Fue el escritor que extrajo al crimen del jarrón veneciano y lo arrojó al medio del callejón, según la célebre definición de Raymond Chandler. El que describió a los delincuentes como eran y los hizo hablar como hablaban en la vida cotidiana. Con Cosecha roja, de cuya primera edición se cumplen 90 años, Dashiell Hammett señaló ese punto de ruptura con el relato de enigma y al mismo tiempo la fundación de un género mayor de la literatura contemporánea: la novela negra.
Editada por entregas en la revista Black Mask entre noviembre de 1927 y febrero de 1928, Cosecha roja introdujo personajes que se convirtieron en prototipos del género, como el investigador profesional –y no ya aficionado, según el modelo de la novela anglosajona- y la mujer fatal, tan seductora como ambiciosa, y presentó una visión del mundo que se volvió igualmente característica, al comprender la violencia como un producto de las relaciones sociales.
"Soy una de las pocas personas con mediana formación literaria –suponiendo que haya alguien más- que se toma en serio la novela policial", le escribió Hammett a la editora Blanche Knopf en marzo de 1928. La versión en libro de lo que hasta entonces se llamaba Poisonville, como el lugar de la ficción, apareció al año siguiente, poco antes del Jueves negro que provocó la caída de la Bolsa de Nueva York y anunció los años de la Depresión.
La formación de Hammett como escritor policial, sin embargo, pareció depender menos de sus lecturas que de su trabajo como investigador, entre 1915 y 1922, en la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton. La experiencia fue la base de sus observaciones irónicas sobre los personajes de las ficciones policiales: "La diferencia principal entre el problema excepcionalmente complicado que enfrenta el detective de la ficción y el que ocupa al detective real es que en el primero suele haber pocas pistas y en el segundo demasiadas", anotó en "Memorias de un detective privado", un artículo periodístico.
También forjó en esos años su mirada escéptica sobre el funcionamiento de la ley: "Que el delincuente sea detenido tarde o temprano es tal vez el menos cuestionado de los mitos existentes. Sin embargo, los archivos de cada oficina de detectives están llenos de misterios sin resolver y de casos de criminales prófugos", anotó.
La figura de Hammett permanece rodeada por el aura del escritor maldito y perseguido, después del acoso que sufrió de la comisión de actividades norteamericanas que encabezaba el senador Joseph McCarthy. Pero también incluye aspectos oscuros durante su paso por la Agencia Pinkerton, como su actuación en Butte, un pueblo de Montana donde trabajó a las órdenes de una compañía minera que enfrentaba una prolongada huelga de los trabajadores nucleados en el Industrial Workers of the World (IWW).
No era una misión extraordinaria. Más que por sus investigaciones, la Agencia Pinkerton se hizo conocida por desarrollar tareas de inteligencia y seguimientos de trabajadores anarquistas y socialistas, y proveer de rompehuelgas y custodios a las empresas que enfrentaban conflictos sindicales.
En 1923, desligado de la agencia, comenzó a colaborar en Black Mask. El editor de la revista, Joseph Shaw, buscaba un tipo de relato policial diferente del establecido por Poe y pensaba que "publicar historias realistas, fieles a la verdad y aleccionadoras sobre el crimen moderno" era prestar un servicio público. Hammett era el escritor indicado.
La historia de Cosecha roja tiene resonancias autobiográficas desde la primera línea. En Butte, aquella localidad donde Hammett trabajó como agente, el narrador escuchó las primeras referencias sobre Poisonville, como se conoce a la ciudad de Personville por la corrupción dominante.
La ciudad está dominada por bandas criminales que fueron reclutadas para quebrar una huelga de trabajadores mineros. Era el tipo de servicio que ofrecía la agencia creada en 1850 por Allan Pinkerton. El protagonista y narrador, un detective de la agencia Continental que no revela su nombre, llega contratado por el director de un diario que tiene propósitos moralizadores y se convierte en la primera víctima de una vertiginosa serie de crímenes.
La fiebre de la sangre
A diferencia de Marlowe, el personaje de Chandler, los detectives de Hammett no parecen preocupados por las cuestiones éticas. El agente de la Continental no tiene mayores escrúpulos para enfrentar a los criminales entre sí, provocar asesinatos y tramar alianzas según le convenga. Pero no se trata de una simple cuestión estilística: si el detective "actúa como un criminal más", según la crítica de Jorge Luis Borges al género negro, en el caso de Cosecha roja es porque la violencia y la corrupción son los venenos que destila Poisonville y nadie está a salvo de sus efectos.
"Calculé sólo una o dos muertes, si eran necesarias. Pero por primera vez he sentido la fiebre de la sangre. Por culpa de esta asquerosa ciudad. No hay manera de andar limpio", reflexiona el detective, después de desbaratar el arreglo que rodeaba a una pelea de boxeo y provocar así nuevos crímenes.
Dinah Brand, "la caprichosa mujer que manejaba a su antojo a los hombres de Personville", es uno de los grandes personajes de la historia y un preanuncio de Brigid, la protagonista de El halcón maltés, siguiente novela de Hammett, que envuelve a los demás con sus mentiras e intrigas bajo la apariencia de una chica tímida y vulnerable. "No es el dinero en sí. Son los principios. Una chica tiene que valorarse, no puede hacer regalos", dice irónicamente, para advertir al detective que ninguna información le saldrá gratis.
El cinismo de Dinah queda expuesto en otro diálogo donde cuenta que se educó en un convento de monjas, recibió un premio por buena condena, creía que podía ir al infierno si ponía demasiada azúcar en el chocolate y no escuchó malas palabras hasta los dieciocho años. Una burla que rubrica escupiendo en el piso.
La caracterización de las mujeres incluye pasajes que no resistirían una lectura en perspectiva de género. El detective de la Continental golpea a un hombre "para que recupere la dignidad" después de recibir el maltrato de su mujer, y por regla básica no cree en lo que dicen las mujeres, "y menos las de ojos azules", en alusión a la belleza de Dinah. Y en un curioso anticlímax de El halcón maltés, cuando los personajes están a punto de alcanzar la valiosa estatua que justifica toda la acción, el detective Sam Spade le ordena a Brigid, única mujer en el grupo, que vaya a la cocina a preparar algo de comer.
Un poderoso empresario que "tenía comprados a un senador de los Estados Unidos, dos diputados, al gobernador, al alcalde y casi todos los diputados del estado", traficantes de alcohol, tahúres, policías corruptos y abogados dedicados al chantaje componen el elenco de personajes que actúan en Personville.
Hammett también inauguró la línea de ambientar la ficción en espacios restringidos, pequeñas ciudades que permiten observar con más precisión las características del sistema, como Glendale en las novelas de James Cain, Colton en Horace Mc Coy, Pottsville en Jim Thompson y el pueblo sin nombre en que transcurre Zona caliente, de Charles Williams.
Así como Spade contempla con distancia e ironía los sucesos que le toca protagonizar, el detective de la Continental presume de su frialdad y una moral más bien relajada. El contacto con la muerte es parte de la rutina, dice, está disponible "para cualquier trabajo más o menos honrado que entre dentro de mi esfera profesional" siempre que se le pague y cuando miente es cuando parece más sincero. Su método consiste en sacar a la luz negocios y arreglos ilegales, no tanto para castigar a los responsables como a enfrentarlos entre sí.
"Algún día alguien hará literatura con este género", anticipó Hammett en la carta a Blanche Knopf. Pero él mismo estaba cumpliendo con esa profecía.
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