Predestinada: nació en 1885. Diez años antes de que los hermanos Lumiére, en París y en el Salón Indie, 14 Boulevard des Capucines, inauguraran el Séptimo Arte.
Su primer llanto natal irrumpió en julio 29 de 1885 en el modesto barrio judío de Avondale, Cincinnati, Ohio, hija del comerciante judeopolaco Bernard Goodman y de la suiza Pauline DeCoppet.
La llamaron Theodosia Burr Goodman…
Creció bella, tímida, ávida lectora, y se graduó en la Cincinnati University: algo raro en ese tiempo en que las chicas como ella eran "de su casa y sus labores".
Jugaba a ponerse los sombreros emplumados de su madre… hasta que dio un primer salto definitivo: rubia natural, se tiñó de un negro azabache que contrastó –seductoramente– con su nívea piel.
Medía 1.68 y era algo rolliza: todavía, una chica común. Pero el volcán recién humeaba: la explosión, el fuego y la lava hirviente se tomarían su tiempo.
Enamorada de las tablas, ambuló por teatrillos ambulantes, y recitó y cantó en las calles… y pasó largas horas en la penumbra del único cine de Avondale, hechizada por las primeras películas mudas.
Pero cuando le dijo a sus padres que sería artista… ¡final! The Ending. La echaron y se fue… o viceversa.
Recaló en un antro de Wisconsin. Cantaba, pero empezó a estirar la cuerda: letras picantonas y ropas audaces…
Ya a medio modelar, y después de encarnar a una perversa dama en The Devil (El Diablo, nada menos…) y sobre unas tablas algo más dignas, emprendió el obligado Camino de Damasco: ¡New York City!
Año: 1914. Guerra en Europa. "Los hombres se matan / cubriendo de sangre / los campos de Francia".
Pero Eva Fox, la mujer de William Fox, el dueño de Fox Films (demasiados foxis –zorros–como para perder la presa), la descubren por azar, y ven claro el futuro…: será una estrella, o no será nada.
Primero, un papelito en La mancha, 1915. Después, ¡Qué tonto fui!, inspirada en una obra de teatro cuyo título nació del poema El vampiro, de Rudyard Kipling.
Vampiro. Personaje. Arquetipo. Bebedor de sangre. Transferido a mujer, vampiresa –vamp–: la mujer fatal que enamora y desangra a los hombres…
¡El huevo Fox de Colón!
Porque ella, la pequeña judía Theodosia, lo tiene todo. Pelo, ojos, aire gótico, hieratismo, misterio… Algo imposible para una nacida en Cincinnati, Ohio.
La maquinaria de publicidad empieza a mover sus engranajes.
Theodosia será Theda. Burr Goodman, Bara.
¡Theda Bara!
La primera vamp del cine norteamericano.
Su nom de guerre, anagrama de Arab Death, muerte árabe.
Por supuesto, nacida en Egipto, hija de una actriz francesa y su amante, un príncipe a la sombra de las pirámides.
Y ella, Theda, dueña de poderes sobrenaturales "porque de pequeña bebió sangre de serpientes venenosas", como escribió un redactor alucinado por media botella de bourbon y el humo de dos paquetes de Camel…
Theda, of course, se bañaba en el misterioso Nilo. En la Mesopotamia. Entre el Eufrates y el Tigris, según los libros de geografía.
Fox Films la presenta en sociedad, ante los muchachos de la prensa, en una suite de hotel ab-so-lu-ta-men-te estándard… pero decorada con cortinas rojas, alumbrada por tenues focos, y un insoportable –pero ¡qué touch!– olor a incienso.
Para no hablar del texto del estreno de ¡Qué tonto fui!
Una joya del qwertyuiop. El impío teclado del Room Press.
Textual: "La más célebre de las vampiresas, en su papel más osado, provoca la ruina de miles de hombres".
El film arrasó. Y Theda fue estrella, además, con ciertos toques propios. Ropas transparentes (más de un censor juró ver su pubis), movimientos felinos, y un croos a la mandíbula del pudor victoriano. Porque en esos años y en la pantalla (y también en la calle), la mujer era puta o santa. Sin matices…
En apenas tres años (1915 a 1918), la señorita Grossmann, la hija del honesto comerciante judío, la piba del barrio de Avondale… ¡protagonizó 40 películas!
Los títulos (algunos) hablan por sí mismos: Pecado, La Mujer Tigre, Madame DuBarry (cortesana coleccionista de amantes), Carmen, La Safo eterna, The Vixen (zorra, arpía, bruja), Romeo y Julieta…
Pero aún faltaba la historia de las historias: ¡¡¡Cleopatra!!! La terrible Reina del Nilo. La que estrujó como un papel a Julio César y a Marco Antonio.
Y la Fox la lanzó al ruedo. Director: J. Gordon Edwards. Costo récord: medio millón de dólares. Y hasta hoy, según críticos y estudiosos de la pantalla de plata, Theda Bara… ¡insigne!
No superada ni por Claudette Colbert, Vivian Leigh, Elizabeth Taylor, Mónica Belluci, las Cleopatras transcurridas entre 1934 y 2002.
Y por si poco fuera, repitió el fenómeno de taquilla con Salomé, la que cortó la cabeza del Bautista…
Pero llegados los años 20 empezó a descender, y no pudo volver a la cumbre.
Casada con el director Charles Brabin, que la dirigió varias veces, se mudaron a Los Ángeles.
En 1923, la revista Movie Weekly entrevistó a la pareja. Poca miga dieron la ex vamp y su marido. Él, fastidiado: "No quiero que Theda vuelva a la vida pública". Ella, mansa: "Lo único que me interesa es la literatura y la filosofía".
En los años 30 escribió sus memorias: Lo que las mujeres nunca dicen. Pero nadie quiso publicarlas.
El 17 de abril de 1955, a los 69 años, un cáncer la borró de este mundo.
Yace en el gran mausoleo del Columbarium of Memory de Lax.
Sólo tres de sus 40 películas se salvaron del fuego y otros desastres.
Pero en esos tres, sus ojos negros permanecen.
Tan profundos y misteriosos como el Egipto que le endilgaron.
Y tan luminosos como los de Theodosia Burr Goodman en el remoto barrio judío del que salió para ser Theda Bara. La primera mujer fatal en más de un siglo de cine.
Rodolfo Valentino, que sí nació el mismo año en que los Lumière deslumbraron a un grupo de burgueses con su linterna mágica y figuras en movimiento, y que fue el primer sex symbol del cine, murió muy joven: a los 31 años.
Pero mi corazón de adicto a la pantalla los imagina en una escena imposible: Rodolfo y Theda bailando un tango en las baldosas de la mansión de Norma Desmond.
En su mansión de Sunset Boulevard…
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