La vida, la lucha, las hazañas, los amores y el reinado del poderoso rey David

Cómo fue la vida del único monarca israelita venerado por las tres religiones monoteístas más importantes, a pesar de sus desacuerdos de siglos

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“El Rey David tocando el
“El Rey David tocando el harpa”, de Gerard van Honthorst

Cuadro de situación. Imaginemos que millones de almas del planeta Tierra no hayan oído jamás hablar del Rey David. Que algunos –un puñado apenas– hayan visto una o dos versiones made in Hollywood del film David y Betsabé…: sólo una cáscara de la verdad.

¿Cómo convencerlos de que lo veneran el judaísmo, el cristianismo y el islam, si por los siglos de los siglos esas religiones han vivido en la mutua intolerancia y derramado ríos de sangre?
No se me ocurre…

Pero de pronto, sí se me ocurre.
Acudo al más universal y bello de los lenguajes: el Arte.
El Rey David, entre grabados, pinturas y esculturas… ha sido glorificado en… ¡33 obras!

Algunas, celebérrimas, como el David de Miguel Ángel, en mármol de Carrara, esculpido en 1504 y desde entonces, bello y colosal, entronizado en la Academia de Florencia.
O el David de Donatello, urdido entre 1330 y 1440, y presidiendo el museo florentino de Bargello.
O el de Gian Lorenzo Bernini

David por tres: el de
David por tres: el de Donatello, Miguel Ángel y el de Gian Lorenzo Bernini

Pasemos a la pintura. Lo inmortalizaron, entre decenas, Caravaggio, Rembrandt, Gustave Doré

Literatura: once piezas, entre poemas y novelas. Desde Arthur Conan Doyle hasta William Faulkner y su ¡Absalom, Absalom!, de 1936.

Música: nueve canciones y once historias llevadas al género musical.

Tevé: entre películas y series, diez…
Y por si algo faltara: entre los siglos XV y XIX, los fabricantes de naipes franceses instalaban a David… ¡como el Rey de Picas!

Ahora bien. ¿Quién era, qué fue, que hizo?
A priori, David, nombre que en hebreo significa El amado o El elegido de Dios, nacido en Belén en 1040 y muerto en Jerusalén en 966 Antes de Cristo, hijo de Isaí y de Nitzevet, y como el menor de siete hermanos, destinado a ejercer el menos clamoroso de los oficios: pastor de ovejas…

“Saúl toca el harpa para
“Saúl toca el harpa para David”, de Rembrandt

Sin embargo, entró en la Historia como "un Rey justo, valiente, apasionado, guerrero, músico, poeta, rubio, de hermosos ojos, prudente, de muy bella presencia… aunque no exento de pecados", según coinciden los libros sagrados de las tres religiones monoteístas.

Sus mujeres: Mical, Ahinoam, Abigaíl, Maachah, Haggit, Abital, Egla… ¡Betsabé!
Aquí, la retahíla de nombres –abrumadora, lo comprendo– empieza a cobrar vida humana, sangre caliente, amor salvaje…

Según la leyenda, durante el sitio de Rabbah, y cuando David dejó lejos a los rebaños, empuñó las armas y conquistó Soba, Aram (hoy Siria), Edom y Moab (hoy Jordania), decidió descansar y quedarse en Jerusalén: el justo reposo del guerrero.

Al despertarse de la siesta, hora especialmente erótica, y desde la terraza, vio una casa vecina, y en ella una esplendorosa mujer bañándose, y luego frotando su cuerpo con aceites balsámicos.
El corazón de David claudicó.

“David y Betsabé”, película de
“David y Betsabé”, película de 1951, protagonizada por Gregory Peck y Susan Hayward

¿Quién era? Betsabé, la mujer de un soldado hitita llamado Urías, a la sazón combatiendo en el sitio de Rabbah… Y el que se fue a Rabbah, aunque no rime con Sevilla, perdió su silla…

No tardó el buen rey en embarazar a Betsabé. Pero en Israel y en esos días, el adulterio de la mujer era castigado con la muerte. Para evitarlo, David hizo volver a Urías del frente de batalla, para que creyera que era el autor del embarazo.

No lo logró. Urías siguió guerreando. Y David, ciego por no perder a Betsabé, le mandó pedir al comandante del sitio que destinara a Urías al punto más peligroso de la lid: a la muerte, en fin.
"Y Urías murió, David se casó con ella, llegó a ser su esposa predilecta, y ella lo amó con devoción" (Palabra de Dios según los textos sagrados).

Pero en nuestros días, lo menos que se esperaba de David es que dijera "Mála mía".

Sin embargo, el profeta le advirtió: "Dios te enviará zozobras continuas, tu reino sufrirá disturbios e intrigas, tú no morirás por embarazar a una mujer casada, pero sí el hijo que está por nacer". Dicho y hecho: el recién nacido vivió apenas siete días. David, como penitencia, ayunó. Pero pronto volvió a sus ropas, sus comidas y su poder, y dijo a sus azorados sirvientes: "Mientras el niño aún vivía, yo ayunaba y lloraba. Pensaba que tal vez el Señor tendría compasión de mí, y que el niño pudiera vivir. Pero ahora que ha muerto, ¿por qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerlo volver? Yo voy a él, pero él no volverá a mí".

“Betsabé tomando un baño”, de
“Betsabé tomando un baño”, de Sebastiano Ricci

De todos modos, hijos no le faltaron. De sus ocho mujeres tuvo a Amnón, Chileab, Absalón, Adonías, Shefatías, Ithream, Shammua, Shobab, Natán, Salomón, Ibhar, Elishua, Nepheg, Japhia, Elishama, Eliada, Eliphalet y Tamar…

Pero aun faltaba su gran hazaña. La que medio mundo cita aunque ignore todo lo demás.
Israel, bajo el poder del rey Saúl, estaba en guerra con los filisteos. Y según el Libro de Samuel, "un gigante llamado Goliat de Gat, de seis codos y un palmo de estatura –casi tres metros– y miembro de las tropas de choque, desafió al ejército israelita durante cuarenta días, proponiendo que eligiera a su mejor hombre para hacerle frente".

"En palabras de Goliat, si él resultaba derrotado y muerto por el israelita, los filisteos serían esclavos de Israel, pero si él vencía y mataba al escogido, los israelistas serían esclavos de los filisteos."

"Los hebreos temían en gran manera a Goliat, y se escabullían del reto (…) David escuchó el desafío del gigante (…) y su condición de pastor lo llevó a estar preocupado por defender a sus rebaños de los ataques de fieras salvajes (…) y se servía del cayado y una honda. Con ello se presentó ante el rey Saúl y le propuso luchar contra el gigante (…) Se vistió con la armadura del rey, pero al no estar acostumbrado a usarla, se deshizo de ella y se dirigió al campo de batalla solo con su honda".

“David y Goliat”, de Guillaime
“David y Goliat”, de Guillaime Courtois

"Por el camino recogió cinco piedras lisas en un arroyo y se plantó delante del gigante Goliat. Éste se burló de él (…) pero David proclamó: "Toda la Tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y toda esta asamblea sabrá que no por la espada ni por la lanza salva Yahveh, porque de Yahveh es el combate y os entrega en nuestras manos". Y con su honda de boleo, David le incrustó una piedra en la frente a Goliat y, cuando cayó, aprovechó para cortarle la cabeza con la espada del propio filisteo".

Moraleja: no hay enemigo pequeño. Y como dice un proverbio africano, "si no lo crees, trata de pasar una noche encerrado en una pieza llena de mosquitos".

La victoria ungió a David en héroe, el rey Saúl fue acosado por los celos, ordenó su captura, y David huyó al desierto con un escuadrón de doscientos guerreros leales, se convirtió en paladín de los oprimidos, y muerto Saúl en batalla, David llegó a la ciudad de Hebrón y fue nombrado rey de Judá.
Un grupo de conspiradores decidió asesinarlo, pero David se les adelantó y los hizo ejecutar.

Pero otra tragedia, tal como la profetizó Natan, azotó la Casa de David. Uno de sus hijos, Absalón, se rebeló contra él, y hasta lucharon por el derecho al trono. Pero según el Libro de Samuel, "un día, Absalón quedó atrapado por su cabello en las ramas de un roble, y Joab, el comandante de tropas de David, le clavó tres flechas y lo mató". Toda una facción festejó esa muerte como una victoria, pero David no se alegró:
–¡Oh, hijo mío, Absalón, hijo mío, Absalón! Me habría muerto en lugar de ti, Absalón, hijo mío, mi hijo…
Ya anciano –murió a los 74 años– David eligió como sucesor a su hijo Salomón, le aconsejó "No derramar sangre… No buscar revanchas, y seguir los preceptos del Señor".

“David con la cabeza de
“David con la cabeza de Goliat”, de Caravaggio

Lo enterraron en la llamada Ciudad de David, la futura Jerusalén.
Había gobernado cuatro décadas sobre Israel, siete años en Hebrón, y treintaitrés en Jerusalén.

¿Por qué es una gran figura en las tres religiones monoteístas, por lo común irreconciliables a pesar del paso de los siglos?

Para el judaísmo, su reinado significó la formación de un Estado Judío coherente, con su capital política y religiosa en Jerusalén.
Para el cristianismo, David fue el ancestro del Mesías.
Para el islam, conocido como Dawud, y en el Corán, está considerado como uno de los profetas islámicos. Incluso, los musulmanes rechazan la descripción bíblica de David como un adúltero y un asesino: creen que los profetas son infalibles y moralmente superiores.

Entre los diez nombres notables que se atribuyen ser parte de la descendencia de David, uno domina la escena: Jesús de Nazaret (Yeshua, de Natzrat).

Y en cuanto a la leyenda de David y Goliat, el débil venciendo al poderoso, lleva siglos como ejemplo universal de la victoria imposible… pero hecha verdad.
En estas, nuestras playas, hasta cuando Boca o River juegan contra un modesto equipo de barrio…

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