Por Miriam Molero
"La reina Victoria nos odiaba. Vino a los once años, siendo princesa, a inaugurar el Royal Victoria Park y como un periodista local publicó que había lucido desalineada, no quiso volver más. Incluso sesenta años después, ya reina, cuando pasó con su tren de camino entre Bristol y Londres dicen que mandó a bajar todas las ventanillas para no ver la ciudad y para que la gente de aquí no pudiera verla a ella".
Esta es, palabras más, palabras menos, la carta de presentación de Bath que en lugar de jactarse de haber sido la elegida por la flor y nata de la sociedad británica, la única bendecida por aguas termales, rincón irremplazable de la memoria georgiana, Patrimonio de la Humanidad y hasta fuente de inspiración para la inmortal Jane Austen, está decidida a autorretratarse con pinceladas de ese humor británico oscilante entre la autocrítica y el sarcasmo.
Bath es un clásico destino turístico de escapada desde Londres, pero lo cierto es que sus atractivos y ventajas e incluso sus humoradas son difíciles de abarcar en tan solo un par de días de estadía: caminata por la ciudad, recorrido por la campiña, travesía en barco, aguas termales, exploración gastronómica, revelaciones arquitectónicas, museos, salida de compras… Demasiadas actividades inesperadas.
"¿Ve ese castillo medieval? Es falso"
A medida que avanzaba en su conquista del hoy territorio británico, con el fin de trazar referencias geográficas, el ejército romano preguntaba a los habitantes originarios los nombres de los ríos. Que cómo se llama ese río. Que se llama Avon. Pregunta, respuesta, y así sucesivamente. Bath no fue la excepción. Su río fue bautizado con el mismo nombre que muchos otros ríos en aquellos tiempos y por idéntico motivo: la palabra celta para decir río es "avon" y los celtas a los ríos le decían simplemente río.
De modo que el río Avon o el río Río es el elemento fundamental a la hora de recorrer la ciudad ya que prácticamente abraza el centro urbano. Una opción de paseo optativa es la breve travesía en bote para apreciar la ciudad desde afuera. Una obligatoria es cruzar el río a pie a través del puente Pulteney, una construcción un poco al estilo del Ponte Vecchio florentino, con coquetos comercios, restaurantes y bares.
Para completar una primera idea de Bath, ya sea por cuenta propia y mapa en mano, o con las indicaciones de un guía turístico particular, o a bordo de un bus hop on-hop off con audioguía, es aconsejable elegir pocos destinos y dedicarles el mayor tiempo posible. Los buses turísticos tienen dos recorridos: uno circunscrito a la ciudad y otro llamado Skyline que abarca la campiña de los alrededores, con valles, bosques, prados y vida silvestre. En ese trayecto, no sería extraño que de pronto alguien señalase una de las muchas colinas verdes y saliera con este chascarrillo: "¿Ve ese castillo medieval allá a lo lejos? Se llama Sham Castle y es falso como su nombre lo indica. Es sólo una fachada decorativa. Lo pusieron hace unos trescientos años para mejorar la vista panorámica".
Maquillaje de plomo, cejas de ratón
Mejorar la vista no fue un simple capricho. La ciudad de Bath creció en el siglo XVIII gracias a sus riquezas naturales pero, sobre todo, a fuerza de negocios inmobiliarios. Tal es el caso del Circus, el complejo edilicio que emula el circo romano, y también el caso del Royal Crescent, un semicírculo de viviendas encadenadas cuya fachada de imponentes columnas jónicas imita el estilo palladium (mientras que, fiel al estilo sham el reverso de las viviendas está terminado a la san fason, dicho en buen criollo, "a la que te criaste").
El número 1 del Royal Crescent es una joya insoslayable, un viaje al pasado, una ventana a la historia. La casona ha sido convertida en museo y es modelo del estilo de vida gregoriano, detallado sin piedad y hasta en tono de comedia por las guías/especialistas que aguardan a los visitantes apostadas en cada cuarto.
Gracias a ellas sabremos: que el perro preso dentro de una rueda en la cocina del sótano servía para hacer girar el spiedo, que la mesa de dulces servida en el comedor significaba una cena de lujo y, probablemente, malísimas dentaduras, que la habitación del señor incluía bidet propio, que el tocador del cuarto de la señora bien podría ser considerado un centro de torturas: base de maquillaje hecha de plomo blanco, parches/lunares de terciopelo o seda negra para tapar marcas de sarampión o granitos o para enviar mensajes (ponerse lunares en determinados lugares del rostro tenía significados precisos), cejas postizas de piel de ratón, adminículo de porcelana llamado bourdaloue para orinar dentro y fuera del hogar.
"Al menos era un progreso –comenta con una sonrisa la guía de Royal Crescent Nª1- comparado con la época anterior en la que las mujeres simplemente hacían sus necesidades paradas donde estaban". Otra cuestión interesante: las casas georgianas tenían un sistema de escaleras por detrás de las paredes para que la servidumbre pudiera acceder a las habitaciones sin desplazarse por la vivienda, pero no tenían baños. Las camas eran para los dueños de casa, las sirvientas seguramente dormían sobre el piso de la cocina.
Jane Austen, feliz de irse
Bath pasó de ser una aldea medieval a una ciudad trendy gracias a tres pilares: la visión arquitectónica de John Wood padre e hijo, la fortuna, el olfato y la piedra caliza dorada de las canteras de Ralph Allen, y la desfachatez de un jugador profesional, Richard Beau Nash, el dandy que consiguió seducir y atraer a la aristocracia británica.
De ese triángulo surgieron dos de los símbolos edilicios de la alta sociedad georgiana. Por un lado, los Assembly Rooms, un suntuoso conjunto de cuatro salones: el gran octágono, el salón de té, el salón de baile y el salón de cartas, cuyas funciones no se limitaban al entretenimiento sino que servían para la colocación matrimonial de solteras y solteros.
Por otro, el lujoso restaurante y salón de té Grand Pump Room, originalmente diseñado para que los visitantes pudieran socializar y beber tres vasos diarios de agua termal de 43 minerales extraída directamente de su fuente. Todavía hoy se puede probar el agua de la mismísima fuente de mármol que se encuentra en el salón. Para compensar su gusto poco menos que espantoso, se sirven desayunos, almuerzos, el clásico té de las cinco y la muy británica pinta de cerveza.
Tanto los Assembly Rooms como el Pump Room fueron locaciones elegidas por la escritora Jane Austen en dos de sus novelas La abadía de Northanger y Persuasión.
"El día más feliz de Jane Austen fue cuando se mudó de Bath -explican en el Jane Austen Center de la calle Gay-. A ella le gustaba el campo. Pero si bien aquí no escribió una sola página de sus novelas, cuando se fue resultó que Bath fue su inspiración".
Justamente por ello es que cada septiembre los fanáticos de la escritora se convocan para el Festival Jane Austen que dura diez días e incluye un baile de máscaras con traje georgiano obligatorio.
Aunque mientras vivió en la ciudad no redactó una sola línea literaria, la autora ciertamente escribió muchas cartas. En algunas, incluso, se burlaba de la moda de las curaciones con agua termal, criticaba a los médicos interesados no en la salud de sus pacientes sino en el dinero, y se asombraba de la facilidad con que falsos galenos convencían a los ricos de los tratamientos más inverosímiles con tal de desplumarlos.
Aquae Minerva Sulis
Claro está que las aguas termales de Bath son el corazón de la ciudad. Lo son ya desde los tiempos en que los romanos construyeron sus baños públicos y aún antes: desde el momento en que los celtas erigieron allí el santuario para su diosa Sulis. De ahí que en un acto de sincretismo las termas fueran denominadas Minerva-Sulis.
La edificación del Aquae Minerva Sulis fue probablemente realizada entre los siglo I y III y ya desde sus orígenes contaba, como los spa modernos, de un sector de baño caliente, el caldarium, un sector de temperatura templada, el tepidarium, y un sector frío, el frigidarium. Si bien el complejo no es actualmente utilizable (en realidad lo fue hasta la década del 70), sí se mantiene en funcionamiento y da cuenta, como museo, del camino de las aguas, su proceso geotérmico y la eclosión final a 46 grados de temperatura a través de las fallas de la piedra caliza.
Para experimentar las aguas termales en la propia piel es necesario acercarse al Thermae Bath Spa, una construcción moderna ampliada sobre la estructura romana. Cuenta con los recursos de máximo confort de los spa finlandeses (tres pisos de tratamientos, baños de vapor, sauna, jacuzzi y dos piscinas, una de ellas dispuesta en la terraza del último piso con vista abierta a la ciudad, una experiencia tan impactante de día como de noche, invierno y verano) y también con sectores conservados a través de los siglos.
La memoria de la ciudad es intensa y afortunadamente conservacionista. Cuenta en total con doce museos a los que se suman otras atracciones inseparables de su aspecto histórico. Tal es el caso de una de las mayores atracciones gastronómicas de la ciudad: los bollos (buns) de Sally Lunn's. Se trata de una casa de té -donde se recomienda justamente tomar el té; ni almuerzo ni cena- instalada en un edificio pre georgiano, el más antiguo de la ciudad (circa 1482), que sirve los bollos con la famosa receta original de Solange Loyun, una refugiada hugonota llegada en 1680 desde Francia, de donde había huido por las guerras de religión.
En términos de consumos contemporáneos, la ciudad cuenta con salas de cine, un teatro -a cuya cartelera llegan incluso éxitos del West End- y pintorescas calles de tiendas de ropa pobladas tanto de marcas de diseñadores como por las cadenas más populares donde, a diferencia de Londres, no hay colas ni apuro. En el mismo sentido, es más fácil encontrar un antiguo pub tradicional con sus parroquianos, sus cervezas y su camaradería en Bath que en Londres donde lo más típico es el pub montado para turistas.
Anualmente se desarrollan en Bath diversos eventos como el Mozartfest, el Bachfest, un festival de literatura, el Festival de Música que este año, en su 70º aniversario, cerró nada menos que con la actuación de Robert Plant.
Bath es actualmente mucho más que la Bath de Jane Austen y sabiamente no lo es menos. Avanza y se conserva a la vez. Es historia y es presente. Para visitarla hacen falta tiempo, plan y el calendario de actividades. Ayer, hoy.
*Cómo llegar:
Desde Londres. Por tren, alrededor de 100 libras, ida y vuelta, dependiendo de días, horarios y clase. 1 hora, 45 minutos de viaje. Por bus (National Express Coach, Megabus) alrededor de 20 libras, ida y vuelta. 3 horas de viaje.
Cómo informarse: visitbath.co.uk
Cantidad de visitantes anuales: 6,5 millones
Cantidad de habitantes: 65 mil
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