1. El viento vuela cosas
Y lo mismo pasó con un señor con peluca, que por desconfiar del viento quedó pelado de nuevo. Y con una alegre pareja, que por hacerse los vivos se quedaron sin paraguas. Y lo mismo les ocurrió a muchos árboles, que desconfiados dijeron:
—Bueno, el viento es fuerte pero no tanto, no tanto como los árboles, que somos muy fuertes.
Y el viento dijo: —¿Así que son fuertes? Y ¡zas! Todos esos árboles se quedaron sin hojas.
Los animales, en general, son más inteligentes y en cuanto el viento empieza a correr, ellos corren también, pero a esconderse.
Los pájaros también provocan al viento, pero son unos vivos, lo hacen a propósito.
—Para mí que este viento no es tan rápido—suelen decir los pájaros—. Para mí que este viento es más bien lento…
Y el viento enojado sopla con todo y entonces los pájaros aprovechan el empujón para planear tranquilos, que cansa menos que volar.
Pero el viento tiene también un enemigo invencible, alguien a quien siempre quiere vencer pero nunca puede. ¿Saben quién es? La montaña.
Hace mucho mucho tiempo, la montaña dijo un día:
—El viento ni cosquillas me hace, más bien debilucho lo encuentro.
El viento se enojó y sopló como nunca, pero era cierto que la montaña era fuerte. Ni se movió. Entonces el viento pensó: "¿Tiene la montaña un sombrero para tirar, tiene un pelo para despeinar, tiene hojas para arrancar?", y vio que la montaña tenía, en la parte más alta, en la cima, un capuchón de nieve. ¡Y sí! Se veía como un sombrerito blanco, o por qué no, como un pelo para despeinar.
Desde entonces, en ningún lugar sopla más fuerte el viento que en la cima de las montañas. Sopla con fuerza para hacer salir volando ese sombrerito blanco. Pero por ahora, gana la montaña.
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