Una charla de literatura. No fue más —ni menos— que eso.
Sin embargo, hubo quienes intentaron que esta conversación pública en la Fundación OSDE entre el escritor cubano Leonardo Padura y Claudia Piñeiro no se realizara. Fue hace un mes, cuando en Argentina se vivían momentos de álgidos debates ideológicos en torno a la legalización del aborto —que finalmente la Cámara de Senadores no convirtió en ley— y un grupo de tuiteros "a favor de las dos vidas" iniciaron una campaña para que la charla no se lleve a cabo.
Fue a raíz de la postura de la autora de La viuda de los jueves, quien planteó desde un principio que la decisión de llevar un embarazo a término debería ser un derecho de cada mujer. En la inauguración de la última Feria del Libro de Buenos Aires lo dejó muy claro, no sólo en su discurso, también en su vestimenta color verde. Además, la obra social OSDE recibió numerosas llamadas con críticas por la invitación a Piñeiro. Incluso, según explicaron, muchos preguntaban si aumentaría la cuota en caso de legalizarse el aborto. Todo fue un gran huracán… que pasó.
Ahora, en la Avenida Alem, el ambiente está calmo. Hace frío y los lectores de Padura y Piñeiro entran rápido en la torre donde se hará la charla. Afuera, no hay escraches ni manifestaciones de repudio. Adentro, todos están ansiosos por ver a estos escritores conversar. Incluso unas diez, veinte personas que lucen sus pañuelos verdes.
Luego de ingresar al auditorio —colmado de gente, muchos sentados en los pasillos— se lanzaron de lleno sobre el tema: literatura. Y más específicamente: La transparencia del tiempo (Tusquets, 2018), el último libro del cubano que tiene por personaje al (ex) comisario Mario Conde. En esta novela —la novena de la saga— el protagonista hace gala de su ironía que, en palabras de Padura, "es el escudo con que se defiende" y "es más inteligente que el cinismo".
Y como si estuvieran hablando del mismo tema —porque en definitiva es el mismo tema—, Leonardo Padura se refiere a su país. Durante la entrevista lo mencionará siempre. A veces de forma más directa, otras de una manera implícita. Y aunque diga que está un poco cansado de la etiqueta de escritor cubano, sabe que la tiene pegada en la frente y no queda otra que llevarla con orgullo. Y así la lleva. "La diáspora, el exilio, la migración es uno de los grandes problemas del mundo", dice y reivindica, hablando ahora de su personaje literario, "el derecho a decidir: si irse o quedarse". Esta es una de las cuestiones centrales de Cuba: no hay una libre circulación de sus ciudadanos.
"Históricamente en Cuba se persiguió a los homosexuales pero con el triunfo de la Revolución se le dio una carga política. Afortunadamente la discriminación ha terminado en los noventa. Incluso ahora se está debatiendo en Cuba el matrimonio igualitario", responde ante una de las preguntas de Piñeiro en la que se refiere a Bobby, uno de los personajes de La transparencia del tiempo que es gay. Entonces Padura lleva el debate a un segundo nivel: "Pero pertenecer a una minoría perseguida no te convierte en una buena persona. Hay hijos de puta en todas las minorías y hay hijos de puta en todas las mayorías".
"Cuba se propuso combatir la pobreza y hubo momentos en que la democratizó. Nosotros cursábamos en una universidad de primer nivel pero teníamos un solo par de zapatos", ejemplificó para luego referirse al presente: "Ahora la universidad se ha puesto más selectiva. Sólo acceden los que son muy inteligentes o los que pueden pagar lo que llamamos 'repasadores', maestros que te preparan para ingresar a la universidad".
"Cuba es un país raro: nadie se ha muerto de hambre pero nadie ha comido lo suficiente ni ha comido lo que quería comer", siguió.
"También hay asentamientos, ya ni barrios son, donde vive gente en condiciones muy precarias, y de ellos se habla poco o ni se habla (…) Un rico en Cuba no tiene nada que ver con lo que ustedes llaman rico. Un rico en Cuba es lo que aquí sería un clase media baja (…) hay una igualdad nominal pero la economía y el lugar donde vives determina tu vida", comentó.
Mientras los escritores charlaban, en el público se repartían hojas en blanco y lapiceras. Allí, los oyentes podían anotar preguntas para hacerle al cubano. Piñeiro leyó algunas; entre ellas, le consultaban por sus libros en la isla, cómo circulaban y si tenía un "bloqueo interno". Luego de pensar un poco la cuestión, dijo que "hay una situación irregular", "no hay un acceso normal a mis libros". Así fue cómo contó que, por ejemplo, el libro El hombre que amaba a los perros tuvo dos ediciones que se agotaron rápidamente, pero que la tercera desapareció. Nadie sabe qué pasó con esa tanda de ejemplares.
El hombre que amaba a los perros es una novela publicada en 2009 que narra la vida y la muerte del revolucionario ruso León Trotsky. "Yo era un ignorante de Trotsky por decisión oficial. En los sesenta y setenta no se hablaba de Trotsky. Ahora tampoco", confesó. ¿Cómo es posible que en un país socialista no se haga circular la teoría y la práctica de uno de los mayores dirigentes dirigentes comunistas de la historia?
Habló de varios temas. De Donald Trump, por ejemplo, y de su sorpresiva victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, país que bloquea económicamente a la isla. Hablando de literatura y anecdóticamente de Paul Auster, dijo: "Los escritores norteamericanos se miran todo el tiempo el ombligo. Y esto que digo está demostrado científicamente —bromeó—. Hay un dato que lo demuestra. ¿Saben cuánto es el porcentaje de las traducciones en Estados Unidos? Entre el dos y el tres por ciento. Se consumen ellos mismos. Por eso es que tienen el presidente que tienen".
También habló de su preferencia por los libros en papel pese a que en los viajes usa Kindle, de la ayuda constante de su esposa Lucía López Coll y del terror a la vejez. "Mi tiempo es limitado y eso me decepciona", dijo y agregó, más tarde, casi reivindicando el riesgo de la intensidad: "Yo puedo escribir una novela policial de 180, 200 páginas que sea digna, que se venda bien, pero no es lo mismo que decidir tomarme tres o cuatro años para escribir una novela que sé que me va a complicar la vida".
"¿De dónde surgen las ideas? Eso es un misterio", dijo cuando le consultaron sobre las temáticas que elegía a la hora de sentarse a narrar. Otra pregunta escueta fue que recomiende un autor. No lo pensó demasiado: "Les recomiendo a Claudia Piñeiro". Y volviendo a la coyuntura, al activismo, a lo que significa vivir, escribir y reflexionar críticamente en Cuba, concluyó: "Yo no tengo militancia política. Enjuicio la realidad cubana desde una perspectiva social".
Entonces las preguntas se acabaron y los escritores dieron por concluida la entrevista. El aplauso fue intenso, unánime. Fue nada más —y nada menos— que una charla de literatura.
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