En mayo del 68 Marc Le Bris (63) era un adolescente rebelde y tenía el cabello muy largo. Pero, honrando lo que decía Winston Churchill -"quien a los 20 años no sea revolucionario no tiene corazón, y quien a los 40 lo siga siendo, no tiene cabeza"-, Le Bris ha tomado distancia de aquellos años juveniles y, al compás de una larga carrera como maestro de grado y luego director de escuela, desarrolló una crítica sistemática a la nueva pedagogía -hoy muy cuestionada y en proceso de revisión- que aquel Mayo del 68 contribuyó a instalar y, además, al modo en que ese movimiento dio por tierra con elementos que eran "constructores de sociedad" y que la escuela transmitía, como la disciplina y las más elementales normas de cortesía.
Pero no todos los soixant-huitards (sesentayochistas, como llaman en Francia a los protagonistas de aquella revuelta y, por extensión, a todo el que profesa esa difusa ideología libertaria) hicieron el mismo periplo que Le Bris: muchos de ellos siguen considerándose "anti-sistema", a pesar de que hoy son ya parte del sistema, incluso de su elite, en todos los ámbitos.
En diálogo telefónico con Infobae, Le Bris habló de las raras inversiones que se producen a partir de eso, como el hecho de que un fiscal se ponga de parte del delincuente. O que se hable del maestro "explotador" del niño, como el patrón explota al obrero…
De las muchas herencias de Mayo del 68, esta es tal vez una de las que no se habla tanto. Sin embargo su influencia se ha extendido a otras regiones del mundo, que no han quedado al margen de estas tendencias desconstructivas de la Escuela y del rol del maestro.
Marc Le Bris no es sólo un incansable polemista sobre estos temas. Ha logrado hacerse oír finalmente por las autoridades y desde el año 2009 participa de la elaboración de programas escolares y, por encima de todo, se siente orgulloso de haber logrado recuperar cierta libertad pedagógica para los maestros.
— Usted señala a Mayo del 68 como un momento bisagra en el cual se empiezan a aplicar en la escuela ciertas concepciones o más bien se dejan de enseñar muchas cosas vistas como obsoletas y cuya falta hoy repercute negativamente sobre la sociedad, como ciertas normas de buena educación, la cortesía en suma…
— Sobre la cortesía, el asunto es bastante simple: en Mayo del 68 desarmamos -lo digo en primera persona porque yo estaba en ello- los elementos de la vida que nos cansaban o nos parecían enojosos, "dile buen día a la señora", "suénate la nariz", "di gracias cuando te dan algo", y consideramos muy ligeramente que eran superfluos. Eran cosas de adolescentes, porque eso éramos, cosas que molestaban a adolescentes y que ahora pasaron a ser costumbre y eso hace que los niños y los jóvenes ya no digan mucho buenos días por la mañana ni gracias. La cosa más notable hoy en día es que muchachones de 30 años ya no ceden el paso en la calle a una anciana, pero no es porque sean desagradables, es porque nadie se los dice. Y me doy cuenta de que hemos desarmado cosas que son esenciales para el funcionamiento de la sociedad, como la consideración hacia el otro. Nuestras sociedades habían codificado estos comportamientos, es lo que se llama cortesía, y la cortesía resultó ser mucho más importante de lo que creíamos, porque tiene que ver con las costumbres. Alguien dijo "prefiero un país de costumbres antes que un país de leyes". No podemos hacer con las leyes lo que no hicimos con las costumbres. Hemos eliminado costumbres, hábitos de comportamiento. La cortesía es constructora de sociedad. Es funesto haberla dejado de lado.
Aquella juventud progresista del 68 es hoy la clase instalada en la cumbre de la sociedad, pero sigue soñándose revolucionaria
— ¿Eso lo enseñaba la escuela?
— No solamente la escuela, pero seguro lo hacía la escuela. Hoy, por ejemplo, escucho en Radio Cultura a gente en cierta forma privilegiada, por su trabajo, pagado por el Estado, porque son transmisores de mensajes a la sociedad, que predica la insolencia. O bien, en la Justicia, donde normalmente el procurador de la República y el juez quieren que el delincuente vaya preso, mientras que el abogado intenta evitarlo. Es el sistema de contrapoderes sobre el cual hemos construido la democracia. Pero actualmente en Francia, ni el juez ni el procurador quieren que el delincuente vaya preso. Y hoy vale más ser delincuente que víctima porque la víctima del delincuente corre el riesgo de ser rápidamente menospreciada. Es decir que aquella juventud progresista del 68 es hoy la clase instalada en la cumbre de la sociedad. Hemos invertido esos valores y hoy vivimos en una sociedad en la cual la gente "instalada" en el sistema es sin embargo gente que se sueña revolucionaria, o en todo caso progresista, y entonces prefiere al delincuente antes que la víctima y donde un maestro o cualquiera que deba ejercer una autoridad es fácilmente condenado. Por ejemplo, tenemos un discurso permanente sobre la insuficiencia de nuestras cárceles pero nadie habla de las condiciones materiales en que están nuestros estudiantes en los cuartos de las ciudades universitarias. No preconizo que las cárceles sean sucias pero para la salud de nuestro país serían prioritarias las ciudades universitarias y algunas de ellas están en peor estado que las prisiones.
— Usted afirma también que Mayo del 68 aceleró una reforma basada en principios pedagógicos que ya estaban en el aire…
— Sí. Pero para ser precisos, Mayo del 68 tuvo dos componentes: una revuelta estudiantil y luego casi una revolución, un movimiento sindical inédito, la huelga general, que fue una verdadera movilización obrera, la última de esa magnitud y que obtuvo resultados concretos. Ahora bien, el vínculo entre ese movimiento estudiantil y la huelga obrera era tenue, era circunstancial. Pero las reivindicaciones de los obreros no tenían nada que ver con no decir buenos días o buenas noches; eran sobre las condiciones en el trabajo, las vacaciones pagas, etcétera.
— ¿Qué reclamaba el movimiento estudiantil?
— El movimiento estudiantil era conducido por izquierdistas con hegemonía maoísta, la Revolución Cultural china estaba todavía en curso, y en esa línea, nos burlábamos de nuestros profesores, cuando no los escupíamos y hasta pateábamos…. Pero en Bretaña, la región de donde soy originario, más católica que el resto de Francia, había también una militancia católica y sus agrupaciones, la Juventud Obrera Católica, la Juventud Agrícola Católica y la Juventud Estudiantil Católica (JEC), que hicieron un trabajo fenomenal de militancia, de animación, de centros de vacaciones, junto a movimientos laicos, republicanos, instalaron una ideología que era una suerte de enlace entre catolicismo y marxismo: los últimos serán los primeros. El resultado es que hoy Bretaña, que en mi niñez era totalmente gaullista, es totalmente socialista.
— ¿Cuál fue el resultado en el plano educativo?
— Esa ideología de exponer la responsabilidad del explotador, la del maestro, de exponer la maldad del patrón, toda esa ideología que constituye el fondo del Partido Socialista, fue tomado las riendas de la Educación Nacional, cuando llegaron al poder [1981]; la última ministra de educación que tuvieron [N.de la R: se refiere a Najat Vallaud-Belkacem, gabinete del presidente socialista Francois Hollande, cuya gestión duró de 2014 a 2017] llevó todo eso al extremo: directamente había que impedir que los alumnos memorizaran las tablas de multiplicar, por ejemplo. Pero volviendo a Mayo del 68, lo que estalló entonces fue ese movimiento que aún no tenía expresión política pero que se estaba gestando en esos grupos juveniles, en el caso de Bretaña católicos, scouts y demás, que ya pregonaban la libertad del niño, la autonomía del niño. En lo pedagógico el resultado fue la supremacía de la metodología sobre los contenidos. Se impuso una metodología obligatoria cuyo nombre es constructivismo y según la cual el niño construye por sí mismo sus saberes.
Se llega a decir que el maestro es el “explotador” de sus alumnos
— ¿Dónde se originaban esas ideas?
— En febrero o marzo del 68, es decir, antes del estallido, hubo una conferencia con el ministro de Educación de entonces, Alain Peyrefitte, donde éste ya propone los principios del maestro "animador" y la abolición de la autoridad. Es allí que se enuncian estos principios, incluso por escrito. Allí se empieza a hablar de "ritmos de progresión", que no serían iguales para cada niño, y por lo tanto el contenido debe organizarse por "ciclos" y no por grados, se cuestionan las calificaciones, que no deben ser ya cuantitativas sino cualitativas, en fin, cosas hoy ya muy conocidas. Se llega a decir que el maestro de escuela era un "explotador" de sus alumnos. John Dewey, un psicoanalista estadounidense, es quien hace un paralelo entre el patrón explotador de obreros y el maestro explotador de alumnos. Desde entonces se ha intentado instalar lo que se llamó la autodisciplina. El resultado es que se dejó a los niños más fuertes martirizar a los más débiles y a veces a los más inteligentes. He tenido buenos alumnos que disimulaban o escondían sus buenos resultados para evitar ser agredidos. Este es el efecto de eso de que "los últimos serán los primeros", mal entendido. ¿Por qué en su clase un profesor sólo debe proteger a los alumnos en dificultades? Por supuesto debo ocuparme de ellos pero también tengo que velar por los que van bien. Porque hay niños que tienen hambre de trabajo intelectual pero eso hoy es menospreciado. Esta es una consecuencia de mayo del 68 y es algo contra lo cual yo lucho con todas mis fuerzas.
— La asimilación de la autoridad a algo estrictamente negativo es tal vez uno de los conceptos que más consecuencias ha tenido en la escuela. Y persiste.
— Desde 1968, los maestros nos esforzamos por hacer lo que creíamos complacía a los niños. Yo lo hice en el inicio de mi carrera: darles libertad, dejarlos entrar en ruidoso tropel a la clase, dejar que se interrumpan unos a otros e incluso que nos interrumpan a nosotros, los docentes, dejarlos escribir sin respetar los renglones y demás. ¿Por qué? Porque se tomó a los niños por adultos, se consideró que los niños no toleran la autoridad, cuando es todo lo contrario, la necesitan. El niño no es un adolescente en rebeldía, al revés, no quiere enfrentarse a sus padres ni al maestro, no quiere ser diferente ni original, por el contrario, necesita seguridad, necesita adaptarse a la norma. Esa confusión deriva directamente del 68, que representó la llegada a la adolescencia de la generación de posguerra, hambrienta de libertad y en especial sexual. Pero esas son demandas de jóvenes, no de niños en formación, que aún no pueden superponer la razón a la emoción.
— Hoy es frecuente escuchar que la escuela debe enseñar a los niños a ser contestatarios, rebeldes.
— En la escuela hay que enseñar a leer y a contar. Lo que antes se le reprochaba a la iglesia, que fabricaba pequeños católicos, es lo que ahora pretende hacer esta gente. Se ha decidido que ciertas ideas son buenas y deben ser difundidas. Y ya no interesa la realidad. Están formando niños que vivirán mal su edad adulta porque con la revuelta permanente uno no se forma.
¿Acaso “No a la universidad burguesa” era una reivindicación obrera? ¿Realmente se piensa que los obreros no quieren que sus hijos aprendan las ciencias “burguesas”?
— Una consigna del Mayo del 68 era la denuncia de la Universidad "burguesa". Un calificativo que usted rechaza.
— No a la universidad burguesa… como si hubiese conocimientos que son burgueses y otros que no lo son… La Tierra es redonda, eso es una descripción de la realidad. Se decía: hay que evitar la transmisión idiotizante de los conocimientos, que los pequeños proletarios no se dejen engañar…. Pero los "conocimientos" son ni más ni menos la cultura de la humanidad. Y la humanidad tiene una sola cultura, no una proletaria y otra burguesa. Que se sea de derecha o de izquierda no cambia nada al hecho de que las obras de Miguel de Cervantes o de Victor Hugo son patrimonio de toda la humanidad. Salvo que se crea que el hijo del obrero tiene que limitarse a conocer de mecánica y que el Cid o la Divina Comedia no son para él… ¿Acaso "No a la universidad burguesa, Viva la universidad proletaria" era una reivindicación obrera? ¿Realmente se piensa que los obreros no quieren que sus hijos aprendan las ciencias "burguesas"? ¿La medicina, la matemática, la física burguesas? Por favor, quieren, como todo el mundo, la mejor ciencia, los mejores conocimientos, la mejor educación para sus hijos. Ahora bien, todo eso, contrariamente a lo que creían los grandes adolescentes del 68, no se aprende jugando. Se aprende sometiéndose a la autoridad de los grandes, de Euclides o de Shakespeare. No se aprende sin trabajo, sin esfuerzo, sin someterse a la autoridad de un maestro.
La selección escolar no es un concepto fascista. Es democrática puesto que se hace sobre los conocimientos adquiridos
— Por último, ¿cree que el nuevo ministro, Jean-Michel Blanquer, podrá modificar este estado de cosas?
— Es contradictorio. Su reforma del bachillerato en realidad desplaza el problema de la selección hacia la universidad. Se ha decidido que todo el mundo lo pase y entonces se han bajado las exigencias. Por otra parte, se pretende que la Universidad no seleccione por nivel sino por motivación, presentando una carta de motivación, como si se tratase de una empresa. Hay que dejar de pensar que la selección escolar es un concepto fascista. La selección escolar es un elemento democrático puesto que se hace sobre los conocimientos adquiridos. Ahora, en lo que hace la escuela primaria, su otra gran preocupación, Blanquer está muy al tanto de lo estudios hechos por neurólogos sobre qué área cortical se pone en funcionamiento en el cerebro del niño según el método de aprendizaje de lectura, silábico o global y los resultados son contundentes en favor del primero. Confirma lo que ya sabíamos por intuición y experiencia. El Ministro en sus directivas indica la vuelta al método silábico, tradicional. Pero uno de los obstáculos que tendrá son los sindicatos docentes, herederos de aquel Mayo del 68, que son verdaderos promotores del método global y de la matemática moderna, y también muchos maestros que creen religiosamente en dogmas instalados. Lo mismo pasa con muchos funcionarios intermedios del Ministerio, son esos cuadros del 68 de los que hablaba antes, que se sienten progresistas. Por eso Blanquer tiene que avanzar con mucha prudencia.
"Y VUESTROS HIJOS YA NO SABRÁN LEER NI CONTAR"
(Extracto de la introducción del libro de Marc Le Bris, publicado en 2004)
"Cuando egresé de la Escuela Normal, en 1977, yo era un joven maestro progresista y militante, convencido de la superioridad del método de lectura llamado 'natural'. Creí en todo eso. Hice de todo: grupos, actividades de motivación, gramática funcional, lectura natural, matemática moderna, animación, auto-aprendizaje….(…) Sin embargo, los alumnos de los maestros más antiguos, que osaban seguir haciendo dictados o enseñando a leer por silabeo sistemático, obtenían mejores resultados. Los míos, mimados por los métodos modernos, sufrieron un hándicap escolar del que hoy me avergüenzo. (…) Como muchos otros maestros, he corregido el tiro. Escribo este libro para alarmar a los padres, para que hagan el trabajo de la escuela en la casa. La pedagogía moderna no sirve más que para justificar el abandono de las ambiciones que teníamos para nuestros niños. Tenemos delante nuestro una verdadera catástrofe cultural".
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