"Tengo 34 años, no tengo pareja, no tengo hijos, soy una mujer independiente. Me considero una guerrera con sus sueños. Me han llegado a decir 'bueno, como mujer ¿te ha costado trabajo llegar hasta donde estás?' Realmente nunca presté atención a eso, pero sí puedo decir que me ha costado mucho tener una pareja que tolere, o que pueda sostener lo que implica ser lo que soy", dice Natalia Lafourcade (Ciudad de México, 1984) sobre su vida de artista popular que, más allá de las fama, las selfies y los Oscar, está en busca de su lugar en este mundo como ser humano.
"Es algo interesante: hoy en día, más que nunca, las mujeres estamos empoderadas en el hecho de decir 'es hora de que las cosas cambien, que realmente cambien'. No puede ser posible que yo piense en irme de vacaciones y tenga el dilema de 'soy mujer, qué miedo viajar sola por el mundo…'", agrega en un diálogo con Infobae Cultura.
Su pequeña figura contradice su -adquirida con los años- elevada estatura artística. Estrella pop surgida en la primera década de este siglo, justo cuando en México se terminaban los 71 años del PRI al comando del Estado, ahora es una respetable cantante y compositora que en sus treinta y pico se dio el gusto de grabar canciones de otro tiempo, integradas en un par de discos notables, titulados Musas (un homenaje al folclore latinoamericano en manos de Los Macorinos. Junto al dúo de guitarristas que acompañó a Chavela Vargas hasta sus últimos días -los venerables Miguel Peña y Juan Carlos Allende, éste último mendocino de pura cepa-, Natalia Lafourcade interpreta con destreza y sentimiento standards de la música popular de su país y el continente como Tú me acostumbraste, Que he sacado con quererte, La llorona y Duerme negrito entre otras, junto con nuevas canciones propias que sintonizan de manera magnífica con el espíritu de esos clásicos. Claramente se trata de un par de grabaciones que marcan un antes y un después en su vida con la música. Son certificados de graduación artística. Y ella lo sabe.
Está en Buenos Aires para presentar el volúmen 2 de Musas con dos funciones a pleno en el Teatro Gran Rex, con los locales Abel Pintos y Kevin Johansen como invitados especiales. A la espera de los shows en una tarde de este cálido otoño porteño, se dispuso de buena gana para hablar de la actuación en la ceremonia de entrega de los premios Oscar -cantó Remember me, la canción ganadora en su categoría-, su método de supervivencia en tiempos de redes sociales invasivas y cuál es su gran para los próximos dos años.
"Dentro de poco me voy a retirar por un par de años para descansar, estar en mi casa, estar en el OTRO lado. Tengo ganas de explorar qué pasa conmigo si apago el teléfono. Quiero generarme un espacio, volver a mi casa, a mis amigos, mis pinturas, mis libros, mis películas…", dice convencida.
Todo esto sin olvidar que México, su patria, vive momentos cruciales de cara a las próximas elecciones presidenciales. Y eso es también parte del futuro. Por eso reflexiona: "Es un momento súper gris, pero bueno… Hace varios años que venimos así. No quiero ser pesimista, pero los cambios llevan tiempo. Las cosas están mal de raíz. Y no es una persona la responsable, es labor social provocar un cambio. Ojalá que suceda ¡porque lo que está mal sí que está muy mal!".
– ¿Qué cambió en tu vida después de cantar en los Oscar?
– Me siento igual (risas). Sería una tontería que por haber estado ahí me creyera, no sé, la maravilla del mundo. La inercia de lo que tengo planeado hacer, continúa. Pero podríamos haber cambiado planes a partir de esto que pasó, decir "vamos a aprovechar el momento, hagamos más giras". Y no. Siento que fue un regalo que la vida me dio. Haber tenido la oportunidad de pisar ese escenario, con el orgullo que ahorita siento de ser mexicana, de representar ciertas cositas de mi país…
– ¿Cuándo supiste que ibas a estar enfrente de una audiencia global como pocas?
– Me confirmaron dos semanas antes. Previamente había dado vueltas una cosa como que "puede pasar pero todavía no…" Al mismo tiempo, todos me preguntaban. Estaba en París, celebrando con amigas la semana de mi cumpleaños ¡Y ya! Recibí mensaje de Gael "Amiguita, ¡parece que vamos a estar ahí!" Fueron muchos ensayos de la canción, los movimientos escénicos, la coreografía de los bailarines. Y luego el show, que se pasó rapidísimo. Esas cosas se viven como un flash, una cosa muy efímera.
– ¿Cómo es convivir con la exposición permanente de ser personaje público, en tiempos de redes sociales y selfies?
– Convivo. Creo que las redes sociales han ocasionado algo muy positivo, que es tener tu propio espacio de comunicación, subir una foto, publicar una historia desde tu lugar. Pero es invasivo: le tomas una foto a alguien pero no le preguntas a esa persona si puedes subirlo o no. Asumimos que está bien… Así se está transformando nuestra forma de interactuar con otras personas. Esto tiene una parte positiva: poder promoverte, en el caso de la música. A mí me ayudó mucho, y tengo compañeros -más jóvenes- que han construidos sus carreras a través de este nuevo modo de comunicación social. Pero también hay otro lado. Porque para mí es "quiero convivir contigo, no con tu teléfono; quiero que disfrutes mi concierto, que lo vivas con tu corazón pero no a través de tu teléfono". Cuando subo a un escenario no lo hago con mi teléfono, lo hago con mi corazón. Digo "lo voy a abrir para ustedes".
– ¿Esto afecta tu propia "vida" en las redes sociales?
– No estoy muy pendiente, aunque estoy activa. ¿Se entiende, o es una locura? Tengo un equipo de trabajo para mi página de Facebook y mi cuenta de Twitter, Instagram es totalmente mío. Y trato de autocontrolarme: ok, subir información pero luego apagar el teléfono. Es como vivir en una nube, pero me ayuda. Porque cuando estoy demasiado pendiente, me pierdo en el aparato y ya no vivo. En mis tiempos de descanso, trato de cumplir la regla del "No". Quiero ver y sentir las cosas por mí misma. Cuando empiezo a sentirme ansiosa, a veces viajando en taxi o en el avión, me voy a un libro, algo chiquito que no pese en la mochila, pero esos minutos de lectura me cambian la perspectiva… Todo está transformándose, ojalá algún día no tengamos que producir tanta basura digital que va a parar a una nube que no sabemos dónde está ¡pero está!
– Haber hecho dos discos con canciones de otro siglo e incluso haber compuesto algunas propias que también parecen así, grabarlas con músicos veteranos y plasmar un sonido acústico, cálido, es toda una decisión artística ¿De dónde surgió?
– Me siento viviendo una época que no es la mía. A muchos nos pasa. Sin embargo, convivo con este tiempo. Me siento afortunada y agradecida, hay días que todavía no me creo que lo que me pasa. Me levanto y pienso "qué increíble lo que me sucede". No pensé que la gente se sentiría tan identificada con lo que estoy haciendo y que lleve mi música a sus casas. Lo que grabé viene desde una motivación personal, es mi propia inquietud. Y es increíble la recepción que tuve. Eso me lleva a pensar que hay una necesidad, tal vez inconsciente, de volver a ciertas raíces, a un sonido acústico, a una cosa primitiva de emociones expresadas a través de la música. Todavía somos un tejido social en transición, con un poco de lo que había en ese otro mundo y otro poco de lo que viene.
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