Se trata de una de las páginas más asombrosas y polémicas de la crónica policial mexicana reciente: en 2005, los principales canales de ese país transmitían en vivo -y haciendo gala de una espectacularidad solo vista en películas de Hollywood- la liberación de tres rehenes y la detención de los presuntos captores, en medio de una ola de secuestros que tenía en vilo a la sociedad y amenazaba con hacer tambalear al gobierno de Vicente Fox. Solo que, según se sabría un tiempo después, era todo mentira: se trataba de un montaje pergeñado por altos cargos de la Justicia, la Policía y los medios de comunicación con el fin de llevar algo de calma a la aterrada población y restituir algo de prestigio a quienes deberían estar cuidando de ellos.
Los dos supuestos criminales apresados, Israel Vallarta y Florence Cassez (una joven francesa, detalle que sería importante más tarde), aseguraban ser inocentes, pero las autoridades alegaban que, pese a que la escena pudo haber sido falsa, la culpabilidad de los detenidos era verdadera. La inocencia o culpabilidad de Florence e Israel se convirtió en tema nacional hasta que la polémica llegó a oídos de Nicolas Sarkozy, el siempre listo para las cámaras presidente francés, y el caso se transformó en una guerra proxy entre los dos países, atravesada por el chauvinismo y el proselitismo.
Con estos ingredientes explosivos y una prodigiosa carrera literaria a cuestas (innumerables libros de ficción, ensayos, y hasta un movimiento literario propio, "el crack"), el escritor mexicano Jorge Volpi se propuso escribir una crónica"sin ficción" sobre el caso Cassez Vallarta cuyo resultado es Una novela criminal, una obra ambiciosa y lograda, mitad investigación periodística mitad ensayo político implacable, que ya le valió el Premio Alfaguara 2018 y que lo trajo por estos días a Buenos Aires como uno de los invitados principales de la Feria del Libro.
En la siguiente entrevista con Infobae Cultura, el autor de En busca de Klingsor y Memorias del engaño, una de las figuras centrales de la literatura mexicana contemporánea, habla sobre qué le atrajo de este episodio, su complejo proceso de escritura, y por qué no está entusiasmado con los próximos comicios presidenciales en México.
—¿Qué le atrajo del caso Cassez Vallarta? ¿Por qué escribir un libro sobre este episodio?
— Bueno, primero que nada porque me pareció que era una buena historia, con todos los elementos que un escritor busca. Y lo puedo decir porque no es mía, está basada en la realidad. Hay una historia de amor entre estos dos personajes, una trama policíaca, una trama política, y hay una conspiración detrás de todo. Entonces lo primero era tratar de contar bien esta historia. Y lo segundo que terminó por atraerme es que se convirtió también en un retrato de México de estos últimos 12 o 13 años. En un retrato a través del sistema de Justicia y de una Justicia que no sirve o no funciona.
— El nivel de corrupción, tanto de la Justicia como de la Policía, que se dan en este caso es asombroso. ¿Cuán común es esto en México?
— Muy común. O sea, de hecho yo diría que no es la excepción sino la regla. El sistema de Justicia mexicano, por ejemplo, está mal diseñado o, mejor dicho, bien diseñado para que los poderosos siempre se salgan con la suya y quien no tiene poder o dinero termina siempre vencido. Es un sistema mal implementado porque hubo una reforma judicial en el 2008 para convertirlo en un sistema oral que todavía, a diez años, no termina de hacerse. Es un sistema donde la corrupción está en todos los niveles, desde el más bajo hasta el más alto. Y donde la tortura es una práctica habitual. O sea, tiene todos los inconvenientes.
—Y sin embargo decidió confrontar con el sistema haciendo este libro, para el que realizó una gran investigación y muchas entrevistas. ¿Cuánto tiempo le llevó escribirlo?
— Fueron 3 años. Y empieza siendo un trabajo que al parecer es apasionante y conforme va pasando el tiempo, conforme hago más entrevistas, conforme lo voy viendo más, cada vez estoy más enojado. Y creo que ahora que se publicó, incluso estoy más enojado. O sea, cuando presenté el libro en México en realidad se notaba mi irritación. Que probablemente es la indignación que también pueda sentir un lector.
—¿Y esa indignación y la opacidad y dificultad del caso lo llevó alguna vez a querer dejar de escribir el libro?
— No, siempre los momentos de frustración tenían que ver con no llegar a la verdad. El momento en el que me daba cuenta de que por más que hiciera no podría llegar a la verdad absoluta porque las autoridades habían destruido la posibilidad de llegar a la verdad. Pero nunca me pareció que debiese abandonar el proyecto. Lo que sí me llegó a pasar es que hice una primera versión de la novela que llegó a tener 800 páginas, se la di a leer a mis mejores amigos, a los que confío como lectores, y me dijeron que no servía, que era ilegible, que era aburrida, que era imposible. Ese fue el único momento realmente de duda. Entonces me decidí a reescribirla y adquirió entonces ya la estructura que tiene ahora.
—¿Siempre lo imaginó como un libro de no ficción?
— Sí, siempre me pareció clarísimo desde que empecé a trabajar sobre el libro que tenía que contarlo así, que no podía o no debía tratar de convertirla en una novela de ficción basada en los hechos reales sino que era mucho mejor contarla así porque ya tenía mucha ficción creada por la Policía y las autoridades.
—¿Hubo algún libro de no ficción en particular que lo ayudó como guía mientras escribía Una novela criminal?
— Muchos, en realidad, porque otra cosa que hice fue que mientras lo escribía, en la UNAM, donde doy clases y trabajo, di un curso de novelas sin ficción. Ahí revisamos muchas novelas sin ficción y por supuesto para mí era muy importante estar leyéndolas, incluso así en orden. Evidentemente desde Operación masacre, que inaugura el género en realidad aquí, hasta A sangre fría como los primeros, y luego vimos muchos textos en mi curso hasta llegar a las cosas más recientes.
— Lo llevo al comienzo de todo esto, ¿dónde estaba cuando Florence Cassez e Israel Vallarta eran detenidos? ¿Lo estaba viendo por televisión en vivo?
— No, estaba en Francia ese día de la transmisión, en París.
— Francia, que justamente tiene un gran protagonismo en la historia.
— Es el otro país protagonista. De todas formas me enteré enseguida de la historia, pero no la vi en directo.
— Usted entrevistó para el libro tanto a Florence Cassez como a Israel Vallarta. Florence ya fue liberada, pero él sigue encarcelado y asegurando que inocente.
— Él dice que es inocente, así es.
— ¿Y usted le cree?
— Bueno, eso es algo que yo no quiero decir en las entrevistas de manera tan radical, espero que el lector sea más bien el que hace su propio juicio. Lo que sí me quedan claras son dos cosas: uno, la mayor parte de la gente, yo creo que el noventa por ciento de la gente en México está convencida de que él es culpable. Yo creo que hay que abrir ese margen de duda enormemente por todas las irregularidades del caso. Y en segundo lugar, de lo que estoy convencido es que tiene que estar fuera de la cárcel, porque debería aplicarse el mismo principio que se aplicó a Florence.
— ¿Alguno de ellos ya leyó el libro?
— Sí, Florence lo leyó muy rápido, me lo agradeció, me dijo que luego me haría algunos comentarios. A Israel se lo vamos a llevar a la cárcel aunque ya lo tiene su familia, también lo leyeron. Incluso Israel, para la presentación del libro en México, mandó un mensaje grabado desde la cárcel. Los abogados, los ministros, todos ellos ya lo han leído. El ministro de la Corte, Zaldívar, fue el primero en escribir sobre el libro. Digo, sí he tenido reacciones de personajes o personas que están en el libro de las que no pude contactar y que ahora me han escrito para decirme que quieren hablar conmigo.
— ¿Israel tiene esperanzas de que este libro ayude a su caso?
— Sí, porque lo está haciendo otra vez visible. Él siempre fue muy invisible en el caso, como consecuencia de la atención absoluta de los demás.
— En el libro usted es implacable y muy duro con el sistema judicial mexicano, la Policía, los medios, los políticos… ¿Hay algún héroe en esta historia?
— Sí, es un caso oscuro donde casi todos son villanos pero hay unos cuantos héroes. Una es Julie García, la periodista colombiana que es la que empieza a revelar el caso. Denise Marker, la otra periodista mexicana que era su jefa también cumple realmente con su papel. La hermana de Israel Vallarta, que encabeza la defensa de toda su familia dejándolo todo. Los padres de Florence. El ministro de la Corte que hace el primer proyecto de sentencia. Sí, hay gente que realmente cumplió con su trabajo correctamente en esta historia que te da por lo menos un mínimo margen de esperanza.
— Y después está Nicolás Sarkozy, por entonces presidente de Francia. ¿Por qué cree que se involucró tanto en este caso?
—Bueno, no era el primer caso directo en el que se involucraba directamente, lo hizo muchas veces durante su mandato en Francia. Fuera de Francia lo había hecho con su primera esposa todavía, tratando de rescatar a las enfermeras búlgaras. Trató de rescatar a Íngrid Betancourt de las FARC con un papel muy protagónico. Y después de eso viene éste… yo creo que a él le cae bien la historia de Florence, en ese momento ni siquiera está convencido de que es inocente, encarga una investigación paralela, pero solo por ser francesa quería sacarla de esta prisión tercermundista que le parecía México.
—¿Cuánto hubo de mentalidad colonial y racismo en su actitud?
— Por supuesto que hubo mucho de eso. Está clarísima esa mentalidad colonial francesa de "yo voy y me la llevo de una vez". Lo único es que él, creo, tenía razón (risas). O sea, están las dos cosas.
— Ya que hablamos de políticos, el 1 de julio hay elecciones presidenciales en México. ¿Qué expectativas tiene?
— Creo que las encuestas hablan muy claramente de una victoria, ahora sí, de Andrés López Obrador. La última encuesta del diario Reforma, una de las realmente confiables, lo tiene 8 puntos arriba. Creo que es la decisión lógica después de dos gobiernos tan malos como el de Felipe Calderón y el de Enrique Peña Nieto pero, al mismo tiempo, él no deja de tener esos lados autoritarios que todavía no sabemos cómo se revelarán ya convertido en presidente.
— ¿La reforma judicial es un tema están discutiendo los candidatos?
— No y eso es algo terrible sobre lo que también he escrito, no es un tema central del discurso de ninguno de los candidatos. López Obrador sí habla de corrupción, por supuesto, es el tema central de la campaña, pero no particularmente de la necesidad de crear o de reformar para que haya un sistema de Justicia verdaderamente independiente, confiable, transparente. Ninguno lo está diciendo, y es algo que se necesita ya.
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