, otras trabajan más duro, otras son más violentos y cualquier política que quiera igualarlos debería tratar a las personas de manera desigual, porque las personas llegan al mundo de manera idéntica. Entonces debemos decidir cuánta libertad queremos compensar con respecto a la igualdad. Los humanos tienen muchos deseos que los llevan a los problemas, comemos mucho, apostamos, hacemos tonterías sexuales, no planeamos demasiado pensando en el futuro, peleamos entre nosotros. Una sociedad en que todos se comportan de manera perfecta, en nuestros intereses y en el de los demás, es una sociedad represiva, al estilo Gran Hermano, porque las personas por su cuenta no siempre van a hacer lo correcto. Entonces tenemos que compensar cuánto control gubernamental justifica si queremos que las personas tengan libertad, incluso libertad para cometer errores.
-Una idea de su libro, que regresa en temas tan diferentes como el cambio climático o la felicidad, es que nuestra forma catastrófica de ver el mundo es, por otro lado, un signo de nuestro progreso moral. Ahora sentimos más, simpatía y empatía.
-Sí. Es una paradoja de cómo apreciamos el progreso, de cómo nuestros estándares crecen. Un par de ejemplos: ahora hay una gran preocupación en EE.UU. sobre el bullying. Generalmente son chicos, pero también hay mujeres malvadas que usan las redes sociales. Hace 50 años nadie hubiese dicho que el bullying era un tema social importante, no aparecía el presidente dando un discurso sobre el tema, era simplemente lo que hacían los muchachos. Ahora nos importan las víctimas, lo que es bueno, y podemos pensar 'oh, la sociedad está cada vez peor con todo esto del bullying', y olvidamos que siempre existió, pero en el pasado no le importaba a nadie. También sucede con el acoso sexual hacia las mujeres en los lugares de trabajo. Solía ser una broma, los comediantes lo comentaban como algo simpático eso de que los jefes acosaran a sus secretarias. Hoy no es aceptable, lo que es bueno, pero si leemos los diarios podemos llegar a pensar que hay una epidemia de acoso sexual, pero siempre estuvo allí, solo que ahora nos importa.
-Hace poco hubo un debate en el país sobre si se debía aprobar el aborto libre y gratuito en el país. Finalmente, ganó el no, pero durante el debate hubo muchos discursos más cercanos al dogma, a lo religioso, ¿debe la religión ingresar en el campo de la política?
-La religión no debería tener ningún espacio en la política. En el aborto, puede haber argumentos en los dos lados, sobre si debería o no ser legal, pero ningún argumento puede venir ser 'esto es lo que mi cura o la iglesia dice', porque obviamente no todos en el país es católico o protestante, judío o musulmán. La sociedad debe abrazar a todos y debe haber razones para las políticas, no solo 'esto siempre se hizo así' o 'es la forma que dice la iglesia'.
-Sin ser optimistas, ni pesimistas, ¿cómo debemos pensar el futuro?
-Tenemos que pensar el futuro el futuro en términos de los problemas que enfrentamos y cómo resolverlos. Tener un punto de vista optimista del estilo 'no te preocupes, todo irá mejor' es irracional como también decir 'estamos condenados a una catástrofe'. Todo depende qué hagamos. Entonces en temas como el cambio climático, que es un enorme desafío, la manera de enfrentarlo debe ser cómo vamos a resolver el problema, tener la política y la tecnología correcta para prevenir el desastre y trabajar muy duro para implementar esas soluciones. ¿Lo haremos? No lo sé.
-En su último libro, usted llama a proteger las ideas de la Ilustración: razón, ciencia, humanidad y progreso, ¿están en peligro?
-Hay gente que es apasionada sobre sus creencias e ideología. Gente religiosa, nacionalista, personas que quieren volver a la Edad de Oro o que tiene ideas reaccionarias, pero las ideas realmente funcionan: democracia liberal, mercados regulados, las leyes y el sistema judicial. Esas ideas deben ser defendidas, no están en el fondo como si fueran un papel de pared. Las ideas de la Ilustración, que han mejorado la vida, necesitan un compromiso. No hace falta llamarlo Ilustración, no es un llamado a retroceder 250 años. Podemos llamarla sociedad abierta, democracia liberal, humanismo secular o cosmopolitismo. No tiene un solo nombre, pero esta familia de ideas debe ser defendida.
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