En la historia de la humanidad, ningún hombre consiguió trascender a la posteridad sin haber sido gobernante, militar victorioso, artista, filósofo o aventurero. Hay uno, sin embargo, que sobrevivió al olvido gracias a su talento como amante o, simplemente, por su reputación de libertino: Giacomo Girolamo Casanova.
Es una injusticia presentarlo de esa manera porque, además de ser un amante legendario, Casanova tenía otros talentos. Como todos los hombres del post Renacimiento, era un hombre de cultura y de insaciable curiosidad, que fue alternativamente seminarista, abad, aventurero, soldado, espadachín —en el sentido noble del término— abogado, matemático, violinista, filósofo, escritor, mecenas, tahúr y curandero, pero también practicó con entusiasmo la alquimia, el esoterismo, la cábala, la masonería, la diplomacia y el espionaje.
Sin embargo, el mayor mérito de ese personaje es haber forjado —a través de sus memorias y los relatos de sus aventuras amorosas— una leyenda que perdura desde hace casi tres siglos.
"Su mejor obra de arte es su vida", reconoce Carlo Parodi, creador del Casanova Museum and Experience que se acaba de inaugurar en Venecia.
Nada predestinaba a Parodi a convertirse en el principal exégeta del libertino universal. En verdad no recuerda cuándo comenzó su pasión por esa auténtica leyenda universal. Mientras estuvo instalado en Londres, ese empresario lombardo importaba bebidas alcohólicas italianas y, en particular, un prosecco que llevaba el nombre de Casanova en la etiqueta.
Años después, cuando se instaló en Venecia, comenzó a seguir las huellas del héroe de su infancia, al principio por simple curiosidad, pero ese interés se fue transformando progresivamente en una pasión. Fue en esas circunstancias que realizó un descubrimiento inaudito: el único indicio que recordaba la memoria de Casanova en su ciudad natal era una modesta placa conmemorativa instalada en la calle Malipiero que decía: "In una casa di questa calle/ già calle della Commedia/ nacque il 2 aprile 1725/ Giacomo Casanova" (En esta calle / antiguamente llamada de la Comedia / el 2 de abril de 1725 nació Giacomo Casanova).
En esa minúscula callejuela, casi un corredor situado a escasa distancia de la Plaza San Marco, en el corazón de Venecia, fue donde Casanova nació el 2 de abril de 1725 y creció hasta la edad de ocho años. Pero no existe ningún dato preciso sobre dónde se hallaba la casa familiar. Al margen del indicio que aporta la placa, en el resto de Venecia no existe ningún otro vestigio que testimonie el paso de Casanova.
Parodi recuerda ahora que en ese momento pensó: "Hay que hacer algo para solucionar esta anomalía". Fue así como nació la idea de un museo, pero adaptado a las condiciones que propone la tecnología del siglo XXI.
Ese fue el detonante que dio origen a su gran proyecto.
"Casanova no podría haber existido en otro lugar ni en otra época: es el producto lógico y natural de la Venecia del Settencento", conjetura el creador del primer museo mundial consagrado a Casanova. Por esa razón, el primer museo dedicado al mítico libertino no podría estar en otra parte.
La exposición que presenta en el Palazzo Pesaro Papafava —una suntuosa mansión del siglo XIV ubicada la calle della Racheta 3764 (en el barrio de Cannaregio) contigua al canal della Misericordia— no es un museo en el sentido clásico. La muestra no se limita a un puñado de libros y objetos. La ambiciosa pretensión de Carlo Parodi es presentar un recorrido multisensorial —en gran parte virtual— que sumerge al visitante en el lujo, la extravagancia, la opulencia y la voluptuosidad del Settecento.
Para aprovechar y disfrutar cada detalle de la muestra, en el momento de ingresar es preciso colocarse anteojos de realidad virtual y —desde luego— aceptar el desafío de convertirse en un habitante imaginario de la Venecia del siglo XVII.
Gracias a un proyector high-tech que reproduce las imágenes a 360°, se tiene la impresión de asistir a un paseo de Casanova por las calles de Venecia mientras es provocado por las damas elegantes y los libertinos procaces de esa época, vestidos con los excéntricos trajes que estaban de moda. Con esa aproximación a través de la realidad aumentada y una audioguía en 10 idiomas, se abre una nueva dimensión: en medio de una serie de objetos de época —como un clavicordio, una guitarra, cartas autógrafas, así como una suntuosa selección de vestimentas masculinas y femeninas— la exposición relata, como si fueran fugaces pinceladas, los principales encuentros sentimentales, políticos y culturales.
"En este museo de la experiencia, el protagonista es el visitante, que no debe limitarse a tener una actitud pasiva detrás de una vitrina", explica Roberto Frasca, el hombre que diseñó los aspectos tecnológicos de la muestra.
Ese paseo, más que un recorrido, se realiza a través de seis salas que reproducen la cronología de su vida: 1) el nacimiento y su juventud; 2) los viajes, la sociedad y Europa; 3) la vida en Venecia, la cárcel y la fuga; 4) el escritor; 5) el mito y el cine; 6) la alcoba y la moda. Esta sala reproduce incluso un dormitorio de época, donde el visitante es testigo de los rituales de los encuentros íntimos.
La principal inquietud de Parodi es alejarse del mito de libertino que acompaña la posteridad de Casanova 220 años después de su muerte. "Por supuesto que fue un gran seductor, pero esta exposición pretende demostrar que también fue un gran literato, músico, científico, diplomático y agente secreto. Solo conocemos una minúscula parte de su vida. Mi intención es restituir su complejidad y su eclecticismo", afirma Parodi.
Una aplicación para móvil completa la visita y permite recorrer distintos puntos de la ciudad vinculados a Casanova.
"Es una idea capital poder recuperar la esencia del personaje histórico y situarlo en este bello lugar", sostuvo el alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, en su discurso de inauguración, entusiasmado con la aventura que propone el museo. "Si Casanova es un veneciano por antonomasia, no es porque esta es la ciudad de quienes nacen aquí, sino de quienes deciden regresar a ella".
Para Parodi la aventura no ha terminado, sino que —en realidad— recién comienza. A fines de 2018 inaugurará un centro idéntico en Praga, ciudad en la que Casanova murió en la miseria y el olvido, después de haber trabajado como bibliotecario al servicio del conde de Waldstein.
Al mismo tiempo, está preparando una versión itinerante de la exposición que recorrerá las principales metrópolis donde vivió: San Petersburgo, París, Londres y una ciudad española todavía por determinar.
Viaje imaginario por la Venecia del Settecento
Si Casanova llegara hoy al Caffé Florian sería incapaz de reconocer la diferencia, salvo por un pequeño detalle. En el Settecento, era un lugar discreto y tranquilo, propicio para la tertulia y los encuentros amorosos. Sin embargo, el café más antiguo, célebre y lujoso de Venecia, en el corazón de la plaza San Marco, sigue siendo un sitio exquisito y refinado, aunque haya sido invadido por la barbarie turística.
Pese a todo, mantiene casi intacto el encanto del siglo XVIII, cuando fue creado por Floriano Francesconi. A punto de cumplir tres siglos de su apertura —en 1720—, conserva las vitrinas de roble, las paredes cubiertas de boisserie, las mesas de mármol, el mobiliario tapizado en terciopelo carmesí, y los espejos de moda en esa época que ahora desvelan las "manchas" provocadas a través de los siglos por el mercurio que se usaba para disolver las placas traseras de estaño y plomo.
En la terraza hay siempre una orquesta que interpreta música barroca.
Cuando caían las primeras sombras del crepúsculo, Casanova se encontraba con sus conquistas.
Aunque no hay placas ni signos distintivos, es posible realizar una peregrinación por algunos de los sitios marcados por la presencia o al menos el paso fugaz del libertino.
Se podría decir que todo comenzó en el llamado Camp de San Samuele, ubicado frente al museo dall'Accademia. En esa plazoleta, contigua a la casa natal de Casanova, se encuentra la iglesia donde se celebró la boda de sus padres, Gaetano y Giovanna Maria Farussi (también conocida como Zanetta o La Buranella), donde fue bautizado e incluso comenzó su carrera eclesiástica.
Muy cerca estaba su casa natal.
Ningún documento, ningún libro, ningún historiador de la ciudad conoce la ubicación exacta de la casa natal. Pero la placa que sitúa esa callejuela, a pocos pasos del Palazzo Grassi y a tiro de piedra del Gran Canal, alcanza para convertir ese lugar en un punto de peregrinación para miles de turistas.
Doblando a la derecha aún existe la sedería Cashmeandgo, uno de los vendedores de telas y pieles preferidos de Casanova, que ahora vende modelos por Orsola Foscari y Giovanna Cipriani.
A unos pocos metros se encuentra la Corte delle Muneghe, donde vivía su abuela Marzia Baldissera in Farussi, que lo crió cuando quedó huérfano de padre, a los 8 años. Su madre, actriz, estaba permanentemente de viaje.
Un poco más lejos se encuentran la calle y Corte De Le Muneghe,
Antes de iniciar sus estudios de derecho en la Universidad de Padua, frecuentaba la casa de una maestra de bordado donde las jóvenes trabajaban la puntilla. Sus memorias permiten pensar que fue allí donde en 1742 conoció a Angela y se enamoró por primera vez, pero la inflexibilidad de la adolescente lo obligó a replegarse sobre las dos hermanas mayores, Marton y Nanette, con las cuales conoció —en una experiencia triangular— las delicias del sexo.
Como todos los venecianos de su época, Casanova adoraba la vida mundana, los banquetes y la buena comida.
Por esa razón, por lo general la primera cita con sus amantes las hacía en la zona del puente de Rialto y, en particular, cerca del Sotoportego dei Do Mori. En esa recova aún existe una pequeña taberna, fundada en el año 1.500, donde al salir del trabajo los empleados suelen detenerse un momento para degustar los cicchetti típicos de Venecia. En ese lugar Casanova esperaba a sus mujeres.
A poca distancia subsiste otra trattoria, el "Poste Vecie", donde Casanova se encontraba con sus amigos para salir de juerga.
Uno de sus sitios preferidos se encuentra también en las inmediaciones de la Plaza San Marco, en la calle Vallaresso, donde ahora se encuentra un suntuoso palacio y una parte del Hotel Monaco & Gran Canal. Pero, en esa época, allí funcionaba el Ridotto, una célebre casa de juego frecuentada por los nobles venecianos y donde Casanova merodeaba —como un ave de rapiña— en torno de las damas de la alta sociedad con la esperanza de convertirlas en su próxima presa. La regla de discreción que imperaba en ese salón mundano facilitaba la cacería: para entrar, obligatoriamente había ocultar la cara detrás de una máscara.
Otro lugar clave de la biografía de Casanova también se encuentra contiguo a la Plaza San Marco: el Palazzo Ducale. Detrás de admirar su aspecto fastuoso, los turistas que conocen los detalles de la historia pueden visitar los techos de la mansión. A condición de inscribirse previamente, es posible recorrer los llamados "Itinerari Segreti" (Itinerarios Secretos) que permiten revivir la rocambolesca fuga de Casanova de la temible cárcel de I Piombi (Los Plomos).
La leyenda de la época aseguraba que era prácticamente imposible escapar de esa prisión que se encontraba junto Palacio Ducal.
Actualmente también se puede visitar la celda en cual Giacomo Casanova fue recluido por adulterio y de la cual logró escapar con ayuda de un monje libertino. El relato de ese episodio clave de su historia personal —que figura en sus memorias— constituye el último capítulo de su vida en Venecia porque de allí salió para refugiarse en París.
Un viajero infatigable… a veces forzado
A diferencia de los nobles y los burgueses venecianos de esa época, que no se movían de la ciudad, Casanova era un viajero infatigable. Muchas de sus exploraciones se las debe a la policía, que lo buscaba por algún desliz en un convento, una deuda de juego o —con más frecuencia— un escándalo de libertinaje. Otras veces debía escapar a un marido decidido a vengar un caso de adulterio.
Sus relatos permiten calcular que durante su vida viajó 40 mil kilómetros, distancia equivalente a la vuelta al mundo siguiendo la línea del ecuador. Teniendo en cuenta los medios precarios de su época —barcos, caballos y carrozas—, se trata de una verdadera proeza.
Puede haber alguna exageración en sus crónicas, pero existen pruebas concluyentes de su paso de Constantinopla (la actual Estambul en Turquía) a San Petersburgo (Rusia), de Dresde (Alemania) a París, de Viena a Londres, de Ámsterdam a Berlín, de Varsovia a Roma, de Nápoles a Florencia, Génova… donde encontró personajes tan disímiles como Voltaire, Rousseau, Cagliostro, el poeta Giorgio Baffo, Mozart, Madame Pompadour —la excitante amante de Luis XV— , la zarina Catalina II de Rusia y decenas de reyes o emperadores.
Aunque sus viajes fueron muchas veces forzados por las circunstancias, tenía un espíritu verdaderamente cosmopolita. Hoy se diría que era un "europeo". Esa definición significa que, sin despreciar las fronteras ni las identidades nacionales, se reconoce mejor en una cultura, una tradición y una comunidad de valores que nacieron con el movimiento de la Ilustración precisamente durante el Settecento.
El amante perfecto
De las 24 obras que Casanova publicó en su vida, una de las pocas que pasó a la posteridad fue Historia de mi vida. En esas 3.700 páginas, Casanova dejó testimonios y evidencias de haber tenido, por lo menos, 132 «conquistas amorosas». Con todo, es una cifra mucho más modesta que las 2.065 aventuras que le atribuye Mozart en la contabilidad provisoria que realiza en su ópera Don Giovanni.
In Italia seicento e quaranta;
In Alemagna duecento e trentuna;
Cento in Francia, in Turchia novantuna;
Ma in Ispagna son già mille e tre.
El manuscrito de Historia de mi vida, redactado en francés, que era el idioma más hablado en Europa, fue comprado en 2010 por la Biblioteca Nacional de Francia (BNF), gracias a la generosidad de un mecenas que firmó sin pestañear un cheque de 7 millones de euros con la única condición de preservar su anonimato.
Se trata, según los especialistas, del único ejemplar. Las otras versiones que han circulado por el mundo están consideradas como "copias sin valor".
Los 3.700 folios de esa obra monumental —que comporta tachaduras, enmiendas, palabras rayadas y páginas despedazadas— están atesorados en el edificio François Mitterrand de la BNF, ubicado junto al Sena al lado del puente de Bercy.
El personaje más estudiado
Pocos personajes "míticos" de la historia universal han suscitado tanto interés por su vida.
Aunque no es la vocación que imaginó Parodi para su "museo experiencial", la muestra veneciana recuerda —de todos modos— las grandes obras cinematográficas que se inspiraron en su vida y la nutrida bibliografía que suscitó ese personaje intrigante.
Sobre los centenares de obras consagradas a su vida, la exposición se concentra en algunas obras precisas.
Desde el súper clásico de Federico Fellini, interpretado por Donald Sutherland, a la desconcertante versión de Riccardo Freda rodada en 1948, existen por lo menos 19 películas consagrada al seductor infatigable, algunas de mediocre calidad como las que actuaron Gary Cooper, Richard Chamberlain y Vittorio Gassman, y otras de dudoso gusto, como las que realizaron Tony Curtis, Bob Hope o Marcello Mastroianni.
Más prolífica aun es la literatura, tanto de ensayo como de ficción, consagrada a descifrar las clave de su existencia. El museo, sin embargo, solo recoge algunas versiones que, por su originalidad, aportan un nuevo enfoque, como la aproximación psicoanalítica escrita por la belga Lydia Flem en 1995: Casanova o el ejercicio de la felicidad. Flem fue acaso la primera que lo definió como un personaje prefeminista. Otra más reciente, publicada en 2016 por el historiador norteamericano Laurence Bergreen: Casanova: el mundo de un genio de la seducción destacaba el déficit afectivo provocado por el abandono de su madre, una actriz que lo dejó a cargo de su abuela y nunca le prodigó el amor que necesitaba.
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