La tradición editorial en lengua española siempre mantuvo un flujo entre las ediciones argentinas, españolas -incluyendo el centro editorial de Barcelona, claro-, mexicanas y de manera más reciente la colombiana. Ese intercambio no cesa, aunque también es cierto que la concentración editorial en dos grandes cadenas –Planeta y Random House- actúa como un imán que va incorporando editoriales a sus propias cabeceras de playa, que también actúan como un impedimento para la circulación más ágil entre producciones de diversos países donde se escribe en nuestro idioma.
Sin embargo, ¿para qué, si no, se inventó el término "oportuncrisis" que, más allá de su gracia irónica, a veces conlleva ciertas verdades útiles? Eso es lo que percibieron editores a ambos lados del Atlántico y crearon editoriales independientes, más pequeñas, pero también más cuidadosas a la hora de editar -las grandes cadenas publican alrededor de cincuenta títulos por mes, cifra de títulos que las editoriales pequeñas podrían alcanzar como un logro en dos años- y con nichos de lectores más especializados que, si bien pueden generar best sellers, apuntan a una difusión de la literatura como un oficio y una misión.
En España, algunas de las editoriales se reunieron en un grupo llamado Contexto para poder actuar y pensar de manera colectiva. Visitaron la Feria del Libro, donde compartieron sus experiencias, vendieron libros y conversaron con Infobae Cultura, entre otras cosas, además de algún asadito por aquí o por allá.
—¿Qué incidencia tiene el aglutinamiento de editoriales en los grandes grupos respecto a las editoriales independientes?
—El público es el mismo, por eso nos juntamos editoriales pequeñas e independientes porque hay espacios muy amplios —dice Enrique Redel, de Impedimenta.
—Nórdica empezó como una colección de libros escandinavos, luego publicó títulos clásicos y después títulos ilustrados. Ya existían en el mercado muchos para niños, pero no para adultos. Entonces publicamos clásicos ilustrados que tenían su propio público —explica Silvia Salgado, de Nórdica—. Las grandes editoriales publicaban el policial nórdico, nosotros publicamos otros géneros. Nuestro editor se enamoró de esa literatura y vio que era un mercado que podía tener lectores en español. La novela negra abrió muchas puertas y finalmente tenemos un público muy fanático.
Redel explica el proceso de florecimiento de las editoriales independientes: "En España se ha dado un pequeño ecosistema para las pequeñas editoriales porque había un vacío de fondo desde los últimos quince años. Había una dictadura de las grandes editoriales, casi todas las pequeñas habían sido absorbidas y se habían cerrado ámbitos para los lectores. En España se dio una eclosión de editoriales interesantes, un tipo de editorial necesaria para conformar el fondo de librerías más literarias. Hemos sido un relevo de las editoriales comparadas por las grandes cadenas y hemos sido muy bien acogidos por la prensa y el público, por la librerías y así hemos logrado asentarnos en tiempos en los que podría haber sido mucho más difícil asentarse".
–España tiene una historia de riqueza editorial incluso bajo la dictadura, ¿les parece que fue una escuela?
–La riqueza de los catálogos era grande, pero la sensación de oponerse a la tiranía supuso que Anagrama, Tusquets y otros emprendimientos fueran parte de esa emergencia -dice Santiago Tobón, de Sexto Piso-. Recuperamos el trabajo de muchos de esos editores.
–¿Qué relación tienen con las editoriales de este lado del océano?
–En nuestros comienzos la idea que nos regía era que al editar en un lengua, podíamos llegar los países de Latinoamérica -dice Tobón, cuya editorial inauguró muy temprano una subsede en México–. Esa noción que se convirtió en una necesidad nos hizo llegar rápido a la Argentina con nuestro catálogo.
–En el país, la Unión de Escritores y Escritoras nació bajo la pregunta por los derechos de los escritores que, a veces, eran descartados en las editoriales pequeñas que brindaban la oportunidad de publicar sus libros. ¿Cómo se maneja en España esta relación de la cadena de producción del libro?
–La cadena del libro del lector al autor es una cadena muy frágil en la que parte de la compensación parte de pagarle a los autores, valorar sus trabajos -dice Tobón-. Estamos en empresas muy frágiles y muchas veces todos los engranajes de la cadena se quejan de la misma cadena. Yo veo un ecosistema donde no se puede cargar en favor de nadie, es decir, no valorar la creación cuando la materia prima es la creación sería un gran error. Por eso, en Contexto tenemos un código de buenas práctica para ser conscientes de no generar este tipo de situaciones. Prácticas que son buenas para todos los sectores.
–Este equilibrio del que habla Santiago –dice Redel– tiene que basarse en que todas las partes tienen su servidumbre pero también su privilegio. Si se ahorran los derechos de autor o se ahorra en pagar al traductor o al ilustrador, se está jugando con ese equilibrio. Si alguna editorial lo hace, el resto de los miembros del campo editorial los debería penalizar. La librería debería ser consciente de que no puede hacer trampas, así como la prensa, como las editoriales, Conozco muchos autores que cuando empiezan dicen: "Hombre, que esta editorial me va a publicar, ¿por qué cobrarles?" y yo les digo: "Nunca hagas eso, tienes que cobrar por tu trabajo, como yo por el mío". Los autores, como los traductores e ilustradores, son los eslabones más frágiles de la cadena. Si se establecen buenas prácticas la cuestión se clarificará y no dependerá de un editor más listo o más pícaro la ruptura de ese equilibrio.
–La situación de Catalunya o Barcelona, que es un lugar central para el libro, ¿se ve afectada por el reclamo independentista en relación a las editoriales de Madrid? ¿Cómo es la cuestión de la publicación en lengua catalana?
–Nosotros publicamos títulos en catalán, la poesía siempre es bilingüe y además tenemos traducciones de clásicos, como La metamorfosis, y libros infantiles, al catalán –dice Salgado.
–Es además un público muy culto y, en referencia a otros lugares de España, más pudiente.
–Es un público mucho más lector que cualquier otro en España –dice Redel–. Su relación con los libros es una cuestión de tradición. El 23 de abril se celebra la fiesta de San Jordi, que es el día del libro, y en Catalunya todo el mundo compra un libro. Todos los catalanes salen a las calles, las ferias se llenan y todo el mundo se lleva un ejemplar. Supuestamente el hombre le compra un libro a la mujer y ella una rosa al hombre, pero en realidad todos compran libros. Ese día los libreros catalanes venden el 25 por ciento de su facturación anual. Ese día equivale a todo el flujo de ventas de toda la duración de la Feria del Libro de Madrid.
–En Contexto hicimos un mapa de librerías de Madrid y Barcelona -cuenta Tobón– y nos dimos cuenta de que en Madrid las librerías están en el centro y a medida que te alejas del centro dejan de estar. En cambio, en Barcelona, por su tradición lectora, hay una red de librerías muy dispersa por toda la ciudad. Todos los barrios tienen sus librerías, cada pequeño pueblo tiene una gran librería. Barcelona siempre ha sido el gran centro de la edición española y en gran medida sigue siéndolo.
–Si se independizara, ¿afectaría el flujo con España?
–En el momento del auge independentista las ventas de las librerías cayeron un 25 por ciento, por la tensión en el ambiente, como ocurrió en todas las otras actividades. Seguramente sería una nueva situación.
–¿Cómo se llevan con las traducciones que, en el idiolecto ibérico, tienen palabras muy diferentes a las de los latinoamericanos?
–El español rioplatense es el más idiosincrático, es muy diferente con su propia particularidad –dice Redel–. En España a veces se dice que las traducciones argentinas están erradas, pero yo me formé con las traducciones argentinas de Sartre o leyendo a Roberto Arlt. El enriquecimiento que producen las diferencias de las lenguas a ambos lados del Atlántico es altamente positivo. Mi experiencia lectora pasa por la traducciones de Bruguera y creo que me supuso un crecimiento, no una barrera.
–Lo primero que hay que pensar es que el lector es una persona inteligente –dice Tobón– y que se enriquece de todas estas declinaciones y diferencias que hay en el lenguaje. El español está compuesto de todas las hablas diferentes de todos los países. Si algo tiene el español es su riqueza.
–También es cierto que cuando se traduce la novela de Bukowski como La máquina de follar, o cuando abunda el "gilipollas" o el caso paradigmático de la novela de J.D. Salinger cuya título fue traducido en España como El guardián entre el centeno y en la Argentina como El cazador oculto permiten pensar particularismos editoriales.
–Hacer una edición para cada país es imposible –dice Tobón–. Hay palabras que producen extrañamiento y que provienen del argot. Pero con ese criterio tal vez se deberían retraducir los clásicos cada treinta años, que es el tiempo en el que las lenguas cambian.
–¿Cuál es el proyecto que vinieron a presentar a otras editoriales independientes de la región?
–Las editoriales pequeñas tienen los mismos problemas a la hora de querer llegar a otros países -dice Salgado-. Vimos que era necesario tener otro espacio donde pudieran reunirse editoriales de Madrid, México, Uruguay, Chile, Argentina y otros países y exponer los problemas de las editoriales en cada país. La idea es que comience a funcionar un espacio que nos permita trabajar de conjunto.
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