El fútbol es el deporte más popular del planeta y quizá por eso su traspaso al cine nunca fue sencillo y existen pocas películas que puedan generar -ni pensar en igualar- la emoción del deporte en vivo.
Sin embargo, entre las pocas excepciones que siempre hay a la regla se encuentra Evasión o victoria o Escape a la victoria, un film de John Huston -5 veces nominado al Oscar como mejor director, ganador de una sola estatuilla por El tesoro de Sierra Madre– que se estrenó en 1981 y tomaba como inspiración al Partido de la Muerte, evento verídico de 1942, aunque con algunos cambios en el guión para darle un espíritu más hollywoodense.
La película recrea la experiencia de un grupo de prisioneros aliados de diferentes nacionalidades que aceptan jugar un partido amistoso contra una selección alemana. Eso permitió la participación de algunas estrellas del fútbol mundial, como el brasileño Pelé, el argentino Osvaldo Ardiles, los ingleses Bobby Moore y Mike Summerbee, el polaco Kazimierz Deyna, el belga Paul Van Himst, el noruego Hallvar Thoresen y el estadounidense Werner Roth, entre otros. Los actores principales, Sir Michael Cane y Sylvester Stallone también tuvieron en futbolistas reales, del equipo inglés Ipswich Town, a sus "dobles de riesgo" para las escenas en las que se necesitaba al menos cierto virtuosismo con los pies.
Cuando descubren que todo se trata de una maniobra propagandística nazi, comienzan los planes para escapar durante el entretiempo del encuentro, meta que –spoiler alert– logran, aunque no de la manera programada, sino con un poco de ayuda "popular".
El film es un canto a la heroicidad, un alegato metafórico sobre como el espíritu grupal -tan necesario en este deporte- también puede inspirar a los espectadores a desafiar a la autoridad, aún cuando los cañones de las armas estén apuntando de manera constante.
Sin embargo, la de Huston no fue la única vez que la historia fue adaptada a la gran pantalla. Hubo dos versiones soviéticas durante la década del '60 –Tercer Tiempo y El Partido de la Muerte, y la rusa Match, de 2012.
La historia detrás del Partido de la Muerte
El 22 de junio de 1941, las Fuerzas del Eje iniciaron la Operación Barbarroja, el plan de invasión a la Unión Soviética, durante la Segunda Guerra Mundial, que produjo la conquista de varios territorios, entre ellos la actual Bielorrusia y Ucrania, entonces bajo la dictadura de Iosif Stalin.
La conquista nazi de Ucrania significó la mayor captura de soldados enemigos de la historia, con más de 400 mil personas, entre los que se encontraban varios futbolistas del Dinamo de Kiev, un equipo que era apoyado por la policía estatal y que es de los más importantes del país.
Durante los meses siguientes, cientos de prisioneros fueron liberados y comenzaron a regresar a su ciudad, para encontrarse con que los alemanes les habían retirado todos sus derechos, como la posibilidad de trabajar o vivir en casas, por lo que las calles de la ciudad, ya en ruinas, se convirtió en el hogar de miles de indigentes.
En el medio de una atmósfera de terror, un joven panadero de Kiev, Iosif Kordik, que había mantenido su trabajo por su origen alemán, encontró un día por la calle a uno de sus ídolos, Mykola Trusevych, el gigante que había sido el último portero del Dínamo.
Trusevych consiguió trabajo como barrendero del local y al poco tiempo, convencido por Kordik, comenzó a reclutar por las calles a antiguos compañeros para formar un nuevo equipo. De a poco, la panadería fue contratando más personal, desafiando la ley marcial. A las semanas nacía el FC Start (Football Club Start), integrado por ocho jugadores del Dinamo (Mykola Trusevych, Mikhail Svyridovskiy, Nikolai Korotkykh, Oleksiy Klimenko, Fedir Tyutchev, Mikhail Putistin, Ivan Kuzmenko y Makar Goncharenko), y tres jugadores del Lokomotiv (Vladimir Balakin, Vasil Sukharev y Mikhail Mielnizhuk).
La fecha del debut fue el 7 de julio de 1942, contra el Rukh por la liga local, con un triunfo aplastante: 7-2. Luego, siguió una seguidilla de triunfos y goleadas contra equipos de militares húngaros (6-2), rumanos (11-0), trabajadores del ferrocarril militar (9-1), el alemán PGS (6-0) y el húngaro MSG.Wal (5-1 y 3-2).
El 6 de agosto le tocaría un rival de cuidado, el Flakelf, que estaba compuesto por miembros de la Luftwaffe, la fuerza aérea de Alemania en la época nazi. Fue 5 a 1.
A pesar del control de los medios y la propaganda constante, el boca en boca había convertido al FC Start en un enemigo moral. Se enfrentaban al poder sin temor, sin concesiones, y los ucranianos los habían tomado como ídolos y, en tiempos de guerra, despertar el espíritu o la esperanza del sometido nunca es positivo. Así que se pactó una revancha, para una semana después, pero esta vez el juego no sería limpio.
Una semana después, minutos antes del partido, un oficial de las SS ingresó al vestuario del Star y dijo: "Soy el árbitro, respeten las reglas y saluden con el brazo en alto". Y así lo hicieron, o casi, alzaron el brazo, pero se lo llevaron al pecho y en vez de vociferar el ¡Heil Hitler! esperado, gritaron ¡Fizculthura!, un eslogan soviético que proclamaba al deporte como forma de vida.
Por supuesto, el cotejo tuvo un claro dominador y un contendiente que aprovechó para golpear impunemente bajo la tutela del régimen. En el entretiempo, con un triunfo 2-1 para el Star, les recomendaron perder en el campo o por abandono y, no muy amistosamente, les recalcaron que en caso de no hacerlo habría consecuencias.
Los jugadores debatieron sobre qué hacer, pero jugaron una segunda parte aún mejor que la inicial y sobre el final, el marcador alumbraba un 5 a 3. Un defensor, Oleksiy Klimenko, evadió a un par de rivales, dejó al guardameta alemán por el piso y en vez de volver a inflar la red por sexta vez, eligió darse vuelta y patear el balón hacia el centro del campo. La explosión del público fue inmediata, inaudita para los nazis, que dieron por finalizado el partido en ese momento. Antes de retirarse, ambos equipos se hicieron una foto juntos como signo de camaradería.
El Start jugó su último partido unos días después, finalizó su historia contra el equipo que la habían comenzado, el Rukh (8-0), y cuando parecía que aquella afrenta había quedado en el olvido, la Gestapo llegó a la panadería para arrestar a los jugadores por ser "miembros de la NKVD", la policía ucraniana, la institución asociada al Dinamo.
Nikolai Korotkykh murió ese mismo día bajo tortura, el resto fue trasladado al campo de concentración de Syrets. En febrero de 1943, Kuzmenko, Klimenko, Keehl y el arquero Trusevich fueron asesinados, como represalia a un ataque aliado. Según la leyenda, el guardameta murió con su camiseta puesta y gritando: "¡El deporte rojo nunca morirá!"
Goncharenko, Balakin y Sukharev, que no estaban en la panadería, sobrevivieron escondidos hasta la liberación de Kiev en noviembre del 43, el resto desapareció en el medio de caos.
En 1958, el periódico Evening Kiev publicó el artículo El último duelo, que fue el puntapié para conocer la historia del Partido de la Muerte. Los periodistas Petro Severov y Naum Khalemsky publicaron luego un libro con el mismo nombre y a partir de allí la historia nunca sería olvidada.
Para mantener viva la memoria, en el estadio Zenit de Kiev -hoy llamado Estadio Start- fue erigido un monumento y aquellos que asistieron a aquel match tienen el derecho vitalicio de entrar gratis a cualquiera de los partidos del Dínamo.
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