No se puede escapar de la cultura. No hay un afuera. Nos abraza, nos envuelve, nos maniata, pero también nos libera. Son nuestras costumbres, nuestras expresiones. Es la cadena, el candado y también la llave, incluso todo lo que imaginamos que haremos cuando nos liberemos. Pero si la cultura es todo, ¿cómo estudiarla?
Raymond Williams fue un profesor, investigador y escritor galés que fundó, junto a otros intelectuales, los Estudios Culturales o Escuela de Birmingham, renovando así las formas de estudiar la cultura. Sin esquivarle a lo masivo, aunque tampoco a lo marginal, planteó, además, el problema de nuestra era: "Si el modernismo es el final del recorrido, todo lo que viene después se considera fuera de cualquier desarrollo. Es el después, anclado en el post", escribió en una conferencia de 1987 en la Universidad de Bristol, y continuó: "Si queremos escapar de la fijeza histórica del posmodernismo, debemos hallar una tradición alternativa que contraponerle, [y que pueda orientarse] a un futuro moderno en el que la comunidad pueda ser nuevamente imaginada".
"¿Cuándo fue el modernismo?" —así se llama dicha conferencia— es el primer capítulo de un libro que acaba de editar Ediciones Godot. Se llama La política del modernismo y reúne textos de Williams, muchos expuestos de forma oral, muchos inéditos. Allí se perciben las grandes preocupaciones del autor en materia cultural.
La encargada de traducir este libro fue Constanza Gho. Sus primeras lecturas de Williams, recuerda, fueron en la universidad y en un seminario de grado especializado en la obra del galés. Cada vez que lo relee, asegura, "me parece escuchar tambores de fondo".
Aportes para un materialismo cultural
Santiago Gándara es profesor de la carrera Comunicación en la Universidad de Buenos Aires y conoce los Estudios Culturales como pocos. "Si tuviera que postular el gran aporte de Raymond Williams a los estudios de comunicación y cultura, diría que fue (lo sigue siendo) la propuesta de construir una perspectiva: lo que él denominaba 'materialista cultural'; es decir, una perspectiva que permita poner en correspondencia (o examinar la determinación, presión, puesta de límites de) las condiciones materiales de existencia y las manifestaciones más variadas del universo cultural. A sesenta años de sus primeros trabajos, su teoría cultural todavía sigue en pie y resuena en muchas de publicaciones posteriores que giran en torno a sus principales planteos", comenta en diálogo con Infobae Cultura.
"Williams inaugura junto con Richard Hoggart hacia mediados del siglo XX una mirada sobre la cultura que ataca de base todo pensamiento idealista", dice Claudia Kozak, profesora en la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde también enseñan la teoría del galés.
Así continúa Kozak, en diálogo con Infobae Cultura: "La vinculación entre cultura y condiciones materiales de existencia resulta así indisociable. Al mismo tiempo, ambos inauguran un pensamiento específico en Inglaterra en relación con las culturas de las clases subalternas que no había sido hasta ese momento transitado. En ambos casos el background provenía de los estudios literarios pero esto se ampliará considerablemente al poco tiempo. De allí saldrán luego otras líneas de investigación que en conjunto darán lugar a lo que se llamó 'estudios culturales', en particular la Escuela de Birmingham (por la universidad donde se radicaron) que vinculó los primeros estudios de estos dos autores no sólo con la literatura y los estudios del lenguaje sino con los estudios en antropología, medios masivos de comunicación, estudios de género, subculturas jóvenes, etc."
Para Gho, el gran aporte de Williams es "la posibilidad de pensar de otra manera la articulación entre arte y sociedad, como una relación dinámica en la que no hay un término que prevalezca sobre otro. Y el haber contribuido a desarmar la idea de la cultura como nicho cerrado y patrimonio de una minoría privilegiada".
Claves de un pensamiento anti-hegemónico
Williams insistía: la cultura tiene una base material, no se trata del aire fresco que respiran en sus patios los eruditos. "Estaba en contra de lo que definía como la visión de la cultura como 'casa de té', esto es, la versión aristocrática, supuesta desinteresada, elitista, de la cultura", explica Gándara, y continúa: "Además, contribuye al desarrollo del marxismo en la teoría cultural, confronta con la dogmática versión marxista de la cultura, esto es, el estalinismo cultural. Hacia fines de los cincuenta y principios de los sesenta, cuando se publican los primeros libros de Williams, se empieza a advertir esa nueva o renovada perspectiva. Con los años, y en obras como Palabras clave o Marxismo y literatura, Williams no sólo sistematizará conceptos clave para la tradición marxista sino que, además, desplegará un modelo teórico: el materialismo cultural".
Dominante, residual y emergente son tres conceptos clave en su obra. Gándara los elige en sus clases porque son "didácticos, plenamente operativos, esto es, instrumentos para el análisis". Y los explica así: "Una topología de los procesos culturales que permite advertir la dominación cultural (y sus instituciones), aquello que se impone, se legitima y ocupa todo el espacio en un determinado período; pero al mismo tiempo puede leer la emergencia de nuevos procesos (formaciones que nuclean a nuevos artistas o intelectuales) que bien pueden ser alternativos (en el sentido de complementarios) o contrahegemónicos (aquellos que disputan el poder de esas mismas instituciones que cuestionan). Esquematicé el juego de los conceptos. El mejor modo de verlos funcionar es acudir a uno de los mejores libros de Williams: Campo y Ciudad".
Por su parte, Kozak comenta que "uno de los textos más leídos de Williams para dar cuenta del concepto de cultura es el capítulo titulado de ese modo en Marxismo y literatura. No sólo porque hace un rastreo histórico-etimológico del término en Occidente, que explica mucho acerca de los sentidos naturalizados que utilizamos a diario en relación con la noción de cultura, sino porque lo hace en vinculación con otros dos conceptos de los que no podría estar separada: economía y sociedad, dada su concepción materialista de la cultura. Vinculado con un particular pensamiento marxista, su aporte para analizar el modo en que base y superestructura se constituyen en conceptos solidarios no jerárquicos puede destacarse".
Por qué leer a Williams hoy
Es cierto que la cultura es movimiento: signos que mutan, se renuevan y alborotan como burbujas en ebullición. Sin embargo, los buenos métodos no mueren, no pueden ser descartados sin más. El aporte de Williams para pensar la cultura es trascendente. Incluso para hacerlo hoy que, aunque parece haber cambiado mucho el asunto, quizás no sea tanto como nos quieren hacer ver.
"Creo que Williams seguramente hubiera aportado una mirada interesante sobre las nuevas dinámicas culturales que tienen que ver sobre todo con la irrupción de internet y el papel central que fueron tomando las redes sociales y las nuevas tecnologías. En todo caso, en su ausencia, sus textos sirven para pensar dónde estamos parados en este contexto, cómo se arman las relaciones dinámicas entre instituciones, personas, tecnologías y expresiones culturales. Pensar, digamos, qué se dice, desde dónde se dice, cómo se dice", asegura Gho.
"Toda vez que se pretenda desanaturalizar la noción de cultura para desasignarla de perspectivas acríticas heredadas (cultura como 'alta cultura', cultura como 'bellas artes', etc.) —arremete Kozak— el pensamiento de Williams sigue vigente. En relación con ello también, su presentación del concepto de hegemonía en línea gramsciana también dio lugar y puede seguir haciéndolo a análisis específicos para la comprensión de las culturas contemporáneas".
Además de pensamiento, en Williams, en su perspectiva, en su método, en su manera de indagar la cultura, también hay "una militancia político cultural", asegura Gándara. ¿Acaso no se trata de eso, al fin de cuentas, ser intelectual?
________
MÁS SOBRE ESTE TEMA
Schopenhauer y esa extraña voluntad que llamamos amor
Quién es Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que está en boca de todos
Cómo pensar el futuro: Stanislaw Lem, filósofo de la ciencia ficción