Mi nuevo libro trata sobre unos de los temas más preocupantes de este momento histórico que vivimos: la degradación global de la democracia a través de los populismos, en particular aquellos que hacen del racismo, la discriminación de los inmigrantes y de aquellos cuya aspectos, identidades o pensamientos son distintos. Estos populismos también presentan la celebración del gatillo fácil y la represión como los motivos principales de la política. Me pregunto, por ejemplo, qué tan novedoso es realmente el trumpismo con su preocupante mezcla de racismo y mesianismo. ¿Qué hay de nuevo en la creación de frentes neo-fascistas y populistas? ¿Cómo se relacionan estas nuevas realidades con la historia del fascismo y el populismo en el siglo pasado? En suma, el libro propone analizar el presente con una perspectiva histórica. Sin duda, el trumpismo no motivó la escritura de un libro que comencé a escribir hace diez años, pero, como comento en la introducción, el presente le da forma a las preguntas que los historiadores llevamos a nuestro análisis del pasado.
El libro, de hecho, comienza en una ciudad alemana en donde la derecha y la extrema derecha han sido sorprendentemente victoriosas. Es el caso de la ciudad de Dresde, en el estado de Sajonia. Empiezo de la siguiente manera y través del relato de una situación que vivimos con mi familia:
"Unos meses antes de que Donald Trump llegara a ser presidente de Estados Unidos, me encontré en Dresde rodeado por una mezcla de manifestantes alemanes neonazis y populistas xenófobos. Había viajado a la ciudad con mi familia para dirigir un seminario sobre fascismo y populismo en la universidad local. Como por obra del destino, llegamos un lunes, día en que los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida) realizan su manifestación semanal. Estábamos rodeados de banderas racistas y rostros furiosos. Literalmente, uno de los ejemplos más extremos de populismo actual se interponía entre el hotel y nosotros."
Esta experiencia fue importante para mí como autor, justamente por la pregunta que en ese momento me hizo mi hija mayor, que entonces tenía ocho años.
Me preguntó: "¿Ésos son los nazis que mataron a Anna Frank?" El año anterior habíamos visitado el Museo de Anna Frank en Amsterdam, y la historia la había afectado bastante. No, le contesté, no son los que la asesinaron, pero estos neonazis están contentos de que la hayan matado. La identificación de los neofascistas y populistas de extrema derecha con ciertos movimientos del pasado ha reformulado el legado dictatorial del fascismo en distintas épocas democráticas y es central para la comprensión de las conexiones entre el pasado y el presente. Con serenidad, y en castellano, les aseguré a mis hijas Gabriela y Lucía que no nos pasaría nada, porque en una democracia lo que puede hacer un adepto violento tiene límites. Yo confiaba en que esos xenófobos no se atreverían a pasar de la demonización retórica populista a la agresión física del fascismo. Pero, como lo demuestra la historia del populismo, aun así socavarían la tolerancia y, eventualmente, la democracia.
Mis hijas habían nacido en Nueva York, y también allí las cosas no pasarían a mayores. Pero, ¿estaba en lo cierto? A su edad yo había vivido en la Argentina bajo una dictadura militar, y recuerdo que entonces habría sido muy peligroso hacerles a mis padres en público ese tipo de preguntas. Y en medio de una manifestación de militares pro fascistas, mi familia y yo sin duda no habríamos podido caminar y hablar libremente. Pero, como muchos otros ciudadanos, hago esas preguntas ahora, cuando los populistas ocupan el escenario global.
El tema de la posición del sujeto, es decir el lugar del autor en su historia, es clave para cada historiador y el párrafo precedente explica el contexto en el cual empecé a terminar de escribir mi libro. En este momento que estamos viviendo, y al mismo tiempo viendo tantos libros nuevos sobre populismo y tanto interés reciente en el fenómeno en las ciencias sociales, es necesario recordar que hay muchas personas -y yo soy un mero miembro de este grupo-, que han estado trabajando en estos temas en los últimos veinte años. No es porque el tema se haya convertido en una preocupación mundial, o una preocupación para el Norte global debido al trumpismo, que los historiadores del fascismo y el populismo ahora estamos interesados en la temática. Más bien, es que hemos estado estudiando populismos y fascismos en el Sur Global y ahora vemos más interés en nuestros temas de investigación.
Las conexiones transatlánticas del autoritarismo no son un fenómeno reciente. Cuando llegué a los Estados Unidos para hacer mi doctorado en julio de 2001, una idea predominante en la academia estadounidense era que estas cosas solo podían suceder en América Latina, o quizás en el sur de Europa, pero no en el norte de Europa o los Estados Unidos. Probablemente, incluso en ese momento esa era ya era una mala lectura del contexto atlántico en general. Personajes como Trump no han salido de la nada y tienen una larga historia. Para muchos, la naturaleza extrema del trumpismo ha sacado esto a la luz.
En mi propia trayectoria, primero estudié el mito del primer dictador argentino (publiqué mi primer libro sobre las mitología creada acerca del general Uriburu en 2002) pero luego me focalicé en las conexiones transatlánticas entre el fascismo argentino y el italiano. Al final de mi libro Fascismo trasatlántico (2010), hablo sobre el populismo peronista como una forma de post-fascismo. Luego, en mi libro sobre Los orígenes ideológicos de la 'guerra sucia' (2014) escribí un capítulo que analizaba el problema del populismo y la dictadura en la Argentina peronista (1943-1955).
Ya en esos libros y aún más en mi nuevo libro, una de las cosas contra las que discuto son las definiciones ahistóricas -de hecho son definiciones platónicas- y cómo no se ocupan de los largos patrones históricos que, sin embargo, explican gran parte de los fenómenos actuales. En lugar de una definición, propongo una comprensión histórica de lo que ha constituido el populismo en la historia. Después de estudiar muchos casos, se me ocurrió analizar algunos patrones significativos que con el tiempo prevalecen en este reencuadre autoritario de la democracia que es el populismo. Para empezar, el populismo implica una concepción autoritaria de la democracia. Una noción novedosa que reformuló el legado del fascismo después de 1945 para combinarlo con diferentes procedimientos democráticos.
El populismo es el fascismo adaptado a los tiempos democráticos
El populismo es una forma de post-fascismo que reformula el fascismo en un marco de posguerra que es muy diferente al contexto totalitario. Para decirlo de otra manera, el populismo es el fascismo adaptado a los tiempos democráticos. Pero esa adaptación lo cambia por completo al punto de que fascismo y populismo terminan siendo completamente diferentes. Este fue justamente el caso del peronismo.
Uno de los argumentos del libro es cómo, por ejemplo, ser experto en Argentina y Latinoamérica ayuda a entender la historia más amplia del fascismo y el populismo y sus emanaciones actuales. El populismo es una forma de democracia y el fascismo gobierna como dictadura. El fascismo destruye la democracia para crear dictaduras, mientras que el populismo, en el caso de Perón, surge de la dictadura para crear democracias posfascistas y autoritarias. El peronismo representa el primer populismo que gobierna en la historia del mundo de posguerra. Lo mismo pasara poco después con Getulio Vargas en Brasil y también en Bolivia, Venezuela y otros contextos latinoamericanos de la temprana Guerra Fría.
De esta forma Argentina es un país importante (pero no el único que es relevante en este contexto de emergencia de los primeros populismos en el poder) para llegar a una mejor comprensión de lo que significa el populismo en términos de historia nacional y global. En el mismo sentido en que uno necesita estudiar a Hitler y Mussolini para saber y entender que el fascismo no era solo sobre estética e ideología, sino también una forma de gobernar la nación, lo mismo es cierto con el populismo.
Es importante entender que pasa cuando esta manera de entender y hacer política se hace con el poder. Es necesario conocer a Perón para entender a Trump. A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, los populistas fueron una forma de oposición en América Latina, Europa y los Estados Unidos. Fue solo después de 1945 cuando algunos populistas alcanzaron el poder. Y esto ocurrió por primera vez en el sur global, más precisamente en América Latina. Con estos primeros regímenes populistas latinoamericanos podemos entender mejor cuál es el significado de forma de hacer política. Podemos comprender mejor qué es lo que pasa cuando el populismo llega al poder.
Así, como se ve históricamente en los casos de Perón en Argentina, Vargas en Brasil, luego en Bolivia y Venezuela, el populismo latinoamericano es clave para entender otras historias globales. Después de 1945, fue aquí donde aparecieron los primeros regímenes populistas. Los expertos que ignoran la historia de América Latina vienen escribiendo artículos sobre populismo, en los cuales, por ejemplo, señalan que éste apareció por primera vez, por ejemplo, en Europa en la década de 1980, pero esta es una visión limitada. Se necesita estudiar el populismo en todo el mundo, en particular aquellos casos en lo que no solo fue oposición sino gobierno y, por lo tanto, es problemático ignorar América Latina y otras historias del sur global en donde esto ha pasado tantas veces.
Una de las razones por los cuales escribí mi libro fue para cuestionar a aquellos que dicen -pero nunca explican- por qué América Latina no necesita ser incluida en un análisis global del fascismo y el populismo. Creo que este argumento se basa en una combinación de ignorancia sobre la historia global fuera de Europa y los Estados Unidos, así como también en el estereotipo de que Europa o Estados Unidos son esencialmente diferentes al resto del mundo.
El otro lado de la moneda es el estereotipo de que la diferencia latinoamericana se debe a su supuesta falta de modernidad. Esto es un prejuicio que a veces es consciente y a veces, irreflexivo. El argumento sobre las diferencias esenciales entre el norte y el sur se establece apriorísticamente y no se basa en una evaluación histórica seria. Los latinoamericanistas o los expertos en países asiáticos, o los africanistas también son entrenados en historiografías europeas y americanas, pero a menudo ocurre que lo contrario no es necesariamente cierto. Los europeístas y americanistas también pueden entender algo sobre sus centros aprendiendo también sobre sus márgenes. En realidad el trumpismo y otros casos populistas recientes muestran cuán conectadas están estas historias.
El fascismo y el populismo en la historia son capítulos diferentes de los desafíos a la democracia. En la larga historia del autoritarismo, se han utilizado diferentes términos para diferentes contextos históricos. Ahora bien, en mi libro, utilizo el populismo en lugar de, por ejemplo, el fascismo, para describir el trumpismo y otros fenómenos recientes porque lo veo pertenecer a un contexto particular, que es el contexto contemporáneo, en oposición a los momentos en los que el fascismo prevaleció como el principal desafío para democracia. Entender las conexiones, pero también las diferencias profundas entre fascismo y populismo fue una motivación principal para escribir y concluir mi libro.
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