El destino quiso que el mismo día pero con tres años de diferencia murieran los escritores trasandinos Pedro Lemebel y Nicanor Parra, ambos con una raigambre popular muy fuerte. Lemebel, ya se sabe, apelando a ese mundo a través de canciones y programas de radio y televisión, y Parra definiendo el origen de la poesía popular de la siguiente manera: "Poesía popular chilena, hispanoamericana y española… Y cuál es el origen de todo eso. Es la poesía juglaresca y trovadoresca, la poesía de los trovadores del siglo XII".
No resulta fácil hablar de la poesía de Nicanor Parra y lo sería menos aún si no hubiera vivido 103 años, porque ese tiempo permitió tener la justa perspectiva de su obra y de su lugar en la poesía chilena. Cuando Parra empezó a publicar, Neruda ya tenía un nombre en la poesía no sólo chilena sino en lengua castellana, esto le permitió distanciarse de él luego de su primer libro, Cancionero sin nombre (1937), donde su admiración por Rafael Alberti y García Lorca era evidente. Parra tuvo que ingeniárselas para ir eludiendo ese obstáculo llamado Neruda, que cada vez se hacía más y más grande, para así encontrar una voz original. Cuando viajó en los años 40 a Estados Unidos e Inglaterra tuvo la oportunidad de hallar esa voz. Sin duda su contacto con la poesía en lengua inglesa cambió el modo de mirar su propio ejercicio poético. Fruto de eso, a su regreso al país llegó con el término antipoesía bajo el brazo. ¿Pero qué era la antipoesía? Era el regreso a la poesía popular tal como la concebían los poetas provenzales como Arnaut Daniel y Guido Cavalcanti, de los cuales Ezra Pound les dedicó un capítulo entero en Ensayos literarios. Esa poesía aún estaba íntimamente unida a la música, no a la musicalidad, sino a la música propiamente tal, porque hasta el siglo XII los poemas de los trovadores, los llamados canzones, se cantaban o entonaban. Parra, de hecho, sostiene en Conversaciones con Nicanor Parra que todo lo que se escribió después es "solamente basura".
Para que el antipoeta pudiera desarrollar su propuesta no sólo necesitó del cansancio que hubo de la retórica nerudiana, sino de su venía, y fue así que sus primeros antipoemas los leyó en los años 50 ante el propio Neruda, quien le dijo: "Me equivoqué contigo, pensé que no eras poeta, pero sí eres un poeta. Si publicas un libro entero con esos poemas, no vas a dejar títere con cabeza". Lentamente la figura de Nicanor Parra fue creciendo hasta que a finales de los 60, con la aparición de la antología que reunía varios de sus libros, Obra gruesa, algo pasó, e hizo que el respetado crítico Ignacio Valente escribiera: "Parra no es un profeta del absurdo o un adalid del caos, a la manera de otros heraldos decadentes de la filosofía o la literatura actual. Es más humano, como el propio Kafka". La apelación a Kafka no es gratuita ni algo que le haya molestado a Parra, más si consideramos el trabajo de la lengua que hizo y que tan bien constataron Deleuze y Guattari en Kafka: por una literatura menor. Y es que en la apelación a una literatura menor, a un vocabulario empobrecido, había un rasgo distintivo que Parra vio en su propia poesía.
En Advertencia al lector, incluido en Poemas y antipoemas (1954), Parra escribió a modo de provocación: "Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse: /La palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte, /Menos aún la palabra dolor, /La palabra torcuato. /Sillas y mesas sí que figuran a granel, /¡Ataúdes!, ¡útiles de escritorio! /Lo que me llena de orgullo /Porque, a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos". Parra poetiza lo que nadie poetizaría y lo hace apelando al lector para buscar su complicidad, cosa que será otro rasgo de su propuesta poética. Él busca, a través de una retórica que a muchas veces toma la forma de discurso o de sermón, lo que la poesía ha dejado fuera.
Curiosamente Nicanor, o don Nica, como le decían, no necesitó como otros poetas de un montón de libros, o de miles de páginas, para dejar en claro de lo que se trataba su obra. Al contrario, sus libros tenían pocas páginas, pero iban directo al grano. Cuando los reunió en Obra gruesa el golpe fue de nocaut. Si Neruda había ocupado la centralidad de la poesía chilena y un lugar importantísimo en la poesía en lengua castellana, desde mediados de los 60 el turno fue para Parra, aunque esto no quedó claro de inmediato. Hoy, esto resulta más o menos evidente, y para poetas como Raúl Zurita, la poesía de Nicanor Parra incluso fue "un proyecto totalizante, tanto o más totalizante que el proyecto de Neruda".
Si la antipoesía en soporte libro empezó en 1954, la fecha de término de su primera etapa se sitúa en 1972, cuando cruzó un umbral y llegó a las artes visuales. Ese proyecto se llamó Artefactos, que técnicamente consistía en una serie de tarjetas postales ilustradas por distintos artistas trasandinos, en el que ponía breves versos que dialogaban con esa imagen. Él definió sus artefactos en estos términos: "Mis artefactos son textos muy breves que se saltan la lógica, porque si se quedan enredados en la lógica no avanzamos, no se produce ese resplandor, esa risa como método de conocimiento, tal vez". En 1983 apareció otra caja de postales, Chistes para desorientar a la poesía, que contó con un prólogo de Enrique Lihn que funcionaba como dedicatoria y que en una de sus partes puede leerse: "Por Decreto de esta Dedicatoria, que se hace extensivo al fabricante de la caja, todo sujeto de la lectura de estas postales debe desactivarlas, cada dos días, en el cuartel de policía más cercano a su domicilio sin que sea válido el argumento de que la desactivación las haría desaparecer". En el 2001 derechamente entró en el mundo de las artes visuales al exponer la muestra Artefactos visuales en la Fundación Telefónica de Madrid y de Santiago de Chile y Obras públicas en 2006 en el Centro Cultural Palacio La Moneda. Son pocos los poetas chilenos que pueden leerse desde las artes visuales, entre ellos están Juan Luis Martínez y Guillermo Deisler.
Algunos estudiosos han señalado que la poesía de Parra podría emparentarse con la poesía concreta de los hermanos De Campos en Brasil; en ambos casos se trataría de una búsqueda pero también de una resistencia a lo que se llamó retorno al orden, y esos estudiosos pueden que estén en parte en lo correcto, sobre todo por la búsqueda a través de las artes visuales, pero hay elementos que los distancia, porque Parra luego de iniciar la senda de las artes visuales retoma a finales de los 70 el camino de la poesía más declamativa a través de la figura del Cristo Elqui. Y es que a diferencia de los hermanos De Campos él intenta dar con la totalidad de la experiencia humana, como él mismo explicó en el documental Cachureo. Apuntes sobre Nicanor Parra, de Guillermo Cahn (1981). Si el elemento religioso está aquí tan presente es porque "pretendo dar cuenta de la totalidad de la experiencia humana, aunque más no sea tomando una red de puntos, evidentemente en una empresa de esta naturaleza lo religioso no puede estar ausente, porque la religión y especialmente el cristianismo es una experiencia fundamental para el hombre de occidente". Entonces Zurita está en lo cierto cuando afirma que el proyecto de Parra era tanto o más totalizante que el de Neruda.
Con Nicanor Parra muere el último de los hermanos Parra, entre los que se contaba su hermana Violeta, la famosa cantante y artista que expuso en el Louvre, ella fue la única de los hermanos que murió tempranamente. Ambos tuvieron una relación cercana, de hecho la carta de suicidio está dirigida a él, de su contenido se conocen muy pocas cosas, una de ellas es que menciona a Hitler. Nicanor había estimulado a su hermana para que escribiera una novela inspirada en el Museo de la novela de la Eterna, de Macedonio Fernández, quien junto a Kafka eran narradores que admiraba. Parra consideraba necesario que se escribiera una novela donde no ocurriera nada, una novela escrita desde la poesía, y quién mejor que Violeta Parra para esa tarea.
Abordar su poesía desde la crítica literaria parece inevitable, pero quizá una de las opiniones más contundentes la dio el prestigioso crítico Harold Bloom, muy autorrefente con la literatura en lengua inglesa, quien sin embargo dijo: "Si el poeta más poderoso que hasta ahora ha dado el Nuevo Mundo sigue siendo Walt Whitman, Parra se le une como un poeta esencial de las Tierras del Crepúsculo". Otra opinión la dio Fogwill: "Creo que Neruda es un poeta esterilizante. Si uno se queda pegado a Parra, te puedes transformar en un gran poeta". Debido a esta importancia se le concedió el Premio Cervantes en 2011, aunque el Premio Nobel siempre le fue esquivo, desde aquella taza de té que tomó con la esposa de Richard Nixon en la Casa Blanca. En sus últimos años Nicanor Parra vivió recluido en su casa del balneario de Las Cruces, donde recibía a muy poca gente y donde no concedía entrevistas.
Epitafio
De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa,
Hijo mayor de profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
–Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida–
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!
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