La vida y la inmensa obra de Albert Camus, un pobre pied-noire argelino que sacudió a París y al mundo con su genio

Brillante, esforzado, sin dinero, logró convertirse en un autor insoslayable del siglo XX. Su batalla intelectual con Sartre no tuvo armisticio posible: se enfrentaron el rígido dogmatismo político contra el absurdo de la existencia

Guardar
Camus tuvo grande influencias de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán
Camus tuvo grande influencias de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán

Por fortuna, en los últimos días fue recordada –y publicada– una definición de Albert Camus: "Lo que más sé sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol".

Lo había escrito mucho tiempo atrás en uno de sus relatos.

Para entender mejor la profundidad de esas palabras (para muchos, un enigma o una exageración), es necesario recurrir al párrafo que las completó: "Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida; sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre derecha".

Empirismo puro: Camus fue centrodelantero y arquero del equipo juvenil Racing Universitaire d´Alger. Cambió de puesto debido a la tuberculosis: en la valla se agitaba menos. Otra versión dice que para no gastar tanto sus zapatos: fue realmente muy pobre…

Nació como Albert Camus Sintes. Familia de colonos franceses (pieds- noirs, el despectivo pies negros creado por la Francia colonial. Padres: Lucien Camus y Catalina Elena Sintes. Míseros agricultores.

Nacido en Mondovi, Argelia francesa el 7 de noviembre de 1913
Nacido en Mondovi, Argelia francesa el 7 de noviembre de 1913

Al estallar la Primera Guerra Mundial, su padre es reclutado, herido en la batalla del Marne, y muere en el hospital de Saint-Brieuc el 17 de octubre de 1914.

Albert no ha cumplido un año. Crece en uno de los barrios más pobres de Argel, sin libros ni revistas. Recién llegan a sus manos los primeros libros a través de una beca para hijos de los muertos en guerra.

Esforzada, casi penosamente, cursa la primaria y el bachillerato. Pero en ese período, alentado por sus profesores –sobre todo Louis Germain–, empieza a leer a los filósofos; en especial, a Friedrich Nietzsche

Albert Camus
Albert Camus

Brillante, desde la nada de origen y sin dinero, se gradúa en Filosofía y Letras con una tesis: "Relación del pensamiento clásico griego y el cristianismo a partir de los escritos de Plotino y San Agustín".

Intenta dar clases, pero lo rechazan a causa de su tuberculosis, ya muy avanzada. Se refugia en el periodismo. En 1934 se casa con Simone Hié.

Rápida separación por mutuas infidelidades. Hié es la primera puerta de sus diez mujeres entre ese año y 1960. Entre ellas, la gran actriz María Casares. Con Francine, segunda de la lista, tiene a sus hijos Catherine y Jean.

Pero hasta aquí, su vida poco importa. Es apenas una biografía. Una ficha.
La explosión sucede en 1942, cuando publica la primera de sus cinco novelas: El extranjero, traducida también como El extraño. Que empieza así: "Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer, no sé. He recibido un telegrama del asilo: Madre muerta. Entierro mañana. Sentido pésame. Esto no quiere decir nada. Podía ser ayer".

Primera edición (1942) de “El extranjero” de Albert Camus
Primera edición (1942) de “El extranjero” de Albert Camus

El mundo intelectual y hasta el lector común inteligente se ponen de pie.

Están ante uno de los más trascendentes relatos del siglo XX. Y Meursault, su protagonista, un estremecedor arquetipo. Un hombre libre –empleado gris–, sensual, alejado de las convenciones (el hombre absurdo: no finge, dice lo que siente), que mata y es condenado a muerte.

No es un crimen gratuito, como cree la lectura simplista: es una reacción ante el peligro, y el martirio del sol en los ojos. Mata y muere solo, pensando antes de su ejecución: "He sentido que había sido feliz y que aún lo era. Para que todo se consumara, para sentirme menos solo, no me quedaba más que desear que hubiera muchos espectadores el día de mi ejecución, y que me recibieran con gritos de odio".

Su segunda novela–monumento, La peste (1947) es una inquietante advertencia, una metáfora del Mal encubierta por la historia de una epidemia mortal en Orán, y también de la fraternidad humana… "porque el bacilo de la peste no muere ni desaparece nunca (…) y que quizá llegue un día en que, para desdicha y enseñanza de los hombres, la peste despierte a sus ratas y las envíe a morir a una ciudad dichosa".

Primer edición (1947) de “La peste” de Albert Camus
Primer edición (1947) de “La peste” de Albert Camus

Albert Camus, premio Nobel de Literatura 1957, dejó, más que una obra, un colosal legado en cantidad y contenido. Cantidad casi imposible para una vida arrancada demasiado pronto: el 4 de enero de 1960, a sus 46 años, al volante del auto Facel-Vega prestado por el editor Michel Gallimard, se estrelló contra un árbol.

Pero quedaron, para iluminar el mundo, además de sus novelas y cuentos, cinco piezas teatrales (Calígula y El malentendido, imprescindibles), veintiocho ensayos (El mito de Sísifo, obligatorio), dieciocho prólogos (entre ellos, a obras de William Faulkner, Oscar Wilde, Herman Melville), e infinitos artículos periodísticos.

Pero es imposible hablar de Camus sin hablar de Sartre.

Diferencias esenciales: Sartre era comunista, llegó a decir "el que critica al comunismo es un perro rabioso", aceptó sin protestas los millones de muertos causados por Stalin, y despreció a Camus: solía calificarlo como "ese pequeño golfo con cultura de segunda mano", y no disimulaba su resentimiento ante el éxito de su rival con las mujeres…

El odio entre Camus y Sartre nunca fue en silencio. Este último llegó a calificarlo como “ese pequeño golfo con cultura de segunda mano”
El odio entre Camus y Sartre nunca fue en silencio. Este último llegó a calificarlo como “ese pequeño golfo con cultura de segunda mano”

Camus, muy lejos de todo dogma, se opuso al cristianismo, al marxismo, al existencialismo, y a todas "las ideologías y las abstracciones que alejan al hombre de lo humano".

Credo que instaló claramente en El hombre rebelde.

Acaso más influido por el anarquismo, y juzgado muchas veces como nihilista, jamás dejó de defender la libertad y la justicia, y declaró en una entrevista de Le Monde algo sorprendente: "No creo en Dios, es cierto. Sin embargo, no soy ateo (como sí lo fue Sartre). Incluso me siento inclinado, con Benjamin Constant (filósofo, escritor y político suizo), a ver en la irreligión algo vulgar y deteriorado".

Fuera de contexto, su famosa afirmación "La única cuestión importante de la filosofía es el suicidio", suele ser mal comprendida.

Porque suprimirse o seguir viviendo no es, para Camus, una opción tajante y sin matices. Alude, sí, a lo que llama "el absurdo de la vida. Si todos hemos de morir, la vida es una broma". Sin embargo, defendió sin dudas ni vacilaciones la lucha por la libertad, hasta el punto de intentar alistarse contra el nazismo en 1939, y rechazado por su incurable tuberculosis.

El escritor formó parte de la Resistencia francesa durante la ocupación alemana, y se relacionó durante mucho tiempo con con los movimientos libertarios de la posguerra
El escritor formó parte de la Resistencia francesa durante la ocupación alemana, y se relacionó durante mucho tiempo con con los movimientos libertarios de la posguerra

Tal vez lo más claro respecto del sentimiento del absurdo lo dejó escrito en un ensayo ad hoc: "Los líderes religiosos y los creadores de sistemas y visiones del mundo metafísicos han tratado de saciar la necesidad de buscar un significado del mundo, de la vida humana, de la historia. Pero sus interpretaciones del mundo no se sostienen ante la crítica. El mundo se revela, para un ser humano sensible, sin ningún propósito o significado. El mundo no es racional. De ahí surge el sentimiento del absurdo: surge de la confrontación entre la búsqueda del ser humano y el silencio irracional del mundo, su indiferencia inamovible y absoluta".

Con todo, no recomienda el suicidio, porque "es rendirse ante el absurdo.
El hombre puede rebelarse contra la explotación, la opresión, la injusticia y la violencia, la tiranía, y esa rebeldía afirma valores. Uno es libre de atizar el fuego crematorio o dar la vida al cuidado de los leprosos".

No aceptaba para sí el cristianismo, pero lo reconocía como un modo de significar el mundo. Y rechazaba de plano a la Iglesia, "tan alejada de su inspiración original. Todo juicio moral tiene origen en el ser humano. Cuando el hombre busca en Dios un juicio moral, lo mata en su corazón".

Bernard-Henry Lévy, en un artículo dedicado al medio siglo de la muerte de Camus, resalta una frase conmovedora: "Ninguna causa, aunque sea inocente y justa, me separará jamás de mi madre, que es la causa más importante".

En el año 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura
En el año 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura

La dijo en Estocolmo, en una conferencia de prensa, el mismo día en que recibió el premio Nobel. Y más adelante arriesga una breve definición, tal vez la más exacta sobre ese hombre genial e insoslayable: "Camus es un tipo especial, un ejemplar único, un animal sin especie".

No hay escritor sin influencias. En Camus, dos fueron clave: Nietszche y André Gide, de quien dijo: "Leyéndolo entendí qué era la literatura".

Pero fue el mismo Bernard-Henry Lévy el que acertó a la hora de hablar de los "ismos". Comunismo y etcétera.

Dijo, simplemente:
–Camús creó el camusismo, y fue el primer camusiano.

Hace 58 años que no está en este mundo que juzgó irracional, absurdo, indiferente. Pero lejos de suicidarse, luchó, pensó y escribió hasta lo imposible: darle un sentido.

Nunca es tarde para volver a su pluma.

(Post scriptum. Detesto las preguntas reduccionistas: ¿mar o montaña? ¿Europa o América? ¿Noche o día? Y en especial, la peor: ¿Cuál es su libro preferido? La peor, porque obliga a una simplificación de algo tan complejo como sagrado. ¿Cómo contestar en un segundo un nombre, sin caer en la injusticia primero, y en el arrepentimiento después, al omitir tantos libros y escritores amados? Sin embargo, si la situación, por equis razones (cortesía, amistad, piedad ante la simpleza del enigma) me impone un nombre, diré El extranjero… y secretamente les pediré perdón a todos mis otros dioses".

 

SIGA LEYENDO:

 
Guardar