Las 11 a.m. fue la hora señalada. El punto para el intercambio, el Alvear Palace Hotel. Afuera, la ciudad se divide entre los humores y rumores de las máquinas y los pasos apurados, entre las quejas por este verano que se extiende inaudito a finales de abril y las lamentaciones por esa humedad que se traduce en neblina.
Adentro todo parece pertenecer a la belle époque, los sonidos son los de las tazas de los que desayunan sin apuros, de visitantes que miran a la ciudad con ojos de asombro, de los que reconocen su pertenencia en un tipo de arquitectura más cercana a latitudes muy lejanas. Y en un punto es lógico, el lugar, el clima, el caos.
Entre sillones aterciopelados y muebles de pátina dorada, sale del ascensor Arturo Pérez Reverte, de oficio escritor para esta entrevista, periodista desde siempre. Alto y de andar seguro, sus movimientos parecen calcados de algún personaje de Eva, la novela que vino a presentar a la Feria del Libro de Buenos y que forma parte de una nueva saga, la de Lorenzo Falcó. Solo le faltaría llevar un borsalino de ala ancha inclinado hacia alguno de los lados.
Hace preguntas sobre algunas características técnicas sobre la nota que se va a producir y antes de que la claqueta deje "correr la cinta" lo explica: "Es que fui puta, antes que monja".
Después de haber cerrado la saga del capitán Alatriste, tras siete novelas, Pérez Reverte regresa a las andadas con otro tipo duro, de esos que pueden encontrar placer en tragar su propia sangre. Existen muchas similitudes, entre aquel y éste, pero también diferencias existenciales que los colocan en las antípodas, un héroe y anti héroe. Ambos matan si hay que matar y aman cuando no lo pueden controlar, pero los mueven motivaciones opuestas, ¿son acaso ambos personajes una especie de dualidad que habita en el escritor?
"Nadie pone lo que no tiene. Ningún personaje es el autor, pero es cierto que el autor presta al personaje elementos de su vida y su mirada que lo ayudan a vivir y desarrollarse. Pero hay una gran diferencia entre ambos: Alatriste es un personaje, es un viejo soldado que tuvo fe en cosas y ahora tiene un sombrío escepticismo. Falcó, de niño, ya era un canalla, un inmoral, no cree en nada. Falcó es un aventurero puro, Alatriste es un hombre a quien la vida lo llevó a dónde lo ha llevado. Falcó ha buscado él esa vida, un tipo al que la aventura, las mujeres, la acción, la violencia le disparan la adrenalina. Él es feliz en la incertidumbre, es lo que diferencia a los personajes".
– ¿Y usted está más cerca de tener un "sombrío escepticismo" o ser "feliz con la incertidumbre"?
-Mi escepticismo no es sombrío. Es un escepticismo por llevar una vida compleja. Fui reportero en países en guerra, he leído, vivido y viajado. Tengo 67 años y hay un montón de inocencias que no pueden sobrevivir a eso. Pero no he perdido otras, mantengo la capacidad de emocionarme por cosas que aún me motivan y me gustan. Soy escéptico, es cierto, hay cosas que ya no puedo creer, pero no es sombrío. La vida me sigue pareciendo un lugar interesante y lleno de posibilidades.
Dice que el clima de Buenos Aires en esta época del año no es bueno para sus alergias, que lo mismo le había sucedido cuando pisó la ciudad por primera vez allá por 1982, cuando vino enviado para cubrir la Guerra de Malvinas. Pero esa no fue la única vez que el escritor estuvo cerca de algún conflicto bélico, son en total más de 20, quizá demasiados para un solo cuerpo, quizá suficientes para un hombre que necesitó exorcizar tanto horror en el negro sobre blanco de las tintas y las páginas.
"Un escritor es lo que imagina, más lo que ha leído, más lo que ha vivido. En mi caso, yo soy lo que he leído, crecí con una biblioteca grande, y tuve una vida que por razones diversas fue muy agitada. Cuando yo hablo de violencia, de acción, de incertidumbre, de miedo, de tortura, de muerte, no es teoría. No lo he aprendido en libros, ni es teoría narrativa de barra de bar, ni lo he visto en películas. Lo he vivido. Tiene nombre reales, olores reales. Eso es un plus, supongo que da credibilidad. Cuando mi personaje mata o tortura no es porque yo lo haya hecho, sino porque lo he visto hacer. Y eso le da una solidez al personaje que el lector tiene que, de alguna u otra forma, advertir. En ese sentido puedo decir que mis personajes se nutren bastante de mi biografía".
Eva no es su última creación literaria, sino Los perros duros no bailan –ambas de Alfaguara-, que llegará a esta parte del mundo a partir de junio: "Es una novela negra, policial, del mundo de los perros. Salen perros neonazis, perros traficantes, policías, perras prostitutas, perros elegantes, de buena familia. Decidí contar por un perro el mundo de los perros. Me pareció una versión divertida, diferente, interesante y al mismo tiempo además me permitía poner de manifiesto algunas cosas que me interesan mucho del mundo canino. Me gustan muchos los perros porque tienen las virtudes que yo desearía de los seres humanos: lealtad, valor, dignidad, orgullo. Ese tipo de cosas".
Arturo Pérez Reverte no es solo un escritor de libros, tiene una activa participación en las cuestiones cotidianas que hacen a la vida de su país a través de su blog y las redes sociales. Eso sí, tras cada intervención no faltan aquellos que buscan notoriedad o manifiestan su rechazo, aunque a él eso lo tiene sin cuidado: "Soy un viejo zorro en el oficio de periodista y novelista y cuando alimento a la bestia lo hago conscientemente. Es muy interesante y hasta educativo comprobar las reacciones: la estupidez, la mala fe, la vileza. Yo planteo un tema y me retiro, y después observo cómo unos y otros discuten y debaten sobre eso. Me parece muy interesante".
Unas las últimas polémicas se produjo el mes pasado, aunque en aquella oportunidad nada tuvo que ver su pensamiento o sus opiniones. Un colectivo feminista español pidió que se retiren todos sus libros, como los de Javier Marías -e incluso los de Pablo Neruda– de cualquier establecimiento público por considerarlos machistas.
–¿Cómo es levantarse una mañana y leer este tipo de demandas?
-Eso es folclore, no tiene nada que ver con el feminismo. Hay un feminismo serio, respetable, que además es absolutamente necesario apoyar porque es evidente que no puede seguir así la situación de la mujer en el mundo, ni en España, ni en Argentina. Pero otra cosa es que la estupidez, el folclore, la demagogia facilona. Es un apéndice marginal que nada tiene que ver con el verdadero feminismo. No vale la pena hablar de ello.
Hace pocas semanas también, Mario Vargas Llosa, otro visitante ilustre de esta edición de la Feria del Libro, afirmó que hay cierto feminismo que actualmente es "el más resuelto enemigo de la literatura" y que "amplios sectores se ven paralizados por el temor de ser considerados reaccionarios, ultras y falócratas".
"Hay autores como yo que por edad, por situación o por la obra hemos pasado una línea en la que ya no somos vulnerables. El lector nos conoce de sobra, nos lee hace 30, 40 años a Javier Marías y a mí, y sabe muy bien a qué atenerse. Aunque haya reacciones puntuales, oportunistas o absurdas no hacen daño a alguien con una obra consolidada y con una biografía ya hecha.
Sin embargo, asegura que el linchamiento en redes sociales, que luego aumenta de manera exponencial cuando llega a los medios, sí puede hacer daño a artistas que aún están desarrollando su carrera.
"En autores y periodistas jóvenes, gente que está haciendo una carrera, abriéndose camino. Esa presión continua, esa especie de vigilancia permanente para ver si comete un error, para echársela encima: eso es muy peligroso. Hace que el autor se autocensure por miedo a incurrir en la ira de esos colectivos que están tan preparados a lanzarse encima con cualquier pretexto. Y eso hace que talentos notables, hombres y mujeres, se vean coartados en la manifestación de ese talento. Que estemos cercenando, yugulando el camino de esa gente hacia la posición que deben ocupar realmente en el mundo de la literatura, el periodismo, en lo que sea".
Se levanta y toma un vaso de agua. Obedece algunas instrucciones para la sesión de fotos, una aquí, otra allá, pero hay algo que lo incomoda, algo que le sigue dando vueltas por la cabeza y retoma: "Volviendo al tema de las supuestas feministas. Creo que hay muchas personas que están esperando el momento para atacar a otra, para usar a una persona pública con el fin de ellos aparecer en los medios, porque así funciona el sistema. Es más fácil decir 'Pérez Reverte es un machista, hay que prohibirlo', y tomar notoriedad. Y muchas veces, estas personas ni siquiera son un colectivo. Puede pasar con el feminismo, como con cualquier otro tema, y conmigo como con cualquier otra persona. Si escribo algo sobre las focas, es posible que alguien se sienta ofendido y me acuse de ser anti focas. Son las reglas del juego".
Regresa a la sesión de fotos. Le recomienda al fotógrafo dar dos pasos atrás debido al tipo de lente que está utilizando en la cámara. Y repite: "Es que como ya les dije: fui puta, antes que monja".
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