Tras los rastros de la Zwi Migdal: cómo funcionaba la red de prostitución de rufianes judíos

“Tmeimm: los judíos impuros”, de José Luis Scarsi, reabre el caso de la organización de trata de personas que operó en Buenos Aires entre el siglo XIX y XX, a través de documentos inéditos. Infobae Cultura dialogó con el autor, quien reveló detalles desconocidos de aquella época

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La Zwi Migdal operó entre
La Zwi Migdal operó entre en Buenos Aires entre el siglo XIX y XX

La historia de la prostitución en la Argentina reconoce un hito en 1930, cuando Raquel Liberman denunció a la Zwi Migdal, la asociación de rufianes que funcionaba como una sociedad de socorros mutuos.

Los mitos, la ficción y los prejuicios tuvieron desde entonces mayor difusión que los documentos, y consolidaron estereotipos tan arraigados como el de los proxenetas que viajaban a Europa y atraían a sus víctimas con promesas de casamiento. Tmeimm: los judíos impuros, un libro de José Luis Scarsi, reabre el caso a través de un conjunto de documentos inéditos y datos de expedientes judiciales y archivos policiales y periodísticos.

“Tmeiim, los judíos impuros” (Maipue),
“Tmeiim, los judíos impuros” (Maipue), de José Luis Scarsi

Investigador de la Biblioteca Nacional y colaborador de la revista Todo es historia, Scarsi se introdujo en la historia a través del libro El sexo peligroso. La prostitución reglamentada en Buenos Aires 1875-1955 (1991), de la investigadora norteamericana Donna Guy. "Empecé a recorrer los archivos que ella había visitado y a descubrir que habían quedado mucha información que el libro no había explicitado", dice.

Entre 1875 y 1936 la prostitución fue una actividad tolerada en Buenos Aires y en otras ciudades del país, y regida por ordenanzas y reglamentos. Los polacos y rusos no fueron los grupos más numerosos ni los de mayor actividad en el rubro y trata de mujeres, pero sí los que dejaron mayores registros y los que se volvieron más visibles en el imaginario popular.

Llegada inmigrantes a Buenos Aires
Llegada inmigrantes a Buenos Aires a fines del siglo XIX

"Mientras los rufianes italianos, franceses, españoles y criollos que operaban en la ciudad eran abarcados por el colectivo de la nacionalidad y, a la vez, integrados como sujetos activos", dice Scarsi en el libro, la colectividad judía "se esforzó por identificar y expulsar a los tratantes de mujeres", en particular a través de la Sociedad Israelita de Protección a Niñas y Mujeres, conocida como Ezras Noshim, que confeccionó prontuarios de proxenetas, denunció sus negocios y protegió a sus víctimas.

"Desarraigados, pero aún portadores de sus tradiciones y una fe sui generis, se dieron a la tarea de reproducir las instituciones, sociales y religiosas, de las que habían sido separados" y se constituyeron como sociedad de socorros mutuos. Su organización más conocida fue la Sociedad de Socorros Mutuos Varsovia, que en 1929, después de una queja del ministro plenipotenciario de Polonia, Ladislao Mazurkiewicz, cambió su nombre por el de Zwi Migdal (Gran fuerza).

Cementerio Hebraico de Granadero Baigorria
Cementerio Hebraico de Granadero Baigorria (Gustavo de los Ríos)

La Migdal tenía su sede en avenida Córdoba 3280, "una casa lujosa de 620 metros cuadrados cubiertos en dos plantas, con calefacción y todo el equipamiento moderno para la época", donde funcionaba un templo. Además la sociedad administraba un cementerio en Avellaneda, actualmente a cargo de Acilba, el organismo que nuclea a la colectividad judeo marroquí argentina. En la localidad santafesina de Granadero Baigorria hubo otra necrópolis destinada a rufianes, madamas y prostitutas, gestionada por una ficticia Unión Hebraica.

Scarsi incluye registros del fenómeno ya en 1862, cuando se producen desórdenes en burdeles donde son detenidos, entre otros, Bartolomé Mitre Vedia –hijo del presidente de la nación- y Dominguito, el hijo adoptivo de Sarmiento. En 1871, año de la epidemia de fiebre amarilla, la Policía de Buenos Aires registró 74 burdeles donde trabajaban 280 mujeres. En enero de 1875 entró en vigencia la primera ordenanza, que autorizaba incluso la explotación de menores de edad.

Dominguito Sarmiento y Bartolomé Mitre
Dominguito Sarmiento y Bartolomé Mitre Vedia, dos detenidos ilustres

Las denuncias periodísticas acompañaron el desarrollo de las organizaciones de tratantes desde su aparición en Argentina. En la primera mitad de 1878, cuenta Scarsi, un periódico de aparición irregular se dedicó específicamente al tema: se llamaba El Puente de los Suspiros (como se conocía en la época a un puente ubicado en las actuales calles Viamonte y Carlos Pellegrini, entonces parte de la zona roja) y en realidad respondía a una interna entre los rufianes.

El Puente de los Suspiros fue un pasquín donde empezaron a generarse una serie de complicidades y de disputas entre los rufianes –señala Scarsi-. Supuestamente denunciaba la explotación de las mujeres y a los dueños de los prostíbulos, pero solo a algunos. Era una época de frecuentes peleas y discusiones, por ejemplo en 1896 una crónica del diario La Nación registra un tumulto en el que participan más de 50 personas en Corrientes y Talcahuano, donde funcionaba uno de los prostíbulos más importantes.

Ilustración en “El puente de
Ilustración en “El puente de los suspiros”, que identifica a los rufianes Carlos Rock y Adolfo Honig

El fenómeno tenía que ver con la ciudad que crecía y la afluencia de inmigrantes, y el reglamento para el funcionamiento de los burdeles estuvo impulsado por los propios rufianes, que llegaron unos años antes y eran los únicos en condiciones de cumplir con condiciones como el pago de 10 mil pesos para la habilitación. A diferencia de cualquier otro comercio o actividad industrial, además, para abrir un prostíbulo alcanzaba con que se presentara un empleado. El dueño quedaba en el anonimato.

Socorros mutuos y rufianismo

En 1893 la prensa registró la existencia del Club de los 40, que reunía "a los individuos que ejercen la compra y venta de esclavas en esta república con ramificaciones en Montevideo y algunos puntos del litoral", según una publicación de la época. Entre sus integrantes se encontraba parte del núcleo fundador de la Sociedad Varsovia, como Luis Migdal, Noé Trauman, Bernardo Gutvein y Libert Selender.

Noé Trauman
Noé Trauman

La bibliografía sobre la Zwi Migdal comienza con Trilogía de la trata de blancas (Rufianes, policía, municipalidad), donde el comisario Julio L. Alsogaray relató la investigación que condujo al proceso judicial de 1930. En enero del año siguiente la Cámara de Apelaciones en lo Criminal concluyó que no había prueba de que los acusados conformaran una asociación ilícita y ordenó su libertad.

En 1982, Gerardo Bra publicó La organización negra. La increíble historia de la Zwi Migdal, un libro que "carece por completo de bases documentales", afirma Scarsi, y que reconstruyó la figura de Raquel Liberman según el estereotipo de la joven víctima que llegaba de Europa engañada con promesas de casamiento y al llegar se encontraba con que debía prostituirse.

“Trilogía de la trata de
“Trilogía de la trata de blancas”, de Julio Alsogaray

La historia cuenta con aportes significativos en la producción reciente, como La polaca, de Myrtha Schalom, que reveló documentación desconocida sobre Raquel Liberman; Las rutas de Eros, de la historiadora uruguaya Yvette Trochon, sobre la trata de mujeres a principios del siglo XX en Argentina y Uruguay; La ciudad de las Venus impúdicas, de María Luisa Múgica, exhaustiva investigación sobre la prostitución en Rosario, y La mancha de la Migdal. Historia de la prostitución judía en la Argentina, de Larry Levy, volumen que incluye la nómina de los integrantes de las sociedades Varsovia y Asquenasum.

Tmeimm: los judíos impuros se incorpora a ese corpus con nuevos documentos, entre los que se destacan testimonios de Raquel Liberman y sus familiares en el proceso judicial de la época, fotografías inéditas y abundante información sobre personajes poco conocidos y diversas circunstancias, entre ellas la complicidad policial y el pago regular de coimas que la Varsovia hacía a través de su tesorero, Mauricio Caro.

Raquel Liberman en 1918
Raquel Liberman en 1918

"La historia de Liberman que se conoció fue durante mucho tiempo la que ella contó al presentarse ante la Justicia: que había venido a la Argentina engañada, que la explotaban en un prostíbulo –dice Scarsi-. Años después Myrtha Schalom se encuentra con la nieta de Liberman y accede a cartas donde se conoce la historia de Raquel cuando ella vivía en Polonia y las circunstancias de su viaje a la Argentina, después que llegara su marido, Yaacob".

En ese sentido, "la verdadera historia de Liberman es peor y más dramática que la conocida. En sus cartas Raquel le pide al marido que la rescate del infierno que sufría en Polonia, en medio de la pobreza. En Buenos Aires empezó a trabajar en un prostíbulo de la calle Sarandí y cuando el marido vende un negocio de peluquería se van a Tapalqué y empiezan a explotar un prostíbulo en beneficio propio. Pero al poco tiempo Yaacob muere y ella se traslada a Buenos Aires, donde vuelve a la situación de prostitución".

-¿Cómo llega a denunciar a la Zwi Migdal?

-Raquel Liberman fue una heroína accidental. La Zwi Migdal se cae, pero no por la actuación judicial sino por la exposición mediática y por el momento histórico, el antisemitismo creciente de la Década Infame. La versión hasta ahora conocida contaba que cuando ella logra salir del prostíbulo y empieza a trabajar en un negocio de antigüedades de la calle Callao, otro rufián enviado por la organización, Salomón José Korn, la engaña, le roba todo su dinero y la obliga a prostituirse. Que le roba es verdad, Korn le saca 60 mil pesos y compra una casa en la calle Oro, en Palermo, donde instala un prostíbulo; el engaño es más discutible. Raquel empieza a reclamar, recorre las casas de los principales directivos de la organización, incluso habla con Simón Brutkievich, el presidente. Hace la denuncia contra Korn y contra Jaime Zingisser, el dueño del prostíbulo donde había trabajado. Declara que la trajeron engañada de Europa como una forma de cubrirse y no exponer a sus hijos. Ahí hay un problema ético-judicial. Si el juez hubiera investigado habría descubierto el ingreso de Liberman a la Argentina. El hecho es que ella reclama en principio por sus pertenencias, no contra la organización. Cuando se da cuenta que no obtiene ningún resultado, en marzo de 1930, denuncia a la Zwi Migdal. El comisario Alsogaray influyó en esa denuncia, porque hacía rato que investigaba a la organización.

Inmigrantes en 1912, puerto de
Inmigrantes en 1912, puerto de Buenos Aires

-Alsogaray sostenía un enfrentamiento personal con Eduardo Santiago, el jefe de la División Investigaciones.

-Santiago estaba implicado en la corrupción a todo nivel. No había ningún negocio espurio en el que no tuviera participación, según Alsogaray: el juego clandestino, la prostitución, la venta de documentos falsos, la protección a criminales, los informes falsos. El informe que hace la División Investigaciones sobre Raquel Liberman afirma que ella se prostituía en Europa, una falsedad escandalosa.

-¿Cómo aparece el término tmeiim para designar a los proxenetas?

-Aparece a partir de la exclusión que la colectividad judía hace de las personas que consideraba elementos amorales. Cuando son expulsados de la colectividad, a principios del siglo XX, ellos tratan de reproducir lo que perdían, las mismas instituciones a las que querían pertenecer. Entonces tienen su sede social, su cementerio, un templo donde hacer sus ritos. Y eso es lo que los expone ante la opinión pública. De los franceses, que tenían la misma cantidad de mujeres, no se conoce prácticamente nada. Los polacos, para tener una personalidad jurídica que les permitiera administrar un cementerio, debían cumplir formalidades, por ejemplo hacer asambleas, redactar actas, llevar un libro de actividades. Fuera ficticio o no, los documentos, los libros, los monumentos del cementerio, todo eso quedó e hizo creer que eran los peores explotadores de mujeres. En una época en que se perseguía a los judíos, el proceso judicial hizo pensar que ellos manejaban todo el negocio de la prostitución en la Argentina, cuando en realidad solo controlaban una parte menor. Los archivos del Dispensario de Salubridad, donde las mujeres tenían que inscribirse y someterse a inspecciones, muestran que las polacas y rusas nunca sobrepasaron el 25% de las registradas.

¿Qué se sabe de los rufianes de origen francés?

-Muy poco, lo que dicen Alsogaray en su libro y Albert Londres en El camino de Buenos Aires. La trata de blancas (1927). Estaban divididos en dos sociedades, los parisinos y los marselleses, y todos recolectaban para el grupo y a la vez giraban parte del dinero a Francia.

Diario Critica, luego del veredicto
Diario Critica, luego del veredicto contra la Zwi Migdal, en 1930

Además de la Sociedad Varsovia, a principios del siglo XX hubo otra organización, la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Askenazi de Barracas al Sud y Buenos Aires. ¿Qué relación tenían?

-Trabajaban en conjunto. Las dos fueron dueñas del cementerio de Avellaneda en condominio, a partir de 1907. La Askenazi representaba a los rusos, y cuando se disuelve sus bienes pasan a la Varsovia. En 1921 los rusos vuelven a institucionalizar su sociedad, la llaman Asquenasum, pero siguen trabajando en relación con los polacos. Muchos rufianes eran socios de las dos organizaciones. Cuando la policía allana la sede de la avenida Córdoba encuentra en el lugar las listas de socios de la Migdal y de la Asquenasum.

La historia está muy distorsionada por la leyenda y los prejuicios. ¿Cómo te manejaste en ese aspecto?

-Hay que indagar en las fuentes. Si nos guiamos por internet, Noé Trauman, el presidente de la Migdal, fue un anarquista que luchaba contra el zarismo en Polonia, ponía bombas y quería financiar la revolución socialista. Es fantástico. Pero los documentos muestran que Trauman llegó a la Argentina en 1890, registra algunas denuncias en los archivos policiales y en 1894 se le hace un prontuario como rufián. Gerardo Bra le atribuye un atentado durante un desfile militar en Polonia, en 1905, donde murieron diez oficiales. No hay ningún documento que lo pruebe. A veces la historia tiene huecos donde se introduce la imaginación, y en la historia que se cuenta de Trauman hay mucho de ficción. También se dice que tenía charlas con Roberto Arlt en la confitería Las Violetas. Pero Trauman murió en 1912 –como acredita su acta de defunción en Buenos Aires-, cuando Arlt tenía 10 años. Nunca pudieron encontrarse.

Cementerio de Avellaneda, frente original
Cementerio de Avellaneda, frente original

Otro gran mito de la época es que se hacían remates públicos de mujeres. ¿Está documentado?

-En la prensa no aparece absolutamente nada. Y es obvio que documentos no va a haber. Los que hablan del tema son algunos contemporáneos de la época, según los cuales los remates de mujeres se hacían en un restaurante que hoy estaría en Libertador y Billinghurst y pertenecía a Mauricio Caro, el tesorero de la Varsovia. Lo que aparece en documentos policiales y en algunos textos de prensa es que los rufianes ponían a las mujeres como garantía cuando apostaban en el juego clandestino. Los polacos arreglaban los problemas entre sí y si quedaban diferencias intervenía un tribunal de disciplina, no usaban armas, como los cafishos criollos. Uno a veces lo ve desde la mirada actual. Pero en aquel momento la prostitución era un negocio permitido, había una ordenanza que lo toleraba y un reglamento que establecía cómo debía funcionar. Lo que era ilegal era la trata de personas.

¿Cómo funcionaban internamente las asociaciones de rufianes?

-Cada uno de los asociados hacía sus negocios en forma independiente y según distintos niveles. En lo formal, la Varsovia se manejaba como una sociedad de socorros mutuos que daba la posibilidad de asistir a oficios religiosos, tener algún tipo de atención médica, recibir pensiones para viudas y disponer de servicios de sepelio. Era lo que se veía y lo que realmente sucedía. Pero la organización no traía mujeres de Europa; eso lo podía hacer, en todo caso, cada asociado por su cuenta. En todo caso, la Varsovia podía financiar un viaje o un negocio puntual. La organización tuvo entre 250 y 300 asociados, pero los integrantes de las sociedades directivas son básicamente los mismos en los distintos períodos, van rotando en los distintos cargos de la administración formal y son los que finalmente quedan más expuestos en la prensa y en el juicio.

Cementerio de Avellaneda
Cementerio de Avellaneda

-¿Por qué el secreto todavía rodea algunos aspectos de esta historia? Por ejemplo lo que ocurre en el cementerio de Avellaneda, donde no se permiten visitas.

-Hay un libro de Larry Levy que se llama La mancha de la Migdal. Esa idea de la mácula, de lo impuro que nos golpea, todavía sigue presente. Los rufianes fueron excluidos porque contradecían la imagen de los inmigrantes que venían a trabajar y eso se ha ido transmitiendo, todavía está el sentimiento de rechazo y la indignación ante la historia. Pero es parte de la historia de la Argentina, no ya de la colectividad judía. Dentro de la colectividad hay gente a la que le interesa que esto no se pierda, que el cementerio se pueda revalorizar y visitar, pero también hay reticencia y el cementerio es propiedad privada. La sociedad perdió su personería jurídica en 1930 pero inhumaciones se hicieron, y muchas, hasta la década de 1950. En una memoria de 1926, el presidente Zacarías Zytnitzky dice que era muy loable la actuación de los socios ese año porque habían abierto una sede nueva, refiriéndose a la calle Córdoba, y aparte habían comprado lotes vecinos al cementerio de Avellaneda, y dice que era una actuación de socios y no socios que también habían recibido sepultura en el lugar, sastres, modistas, comerciantes. Entonces tenemos que ver quiénes están ahí, preservar el lugar y redescubrir su valor. La historia sigue interesando porque tiene que ver con el misterio, con los mitos, pero esa curiosidad necesita ser contrastada con los documentos.

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