Una guía de Thomas Friedman para el siglo XXI: cómo sobrevivir al cambio tecnológico y disfrutarlo

La triple aceleración que marca el presente —de la tecnología, la globalización y el cambio climático— causa ansiedad. El periodista y escritor, reconocido columnista de The New York Times, estudia mediante ejemplos cotidianos el remedio para calmarla: la adaptación como nuevo contrato social

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La tecnología, la globalización y el cambio climático se aceleran a la vez: en ese cambio constante, el hombre puede mejorar o destruir su experiencia de vida (AP/Keyston/Peter Schneider)
La tecnología, la globalización y el cambio climático se aceleran a la vez: en ese cambio constante, el hombre puede mejorar o destruir su experiencia de vida (AP/Keyston/Peter Schneider)

El presente es un tiempo vertiginoso. Se vive en una aceleración exponencial, como la de los autos al arrancar, que pueden pasar de 0 a 100 kilómetros por hora, pero la marcha no se estabiliza nunca: sigue en aumento. Parece que las cosas se salen de control y que la mente humana nunca podrá adaptarse a tiempo, porque el cambio que intenta comprender queda obsoleto antes de que lo logre, y hay que intentar adaptarse a otro cambio, y así.

En ese torbellino, escribió Thomas Friedman, lo mejor es calmarse. Como quien baila en un huracán. O como quien pedalea en una bicicleta: si deja de hacerlo, se caerá. En Thank You for Being Late, An Optimist's Guide to Thriving in the Age of Accelerations (Gracias por llegar tarde: la guía de un optimista para prosperar en la Era de la Aceleración), el famoso periodista y escritor ofrece un mensaje optimista: no va a ser el fin del mundo. Al contrario. Todo va a estar bien.

"Este es mi séptimo libro y, quién sabe, acaso el último", presentó el autor de la columna "Foreign Affairs" de The New York Times, una obra que, acaso porque la escribió con ese sentimiento, es su trabajo más ambicioso y —en sus propias palabras—  "una columna gigantesca sobre el mundo en la actualidad". Un mundo que atraviesa un proceso de revoluciones, más que cambios, que solo se pueden comparar con la invención de la imprenta de tipos móviles de Johannes Gutenberg.

El nuevo libro de Thomas Friedman, autor del best-seller mundial “La tierra es plana”
El nuevo libro de Thomas Friedman, autor del best-seller mundial “La tierra es plana”

Friedman sostiene que para vivir en el siglo XXI es necesario comprender que tres grandes fuerzas, la tecnología, la globalización y el cambio climático, viven en aceleración simultánea y que, además, interactúan de modo tal que se complican y reaceleran mutuamente.

Esas fuerzas transforman cinco ámbitos fundamentales de las sociedades humanas: la política, el trabajo, la geopolítica, la comunidad y la ética. Como una brújula del presente y el porvenir cercano, el libro de Friedman intenta identificar "los valores y las actitudes más adecuados para administrarlos". Su curso es, para el autor, intocable; en cambio, se puede intentar que den el mayor beneficio a los humanos y tengan los menores impactos negativos.

Como en todos sus libros anteriores, elige ejemplos sencillos y diálogos con personas comunes para abordar temas complejos. En este caso aconseja que, ante el pánico que causan estas transformaciones, conviene recordar que "el momento más peligroso para andar en las calles de Nueva York fue cuando comenzó la introducción de los automóviles, pero todavía no se habían eliminado del todo los coches de caballos". También esto pasará.

La aceleración tecnológica

Entre finales de 2006 y todo 2007 hubo 15 meses —destacó el ganador de tres premios Pulitzer— que marcaron el inicio de la primera revolución. El capitalista de riesgo John Doerr y Steve Jobs miraban un partido de fútbol en el que participaban sus hijas, en una escuela de Palo Alto, cuando el fundador de Apple le mostró el iPhone que se presentó el 9 de enero de 2007.

Pero eso fue apenas lo primero que pasó en 2007, señaló. "Un conjunto entero de empresas surgió ese año aproximadamente. Juntas, estas nuevas compañías y sus innovaciones transformaron el modo en que las personas y las máquinas se comunican, crean, colaboran y piensan".

En 15 meses entre 2006 y 2007 la tecnología se aceleró y cambió el paisaje humano (iStock)
En 15 meses entre 2006 y 2007 la tecnología se aceleró y cambió el paisaje humano (iStock)

Nombró algunos hitos: la capacidad de almacenamiento de las computadoras llegó a los cielos; una plataforma de fuente abierta causó una explosión de software; Facebook salió de la juvenilia al mundo a finales de 2006; Twitter se lanzó en 2007 y poco después el sitio global de movilización social, change.org, se abrió camino; Google, que había comprado YouTube en 2006, lanzó el sistema operativo para dispositivos móviles Android; Amazon impulsó la revolución del e-book con su Kindle; Airbnb nació en San Francisco; IBM comenzó la construcción de la primera máquina cognitiva, Watson, es decir, la inteligencia artificial.

Intel hizo un pequeño cambio de consecuencias descomunales. "Aunque ya se habían usado materiales distintos del silicio en otras partes de los procesadores, al introducirlos en el transistor ayudó a que la ley de Moore —la expectativa de que el poder de los microchips se duplicara aproximadamente cada dos años— siguió su camino de producir un crecimiento exponencial en el poder de las computadoras".

Con su estilo campechano, Friedman ilustró el enunciado de Gordon Moore, el cofundador de Intel: qué habría pasado si un Volkswagen Beetle modelo 1971 hubiera mejorado a la misma velocidad que mejoraron los microchips. "¡Hoy el Beetle podría ir a unos 480.000 kilómetros por hora. Rendiría 3.200.000 de kilómetros por galón de gasolina y costaría USD 4 centavos!" Y eso si la eficiencia del consumo de combustibles no se hubiera acelerado a su vez.

Thomas Friedman propone un nuevo contrato social para la Era de las Aceleraciones: la adaptabilidad permanente (Wikicommons)
Thomas Friedman propone un nuevo contrato social para la Era de las Aceleraciones: la adaptabilidad permanente (Wikicommons)

También en 2007 se redujo drásticamente el costo de la secuencia del ADN y las energías limpias pasaron de crecer a convertirse en un boom: la solar, la eólica, los biocombustibles, la iluminación LED, los edificios eficientes, la electrificación de los automóviles.

Pero entonces hubo un problema global: la recesión que siguió a la crisis de las hipotecas en septiembre de 2008. "Como resultado, hemos visto que muchas de nuestras tecnologías físicas se han acelerado mientras que las sociales —la educación, el Gobierno y los sistemas de regulación que hace falta que acompañen esas aceleraciones para obtener lo mejor de ellas y amortiguar lo peor— se estancaron". El mundo comenzó a vivir en una suerte de dislocación.

El Mercado y la Madre Naturaleza 

El autor de los best-sellers internacionales La tierra es plana y Caliente, plana y abarrotada condensó en la expresión "La Supernova" toda esa gran aceleración tecnológica, y bautizó "El Mercado" a la de la globalización y "Madre Naturaleza" a la del cambio climático.

Ese Mercado surgió porque "los flujos globales de comercio, finanzas, crédito, redes sociales y conectividad están entretejiendo los mercados, los medios, los bancos centrales, las empresas, las escuelas, las comunidades y los individuos hoy más apretadamente que nunca". Como consecuencia de la aceleración de la globalización el mundo no solo está "inter e hiperconectado, sino interdependiente", definió.

La globalización es más que económica y financiera: es un fenómeno de corrientes digitales, una cuestión de datos que constituyen hoy la riqueza real (iStock)
La globalización es más que económica y financiera: es un fenómeno de corrientes digitales, una cuestión de datos que constituyen hoy la riqueza real (iStock)

No se trata ya de un mercado de valores. Si alguna vez la riqueza se midió en acciones, hoy se mide en flujos: "La fuente más relevante de ventajas comparativas será cuán ricos y numerosos son los flujos que pasan por un país o una comunidad, y cuán bien entrenados están los ciudadanos-trabajadores para sacar provecho de ellos".

Friedman cree que la definición originaria de globalización, que aludía a transacciones financieras y de bienes y servicios, es insuficiente. "Hoy podemos digitalizar muchas cosas y, gracias a los teléfonos móviles y la supernova, podemos enviar esas corrientes digitales a todas partes y tomarlas de todas partes", ilustró. "Estos flujos impulsan la globalización de la amistad y de las finanzas, del odio y la exclusión, la educación y el comercio electrónico, las noticias útiles y los rumores que llaman la atención y los que desestabilizan".

En esa circulación permanente, Google se cruza con la industria automotriz en busca del vehículo sin conductor, y Apple con las finanzas para crear una suerte de banco que se llama Apple Pay, Amazon con Hollywood para producir películas y series que ganan Oscars y Globos de Oro. Las comunidades cambian de la noche a la mañana: "Puntos de vista, tradiciones y creencias populares que parecían tan sólidas como un iceberg, y tan permanentes, ahora pueden derretirse en un día", señaló.

Y la política: ante la aceleración de las migraciones, suceden fenómenos como los votos del Brexit y la candidatura presidencial —y la asunción, luego de la publicación de este libro— de Donald Trump en los Estados Unidos. "Si una sociedad no construye un piso sólido bajo sus ciudadanos, muchos buscarán un muro, por más que resulte contraproducente".

Por último, "el cambio climático, el crecimiento de la población y la pérdida de la biodiversidad" entran también a escena en la era de las aceleraciones.

Cada vez suceden más fenómenos naturales improbables para los que el mundo no está preparado: a diferencia del cheque en blanco con que cuentan las precauciones contra un evento muy improbable, como la guerra nuclear, la sociedad no gasta prácticamente nada en otro muy probable, la catástrofe climática.

La aceleración del cambio climático obliga a una adaptación urgente, según Friedman (iStock)
La aceleración del cambio climático obliga a una adaptación urgente, según Friedman (iStock)

Días de temperaturas literalmente inhumanas —72 ºC en el sur de Irán, da como ejemplo—, récords de toda clase: lluvias, sequías, huracanes, niveles del mar, concentración de carbono en la atmósfera, ciclo del nitrógeno, presión humana sobre los ecosistemas, veranos eternos. "En menos de dos generaciones, que ampliamente contienen el promedio de vida de una sola persona, la humanidad se convirtió en una fuerza geológica de escala planetaria: esa es la tercera gran aceleración que se vive en el siglo XXI".

Entre los límites de la naturaleza más afectados por el hombre, enumeró el calentamiento global, la extinción de especies, la deforestación, el desequilibrio bioquímico que causan los fertilizantes, la invención de entidades (como el plástico o los residuos nucleares) que se incorporan a la vida del planeta, la acidificación de los océanos, el daño a la capa de ozono.

Como ejemplo observó que en Nigeria, donde el cruce de dos aceleraciones hace que el cambio climático arruine los cultivos y la tecnología hace que la mortalidad infantil se reduzca, en 2050 la población actual de 19 millones se habrá multiplicado hasta llegar a los 72 millones: 72 millones de personas hambrientas porque no habrá agricultura que cubra sus necesidades.

"Esta es la primera vez en la historia humana en que tenemos que enfrentar una amenaza que hemos creado colectivamente contra nosotros mismos", escribió, "y hacerlo antes de que todos los límites del planeta se hayan traspasado".

¿Demasiado rápido para el ser humano?

Vivir en la era de las aceleraciones, es decir en el siglo XXI, genera dos preguntas. Una, intelectual: ¿Cómo se adapta uno? Y la otra, visceral: ¿Acaso las cosas van demasiado, demasiado rápido?

Porque el sentimiento que prima, el desconcierto, sintetiza que para muchas personas el mundo se acelera hacia quién sabe dónde, pero, sin duda, lejos de ellas.

Thank You for Being Late rompe el fenómeno en pedacitos digeribles, de manera tal que se pueda comprender cómo interactúan estos cambios. Luego de eso, responder a la pregunta sobre la adaptación parece algo menos imposible. Y el autor lo hace con la naturalidad de quien ha redactado artículos en máquinas de escribir y los ha dictado por teléfono en llamadas de larga distancia, y también ha compuesto y publicado reportajes desde su celular en el asiento trasero de un automóvil sin conductor.

Desde el zapatófono del Superagente 86, un emblema del imaginario tecnológico del siglo XX, hasta el algoritmo que desafortunadamente ubicó avisos de cerveza Budweiser, cosméticos Aveno y automóviles Toyota antes de un video del Estado Islámico en YouTube en el siglo XXI, en la sociedad se produjo un cambio fundamental, argumentó Friedman: se terminó el término medio.

Hoy es más fácil ser un hacedor (crear una prótesis con impresora 3-D, por caso) o un destructor (hacer celulares-bombas para detonar con una llamada, como vio Friedman en Irak: "el duty-free de electrónicos a la entrada del Infierno") que ser un empleado promedio. "Cuando yo me gradué en la universidad tuve que buscar un empleo", ilustró; "mis hijas tienen que inventarse el de ellas".

En los años del ascenso social mediante el estudio y el empleo, "las décadas gloriosas luego de la Segunda Guerra Mundial", antes de que la Supernova, el Mercado y la Madre Naturaleza pusieran todo cabeza abajo, una educación promedio y un empleo promedio garantizaban una vida dignamente promedio, con una familia promedio de dos hijos, vacaciones promedio (Disney World, por caso) y una jubilación promedio.

Pero del mismo modo que la introducción del cajero automático no redujo, sino que aumentó, los puestos de trabajos en el sector (porque permitió que los bancos abrieran más sucursales), nada es previsible. Algunas capacidades serán útiles por largo tiempo, otras serán obsoletas demasiado pronto. Los empleos no desaparecen: lo que desaparece es la utilidad de algunos conocimientos para realizarlos. Y surgen otros: otras necesidades, otros empleos.

Friedman en el Foro Económico Mundial de 2013 en Davos, Suiza ( WEF/Michael Wuertemberg)
Friedman en el Foro Económico Mundial de 2013 en Davos, Suiza ( WEF/Michael Wuertemberg)

El nuevo contrato social es la adaptabilidad, sintetizó el autor. Para explicarlo Friedman regresa a su ciudad de origen, St. Louis Park, en Minnesota: un fragmento de reportería destacable en un libro lleno de fragmentos destacables.

El regalo de la impuntualidad

"Me metí en el periodismo porque me encanta ser un traductor del inglés al inglés", explicó Friedman al comienzo de este trabajo. Citó una frase de Marie Curie: "A nada hay que temerle en la vida, solo hay que entenderlo. Ahora es el momento de entender más, así podremos temer menos".

Por eso, y porque mucha gente vive hoy con temor a la velocidad de las cosas del mundo, quiso escribir Thank You for Being Late. Cuyo título extraño sale de, precisamente, el efecto del vértigo en el propio autor.

Por su trabajo, Friedman suele compartir sus desayunos en Washington DC con políticos y empresarios, y también le gusta encontrarse cada tanto con sus amigos. Pero los problemas normales de la vida urbana contemporánea hacen que cada tanto alguno llegue tarde. Un día, mientras uno se disculpaba, lo interrumpió. En realidad debía agradecerle la tardanza.

Esos minutos de espera, notó, habían sido suyos por primera vez en mucho tiempo. Pudo sentarse tranquilo, disfrutar del café, pensar. Escuchar lo que hablaban otras personas en las mesas cercanas. Y, de pronto, "conectar algunas ideas a las que les había estado dando vueltas con dificultad durante varios días". Sin tener que tuitearlas. Sin subir una foto. Sin compartir su experiencia con nadie.

Así surgió este manual de uso del siglo XXI, cuyos ejes se resumen así:

• En la era de las aceleraciones, todos tendrán que dar lo mejor de sí en el aula y durante toda la vida.
• El pluralismo importa como nunca porque las fuertes migraciones transfiguran la sociedad moderna.
• El liderazgo es fundamental, tanto el gubernamental (que debe promover la adaptación y la inclusión) como el individual, y el individual no solo sobre otros, sino, también, como ética de vida (ser la start-up de uno mismo).
• La cooperación prevalece: no hay, y se puede afirmar que no habrá, una app para la colaboración directa entre seres humanos.
• Los mejores empleos del futuro serán los que combinen fuertes capacidades de ciencia y tecnología con la de empatizar con otro ser humano.
• Y, sobre todo, el miedo al cambio ni siquiera le hace un rasguño al cambio. "Tanta gente hoy parece buscar a alguien que le ponga un freno al asunto, que la emprenda con un martillo contra las fuerzas del cambio". La ansiedad, cree, se calma "con imaginación e innovación, no con tácticas de intimidación o soluciones simplistas".

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