La obra que Roberto Bolaño publicó en vida se nutre de diversas tradiciones literarias: mexicana, argentina y chilena. De cada una de ellas se pueden rastrear escenarios y también temas e historias particulares.
Podría decirse por ejemplo que Los detectives salvajes, Amuleto y 2666 están inscriptas dentro de la tradición mexicana, básicamente por la violencia del narcotráfico como tema, muy presente en la narrativa de ese país; La literatura nazi en América y los cuentos, dentro de la argentina por la presencia borgeana, y Estrella distante y Nocturno de Chile a la trasandina, donde el autor nacido en Chile en 1953 decidió contar parte de la historia reciente de ese país. Todas estas tradiciones son citadas y conjuradas para refundar la literatura latinoamericana, que luego del Boom había casi desaparecido en España. La reimpresión de Nocturno de Chile -en el marco de la reimpresión de la totalidad de la obra del autor- da la oportunidad para confirmar y desechar algunas percepciones.
En Bolaño, el hijo de Míster Playa, un libro que pretende dar cuenta de la experiencia bolañística a través de múltiples entrevistas a escritores, académicos y amigos, escrito por la periodista argentina radicada en México Mónica Maristain, el filólogo y traductor español José María Micó explica que en la obra de Bolaño "hay una serie de ingredientes que estaba latente en la mejor tradición latinoamericana: Rulfo, Borges, Cortázar, que por lo que fuese habían desaparecido de la literatura, por ejemplo, chilena, por mencionar a su país. La literatura chilena de los años anteriores se había convertido en comercial".
Pero quizá, como consigna la académica argentina Valeria Bril, el problema de la literatura chilena era otro, y es que no era "una literatura de tono mayor. En esta literatura, de todos los chilenos, se ha olvidado la narrativa anterior, portadora de discursos utópicos y totalizadores, propia de los años sesenta, para caer en el abandono de una generación de escritores más individualistas y menos comprometidos con una tradición literaria". Y es que la literatura chilena en tanto narrativa poco configurada como tradición, a diferencia de la mexicana o la argentina, no le fue de mucha utilidad, de ahí que siempre optó por destacar a los poetas chilenos, donde los discursos totalizadores y utópicos han seguido presentes.
Nocturno de Chile –uno de sus libros más traducidos y que en la contratapa de Editorial Alfaguara cuenta con elogiosas palabras de Susan Sontag – logró expresar ese discurso totalizador y utópico pero no desde la izquierda, sino desde la derecha, desde el fascismo.
En su momento el escritor boliviano residente en Estados Unidos Edmundo Paz Soldán señaló con mucho criterio que Nocturno de Chile era "la novela de la complicidad de la literatura, de la cultura letrada, con el horror latinoamericano". Y es que la historia por la que se recuerda esta novela, la de la escritora María Canales, inspirada en la chilena Mariana Callejas, que dictaba talleres literarios en su casa donde a la vez se torturaba, le da la razón a Paz Soldán.
Bolaño puso el ojo en esta escritora y en verdad no tuvo que investigar mucho porque, al momento de escribir esta novela, la historia de Callejas era más que un secreto a voces, y en alguna medida, motivo de vergüenza para las letras trasandinas. Bolaño tomó esa mácula y redimió a esta literatura al no hacerse parte del "horror latinoamericano".
Bolaño ya se había interesado en diversas manifestaciones de fascismo en La literatura nazi, pero en Nocturno de Chile aborda la dictadura no como un escenario social, amplio, sino centrado en varias historias vinculadas con las letras chilenas contadas por el crítico y sacerdote Sebastián Urrutia Lacroix en sus últimos momentos de vida. De esa forma, Bolaño va mostrando lo que fue para él Chile y, luego, lo que fue un régimen en el que se restringieron las libertades, se torturó, se asesinó impunemente y se vivió con miedo, porque lo único que se puede sentir ante el horror es miedo y después repulsión, o más bien el nunca más, porque Bolaño no desea volver nunca más a escribir una novela así.
Mariana Callejas fue una escritora que nació en 1932 (curiosamente en abril, el mismo mes que nació Bolaño y el mismo mes en el que arranca Nocturno…); a los dieciocho años se hizo judía y viajó a un kibutz en Israel, donde conoció a su segundo marido, un estadounidense, con quien vivió en Nueva York y Long Island; en ese entonces ya escribía. Pero no aguanta más la vida con Allan, y huye a Chile con sus hijos.
Era 1960, y nada hacía presagiar en lo que se convertiría. A poco de conocer a Michael Townley, diez años menor que ella, se casó con él, y en 1965 logró cierta prosperidad económica. Entre 1966 y 1970 la pareja se mudó a Miami, donde Callejas participó de movimientos pro aborto, anti guerra de Vietnam y pro legalización de la marihuana. Esta participación política la hace regresar a Chile cuando asume la Presidencia el socialista Salvador Allende: y es que Callejas podía ser todo lo liberal que quisiera, pero a la vez era anticomunista, y el gobierno de Allende estaba asociado al Partido Comunista. Antes de su viaje a Chile, Townley ofrece por primera vez sus servicios a la CIA.
Será este regreso a Chile el que tomará Bolaño, ya que Callejas se vincula con el movimiento ultraderechista Patria y Libertad, y en un ascenso no del todo natural, pasó, después del golpe de Estado de 1973, a ser agente de los servicios de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), y participa en el atentado contra el ex comandante en Jefe del Ejército Carlos Prats en Buenos Aires en 1974, cuando la dictadura le puso una bomba en su auto. En ese atentado, ella llegó a apretar el detonador sin éxito.
Callejas y su marido, Michael Townley, se instalaron en una casa de dos pisos próxima a la precordillera en Santiago, que servía de vivienda pero también como otro cuartel para la DINA; allí se torturaba y planificaban acciones terroristas en el exterior. También en la casa había dos químicos que experimentaban con gas sarín. Pero además ahí Mariana Callejas daba sus famosos talleres literarios, en los que recibía a los aspirantes a escritores con comida y, en ocasiones especiales, whisky; tres de estos aspirantes se convirtieron en escritores que siguen escribiendo y publicando con cierto éxito: Gonzalo Contreras, Carlos Franz y Carlos Iturra. Ellos fueron parte además de lo que se denominó entre finales de los 80 y comienzos de los 90 Nueva Narrativa, una reactivación de las letras trasandinas que promovió con mucho ahínco Editorial Planeta.
Cuando salió a la luz la verdadera actividad de lo que se vivía en aquella casa todos estos escritores manifestaron que desconocían lo que sucedía allí. Cuesta creerles, incluso hoy, porque al menos en La larga noche, el primer libro de cuentos que su maestra publicó a principios de los 80, da cuenta de ello; de hecho el libro abre con una sesión de tortura, y la tapa del libro es un ojo mirando a través de una reja.
En medio de esta sesión de tortura el narrador dice: "Aceptando el dolor en beneficio de la curiosidad, apoyándose en la puerta, allegó sus ojos a la mirilla y contempló, aterrado y perplejo, a todos sus vecinos avanzando lentamente por el pasillo: mudos, aturdidos, temblorosos…". Y en a esta altura tristemente célebre cuento Un parque pequeño y alegre se narra la historia de Max, un agente de los servicios, un asesino a sueldo, que no es otra que la historia de su propio marido, a quien ella le decía Mike: "No puede fallar. Pero el trabajo de relojería lo tienes que hacer tú, de otro modo el peligro es tremendo, tú sabes. Pero qué pasa con las metralletas, dice Max, si el hombre vive tan tranquilo como ustedes dicen, le pueden dar cuando salga de su casa, como de costumbre. No, Max, dicen ellos, lo que buscamos es el efecto psicológico. Un baleo es un baleo, ya la gente está acostumbrada. Tiene que ser algo grandioso, para que aprendan los otros como él".
Ese libro, sin embargo, fue un dolor de cabeza para la propia dictadura, porque ponía en evidencia muchas cosas que hasta ese año había negado, de ahí que fuera censurado y retirado de circulación, a lo que Mariana Callejas respondió con un par de vehementes reportajes diciendo que era víctima de la censura: una de estos reportajes fue concedido a una revista de oposición; ahí ella señaló que le comunicaron que su libro había sido declarado "conflictivo", cosa que le parecía inexplicable, entonces el entrevistador le recordó que el primer cuento, el que daba título al libro, trataba de la detención y tortura de una persona. "Ese cuento", respondió ella, "representa lo que pienso de la capacidad del hombre, su reacción e impotencia ante la fuerza; el individuo ante el sistema y la tortura y la aceptación de la muerte. No lo censuré porque trata de valores universales. Eso se da en cualquier lugar del mundo donde hay opresión, como en la URSS".
Luego, ante el aislamiento que sufrió por parte del medio literario agregó: "Soy una persona non grata. Pero llevo este estigma sin alterarme porque sé más que nadie el papel que me tocó desempeñar y fue absolutamente pasivo". Contrario, en todo caso, a lo que determinó la justicia chilena, que la condenó a veinte años de prisión por su participación en el asesinato del general Prats en Buenos Aires.
En 2010, con Sebastián Piñera en la Presidencia, la Corte Suprema redujo la pena a tan sólo cinco años, sin cárcel. Mariana Callejas murió en el invierno de 2016, a los 84 años, trece años después que Roberto Bolaño.
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