"¡AY, OBAMA! VUÉLVETE LOCO Y VEN PA' LA HABANA"
De cómo Barack Obama y Raúl Castro comenzaron a normalizar las relaciones entre sus países. Historia de los Cinco y el Sexto. La liberación de los espías cubanos y el contratista estadounidense, el desfile de Chanel, los cruceros y el turismo: todo muy rico hasta que asumió Donald Trump. Celulares e internet en la isla; las aplicaciones locales que cumplen las funciones de las globales que no existen. El misterio del Paquete Semanal.
En la terminal de Viazul, en Nuevo Vedado, el aire acondicionado está reservado al sector donde esperan sus ómnibus los turistas con pasaje en ceucés. Para el resto queda la temperatura natural: infernal. Una módica fila demora al cliente y le da tiempo para ver el cartel gigante sobre Los Cinco, a los que se llama con familiaridad por sus nombres de pila: Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
Hoy Los Cinco saludan felices y abrazados, en ropa de calle, en un cartel distinto, en las vías principales de La Habana, con las manos abiertas y los cinco dedos extendidos, con el yate histórico Granma como fondo de la foto, junto a la leyenda: "Firmes y victoriosos entre nosotros". Pero antes del 17 de diciembre de 2014 las imágenes de Los Cinco en la terminal de Viazul los mostraba en sus uniformes de cárceles de los Estados Unidos, donde estaban presos, en fotos individuales unidas en un collage.
Cuando se confeccionó el afiche (2011) todos estaban dispersos en la generosa geografía penitenciaria del país con mayor cantidad de detenidos, seguida por China y Rusia: Gerardo Hernández Nordelo, en Victorville, California (dos cadenas perpetuas más quince años); Ramón Labañino Salazar, en Beaumont, Texas (treinta años); Antonio Guerrero Rodríguez, en South Florence, Colorado (veintiún años y diez meses); Fernando González Llort, en Terre Haute, Indiana (dieciete años y nueve meses) y René González Sehwerert, en Marianna, Florida (quince años).
Los Cinco Héroes, se los bautizó en Cuba. Los cinco espías cubanos de la Red Avispa, se los llamó en los Estados Unidos.
Tras haber asimilado la abundante información de ese y otros afiches sobre Los Cinco, llega uno a la ventanilla donde la empleada de Viazul le dice que viajar de La Habana a Camagüey en el ómnibus sale 33 ceucés por persona. Afuera de la estación una miríada de hombres ofrece el mismo viaje en automóvil, más rápido aunque no más confortable, por un precio a determinar según factores arcanos, entre los que se destaca la cara del cliente.
Acercarse a la puerta de Viazul y ser ametrallado a ofertas es la misma cosa. "A Varadero, a Varadero", es lo primero que se escucha: los turistas van a la playa más famosa de la isla. Luego sigue poco menos que una lección sobre las ciudades cubanas: todos los destinos son negociables.
—Dos a Camagüey —dice uno mientras semblantea al Poeta y su acompañante—, 70 fulas.
—Por 4 ceucés no vale la pena esperar el bus, y viajar por más tiempo —traduce y propone el Poeta.
Pero cuando se ha cerrado el trato y el Poeta abre la puerta del automóvil, la transacción recomienza: existe un pago extra —otros 20 ceucés— para el "gestor de viajes", como llama el Chofer con elegancia al dueño de la parada.
—¿Pero qué tú dices, socio? Si ya cuadré con tu compadre… Son 70, no son 90.
—Si él dice que no, no podemos salir.
Tres hombres se les han aproximado discretamente, demasiado cerca como para creer que sólo curiosean. Al otro lado parecen haber crecido, como enredaderas mágicas, otros dos. Están rodeados.
El Poeta no se mueve de sus 70: asere de aquí y asere de allá, argumenta; y si no, ya tú sabes, está Viazul. El Sr. Gestor casi no pronuncia nada, ni falta que hace: se le entiende clarito. La acompañante del Poeta estudia la escena como un partido de tenis, la cabeza para un lado y para otro.
"Dame 15", afloja el Sr. Gestor. Cuando El Poeta muestra 5 ceucés sin pronunciar palabra, la Yuma pone cara de OMG-WTF-emoji-del-monito-que-no-quiere-ver. Pero el Sr. Gestor no se ofende, toma el billete con una sonrisa y asiente con la cabeza al Chofer.
En el Volkswagen al que se sube el Poeta se destacan una calcomanía que dice "I Love my Car", otra con la imposible dirección www.eltransportador.@r.com y una radio con conexión para iPod. La Tercera Pasajera en la ruta La Habana-Camagüey, saca y conecta uno del que saldrán sin sucesión de continuidad, a lo largo de 535 kilómetros, los éxitos más desesperantes de Enrique Iglesias.
En la travesía, por una autopista y una ruta, hay carteles sobre Los Cinco, Fidel y Raúl Castro, el Che Guevara, la Federación de Mujeres Cubanas, la Unión de Jóvenes Comunistas, José Martí. Pero sobre todo muchos carteles sobre Los Cinco. Siempre con sus nombres de pila nada más.
Antes de salir de La Habana, en la pared astrosa de una calle cualquiera, una pintada en aerosol declara "El Sexto", con una línea que extiende la colita de la O hasta dibujar una estrella de cinco puntas.
—¿Cinco puntas por Los Cinco? —pregunta el Poeta—.¿Y qué significa El Sexto?
El Chofer no tiene idea. La fanática de Enrique Iglesias tampoco.
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Aquel 2011 la literatura local sobre Los Cinco abundaba: una pila de libros, desde derecho internacional a poesía, tenía preparada Miguel Álvarez Sánchez en la Asamblea Nacional del Poder Popular. Él se encargaba del tema para Ricardo Alarcón, entonces presidente de la Asamblea y número 3 en la isla.
Ningún otro tema se destacó más en el discurso de Alarcón mientras Los Cinco estuvieron encarcelados. Porque, se dice, la cuestión calaba muy hondo en el corazón del Comandante, quien todavía estaba vivo y seguía sin entender por qué el caso, casi contemporáneo al de Elián González, no había tenido una repercusión similar.
Aunque en 2012 no hubo novedades sobre Los Cinco, el nombre de Álvarez apareció en el blog de un emigrado: él y su esposa, Mercedes Arce, habían sido detenidos, acusados de corrupción. El asesor de Alarcón había tronado, como se dice en Cuba cuando le bajan el pulgar a alguien en el poder.
Buscar su nombre en internet se probó inútil. Alarcón declaró que él no tenía "absolutamente nada que decir" sobre el asunto.
El arresto del matrimonio se conoció, fuera de la isla, por Penúltimos días: "Ha caído en desgracia (detenido y bajo investigación) Miguel Álvarez Sánchez, el asesor principal de Ricardo Alarcón. Parece estar implicado en corrupción y desvío de recursos". Según la página hecha en España, la investigación había comenzado por su esposa, quien trabajaba para inversores mexicanos en Cuba.
El blog ubicaba a Álvarez y Arce en su casa, empiyamados, con "detención vigilada y prohibición de cruzar la puerta a la calle".
El Plan Piyama consiste en liberar a un funcionario importante —no se aplica a los peones— del agobiante peso de sus deberes y mandarlo a la casa a que haga nada, callado si no quiere problemas mayores, e incluso sin vestirse para salir: de ahí el nombre. Queda a la espera de que se lo reubique en un cargo menor o en una celda.
Los empiyamados han perdido los poderes derivados de sus empleos. Viven estigmatizados: flota sobre ellos la sospecha de corrupción, que equivale a la muerte civil. Reciben una sanción brumosa —según su nivel de información que pueda salpicar a otros, según las influencias que puedan moverse por ellos— que puede derivar en quién sabe qué.
La información sobre Álvarez y Arce no era exacta. O cambió luego. En todo caso, con el tiempo sus nombres volvieron a aparecer, en un cable de Reuters, entre los 53 presos políticos liberados por Raúl Castro como parte del comienzo de la normalización con los Estados Unidos. Habían sido condenados por delitos, sin especificar, contra el Estado. Él había recibido una pena de veinticinco años de cárcel; ella, una de quince.
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Una síntesis posible de la versión de Álvarez —es decir, cubana— sobre Los Cinco contaría: el 12 de septiembre de 1998 agentes del FBI arrestaron a Manuel Viramontes, Rubén Campa, Luis Medina, Antonio Guerrero y René González por encontrarlos espías activos desde ocho años antes. Advirtieron que los tres primeros eran los más importantes de sus detenidos, algo más cierto que sus nombres: Viramontes era el alias de Gerardo Hernández, Campa el de Fernando González y Medina el de Ramón Labañino.
Ese año una delegación del FBI había llegado a La Habana para recibir información sobre cómo operaban los grupos que hacían planes contra la isla desde los Estados Unidos. "Pero lo que hicieron no fue detener a estos terroristas, sino a nuestros compañeros."
Cuba insistió durante años en que los cargos por espionaje no tenían base: los agentes nunca tocaron un documento oficial secreto ni infiltraron organizaciones gubernamentales sino que trabajaron sobre grupos como Alpha 66 o CORU, que actuaban contra la isla y sus intereses internacionales. Pero hay vínculos históricos entre personas de esos grupos y Washington que nublan esas demarcaciones.
En cualquier caso, los encerraron diecisiete meses en celdas de aislamiento antes de que comenzara el juicio, castigo que se repitió en algunas ocasiones mientras cumplían ya sus condenas. El proceso, en el año 2000, duró más de seis meses: un récord hasta el momento en los Estados Unidos. Fueron acusados de "conspiración para cometer espionaje" y "ser agentes no registrados de un gobierno extranjero". Se limitó el acceso de sus abogados a las evidencias. No obstante, Washington reconoció que no había indicios de que hubieran accedido a documentos secretos o puesto en peligro la seguridad nacional.
Dado que las organizaciones que infiltraron se hallaban en Miami, la causa se desarrolló allí, donde el jurado sufrió la presión de la prensa local y de los exiliados militantes. La defensa solicitó el traslado del juicio a la corte de Fort Lauderdale, a poco menos de 50 kilómetros al norte de Miami; el pedido fue rechazado. Cinco años más tarde la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declaró "arbitraria" la detención de Los Cinco y concluyó que "el proceso no tuvo lugar en el clima de objetividad e imparcialidad que se requiere para cumplir con la normas de un juicio justo".
La esposa de González, Olga Salanueva, fue detenida el 16 de agosto de 2000.Como él tenía nacionalidad estadounidense y ella sólo residencia permanente, se le sugirió a González que aceptase un plea bargain —un acuerdo con la fiscalía para aceptar cargos menores, facilitar información y dar testimonio contra los demás acusados— a cambio de no deportarla. Él lo rechazó y ella fue expulsada en noviembre de ese año. Nunca más se le otorgó una visa para visitarlo. Él pasó a prisión domiciliaria el 7 de octubre de 2011 y renunció a su ciudadanía a cambio de volver a Cuba en 2012.
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Durante el juicio se cumplieron cinco años del derribo de dos aviones de Hermanos al Rescate, una organización anticastrista que buscaba balseros en el estrecho de la Florida y realizaba vuelos rasantes sobre La Habana con otros fines, el único declarado y quizá el menos importante, soltar panfletos. Los tres Cessna 337 Skymaster que habían despegado de Opa-Locka el 24 de febrero de 1996 recibieron una bengala de advertencia del gobierno cubano, que los consideró dentro de su territorio aéreo. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos rechazó sus pedidos de resguardo. Uno escapó al ataque de misiles, pero en los otros dos murieron Armando Alejandro Jr., Mario de la Peña, Carlos Costa y Pablo Morales. Los pocos restos de las naves aparecieron cerca del Malecón de La Habana.
Hernández había infiltrado esa organización. La cobertura del aniversario fue un incendio en medio de las audiencias. El alegato del fiscal, además, advirtió a los jurados que traicionarían a su comunidad si no declaraban culpables a Los Cinco. Lo hicieron, en los 26 cargos que se les habían presentado.
Las sentencias —el máximo para cada imputación— fueron apeladas y revisadas, aunque no sustancialmente, en los casos de cuatro. A Hernández, en cambio, le agregaron un cargo, "conspiración para cometer asesinato", por el episodio de Hermanos al Rescate: según la fiscalía, el derribo sucedió en aguas internacionales, no cubanas, y en consecuencia los Estados Unidos tenían jurisdicción. Los radares de los dos países se contradicen. Uno de los setenta testigos en el juicio, el coronel retirado George Buckner, sugirió que se mirasen las imágenes satelitales. La fiscalía lo objetó.
Por la condena agregada, Hernández nunca hubiera salido de la prisión. En cambio, gracias a las negociaciones secretas entre La Habana y Washington, no sólo está libre sino que es padre.
Su mujer, Adriana Pérez, había conseguido un permiso de visita para una única vez, pero al llegar al aeropuerto de Houston, en Texas, le negaron el ingreso y la deportaron. Las gestiones diplomáticas secretas en las que participaron Canadá y El Vaticano permitieron que hiciera un tratamiento de inseminación artificial con espermatozoides de su marido preso, y así nació Gema el día 6 de enero, a menos de un mes de la llegada de su padre a La Habana. En diciembre de 2016 nacieron los mellizos Ámbar y Gerardo.
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"Ya tiene casi un año, se quiere lanzar a caminar", comentó Hernández sobre la niña en febrero de 2016, en la XXV Feria del Libro de La Habana, a la salida de la presentación de Cuba, ¡palabra a la defensa!, del académico argelino-francés Salim Lamrani.
—Salim dice más su amor a Cuba que lo que pudiera decir cualquier nacido en esta tierra —lo elogió en su intervención breve.
La Reina entró a la sala por pura casualidad. La presentación, programada para el día anterior, no se había podido hacer por falta de ejemplares. Por fin la imprenta los había entregado y la Reina, que había ido a la feria para buscar, entre otras cosas, uno, lo vio en la mano de un hombre.
—Compañero, ¿dónde lo consiguió?
—En la Sala José Antonio Portuondo, aquí al doblar. Si va ahora, está la presentación.
Entró, se sentó. Reconoció la cara del orador —no imaginaba que tuviera una voz tan suave— y se le escapó en un susurro: "¡Gerardo! Ave María purísima". Buscó su celular para sacarle fotos, como la mayor parte del público.
Hernández prologó el libro, que también lo incluye entre los entrevistados. Lo recomendó como una pieza útil para la coyuntura. "El interesante y complejo escenario de la Cuba de hoy y sus relaciones con el vecino del norte", escribió el hombre que estuvo encarcelado dieciséis años, abrió muchas preguntas entre "amigos de la Revolución Cubana que, de buena fe, buscan respuestas". Aconsejó sumar el libro de Lamrani a esa búsqueda.
Cuando terminan de hablar él, Max Lesnik y Roberto Chile, el autor se revela como un tremendo comecandela, como se llama en la isla a los que son más papistas que el papa, más propoder revolucionario en este caso: "Cuba cometió el mismo pecado que Robespierre: repartir la riqueza y poner en el centro al ser humano", dijo, por ejemplo.
Al salir, frente a una gigantografía del Che, el público se saca fotos con Hernández, le pide que dedique el libro que no es suyo. Dos mujeres le hablan muy emocionadas. Más de cincuenta y cinco años después de que Eric Hobsbawm se asombrara de la popularidad del gobierno cubano ("sondeo de opinión no oficial conducido en junio arrojaba la pasmosa cifra de un 88 por ciento de los encuestados que le daba al gobierno su apoyo total o virtualmente incondicional"), mucha gente sigue prefiriendo esa especie de mal menor del socialismo.
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En los Estados Unidos la narrativa sobre Los Cinco siempre divergió mucho de la de Álvarez. No hace falta navegar en las versiones de los medios anticastristas: la cobertura seria de la prensa nacional no coincide con La Habana ni siquiera en la cantidad de detenidos.
Los cinco —y nada de nombres de pila ni mayúsculas— en realidad eran diez. Cinco aceptaron negociar con la fiscalía para declararse culpables, reducir sus condenas y declarar contra los demás. Como en Law and Order.
El 15 de septiembre de 1998 The Washington Post tituló: "Diez arrestados por cargos de espionaje para Cuba". La fuente principal, el fiscal general Thomas E.Scott, declaró que los ocho hombres y las dos mujeres detenidos intentaban "golpear el corazón mismo de nuestro sistema de seguridad nacional". Explicó que el grupo había infiltrado las organizaciones de Miami Hermanos al Rescate y Movimiento Democracia, pero que también habían intentado penetrar varias bases militares en la zona, como el Cuartel General del Comando Sur, la Base Aérea MacDill y la Estación Aérea Naval de Boca Chica. Scott elogió la operación como "sofisticada, por decir lo menos".
Otra fuente, el agente de contrainteligencia Héctor Pesquera, dijo al diario que el FBI investigaba al grupo desde 1995 y que las detenciones eran "un golpe significativo para el gobierno cubano". Contradijo a Scott al asegurar que las bases militares "nunca estuvieron comprometidas".
Los diez que integraban lo que se llamó la Red Avispa eran los cinco ya conocidos más Alejandro Alonso y los matrimonios de Nilo y Linda Hernández y de Joseph y Amarylis Santos, que según documentos secuestrados en sus casas e integrados a la causa, eran considerados "junior".
Los Hernández hicieron un mea culpa dramático: "Lamentamos realmente haber sido parte de un grupo que fue instrumento del gobierno cubano", dijo ella, y agradeció a Dios su arresto, "porque ahora estamos haciendo lo que tendríamos que haber hecho antes". Él pidió disculpas a los tribunales, a los Estados Unidos y a su hijo: "Creo que lo que hice estuvo mal". Estos otros cinco recibieron idénticas penas de siete años, que se redujeron por apelaciones y buenas conductas.
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Contra Cuba actúa un prejuicio, argumentó Álvarez en 2011.En 2003, en guerra con Irak, el FBI detuvo en Chicago a un iraquí, Khaled Abdel-Latif Dumeisi, que se dedicaba a espiar las actividades de los grupos de oposición a Saddam Hussein. "¿A cuánto condenaron a ese representante del aborrecible régimen con el cual estaban en guerra? Tres años y diez meses. Por el mismo cargo al cual a René le pusieron quince años", ilustró.
El prejuicio tuvo y tiene una contracara en la prensa cubana: el panegírico exacerbado. Una estadística silvestre demuestra que de dieciséis diarios Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores y Adelante del mismo momento en que Álvarez hablaba, ocho tenían noticias sobre Los Cinco, seis de ellas en la portada. Granma retomaba el tema del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate: "¿Por qué el Gobierno de Estados Unidos se niega a entregar las imágenes satelitales del 24 de febrero de 1996? ¿Por qué los medios de comunicación norteamericanos hacen silencio ante un hecho tan escandaloso"? Juventud Rebelde presentaba el III Encuentro Juvenil Internacional de Solidaridad con los Antiterroristas Cubanos como noticia principal: "Versos por Los Cinco" es el título, y dos páginas en el interior cubrían los poemas.
En el noticiero de la noche el Canal Educativo difunde las mismas historias que al mediodía pasó Cubavisión. Muchas veces los titulares de Granma y Juventud Rebelde son idénticos. Los medios actúan como una isla dentro de la isla. Un alma sensible podría tener un ataque de pánico mientras mira la televisión a la noche y recibe, como en un loop asfixiante, lo que ya vio durante el día, y leyó en los medios gráficos, y escuchó en las conversaciones de la gente.
La única excepción es el Paquete Semanal. Un producto que, sin temor a equivocación, se puede decir que sólo existe en Cuba.
Circula en discos y memorias. Lleva hasta el último rincón de la isla películas, series, aplicaciones, juegos, música y hasta revistas como People en español escaneadas. Sale entre 10 dólares y nada.
Del mismo modo que antaño se decía que traía a los niños de París, la cigüeña, se presume, entrega ahora cada domingo un terabyte de entretenimiento digital.
Hay quienes sostienen que sólo el gobierno posee los recursos tecnológicos para bajar ese volumen de datos, poner subtítulos y agregar publicidades locales. Suman a ese argumento que es extremadamente llamativo que desde 2008, cuando nació, y luego de su crecimiento exponencial en 2014, el Paquete Semanal y sus distribuidores —una cadena visible de personas en la calle— nunca fueron perseguidos por comercio ilícito.
Curiosamente, también la web anticastrista Cubanet ofrece enlaces de descarga para actualizar el Paquete y mandarlo offline, en algún soporte, a la familia en el medio del campo.
Larry Press, profesor de Sistemas de Información en la Universidad Estatal de California y experto en la internet en Cuba, opinó que, sin ser legal, el Paquete es conocido y tolerado. No se lo intenta esconder pero tampoco distribuye material político que pudiera irritar a alguien.
También hay quienes recuerdan que en la isla se han instalado antenas satelitales clandestinas —que han pagado multas de 10.000 pesos cubanos, o 400 dólares, y también han llevado a la cárcel a sus dueños— y que alguna vez Hispasat facilitó en su página el cálculo para orientar las antenas hacia sus satélites. El resto podría ser una red económica informal —algo que abunda en Cuba— que suma la capacidad para almacenar los contenidos.
Cuando llega, los domingos, el Paquete sale 10 ceucés. Así lo pagan los mayoristas, se dice: al descender en la jerarquía el precio baja. Los contenidos se fragmentan en las memorias o los discos externos de los consumidores —cada quien elige lo que quiere en los estanquillos que venden películas pirateadas, donde suele haber una computadora con el download total de la semana— de modo tal que los lunes y martes el Paquete se consigue a 5 y 2 ceucés y el resto de la semana, a uno.
Hay servicio a domicilio: el consumidor recibe un disco externo, copia los contenidos que desea y al día siguiente devuelve el disco con un billete de 5 ceucés a su proveedor.
Y también se consigue gratis: la gente lo comparte, en una combinación muy cubana de criterio socialista con esa especie de cultura de la gratuidad que ha generado internet por la capacidad de reproducción, idéntica y sin costo, del bit.
La socióloga Dennisse Calle analizó los contenidos del Paquete. Halló que el 35 por ciento es televisión, seguido por un 33 por ciento variopinto de juegos, aplicaciones y contenidos para dispositivos; un 29 por ciento de música, un 2 por ciento de películas y un 1 por ciento de publicidad. También rastreó los orígenes de los contenidos. La mayoría, 57 por ciento, proviene de los Estados Unidos; el 15 por ciento de América del Sur, el 13 por ciento de México y el 11 por ciento de Europa.
En la Asociación Hermanos Saíz, el centro de cultura oficial joven de Cuba, hubo un debate sobre el Paquete. El vicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), Omar Alazara, dijo que la popularidad de estos contenidos alternativos a la televisión cubana no lo sorprendió: "El Paquete ocupa esos nichos que nosotros no podemos ocupar en defensa de la política cultural", informó Havana Times.
Al abrir el Paquete, el consumidor se encuentra con carpetas que a su vez alojan otras, hasta un total de 1.300 carpetas de contenidos:
Catálogo Compumanía
Juegos
Aplicaciones para móviles
Aplicaciones para PC
Revolico
Lo último (Red de redes)
Actualización antivirus
Animados
Nickelodeon Kids' Choice
Reality Shows
Reality Shows en Español
Novelas en transmisión
Series en transmisión
Series finalizadas por temporadas
Deporte semanal (Alta calidad)
Documentales
Humor
Mangas (Animé)
Películas estrenos HD
Trailers
Ciclo de Filmes por Actores
Ciclo de Filmes por Género
Cinemateca Cubana
Películas asiáticas
Películas en alta calidad
Películas españolas
Películas indias
Películas mexicanas
Cuba se entera (Diarios cubanos, gaceta y otros)
Revistas (Organizadas)
Discografía en MP3285
La calidad del video es despareja. A veces es alta definición y otras —como en un paquete que analizó Press— es pobre: "Me pregunté cómo se capturaba el material", escribió. "Acaso comprimido y bajado en conexiones lentas. Otra posibilidad es que no esté copiado de una versión digital, sino mediante el hueco análogo durante la reproducción."
Pero fuera del Paquete sólo hay más de lo mismo. "Raúl: Es tarea estratégica e impostergable del ALBA la defensa mancomunada de Venezuela", fue el titular principal de Granma el 6 de marzo de 2018; "Raúl: Es tarea estratégica e impostergable del ALBA la defensa mancomunada de Venezuela", fue el titular principal de Juventud Rebelde el 6 de marzo de 2018.
Las avenidas y las rutas del país no se distinguen mucho de la prensa. No hay publicidad sino carteles y pintadas:
El partido es la vanguardia de la revolución
Los cambios en Cuba son para más socialismo
La cultura desempeña un digno papel de escudo ideológico en el presente y hacia el futuro
Unidos en defensa de la Patria
Viva Fidel / Viva Raúl
Vale más la vida de un ser humano que todo el oro del hombre más rico de la tierra (Che)
Señores imperialistas: ¡No les tenemos absolutamente ningún miedo!
Cuba contra el bloqueo y la anexión
8,5 millones de niños en el mundo trabajan en condiciones de esclavitud, ninguno es cubano
Hasta la victoria siempre
No está el "I'm loving it" de McDonald's, ni la hamburguesa en los vidrios de algún local que promete leer la mente: "The thing you want when you order salad". No está el logo familiar de Coca-Cola, ni sus mensajes sobre fondo rojo como "Discover happiness", o los más coloridos de Coca Light como "Regret nothing/ No sugar, no calories". No hay mujeres jóvenes con vestidos exiguos y llamativos junto a automóviles que manejan tipos cuya presencia o actitud ilustran palabras que desfilan en la pantalla: "class" (no en el sentido marxista), "luxury", "reliability", "control", "command", "performance" o "utility". No hay abogados estilo Better Call Saul que ofrecen una primera consulta gratuita, ni niños blancos pelados por la quimioterapia que garantizan la excelencia de un hospital caro (y por tanto libre de minorías), ni advertencias sobre la multa a pagar en caso de no tener el sistema electrónico para pasar por los peajes, ni cruceros, ni telefonía celular.
Y sin embargo, entre la publicidad de bienes y la promoción de valores edificantes hay un hilo: la fuerte tradición de carteles. La industria tabacalera, y en menor medida la del azúcar, importaron imprentas y talentos del diseño y el grabado desde antes de la república inclusive.
Antes de la Revolución, el comercial gráfico acercó a la sociedad cubana a "la vecina Norteamérica que dictaba gustos, estilos de vida y orientación política", según la introducción a Vallas y carteles de Cuba. El libro habla de la revista Social y de la influencia de sus imágenes; también de la publicidad de Hatuey, que mostraba a una rubia con unas prendas mínimas azules que se contoneaba porque la cerveza era "¡Como a usted le gusta! Burbujeante y alegre". Aquellos carteles resultaron un soporte tanto funcional como estético para el mensaje de la Revolución.
La comunicación de los barbudos, en especial de Fidel Castro, era personal y directa. El primer cartel, de Eladio Rivadulla, parece un antecedente de Hope de Barack Obama: la cara del Comandante, su fusil, su nombre debajo, y arriba "26 de Julio" en rojo y negro. De inmediato se dio una transición veloz, que sumó la fotografía y el fotoperiodismo: Camilo Cienfuegos cubierto con su Stetson, el pelo desordenado y su arma, que mira al Número 1; Raúl Castro con un aire adolescente, que el bigote fino no le borra, en ropa de fajina.
También las marchas populares, como la que Ernesto Fernández tomó de unas mujeres que desfilaban con una bandera cubana enorme frente a un cine que proyecta Ocho mil solteros irresistibles, o la del amontonamiento de gente frente a la embajada de los Estados Unidos que Roberto Salas encuadró con el vendedor de la publicación Revolución en primer plano: sostiene el número que se titula "¡Viva Cuba libre! Rompen los US sus relaciones con Cuba", o las innumerables con Fidel Castro de espaldas ante un mar de gente delante de él.
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Nada causó el efecto, buscado o accidental, que provocaron Raúl Castro y Barack Obama el 17 de diciembre de 2014.
Los presidentes de Cuba y los Estados Unidos se habían estrechado las manos por primera y asombrosa vez en el funeral de Nelson Mandela, a fines de 2013. Un año más tarde hablaron por teléfono y acordaron el anuncio del 17D.
Ese día Granma tituló, con las noticias escritas en la tarde del 16, como se hacía en los tiempos que los diarios sólo salían en papel:
Comisiones del Parlamento pulsan la vida del país
Sostuvo Raúl encuentro con Evo Morales
Asamblea Nacional venezolana rechaza injerencia de Estados Unidos
Desde hoy recta final en la pelota
Amplían sobre nuevas disposiciones acerca de pago a trabajadores vinculados con la inversión extranjera
Pero mientras los jubilados que al alba consiguen la prensa a 20 centavos de moneda nacional la revendían a un peso en Cuba, el matutino envejecía como pocas veces. Todo el mundo hablaba de la reanudación de relaciones, de Los Cinco, de Gross, del Papa Francisco.
Ese día, por primera vez, los cubanos vieron en la televisión estatal un discurso de un presidente estadounidense en vivo.
En Miami, antes de fin del mes, la cantante Haila resucitó un estribillo que databa de 2010, cuando sonaba a broma:
¡Ay, Obama!
Vuélvete loco
y ven pa'La Habana.
En Cuba, NG La Banda lo popularizó, suavizado al ritmo del son.
El 20 de julio de 2015, luego de décadas de diplomacia intermediada, los Estados Unidos volvieron a abrir su embajada en La Habana. James Tracy, Mike East y Larry Morris, los marines que habían arriado la bandera en 1961, llevaron una nueva. John Kerry fue el primer secretario de Estado que pisó la isla en setenta años.
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