A corazón abierto (y perverso): 60 años de “Vértigo”, la obra maestra de Hitchcock

En su estreno recibió malas reseñas y apenas movió la taquilla. Sin embargo, se convirtió en un film indispensable para los cinéfilos. Un análisis de la película, sus simbolismos y sus vinculaciones con los aspectos más oscuros del director inglés

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Hace 60 años se estrenaba Vértigo, una de las películas más canónicas, homenajeadas y analizadas de todos los tiempos. Curiosamente, también se estrenaba una de las películas más rechazadas por el propio Alfred Hitchcock, que no tenía demasiado cariño por un film que en el momento de su estreno fue generalmente mal recibido por la crítica, y que no tuvo ni por asomo el éxito esperado.

Algo raro si uno tiene en cuenta que, según sus biógrafos, fue la película en la que más obsesivamente trabajó (algo bastante coherente con una película sobre un personaje obsesivo) y también uno de los ejemplos más contundentes de una película rabiosamente personal hecha en un sistema tan controlado como el del Hollywood de los 50.

Tres afiches promocionales de la
Tres afiches promocionales de la “Vértigo”

Una de las razones probables (aunque no única) de su fracaso es que Hitchcock era hasta ese momento un cineasta asociado más que nada con el entretenimiento ligero, con un cine que casi siempre recurría al humor y cuya enorme sofisticación –que en ese momento de todos modos muy pocos podían ver- estaba disimulada por una máscara de liviandad. Habían sido pocas las películas realmente solemnes de Hitchcock antes de Vértigo, y ese largometraje sumaba a esa solemnidad una ambición demasiado grande, con su relectura de la tragedia de Orfeo y su final amargo y cargado de ambigüedad.

¿Pero de qué trata básicamente Vértigo? Para quien no la haya visto, la trama podría explicarse del siguiente modo: un detective llamado Scottie Ferguson sigue a una mujer llamada Madeleine por encargo de su esposo, ya que este alega que ella podría caer en la locura suicida, invadida por un espíritu de una mujer loca y perturbada del siglo XIX llamada Carlota Valdez. Ferguson sigue a esta mujer, se enamora de ella, y supuestamente fracasa en su misión, ya que esta termina suicidándose. Luego, Ferguson encuentra a una mujer casi idéntica a Madeleine llamada Judy, y hará lo que sea por que Judy sea idéntica a Madeleine para volver de nuevo a estar con ella.

Hitchcock le da indicaciones a
Hitchcock le da indicaciones a Kim Novak durante el rodaje

Quienes hayan visto la película saben que lo que estoy contando es argumentalmente muy incompleto, que en medio de toda esta trama hay engaños y varias vueltas de tuerca. Pero quienes hayan visto la película sabrán entenderme: contar Vértigo argumentalmente sin perderse en la explicación es casi imposible, y justamente una de sus muchas cualidades reside en la forma fluida y clara en la cual se narra una película narrativamente laberíntica.

Este aspecto se relaciona con otro de Vértigo: la cantidad abrumadora de símbolos y metáforas que aparecen en el film y que suelen pasar desapercibidos en un primer visionado por estar perfectamente integrados a un relato de suspenso y melodrama. Citemos un ejemplo: al principio de Vértigo vemos un plano de una escalera que divide la pantalla en dos partes; luego, una mano aferrándose a esa escalera y dos policías persiguiendo a un ladrón.

El hecho de que haya dos policías persiguiendo un ladrón y un primer plano que divida la pantalla en dos partes se relacionará con algo que veremos más adelante: el hecho de un Scottie Ferguson que luego perseguirá, a su modo, dos mujeres (ya que Madeleine contendrá supuestamente también el espíritu de Carlota Valdez). Lo doble, de hecho, aparecerá en todo momento en la película. Scottie Ferguson se enamorará de Judy y de Madeleine; al mismo tiempo, dos serán las mujeres enamoradas de Scottie (la mencionada Judy/Madeleine y su amiga Midge).

La película, por otro lado, está dividida claramente en dos partes; habrá dos encuentros eróticos de Scottie de similares condiciones perversas (uno con Madeleine, que fingirá estar desmayada para que Scottie pueda desvestirla y llevarla a la cama; el otro con Judy vistiéndose igual que la Madeleine muerta para que este finalmente tenga relaciones con ella), y, paralelamente, habrá cantidad de espejos (que, demás está decir, dividen una imagen en dos), un cuadro de Carlota Valdez que funcionará como reflejo doble de Madeleine, una pista consistente en un collar que se divide en el collar real y el de la representación de cuadro; y hasta un enamoramiento que se dará cuando Ferguson vea Madeleine en un perfecto perfil (o sea, en una mitad, dejando la otra mitad, su doble equivalente, afuera).

James Stewart y Kim Novak,
James Stewart y Kim Novak, protagonistas de la cinta clásica

Esta enumeración abrumadora apenas si se presiente en un primer visionado, y es uno de los muchos ejemplos que hay en la película de detalles que le agregan sentido a una obra donde la creación de significados sumada a la enorme belleza visual de sus imágenes puede volverla especialmente adictiva. De ahí que haya análisis teológicos, psicoanalíticos, psicológicos, feministas y hasta cromáticos de Vértigo, pero de ahí que sea casi imposible no revisarla varias veces porque dentro de su relato parece haber una serie de sutilezas, ambigüedades y detalles y capas de interpretación que parecen infinitos.

No es la única película de Hitchcock en la que esto pasa, y es la razón por la cual Robin Wood, uno de los apologistas más entusiastas que tuvo Hitchcock en los 60, decía que el gran director inglés construía muchas películas como si fuesen catedrales, en donde cada pieza debía encajar perfectamente con la otra y no hay ningún plano gratuito.

Lo de hablar de catedrales tampoco es gratuito en Wood, siendo que Hitchcock, cineasta católico, más de una vez expuso temas en sus películas como la redención y la culpa, y Vértigo no es la excepción. Así es como en la película abundan imágenes de iglesias, que pueden leerse como una historia de culpas y redenciones erróneas: la de un hombre que, para redimirse de un supuesto trabajo mal hecho, se dedica a reconstruir perversamente a una mujer, y la de una mujer que, en parte para amainar su culpa, decide seguir con este juego perverso.

Storyboards e imagen de la
Storyboards e imagen de la famosa escalera

Además del catolicismo, hay otro elemento biográficamente más inquietante de Hitchcock en el film: su relación enfermiza con las mujeres basada muchas veces en el fetichismo y en un afán de dominación. Esta relación derivó, en el más inofensivo de los casos, situaciones incómodas en cuanto el trato del director con sus actrices, y en el más nocivo, un acoso sexual.

Si bien las relaciones entre el arte y el aspecto biográfico de su artista suelen resultar muchas veces inadecuadas, es interesante pensar que en Vértigo esto puede resultar una capa más de interpretación de la obra. De hecho, cuando uno conoce este aspecto del director, es imposible no relacionar esta cuestión con varias de sus películas en las cuales hay una tendencia a castigar en alguna medida un cuerpo femenino deseado. Desde hacer que el personaje de Ingrid Bergman en Notorious se vea obligado a acostarse con un hombre al que no quiere por supuestos servicios a la patria; Marion Crane espiada mientras se desviste y luego apuñalada en la ducha en Psicosis, o el personaje de Melanie Daniels en Los Pájaros que pasa de ser una chica bonita deseada a un personaje brutalmente atacado por los agresivos plumíferos.

Vértigo es más inquietante en estos casos porque el modo en el que Scottie se apodera del cuerpo y la vestimenta de Judy se parece demasiado al afán posesivo de Hitchcock para con sus actrices, y el hecho de que esto sea llevado hasta lo enfermizo y lo acosador parece profetizar un comportamiento futuro y criminal de su propio realizador con la actriz Tippi Hedren, a quien el realizador dirigió en Los Pájaros, y Marnie la ladrona y a quien acosó sexualmente durante años.

Alfred Hitchcock y Tippi Hedren
Alfred Hitchcock y Tippi Hedren

De ahí también que uno de los calificativos que suele tener Vértigo es que es una película perversa. Sin embargo, yo no estaría tan seguro de eso. Sin lugar a dudas, Scottie aquí es un perverso. No obstante, esa perversión es tan abiertamente nociva, tan tremendamente dolorosa, que es imposible no ver allí una confesión de un comportamiento (auto) destructivo.

De este modo, los sentimientos que suelen aparecer al verse esta película suelen ser paradójicos. Uno reconoce la característica enfermiza de todo, pero al mismo tiempo, la película tiene una emotividad desbordante y contagiosa que hace que uno no pueda evitar sentir una oscura empatía por los personajes.

Sucede de manera clara en aquel célebre y espectacular beso entre la Judy recientemente transformada en Madeleine y Scottie- beso filmado con una cámara circular recorriendo a sus personajes mientras los va envolviendo un clima íntimo onírico en el que se mezclan los recuerdos del pasado de Scottie con un color verde fantasmal que irá acaparando todo el plano. Hay pocas escenas más potentes y significativas que esa, con el recorrido circular que marca al mismo tiempo la idea de una vuelta al pasado como el destino circular y trágico de la película, con la música de Bernard Herrman imitando al prólogo de Tristán e Isolda de Wagner mientras vemos a una mujer imitando a otra anterior.

Sabemos que lo que vemos inevitablemente va a terminar en una desgracia y que no se puede calificar esto de otro modo que como una historia retorcida. Pero ahí están también la música envolvente, la mirada ilusionada de Scottie y la entregada de Judy y uno como espectador entendiendo toda la emoción de ese instante.

Ahí está también, obviamente, el genio de Hitchcock. Porque al fin y al cabo contar una historia perversa es fácil, sin embargo, lograr sumergirnos en un verosímil que haga que al mismo tiempo reconozcamos esa perversión pero sintamos empatía por ella es un logro que sólo puede hacer un artista mayor. No sería la única vez que Hitchcock hiciera algo similar, en otras películas logró introducirnos en la psicología de vouyeristas, ladrones y hasta hacernos cómplices del crimen de un asesino serial psicótico.

Vértigo fue quizás su forma de encerrarnos por dos horas en el aspecto más oscuro de su propia psicología encontrando un punto de equilibrio donde se amalgaman la empatía con lo perturbador, la emotividad desbordante con una película construida con la perfección de un mecanismo de relojería, ese mecanismo hoy cumplió 60 años, y lo más sorprendente es que siga intacta en su trágica y oscura vitalidad.

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