Detrás de los simpáticos conejos y la historia de amor de Las travesuras de Peter Rabbit, la última superproducción de la factoría Disney estrenada en los cines, emerge el nombre de una mujer revolucionaria: Helen Beatrix Potter (28 de julio de 1866 – 22 de diciembre de 1943)
Escritora, ilustradora, naturalista y conservacionista inglesa que no solo creó una galería de personajes animales que se incrustaron en el imaginario cultural occidental por su ternura y sencillez -con el famoso Peter Rabbit a la cabeza-, sino que desafió el mandato patriarcal de su época con una serie de acciones que aún hoy causan asombro y admiración.
Antes que en las locas aventuras del conejo atorrante en cartelera, una película protagonizada por Renée Zellweger y Ewan McGregor, Miss Potter (2006, en habitual rotación en las señales de películas de la televisión paga), permite acercarse al menos de manera superficial a una historia fascinante. La de una mujer que, criada en un acomodado hogar británico, hizo de su curiosidad y brillantez intelectual un estilo de vida que todavía repercute a través de la obra artística-científica que dejó como legado.
El dato tal vez accesorio pero no intrascendente, aún frente a la relevancia de su figura en términos culturales y sociales, es que Ms. Potter sigue siendo una de las autoras infantiles más vendidas de la historia: escribió e ilustró 28 libros que han sido traducidos a más de 35 idiomas de los cuales se vendieron más de 100 millones de copias.
Estas obras brillan por una visión naíf del mundo pero a la vez patentaron un estilo imitado pero nunca igualado. Su estética se basa en un estilo naturalista de los paisajes campestres ingleses, a base de dibujos hechos en acuarela -técnica muy utilizada a finales del siglo XIX- que muchas veces choca con partes de las historias en que dejan de ser dulces para ser crueles e incluso irónicas en su retrato de la sociedad de una época.
Su perfil de mujer autodidacta y desafiante de las restricciones de la época queda patentizado en otro dato para nada insustancial. A saber. Los líquenes provienen de una relación simbiótica entre los hongos y las algas, descubrimiento que en el mundo de la micología resultó toda una revelación. Pues bien, una de las primeras personas del mundo en estudiarlo y afirmarlo fue la señorita Potter.
Claro, sus estudios con esa conclusión que datan de 1866 recién fueron reconocidos un siglo y pico después: fue en 1997, cuando una asociación científica publicó un texto de desagravio reconociendo el talento de la descubridora. Si la desarrollada sociedad científica británica del XIX no lo hizo en su momento era porque ella… Era mujer, condición que la inhabilitaba según el criterio de la época para "ser" científica.
Esta historia había comenzado un tiempo antes. Habiendo nacido en el seno de una familia de clase media-alta victoriana, Beatrix tuvo una infancia típicamente restringida y a menudo solitaria. Rara vez pasaba tiempo con su madre y su padre y, al ser educada en su casa por una institutriz, tenía muy pocas oportunidades de conocer a otros niños.
Sin embargo, su padre la llevaba a visitar, por ejemplo, el Museo de South Kensington (el nombre original del hoy siempre deslumbrante V & A), el Museo de Historia Natural y la Real Academia, así como a mantener una vida social activa entre escritores, artistas y políticos. La misma familia incluía muchos conocedores y profesionales del arte. Su madre Helen era bordadora y acuarelista, y Edmund Potter, el abuelo paterno de Beatrix, fue cofundador y presidente de la Escuela de Diseño de Manchester.
Aquellos descubrimientos inspiraron y animaron el incipiente talento artístico de la niña. A los ocho años, ya llenaba cuadernos de bocetos caseros con dibujos de animales y plantas.
Copiaba de la naturaleza o de libros y manuales de dibujo, y también estudiaba las obras de pintores como Constable, Gainsborough y Turner en las exhibiciones de la Royal Academy.
Su educación formal siguió los dictados del período, bien vistos para una chica de su edad y condición social. No fue fácil. Enviada a un internado, allí pasó su adolescencia estudiando, pintando y dibujando. Otra salida para su creatividad era un diario, en el que usaba un código secreto miniaturizado para registrar pensamientos y observaciones cotidianas.
A pesar de haber obtenido su Certificado de Arte para el dibujo, llegó a los 21 años con muy poca educación. Y como muchas hijas adultas de los ricos, fue nombrada "supervisora del hogar", un rol que le dejó suficiente tiempo para satisfacer su interés en las ciencias naturales. Se convirtió en una talentosa naturalista. Hizo estudios de plantas y animales en los museos de Cromwell Road, y aprendió a dibujar con un microscopio.
En medio de esa actividad, escribió un artículo titulado "Sobre la germinación de las esporas de Agaricineae (funghi con pepitas)" que en 1897, con la ayuda de su tío, el notable químico Sir Henry Roscoe, fue presentada a prestigiosa (y toda masculina) Sociedad Linneana de Londres. Pero, siendo amateur y, probablemente más importante, mujer, sus esfuerzos no fueron tomados en serio, y sus teorías fueron rechazadas. Este desaire fue probablemente lo que la llevó a enfocarse más en el dibujo y la pintura.
Allí comenzó otra historia. Ilustraba tarjetas de saludos y también había comenzado a escribir cartas ilustradas a los niños de su antigua institutriz. Peter Rabbit nació en una carta que escribió en septiembre de 1893. Siete años después, pidió prestada la carta y copió las ilustraciones para producir una versión aproximada de lo que se convertiría en El cuento de Peter Rabbit. Dibujado en el futuro.
En 1901, después de que seis editores rechazaron su trabajo, ella lo publicó de manera autogestionada (250 ejemplares) para regalarlo a sus familiares y conocidos. Fue un éxito y la editorial Frederick Warne & Co. cambió de parecer y publicó The Tale of Peter Rabbit con un éxito de ventas que superó todas las expectativa. Tras este libro vinieron muchos más.
De su amor trunco con el editor (Norman Warne, que le había propuesto matrimonio, murió inesperadamente) surgió otro inesperado giro en su vida. Estaba devastada pero sin embargo pudo hacer planes para su futuro, y compró una granja. Aunque no podía vivir allí a tiempo completo porque se esperaba que cuidara a sus padres en Londres, aprendió el negocio de administrar una granja. Y continuó escribiendo, produciendo uno o dos nuevos "libros pequeños". Luego compraría otra propiedad y conocería allí a un abogado local, William Heelis, con quien se casó en 1913.
Su última gran obra, The Tale of Little Pig Robinson, se publicó en 1930. Aparte de la agricultura, su pasión fue la conservación, un interés inspirado en su amistad con Canon Rawnsley, uno de los miembros fundadores de la National Trust for Places of Historic Interest or Natural Beauty (Fundación Nacional para los Lugares de Interés Histórico o de Belleza Natural), una de las organizaciones conservacionistas más relevantes de Europa.
Sólidamente sostenida por los ingresos de las ventas de libros, pudo cumplir con su sueño de ayudar a preservar el patrimonio natural. Debilitada por la bronquitis, Beatrix murió a los 77 años el 22 de diciembre de 1943. En su testamento dejó 14 granjas y más de 1.600 hectáreas para la National Trust.
Sus trabajos científicos se pueden consultar en el Armitt Museum and Library; su trabajo literario y gráfico está expuesto en el museo Victoria and Albert de Londres. Y sus adorables conejos siguen alimentando el placentero sueño de millones de niños alrededor del mundo, en este mismo instante.
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