París, 28 de diciembre de 1895, Salon Indien du Grand Café, un sótano en el número 14 del Boulevard des Capucines. Es el Día de los Santos Inocentes.
Pero una forma de inocencia como sinónimo de candor o de ignorancia… está por ser perdida.
El salón está de bote a bote. El público –hombres, casi todos–, vestido como para una coronación: capas, jaquets, galeras…
Se apagan las luces. La algo estremecedora oscuridad se quiebra cuando una luz blanca aparece en una pantalla: una especie de gran sábana que cubre la pared del fondo.
Y de pronto, el milagro. ¡Imágenes en movimiento! Aquello que intentaron, en el paleolítico, los cazadores cavernícolas en sus aventuras de caza…, y tantos otros a lo largo de los siglos.
La escena es breve –un minuto–, simple, cotidiana. Ni siquiera conforma una historia. En el taller fotográfico de Antoine Lumière y de sus hijos Auguste y Louis ha sonado la sirena de salida, los obreros terminan la jornada, y salen a la calle.
Pero ese hecho rutinario, natural y previsible… desfila ante los ojos absortos del privilegiado –histórico, en realidad– grupo de invitados. Desde entonces, similares a miembros de una sociedad secreta…
Pero aun hay más. Pausa, oscuridad, pantalla iluminada, ¡y un tren arrastrado por una locomotora avanza como un monstruo, un dinosaurio gigante, hacia la platea!
Tan real es la imagen que algunos espectadores se arrojan al suelo…
Pues bien. Ese pequeño ejército burgués acaba de asistir –¡nada menos!– que al nacimiento del cine. El último y más asombroso arte del siglo XX, a un lustro de su comienzo.
Los dos films, el fósil de la inmensa aventura científica, se llaman La salida de los obreros de la fábrica Lumière à Lyon Monplaisir y Llegada de un tren a la estación de la Ciotat.
Y cuando los galerudos no se han recobrado del estupor y la aceleración de su pulso… una tercera sorpresa. Un jardinero, Jean–François Clerc, aparece regando su jardín, hasta que un mal paso enreda la manguera, el chorro se desvía, y Clerc queda bañado de pies a cabeza.
Título: El regador regado. Obvio… ¡pero la primera comedia de la historia del cine!
Y ahora vayamos al Génesis. A las primeras páginas de la Biblia del Octavo Arte.
Auguste Marie Louis Nicolas Lumière nació en Besanzón, Francia, el 19 de octubre de 1862, y su hermano Louis Jean, en el mismo lugar, el 5 de octubre de 1864.
Dato que no habrá escapado ni al menos avisado de los lectores: como rara pirueta del destino, Lumière significa Luz, claridad.
Ambos también estaban destinados a lo que serían por vía de su padre, Antoine, fundador del taller fotográfico –la fábrica–. Louis fue un digno físico, y su hermano Auguste, un atinado administrador.
Ya en 1892, tres años antes del show en el sótano, Louis logró notorias mejoras en el proceso de fotografías estáticas: un primer paso que sugirió, como pera madura cayendo del árbol, el intento de imágenes en movimiento.
Entretanto, Antoine, su padre, compró en París –viaje relámpago: vivían en Lyon– un kinetoscopio. La costilla de Adán del cine, desarrollado y patentado por Thomas Alva Edison en su mágico taller de Menlo Park, San Mateo, California.
Se trataba de una serie de imágenes (fotos o dibujos, según) en serie, que movidos a cierta velocidad por una manivela y mirados a través de un visor casi pegado a los ojos, generaba movimiento. Por caso, el primero mostraba el galope de un caballo…
Sobre esa base, Auguste y Louise se inspiraron en el Huevo de Colón: ¿por qué no crear un aparato que fuera, ¡al mismo tiempo!, cámara y proyector, y que lo proyectado pudiera verse en una gran pantalla?
Desde esa premisa construyeron su primera cámara. La madre de todas las batallas que libraría y ganaría el cine como arte y poderoso negocio, desde los cortos de Charles Chaplin, en las primeras décadas del siglo XX, hasta la experiencia 3D…, y lo que vendrá.
Ese módico cajoncito y los duendes que lo habitan están expuestos for ever en el Instituto Lumière de Lyon.
Así las cosas, el cinematógrafo fue patentado el 13 de febrero de 1895 –fue un tiempo en que los inventos corrían peligro: todavía se discute si el teléfono fue un invento de Edison o del florentino Antonio Meucci… con ventaja para este– . Y presentado antes del ritual en el Boulevard des Capucines: sucedió el 22 de marzo de 1895, tres días después del rodaje de La salida de los obreros…, en la Société d´Encouragement à l´Industrie Nacional, París.
Y también pasó el examen en otras sociedades científicas, en la Sorbona, en Bruselas, etcétera…
Pero la auténtica iluminación fue ese 28 de diciembre. No solo por los ricachones invitados –pináculo de la pirámide social–: también por dos detalles. El afiche de El regador regado (primero en la historia de la pantalla de plata), y la entrada paga: un franco por cabeza. Una modesta bolsa que crecería de modo exponencial hasta (por ejemplo) los 342 millones de dólares que costó Piratas del Caribe en 2007, y los 650 millones que recaudó.
Pero el impacto conmovió el día pero no avizoró el futuro. Los espectadores del Día de los Inocentes rindieron honor a la fecha. La mayoría dijo que "El cine es un juguete, un entretenimiento, pero sin ningún futuro comercial".
Y hasta la familia Lumière creyó lo mismo…
Sin embargo, la realidad los desmintió. De pronto, corrida la voz y ante ciertos episodios de peso, algunas testas coronadas les pidieron "un cinematógrafo –la cámara–, un operador, y su precio", para registrar cada detalle. Ejemplo mayor: la coronación de Nicolás II de Rusia…
Pero pese a todo descreyeron del negocio. En cambio, en 1903 patentaron un proceso para lograr fotografías en color: el Autochrome Lumière, lanzado al mercado en 1907.
Y también el Photorama y la fotografía en relieve…, mientras Auguste siguió empeñado en sus estudios de bioquímica y fisiología. Curiosidades: en 1895 filmaron Las calaveras (primera película de terror). Un año después, La demolición de un muro... (primer trucaje).
En La llegada del tren… se usó el travelling inverso, que permite apreciar la profundidad de campo. La llegada de los congresistas (bajando de un barco): inicio del noticiero moderno.
Y, desde luego, primeros pasos para la proyección en grandes espacios: nada menos que la célula madre de las salas de cine. Uno de los más colosales negocios del planeta…
Auguste y Louis se casaron… con dos hermanas. El primero, con Marguerite, y el segundo, con Rose. Apellido: Wincler.
En cuanto al Salon Indien du Grand Café, la capital del milagro, tuvo sus días de oro: durante el primer mes recibió más de tres mil almas por día.
Preludio de la avalancha que sobrevendría…
En 1905 se inauguró en Pittsburgh, Estados Unidos, la primera sala de cine nickelodeon, a cinco centavos por película: un níquel…
Y Hollywood no tardó en nacer. Después del primer gran trust, la Motion Pictures Patents Company, se erigieron Universal, Paramount, Warner, Fox, Metro Goldwyn Mayer, Columbia…
La maquinita de los Lumière había cambiado el mundo.
Y algo de esa revolución llegaron a ver: Louis murió en 1948, y Auguste, en 1954.
Con garantía de inmortalidad.
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