Funko Pop!, el fenómeno de los muñecos cabezones que se convirtieron en la última moda del coleccionismo

En solo dos décadas, la empresa estadounidense se transformó en un fenómeno global. Solo en los últimos 5 años llevan vendidos 40 millones de ejemplares. Historia de un emprendimiento casero que creó una nueva industria a partir de figuras de vinilo que escapan al realismo

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Funko Pop!, el nuevo emporio
Funko Pop!, el nuevo emporio de la memorabilia

Autos en miniatura, dispensadores de caramelos Pez, muñecas de porcelana o las diminutas figuras de Los Simpson que descansan en el vientre de un chocolatín. El coleccionismo es un sentimiento celoso que desconoce límites de espacio y pasión. No es una cuestión de niños, ni deudas con la infancia. Tampoco es un reflejo de ausencia de vida sexual, como aquella idea ficcional que implantó en un par de generaciones la película Virgen a los 40 (Judd Apatow, 2005) y el personaje que lanzó a Steve Carell a la fama.

Elegir una sola clase de objeto, de todos los que existen alrededor del planeta, para atesorar el mayor número de piezas, exhibidos en largas repisas o refugiados del sol como vampiros en un placard a cuatro llaves, es una decisión de vida que no por obsesiva deja de ser plena y feliz. La última fiebre del coleccionismo son los Funko Pop! La concurrida sociedad de muñecos con gran cabeza y bordes redondeados de origen estadounidense, que a falta de boca tienen enormes ojos negros que te miran fijo pidiendo permiso de adopción inmediata.

Desde el look ochentoso de Marty McFly hasta la apariencia retro de Cuphead, recorriendo los monstruosos cuerpos de los Muppets y las armaduras de los trajes que luce Jon Snow en Juego de tronos, la línea de Funko Pop! logró reunir en el mismo estante a personajes provenientes de mundos opuestos o enemigos, obligando a convivir a personajes de DC con sus contrincantes de Marvel.

Los funko de Cuphead, Jon
Los funko de Cuphead, Jon Snow, Marty McFly y Piggy

Sentando a la misma mesa al protagonista fetiche de Disney, el siempre sonriente Mickey Mouse, con el clásico oso estrella de Hanna Barbera: Yogui. Desde que nacieron los primeros cabezones vinílicos, los Funko Force 2.0 con los rostros de Linterna Verde, Batichica y el murciélago de Ciudad Gótica, lanzados en la Comic-Con de San Diego en 2010, la empresa Funko obtuvo ya 180 licencias, entre las que se encuentran Fox, Warner, Sony Pictures, HBO, LucasFilm, Disney, NBC, Netflix, NBC, Marvel y DC.

Sin importar los enfrentamientos comerciales, nadie quiere quedarse afuera de esta gran fiesta de disfraces que parece no tener fin. Es en esta particularidad donde Brian Mariotti, el presidente de la compañía de juguetes, vislumbró los muñecos de oro. Cuántos más universos alcance la marca, mayor cantidad de consumidores. Sean compradores casuales o exigentes coleccionistas. Bajo el lema "Everyone is a fan of something" (Todos somos fanáticos de algo), la compañía fabrica día a día celebridades del cine, la televisión, los videojuegos, los cómics y hasta del mundo del rock y del deporte, convirtiéndose en la marca de muñecos que hoy lidera el mercado de juguetes. El pop los crea y Funko los amontona.

Brian Mariotti
Brian Mariotti

Fábrica de coleccionistas

La invasión de muñecos cabezones no ocurrió de la noche a la mañana. La compañía Funko nace en 1998 luego de que Mike Becker, creador de la marca, se vio tentado de comprar en un mercado una alcancía vintage de Big Boy, la mascota de la conocida cadena de hamburguesas que explotó en los años 50. Cuando descubrió su elevado valor, cientos de dólares, pensó en la viabilidad de producir por el mismo dinero su propia réplica en el paraíso de las fábricas de juguetes, China. Y así lo hizo sin titubear: desde la comodidad de su hogar comenzó a vender muñecos bobbleheads (seres de goma que sacuden la cabeza), marionetas y alcancías con la imagen de personajes clásicos.

Nadie está exento de la nostalgia, pero son muy pocos quienes pueden acceder económicamente a un muñeco retro. Hasta que llegó Funko. La compañía fundada por este diseñador de remeras, y fanático de los juguetes, dio sus primeros pasos con una idea clara: que cualquier persona tenga la posibilidad de convivir con el muñeco de su personaje vintage favorito por solo 10 dólares. Popeye, Dick Tracy y el personaje del cereal, Count Chocula, fueron los conejillos de indias. Pero la escalera mecánica al éxito ocurrió en 2005, año en el que el coleccionista Mariotti, actual presidente de Funko, compró la compañía vendiendo su abultada colección de PEZ, los famosos dispensadores de caramelos con cabeza de estrellas de la ficción. Se desprendió de su mayor tesoro, obtenido durante veinte años, para construir el barco pirata que lo llevaría a hallar miles y miles de cofres rellenos de muñecos.

Los personajes de “Stranger Things”
Los personajes de “Stranger Things” en versión “Cazafantasmas”

Con la misma iniciativa de PEZ, ofrecer objetos a través de reconocidas licencias , Mariotti decidió ampliar el club de amigos de plástico marcando una gran diferencia con su primer amor. Funko fue edificado como un imperio de juguetes para adultos, mientras que PEZ no distingue edades en el mercado. Pero no es es solo una cuestión de público. Con el lanzamiento de la linea de Funko Pop!, Mariotti se atrevió a divorciarse de las tradiciones de la industria de muñecos que gobernaban el mercado hasta la fecha. Si toda figura de acción coleccionable trataba de calcar punto por punto y gesto por gesto el diseño original de los personajes que clonaban en plástico, los nuevos muñecos harían el camino opuesto.

La visión de Mariotti fue deformar a los retratados hasta transformarlos en habitantes de su mundo de cabezones. Así es como, sin importar cuántos planes maquiavélicos y venganzas sangrientas hayan llevado a cabo, Darth Vader, el Jocker y Predator portan la misma expresión adorable. Los diversos modelos se multiplican mes a mes, alcanzando en la actualidad más de 3.000 moldes y habiéndole encontrado hogar a 40 millones de muñecos solamente en los últimos cinco años.

La fábrica Funko Pop! nunca duerme: en tan solo 75 días un muñeco pasa de la etapa de diseño a la producción en serie con el objetivo de conquistar el corazón de un coleccionista. Según Mariotti, la clave del éxito de su compañía reside en que tanto él como el resto de su equipo adoran los juguetes y entregan su vida por parar en su biblioteca el último modelo. Un Willy Wonka que fabrica todos los muñecos que siempre ansió tener.

Villanos de Disney
Villanos de Disney

Late, Nola

El árbol genealógico de Funko Pop! abre ramas en todas direcciones. Partiendo de los muñecos básicos, aquellos que miden 9,5 cm de alto y tienen producción ilimitada, la familia de vinilo varía en apariencia y precio. Cuánto más especial y único, mayor el costo. A veces con pequeñas variantes (la linea "Chase" que singulariza uno de cada seis muñecos con un accesorio o cambio de color en la estructura), con detalles de lujo que van de piel de felpa a siluetas transparentes y cuerpos que brillan como estrellas en plena oscuridad, pasando por muñecos perfumados o recubiertos de brillantina. Gigantes o tan pequeños que se mimetizan entre un grupo selecto de insectos.

Ampliando los horizontes del molde, hay también cajas de generosas dimensiones que contienen escenas inolvidables de películas interpretadas por los carismáticos cabezones, más conocidas como "Movie moments". La riña entre coleccionistas exquisitos se desata cuando se anuncia la salida de muñecos exclusivos, fabricados de forma muy limitada. Algunos lanzados solo en convenciones anuales y otros porque tienen los días contados. Los llamados "Vaulted" son aquellas figuras que serán dejadas de producir, incluso, cuenta la leyenda, que su matriz es totalmente destruida.

El muñeco Funko Pop! más costoso de la historia de esta compañía es el Dumbo que tiene su rostro pintado como payaso. Solo existen 48 unidades en el mundo, logrando que su precio hoy supere los 5.600 dolares.

Dumbo payaso, la pieza más
Dumbo payaso, la pieza más buscada y exclusiva

Pero la máxima exclusividad sucede cuando las máquinas abandonan los mandatos y los patrones repetitivos como mantras para liberar una pincelada anárquica que convierte un producto en serie en una obra de arte única e irreproducible. La búsqueda frenética y valoración desmedida de ejemplares "fallados" nace con la filatelia. Esa estampilla con un error en la numeración o el perfil de la Reina de Inglaterra deforme vale más, por rareza, que una prolija y perfecta. De pronto un error, en lugar de ser motivo de crítica o desprecio, es signo de maravilla y codiciado exotismo.

Y mientras el catálogo de Funko Pop! sigue engordando es inevitable pensar: ¿existen límites a la hora de transformar un hito en una figura de plástico? La polémica aterrizó sobre los escritorios de los diseñadores de la compañía cuando salió a la venta el muñeco del personaje de ficción Laura Palmer, la adolescente a quien encuentran muerta y envuelta en plástico en el primer capítulo de Twin Peaks. El crimen que despertó un misterio tan potente que la incógnita se imprimió en aerosol en algunas paredes del mundo: "¿Quién mató a Laura Palmer?". Esa obra de culto, creada por David Lynch y Mark Frost, que marcó a varias generaciones hace 25 años tomó aún mayor peso años después, al ser reconocida como una de las primeras series que plasmó en la pantalla chica la problemática de la violencia de género.

Laura Palmer y el agente
Laura Palmer y el agente Cooper, de Twin Peaks. El muñeco del cadáver desató la polémica

Cuando Funko Pop! presentó la linea de muñecos de Twin Peaks llamó la atención que entre el Agente Cooper y Log Lady asomaba una figura de Laura Palmer muerta, envuelta en una bolsa. ¿Cualquier cosa, por morbosa o tremenda que sea, puede transformarse en un coleccionable pop? La respuesta está en cada uno de los coleccionistas de estas personas de plástico en miniatura. Pero más allá de críticas o cuestionamientos, la familia Funko pop!, con sus enormes ojos y pequeños cuerpos, sigue creciendo y amenaza con representar, algún día, a todos y cada uno de los personajes de ficción que conocemos. Como un desfile de carnaval infinito, plagado de cabezudos, donde será imposible no encontrar a nuestra mascota favorita.

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