La misteriosa historia de un hombre que escribió siete novelas, y otra después de muerto…

Solo Philipe Marlowe y un inesperado socio podían ser socios de ese truco fantasmal

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James Caan como Philip Marlowe en la versión de HBO de “Poodle Springs”
James Caan como Philip Marlowe en la versión de HBO de “Poodle Springs”

El 26 de marzo de 1959 fue un día de duelo para los fieles acólitos –me incluyo– de Raymond Chandler. Vivía solo, sin más compañía que una veintena de gatos que trepaban a su auto con fidelidad de perros, y ese día, a sus 70 años, se lo llevó una neumonía.

Dejó, además de cuentos y guiones de cine, siete novelas. Siete joyas de un género del que fue rey: el policial negro y su héroe, el detective Philipe Marlowe.

Muerto el padre, era presumible que su hijo de ficción lo acompañara a la tumba. Ambos seguirían viviendo –eternos– en las siete novelas.

Marlowe, rara mezcla de cínico e idealista. De desencantado acerca de la especie humana –en especial de la alta clase de Los Ángeles dominada por tahúres y políticos corruptos–, pero tenaz sabueso revolviendo esa basura hasta el final sin más premio que descubrir la verdad… sin castigo para los culpables y riesgo para él, apenas por "veinticinco dólares por días… más gastos".

Raymond Chandler, el padre de Philipe Marlowe
Raymond Chandler, el padre de Philipe Marlowe

Quijote de pipa y whisky o bourbon, de oficina algo polvorienta en el edificio Cahuenga, de casuales y breves amoríos, de cuentas por pagar (no siempre en la fecha obligada), quedaría preso para siempre en sus siete aventuras. Entre las díscolas hijas de un coronel enfermo (El sueño eterno, 1939). Entre las desventuras y el balazo final que se llevará al triste grandote ("pero no tanto como un camión de cerveza") que buscaba, desesperado, a su Velma (Adiós, muñeca, 1940). Entre el borrachín Terry Lennox, al que preferirá "cuando eras triste, solitario y final" (El largo adiós, 1953). En fin, entre La ventana siniestra, La dama del lago, La hermana pequeña, y Playback, 1958: casi sobre su muerte.

Sus siete novelas: acaso no por azar, un número cabalístico…
Porque algo más estaba por suceder.
En el fondo de un cajón, entre miles de cartas, de guiones sin filmar, de borradores, aparecieron cuatro capítulos, y varios apuntes dispersos, y un título tal vez provisorio: The Poodle Springs Story. Un eco, posiblemente irónico, de la lujosa y millonaria Palm Springs…

Sería, sin duda, la octava novela de Raymond Chandler, interrumpida por ese 26 de marzo en que él también se fue triste, solitario y final.

Aunque inconclusa, la historia sorprendía por su vuelta de tuerca. Philip Marlowe, el gran solitario… ¡se había casado! Una prueba de que lo imposible es posible…
Y casado con una bellísima y súper millonaria mujer: Linda Loring, hija del magnate Harlan Potter.

Robert Brown Parker
Robert Brown Parker

Se habían conocido en El largo adiós, el romance seguía en el final de Playback, la séptima…, y en 1989, tres décadas después de la muerte de Chandler, el también escritor de género policial negro Robert Brown Parker (1932–2010), que solía decir "nací deseando ser Chandler", tomó la posta y concluyó la novela. La octava de un hombre que solo escribió siete: ¿qué menos que una paradoja podía esperarse?

En Poodle Springs –título definitivo, y firmado Raymond Chandler–Robert Parker–, Linda Loring maneja un envidiable Fleetwood… pero Marlowe no renuncia a su viejo Oldsmobile. Ella ha alquilado una mansión… mientras le construyen otra. Tiene pileta de natación, y la cama matrimonial duplica a la mayor que haya exhibido el cine de Hollywood.

Lo tienta: "El baño es lo más increíble que viste en tu vida. Tiene un vestidor con una alfombra de pared a pared en la que te hundes hasta los tobillos. Y tres estantes de cristal con todos los cosméticos que…"
Pero Marlowe, sarcástico, le dice:
–¿Esta choza cuesta mil doscientos dólares por mes? Es mucho más de lo que gana este pobre detective. Por primera vez soy un hombre mantenido. ¿Puedo andar por la casa en sarong y pintarme las uñitas de los pies?
–Vete a la mierda, Marlowe. No tengo la culpa de ser rica. Tienes que hacerte a la idea…
–Sí, mi amor –la besé– Me conseguiré un monito tití. En poco tiempo, no podrás distinguirnos uno del otro.
–No se permiten monos en Poold Springs. Solo los caniches. Encargué uno que es una belleza.

Solo en EEUU, la primera edición vendió 200 mil ejemplares y la segunda, 150 mil
Solo en EEUU, la primera edición vendió 200 mil ejemplares y la segunda, 150 mil

Bien. El conflicto esta planteado y es claro. Marlowe la ama. El sexo es homérico. Las copas al sol y al borde de la piscina no le disgustan. Pero como en la vieja fábula de la ranita y el escorpión… el curtido detective, golpeado muchas veces, drogado otras por un mafioso, preso por sospechoso otras tantas… no puede renunciar a su oficio ni a su misión de resolver crímenes y además, levantar la tapa de cuanta basura moral se oculta bajo las palmeras de Los Ángeles. Sigue amando a Linda… pero alquila un barato cuchitril para "seguir siendo lo que siempre seré".

Punto. El libro tiene 236 páginas. Parker ha mantenido la intriga, el suspenso, un par de crímenes, y ha respetado el estilo Chandler con devoción. Además, tiene la mano caliente: también creó a Spenser, un detective privado heredero de Sam Spade, Marlowe, Mike Hammer, protagonista de treinta y cinco novelas.
Sin duda, el hombre que la memoria de Raymond estaba esperando.

¿La trama? No será revelada aquí. El libro se consigue por las tantas vías hoy abiertas.
En todo caso, conseguirlo, comprarlo, leerlo, tendrá algo de ritual. De resurrección. De que los grandes personajes de ficción, de una u otra forma, pueden volver de la muerte una noche, despertarnos, y obligarnos a seguirlo en su aventura hasta más allá del anochecer.
Y acaso no haya mayor felicidad para los lectores: esos personajes de los que Borges dijo: "Son más civilizados que los escritores. O menos salvajes…".

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