Un año después de la filtración de los documentos secretos sobre la Guerra de Vietnam -los llamados "Pentagon papers"– que según Steven Spielberg desestabilizaron su presidencia, Richard Nixon fue reelecto por aplastante mayoría para un segundo mandato, impulsado, entre otras cosas, por su exitosa estrategia internacional. Pese a ello, el estreno del film The Post ha dado lugar a la repetición serial por muchos comentaristas –en tiempos en que se denuncia la posverdad– de que esa filtración de 1971 "erosionó" el gobierno de Nixon o de que Daniel Ellsberg -el "Julian Assange" de entonces- fue su "verdugo".
Nada más alejado de la realidad. La filtración de 1971 no sólo no afectó la imagen de Nixon sino que tampoco incidió en el curso de la guerra en Vietnam, como sí lo habían hecho un poco antes los reportajes fotográficos del New York Times.
Está claro que la película no pretende restablecer la verdad histórica -aunque su director sostenga lo contrario- sino que tiene una finalidad "militante", buscando una amalgama, de momento arbitraria ya que nada la sustenta aún en la realidad, entre el actual presidente Donald Trump y el malogrado Richard Nixon. The Post es además multipropósito, ya que también busca subirse a la ola feminista. Y acaba siendo paradigma de cómo una lectura con prismas del presente puede tergiversar la imagen del pasado.
The Post es un film multipropósito, que busca subirse a la ola feminista a la vez que intenta una imposible amalgama entre Nixon y Trump
O Steven Spielberg es ingenuo o toma por ingenuos a los espectadores, a quienes ofrece un relato más cercano a la fábula que a la crónica, a la vez que sostiene: "Hoy atravesamos una era de mucha desinformación (…) Una de las razones que me llevaron a hacer esta película es la necesidad de reaccionar frente a la ola de fake news (noticias falsas)".
La película fue filmada de apuro entre otros dos proyectos ("leímos la historia en febrero de 2017 y la filmamos en junio"), con gran sentido de la oportunidad, considerando el clima anti-Trump y ultra feminista que se vive hoy en Hollywood, y que para muchos es una sola cosa.
"La verdad es que me siento un patriota -dijo Spielberg, en una entrevista-. Con películas como The Post quiero mostrar mi patriotismo". Los periodistas son los héroes del film, a los que se les atribuyen méritos desmedidos, olvidando que con frecuencia la prensa es también un vehículo de las luchas en el seno del poder.
La trayectoria Nixon
El republicano Richard Nixon fue elegido presidente por primera vez a fines de 1968 y asumió en enero de 1969. Heredó de sus predecesores -Eisenhower, Kennedy y Johnson- la guerra de Vietnam, de la cual estaba decidido a sacar a su país desde el primer momento. Pero, ¿cómo hacerlo sin que ello representara una humillación en toda la regla para su país, en lo más "caliente" de la Guerra Fría que lo enfrentaba a la Unión Soviética?
Nixon ya conocía el poder y la geopolítica: había sido vicepresidente de Dwight Eisenhower durante sus dos mandatos, de 1953 a 1961. En esos ocho años tuvo gran protagonismo internacional, recorriendo el mundo en representación de su país, lo que le valió un importante reconocimiento tanto interno como externo.
De hecho, en el inicio de su mandato como presidente se centró más en lo internacional, ahora con el asesoramiento de Henry Kissinger, su secretario de Estado, aunque luego tuvo que lidiar también con asuntos domésticos especialmente económicos.
Nixon había sido derrotado por muy estrecho margen en las elecciones presidenciales de 1961 por el ascendente John Kennedy. Fue la primera vez que su estilo hosco y su carácter poco carismático le jugaron una mala pasada. La televisión empezaba a cobrar peso en la política y un Kennedy joven, sonriente y mejor orador lo derrotó en el debate electoral.
Pero Nixon tuvo su revancha en 1968, al finalizar el segundo mandato de Johnson. Gana las elecciones de noviembre y asume en enero de 1969. Ese mismo año, comunica que retirará a los Estados Unidos de Vietnam.
En 1971, Daniel Ellsberg, un académico que trabajaba como analista para las fuerzas armadas de su país, concretamente en la Rand Corporation, una agencia dependiente del Pentágono, decide filtrar un mega informe de 7000 páginas realizado por orden de Robert McNamara, el secretario de Defensa de John Kennedy y de su sucesor Lyndon Johnson, sobre el involucramiento de los Estados Unidos en Vietnam.
Aquí también, como sucedería con el caso Watergate, la primicia no fue fruto de la investigación periodística, sino de la decisión de un agente del gobierno -que no sabemos si actuó completamente solo o con guiño de algún sector del poder- que envió el documento a la prensa. Aunque la película de Spielberg está centrada en el Post -por razones feministas como se dijo, ya que lo dirigía una mujer, y por razones políticas, para poder amalgamar la historia con el escándalo Watergate, que sí apuntó directo a Nixon-, en esta ocasión la primicia fue del New York Times. Y fue parte de la estrategia del propio Ellsberg, que no entregó el documento completo a un diario, sino que fue enviando partes del informe sucesivamente a distintos periódicos para eludir la censura judicial que sabía caería sobre el primero por tratarse de secretos de Estado.
Lo que sí refleja la película es que el contenido de estos papers dejaba mal paradas especialmente a las administraciones que precedieron a la de Nixon, aunque es cierto que éste apeló a la justicia para que cesara su publicación. Pero el caso estuvo muy lejos de desestabilizar su gobierno.
Nixon además, como ya se señaló, estaba en otra estrategia: lejos de querer involucrarse más en Vietnam, buscaba una salida lo más honorable posible. A poco de asumir, en julio de 1969, ya había anunciado que su país se retiraría de esa guerra y había abierto junto con Kissinger negociaciones de paz en París. Al mismo tiempo, y de modo muy reservado iniciaba diálogos con su hasta entonces archienemiga China; una movida que desembocaría en su gran triunfo diplomático: su visita oficial a la República Popular China a comienzos de 1972 y el deshielo en la relación bilateral con la potencia asiática.
Una jugada que descolocaba a la Unión Soviética, por entonces enfrentada con Mao. Sin embargo, poco después, en abril del mismo año, Nixon visitaba también Moscú, con el fin de empezar, junto al líder soviético Leonid Breznev, las negociaciones para limitar el armamento nuclear de ambas naciones que llevarían a la firma del acuerdo SALT I.
Un dato folklórico es que, como hoy las dos Coreas, que "actúan" un acercamiento a través del deporte aprovechando los Juegos Olímpicos de Invierno en Seúl, el encuentro Nixon-Mao estuvo precedido durante el año 1971 por lo que se llamó la diplomacia del ping-pong, es decir, visitas cruzadas de los equipos de ese deporte de ambos países.
Al año del Pentagon paper, en 1972, Richard Nixon fue reelecto por el 60 por ciento de los votos
En este marco, el "Pentagon paper" tuvo tan escasa incidencia en el curso de los acontecimientos, que al año siguiente, en 1972, Richard Nixon fue reelecto por el 60 por ciento de los votos. Fue quizás por exceso de confianza, que el presidente autorizó operaciones ilegales contra sus adversarios del Partido Demócrata, "allanando" e instalando micrófonos en su sede de campaña en el Hotel Watergate, el hecho que dio lugar al escándalo que lleva ese nombre. Cuando colaboradores del Presidente declararon en Tribunales que Nixon estaba al corriente de esas operaciones, y avanzaba en el Congreso la posibilidad de un juicio político, éste presentó su dimisión, en agosto de 1974, muy lejos en el tiempo del caso de la filtración de los secretos sobre Vietnam.
Si bien la película de Spielberg muestra las presiones del poder sobre la prensa, también esto es presentado de un modo unilateral. Éstas no siempre están dirigidas a no publicar sino que con frecuencia buscan el objetivo contrario; algo que claramente refleja el caso Watergate con la revelación de que "Garganta profunda" -la "misteriosa" fuente de los periodistas del Washington Post- no era otro que Mark Felt, ex director adjunto del FBI. No se trató por lo tanto de una hazaña periodística sino de una pelea en el seno de la elite a través de un sector de la comunidad de inteligencia. La prensa fue vehículo de una operación para derrocar a Nixon y no precisamente por amor a la verdad. No todo el establishment -político, económico, militar- quería el fin de los conflictos abiertos; no todo el poder salía beneficiado con la política de distensión.
El balance de Nixon es mucho más complejo, rico y estratégico que la caricatura que presenta The Post
No podemos dudar del amor de Spielberg por su patria. Pero el patriotismo debe llevar a valorar los aportes de los dirigentes en función de los intereses estratégicos del país, dejando de lado el ideologismo. Desde el punto de vista del servicio a los Estados Unidos, el balance de Nixon es mucho más complejo, rico y estratégico que la caricatura que presenta The Post, donde el Presidente sólo es una voz desaforada en el teléfono exigiendo censura de prensa.
Nixon tenía malos modales, era hosco con la prensa, y muchas veces brutal en sus expresiones. También era un furibundo anticomunista. Y, sin embargo, en nombre de los intereses permanentes de su país, fue capaz de promover la distensión con dos potencias rivales en lo ideológico, económico y militar, cerrando un período durante el cual el mundo estuvo en real peligro.
Hay que decir que en los últimos años se han insinuado gestos de reivindicación de Nixon, que buscan salir del corset de la asociación con el escándalo Watergate. En una reseña del Washington Times sobre el libro de Evan Thomas, Being Nixon, a man divided (Random House, 2015), John R. Coyne Jr. escribió: "Richard Nixon fue finalmente obligado a renunciar. Sin embargo, dejó una serie de logros extraordinarios, especialmente considerando que asumió la presidencia en un período caótico en un país fuera de control -asesinatos, disturbios raciales, atentados- y con una guerra en Vietnam que sus predecesores demócratas y sus asesores de think tanks progresistas (liberals) llevaron a una escalada y luego se lavaron las manos".
Y agrega: "Él (Nixon) terminó la guerra, puso fin al llamado a filas, restauró cierta calma en los campus universitarios y en las ciudades. En el exterior, cambió de modo permanente el equilibrio de poder con su apertura hacia China, y negoció la détente (distensión) con la Unión Soviética, pavimentando la vía hacia el colapso del comunismo".
El autor del libro, Evan Thomas, destaca el hecho de que el mundo, sus pares, vieron a Nixon como un gran estadista y así lo trataron. Entre ellos, Charles De Gaulle, entonces presidente de Francia, que lo precedió en el acercamiento a la República Popular China, y lo elogió públicamente.
Thomas afirma: "Nixon fue más astuto, más intelectual, más abierto a las ideas que casi cualquier otro presidente antes que él". Quizás habría que agregar: y que cualquier otro después que él.
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