Con sus camperas de cuero, los jeans ajustados y las hebillas a la intemperie, cuando Pablo Fernández Rojas y Gonzalo Asalazar posan para la cámara que los fotografía, se olvidan lo que verdaderamente son: escritores. Si el contexto que los envuelve no fuera la Feria del Libro de Buenos Aires, podrían pasar por actores de una de tiros independiente o por un dúo de electropop. Es la primera vez que están aquí, en el predio de La Rural, rodeados de tantos lectores apurados. Ahora, con los codos apoyados en una mesa redonda y el grabador encendido en el medio, charlan con Infobae Cultura.
"Esta Feria es una monstruosidad", dice Asalazar —el más joven, de bigote y pañuelo en el cuello— y levanta la cabeza, revolea los ojos hacia arriba, mira el tinglado del pabellón amarillo. "Me gusta que vienen muchas personas. Demuestra un gran interés, por lo menos más masivo de lo que hay en Chile". "Sí, está bien fuerte", agrega Pablo Fernández Rojas, de ojos celestes y acento bien trasandino. "La poesía argentina allá está pegando, así que aproveché para comprar todo lo que podía, además de que los precios son súper convenientes. He estado en la Feria de Bogotá, en la de Guadalajara… y aquí me da la sensación de que está todo más ordenado. Lo que sí: noto que le falta un poco más de fiesta, o yo no me he enterado todavía", completa y ríe cómplice con su colega.
El miércoles pasado presentaron sus últimos libros y el viernes protagonizaron la charla titulada Cruces de géneros en Orgullo y prejuicio (Espacio de diversidad sexual y cultura) para luego, una hora después, firmar ejemplares en el Stand de Chile. Son parte de la delegación que viene del otro lado de la cordillera y los representantes actuales de aquella tradición riquísima que dio escritores como Pedro Lemebel, Roberto Bolaño, Nicanor Parra e Isabel Allende, aunque prefieren no cargar con semejante compromiso, prefieren ser —como suele decirse— ellos mismos.
Piquero (Editorial Cuarto Propio, 2016) es la primera novela de Fernández Rojas y narra las aventuras no tan marginales de un diseñador gráfico gay y eternamente caliente. "Nunca pensé en el género a la hora de escribir este libro, sin embargo finalmente problematizó a mucha gente cuando se preguntaban si era un poemario largo, prosa o una novela. Y me di cuenta que es lo que finalmente le pasa al personaje: ¿por qué tenemos que etiquetar todo? Yo creo que toda sexualidad es distinta, todo sentir es distinto".
Por su parte, Asalazar escribió El deseo invisible. Santiago cola antes del golpe (Editorial Cuarto Propio, 2017): "Este libro reconstruye los espacios públicos de encuentro sexual entre hombres en Santiago antes del Golpe de Estado. Es una ficción basada en una investigación con el fin de que el lector pueda sentirse inmerso en este mundo secreto de códigos, de miradas, de prácticas clandestinas".
Entonces la pregunta central que aparece en esta breve charla se desdobla rápidamente, se divide en dos partes que, en algún punto, se tocan y se retroalimentan: lo literario y lo sexual como categorías abiertas, sin cierre definitivo. La rigidez se cae, se desdibuja. Ahora los tiempos son otros.
"Si bien el personaje de mi libro —el que habla es Fernández Rojas— es alguien que siente deseo por gente de su mismo sexo, trato de no encasillarlo y que transite por ciertos lugares donde se cuestione cómo tiene que ser: ¿Tengo que tener un perrito chihuahua, ponerlo en la cartera y caminar por las calles del Forestal con los pantalones apretados, con la pretina que me va a reventar, mostrando el culito? Todo eso se lo pregunta, y es un poco poner en juego, también con humor, qué estamos haciendo, por qué lo hacemos, cómo nos identificamos, qué código estamos usando, desde dónde nos paramos. Yo no podría calificar a Piquero como una novela gay. Traté de que fuese transversal y de que todo el mundo se sintiera de cierto modo identificado con el personaje. Lo han leído amigos héteros, amigas, y me dicen: 'Si no fuese por la escena del sauna, soy yo'.
Asalazar introduce la palabra diversidad y asegura que es un concepto que "tiene que ver con una agenda de derechos políticos y sociales que está en alza en Chile y América Latina y que es necesario impulsar. Y en ese sentido yo también me hago parte del discurso feminista. Creo que el feminismo es también un punto de partida de este libro. Y al mismo tiempo, en Chile sigue siendo rupturista hablar de diversidad así tan abiertamente, aunque por otro lado hay una aceptación muy grande, porque hemos llegado a cierta normalización de este tipo de discursos, que ya son aceptados".
¿Se puede, entonces, seguir hablando del género como algo rígido e invariable? "Hay dislocaciones del género", dice Asalazar, y continúa: "Me gusta hablar en esos términos porque creo que el género binario ya está muy resquebrajado y estamos en la época de la proliferación de los géneros, de los géneros múltiples y de que cada quien se arme su propio género".
En ese sentido, y volviendo a la literatura, para Pablo Fernández Rojas es importante "no pensar el libro como que tiene que ser de una manera", por eso es que, en su caso, buscó algo "orgánico". "Creo que el cruce de género —completa Asalazar— no tiene que ver con una decisión predeterminada, sino más bien con el proceso mismo de la escritura y lo que va resultando".
Sin embargo, no es que el mundo se abrió a nuevos discursos y listo, ya está. Esto que parece novedoso llegó desde un margen invisibilizado y desde un tiempo a esta parte ha trazado un camino que puja en la lucha de ideas e identidades. "Se están casando más los gays que los héteros, pero nos siguen matando igual. Hay una realidad y hay otra. Estamos ahí en el medio", dice Fernández Rojas y su par, Gonzalo Asalazar, concluye: "No está todo resuelto para nada".
____
SIGA LEYENDO
Retrato de una rockstar de la literatura: cómo piensa la bestseller sueca Camilla Läckberg
____